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“No soy un político, soy lo que se puede llamar un tecnócrata”, José Leibovich

Las Memorias son Conversadas, las historias escritas en primera persona por Isa López Giraldo. En esta entrega, presentamos a José Leibovich, académico, investigador y economista.

Isabel López Giraldo
10 de marzo de 2022 - 04:32 p. m.
José Leibovich es economista del desarrollo y profesor de cátedra de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes.
José Leibovich es economista del desarrollo y profesor de cátedra de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes.
Foto: Álbum particular José Leibovich
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Definir la identidad es complejo porque uno es muchas cosas a la vez. Para sintetizar diré que soy un colombiano, primera generación, hijo de sobrevivientes del holocausto, lo que obviamente implica llevar una marca del pasado sobre el valor de la vida, la libertad, el miedo y su superación.

La forma como he llevado mi vida ha sido, no como judío del gueto, sino como colombiano, que se ha integrado de la mejor manera posible a la sociedad a la que pertenece. He dedicado mi vida a trabajar por Colombia, procurando contribuir con mi grano de arena a que este país se desarrolle y supere temas históricamente muy complejos.

Soy amante de la vida, con una disciplina de trabajo permanente que combino con aficiones que me generan placer: lector cotidiano de literatura, melómano, cinéfilo, amante del arte, jugador de ajedrez y cocinero de ocasión. Disfruto enormemente el contacto con la naturaleza y me apasiona viajar. Hago deporte, soy ciclista aficionado y aprendí a nadar hace poco, lo que me ayuda a estar en  forma, tanto física como mentalmente, porque, cuando nado, medito.

ORÍGENES

RAMA PATERNA

Mis abuelos paternos fallecieron durante la segunda guerra mundial en condiciones de gran dificultad por la situación a la que estuvieron sometidos en campos de trabajos forzados.

Leib, nombre en ídish que traducido al español quiere decir león, también va en el apellido Leibovich, que traduce hijo de león. En tiempos bíblicos se llamaba la persona por “hijo de”. Y este fue precisamente el nombre de mi abuelo, Leib Leibovich.

Fueron mis abuelos originarios de Dorohoy, capital de departamento de Rumania, pero en otra época perteneció al imperio austro húngaro.

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Por las circunstancias económicas, en vísperas de la primera guerra mundial, cerca de 1913, mis abuelos intentaron migrar a América. No era muy claro exactamente a dónde podrían llegar, pues este era un concepto un poco amplio, podía ser Canadá, los Estados Unidos o Suramérica. Su plan estaba trazado para Canadá, pero en el camino llegaron a Francia. Estando en París comenzó la guerra, se enredó la situación y no pudieron continuar.

Miriam, mi abuela paterna fue madre de cinco hijos, cuatro hombres y una mujer. Todos sobrevivieron a la guerra y terminaron viviendo tres en Israel y dos en Colombia, mi padre y un tío.

MAURICE LEIBOVICH

Mi padre, Maurice, Mauricio, como se le conocía en Bogotá, nació en París. Fue un hombre recio, simpático y callado. De joven interpretó el violín, recuerdo de niño cuando nos sentaba en la sala del apto, a mis hermanas y a mí, para que fuéramos su audiencia. Conservo con cariño su violín, uno antiguo que trajo de Europa.

Este era su hobby y el ajedrez que me enseñó a jugar de niño. Su oficio inicial fue linotipista, que hoy en día no existe, pero que significó parte de la suerte que tuvo y salvarse de terminar en un campo de exterminio. Tuvo entonces una cercanía muy grande con los libros y con los periódicos, por ser quien armaba los tipos para la impresión de estos. Cuando los nazis invadieron su región, se llevaron a mi padre a Odesa, ciudad importante sobre el mar Negro que actualmente pertenece a Ucrania. Trabajó en una imprenta sacando un periódico alemán para el frente oriental en plena guerra.

Este es el oficio con el que llega a Colombia, y con el rumano como lengua materna. Este es un idioma romance, y su cercanía con el español hizo que rápidamente lo dominara. Una vez en Bogotá buscó trabajar en un periódico, infortunadamente no fue aceptado al ser extranjero sin nacionalidad colombiana. En ese sentido se pone de manifiesto que Colombia ha sido un país bastante cerrado al inmigrante, quizás hoy menos. Esto hizo que tuviera que cambiar de actividad económica.

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Se dispuso entonces para trabajar en lo que hacían sus paisanos que habían llegado a Colombia, en esos tiempos o en los previos. Algo de esto está consignado por Simón Guberek en el libro Yo vi crecer un país. Así pues, lo primero que hizo fue montar un negocio de delicatessen que fue saqueado el 9 de abril de 1948.

Tuvo entonces que recomenzar y se dedicó a ser comerciante, a vender a plazos ropa de mujer en una época en que había mucha confianza y bastaba con la palabra. Recorrió pueblos de Boyacá y Cundinamarca y también tuvo almacén en la carrera séptima en el centro de Bogotá.

Posteriormente, se dedicó con éxito a la construcción. Gracias a su trabajo nunca nos faltó lo más importante para llevar una vida tranquila, decente, y lo más importante, la educación con la que nos hemos defendido en la vida.

RAMA MATERNA

Abraham Goldenberg, mi abuelo materno, era de un pueblo que hoy pertenece a Ucrania, entre Rumania y Ucrania, pequeño país donde se ubica Nova Súlita, su cuna. Se dedicó a la agricultura y al comercio de pieles.

En los años treinta, motivado por la crisis económica, viajó a América a buscar nuevos horizontes, nuevas posibilidades de sacar adelante a su familia. Comenzaba la guerra mientras mi abuelo exploraba Perú, Panamá, Venezuela, Ecuador, Cuba. Finalmente, se estableció en Bogotá. Una vez terminada esta envió dinero a mi abuela y a las hijas que habían sobrevivido para que emigraran a Colombia

Tuve ocasión de conocerlo, tenía nueve años cuando falleció, pero lo recuerdo como una persona muy amorosa, tranquila, de grandes afectos para con sus nietos.

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Charna Gorenstein, mi abuela, del mismo pueblo de mi abuelo, fue muy amorosa con sus nietos; una tremenda cocinera, de ella heredamos el amor transmitido a través de la comida que se prepara para ocasiones especiales. También fue muy querida por su comunidad dada su generosidad, porque les brindó ayuda a las personas en situación difícil. Una de las aficiones que tenía era la de ser casamentera, es decir, por gusto se encargaba de encontrarles un buen partido a las mujeres conocidas o referenciadas que se estuvieran quedando solteronas. Le funcionó con éxito Ella sobrevivió a mi abuelo.

SARA GOLDENBERG

Sara, mi madre, fue una mujer muy trabajadora, pues le ayudaba a mi padre, pero sin descuidar su casa: cocinera maravillosa y típica madre judía sobre protectora tratando siempre de que a sus hijos no les faltara nada. Buena lectora, contaba anécdotas de cómo en su pueblo natal leía las grandes novelas de los escritores rusos a la luz de las velas o de la luna.

Perdió a dos de sus hermanos, quienes murieron bajo los nazis en un campo de trabajos forzados durante la guerra siendo muy jóvenes. Una hermana se casó con un judío ruso, no viajó a América, por lo mismo tengo algunos primos en esas tierras. La otra hermana llegó a Bogotá con mi abuela y su marido quien, curiosamente, era hermano de mi padre. En Manizales se instalaron varios primos para dedicarse al comercio cuando la actividad cafetera era protagonista de la economía nacional.

CASA MATERNA

Mis padres se conocieron en Rumania y se casaron un poco antes de comenzar la guerra y los alcanzara esa difícil situación que les tocó vivir. Llegaron a Colombia en barco y entraron por Barranquilla.

Para significar el choque cultural que vivieron, mis padres nos contaron la sorpresa que se llevaron cuando alguna vez pasó por el pueblo de mi mamá un circo en el que uno de los espectáculos era un personaje de raza negra. Al llegar a Barranquilla, con su fiesta, con su calor, con su desorden, con su colorido, mi padre le dijo a mi mamá: “Doy media vuelta y me devuelvo”.

Una vez en Bogotá se instalaron en el barrio Santa Fe, abajo de la Caracas con calle 22. Este sector en aquel entonces era muy agradable con construcciones que requieren restauración, hoy zona de tolerancia.

Llevamos una vida de barrio en la que salíamos a jugar con los amigos al parque sin problema. Posteriormente nos movimos, pero continuamos en el centro de la ciudad. Recuerdo que de chiquito iba a comprar el pan en la panadería El Cometa, que todavía sigue existiendo, de la familia de Leo Katz, gran empresario restaurantero.

Como se trataba de una familia recién llegada, los amigos de mis padres fueron los otros miembros de la comunidad judía, una especie de vida de gueto. Con el paso del tiempo el círculo se amplió. Somos tres hijos de los cuales soy el menor. Miriam nació recién terminó la guerra en Bucarest, vive en Bogotá, es bacterióloga y por muchos años se dedicó a la investigación en el laboratorio de genética de la Universidad Nacional con el profesor Yunis. Bela, es ingeniera química de la Universidad Nacional, y desde hace muchos años vive en México con su familia.

PILARES DE FAMILIA

De las cosas más importantes que nos dejaron mis padres fue la educación y el amor por la literatura: a ellos siempre los vi leyendo. Me ocurre que muero por los libros, entro hoy a la librería Lerner me produce el mismo placer cuando iba a la Buchholz de niño.

Mi padre tuvo sus discos de acetato de cantantes de ópera, conciertos que sonaban en el tocadiscos. Aunque era callado, la relación que tuvimos se basó en la interacción cuando yo ayudaba en el almacén a final de año jugando ajedrez, con el reto de ganarle.

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Mis padres hablaban en rumano cuando no querían que entendiéramos sus conversaciones, pero el idioma cotidiano suyo fue el ídish, dialecto de los judíos del centro de Europa.

Somos una familia judía de tradiciones, sin ser religiosa, pero celebramos las fiestas motivadas por el compartir en familia. Mi mamá nunca preparó platos que tuvieran cerdo, pero mi papá eventualmente nos sorprendía con un salchichón.

ACADEMIA

COLEGIO COLOMBO HEBREO

Estudié en el Colegio Colombo Hebreo donde conocí a mis primeros amigos. Actualmente hay más conciencia del acoso, del maltrato, pero en esa época todo se daba al estilo más bárbaro, sin ninguna consideración por el otro, todos buscando defenderse de la mejor manera posible. Al comienzo fui víctima, luego terminé unido al victimario y en algún momento fuimos sancionados por hacer pilatunas menores.

Con mi primo, Isaac, originario de Manizales, quien estaba en mi curso y quien tenía una capacidad histriónica, un talento enorme para el teatro, y dirigidos por el profesor Carlos Parada de la Candelaria, montamos una obra que se presentó en el Teatro la Comedia de Bogotá. Dicho esto, reseño que en alguna ocasión lanzó talco contra el ventilador que había en el salón produciendo neblina y un ambiente propicio para una película de misterio.

La obra de teatro que montamos En alta mar de Slawomir Mrozek, es la historia de tres sobrevivientes de un naufragio que son la caracterización del poderoso, el que le rinde pleitesía y, el pequeño, víctima de ese poder establecido. Como se les acaban los alimentos, entonces les es necesario resolver la situación. El poderoso, con la complicidad de quien le rinde pleitesía, decide que se van a comer al pequeño. El pequeño era yo, pero salí bien librado y puedo contar la historia.

Tuve profesores excepcionales en química, Ferruccio Lolly, matemáticas, Álvaro Díaz y filosofía, Bruno Mazoldi, a quienes recuerdo con mucho cariño y me marcaron desde el punto de vista de formación. Al graduarme, a mis diez y seis años, decidí estudiar una carrera que tuviera muchas matemáticas.

UNIVERSIDAD NACIONAL

Decidí estudiar ingeniería mecánica. Un poco contra la voluntad de mi padre me inscribí y fui admitido en la Universidad Nacional de Colombia. Esto tiene que ver con que la Nacional era un espacio donde con cierta periodicidad había protestas y revueltas. Sin embargo, tenía esa ilusión, quería descubrir el mundo que, hasta ese momento, había sido un poco pequeño, cerrado, al crecer en medio de la comunidad judía.

La Universidad me permitió relacionarme con compañeros de distintas regiones de Colombia y de distintos orígenes socioeconómicos: una mezcla muy variada de lo que es la nacionalidad colombiana. Tuve compañeros del Norte de Santander que le decían a uno No sea pingo, pero también costeños con la muletilla, ¡digo yo! Y pastusos de gran inteligencia y buen sentido del humor.

Desarrollé de manera muy importante una sensibilidad por mi país, por sus problemas. Fui simpatizante de izquierda, marché con los estudiantes en protestas y conformé un grupo de estudio que abordó libros como El Capital, de Marx, y otros autores que escribieron sobre la revolución y el cambio social. Finalmente, no soy un ingeniero, pese a haber terminado la carrera ni marxista, pese a haber estudiado El Capital.

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Antes de terminar ingeniería, empecé a leer y a estudiar por mi cuenta sobre economía. Una vez terminé la carrera, claramente me di cuenta de que no tenía una afinidad práctica con mi profesión, sin embargo, valoro la formación que recibí desde el punto de vista de la disciplina, de las matemáticas, de la estadística, de la estructura mental que se requiere para resolver ciertos problemas y que me sirvió muchísimo para dar el paso en la búsqueda de estudiar formalmente economía y encontrar la vocación en la que me he desempeñado profesionalmente.

Lo más importante de la experiencia de haber estado en la Universidad Nacional, fue ese encuentro conmigo mismo en un contexto diverso, que me ha permitido trabajar por el país, el mismo que le brindó una segunda oportunidad de vida a mis padres en beneficio de toda la familia.

KIBUTZ

Resulta que, cuando en segundo semestre de mi carrera cerraron la Nacional a causa de paros, para aprovechar ese tiempo tomé la oportunidad que se dio a través de la comunidad para visitar Israel y trabajar en un Kibutz.

El modelo de esta comuna agrícola es tan valioso como interesante, es un intento de llevar a la realidad una utopía, la de practicar en lo cotidiano una vida de precepto socialista en el sentido de que el valor que se genera es algo que les pertenece a todos y no a cada uno de manera individual.

Así aprendí hebreo, trabajé la tierra y me permeé de lo que ofrece su entorno. Estos meses me permitieron esa cercanía con la actividad primaria, con el agro, tema que he atendido en mi vida profesional.

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

Me presenté a una convocatoria de beca de la Universidad de los Andes para hacer la maestría en economía con énfasis en temas de demografía. Trabajando como asistente de investigación conocí a François Bourguignon, quien años después sería economista jefe del Banco Mundial, director de la Escuela de Economía de París y profesor en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, quien me animó a que adelantara mi doctorado. Por cuatro años estudié teorías del desarrollo y trabajé en una tesis que evaluaba el impacto distributivo de una bonanza cafetera con ayuda de un modelo de equilibrio general computable.

UNIVERSITÉ DE PARÍS 1- PANTHÉON – SORBONNE

Dado que mi padre falleció relativamente joven, algo que después elaboré, sentí que se había ido muy rápido y no había alcanzado a terminar de tener una relación más acabada con él, me di cuenta de que me había ido a París no solo a estudiar, sino también a buscar sus orígenes.

La ida a París fue el descubrir la vida bohemia de la cultura, del arte y de las actividades que se pueden desplegar en una ciudad tan colmada de riqueza y de posibilidades.

Aunque era un estudiante varado, tuve acceso a este mundo, con todo lo que conlleva. En el Collège de France escuché una conferencia de Jorge Luis Borges cuando ya estaba en sus últimos años. Asistí a una obra de teatro donde el actor principal que hizo de Mozart era Roman Polanski, gran director que montó la obra Amadeus de la que habían producido una película.

Además del ICETEX me ayudé con trabajos de estudiante que me enseñaron de la vida y que me permitieron conocer la idiosincrasia de los franceses. Por ejemplo, durante un tiempo alquilé bicicletas en un parque, tenía que recogerlas en un camión y con un argelino para instalarlas en un puesto los sábados y domingos. Así conocí mucha gente, a los mismos patrones que nos contrataban, como trabajo “negro”, porque no reconocían la seguridad social. También repartí periódicos en la zona de Pigalle, donde hay más prostitución de la ciudad.

VIDA PROFESIONAL

PROFESOR E INVESTIGADOR

Al regresar a Colombia comencé a trabajar como profesor e investigador en la Universidad de los Andes. En realidad, la docencia la he tenido desde aquel entonces y aún hoy en día sigo dictando un seminario de investigación en los Andes. Luego fui investigador de Fedesarrollo.

Parte de los temas que asumí tienen que ver con la problemática del desarrollo rural en Colombia, pobreza, desigualdad, los que giran alrededor de la falta de claridad de los derechos de la propiedad de la tierra y la falta de bienes públicos en la ruralidad colombiana.

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Cuando me cuestiono mi identidad como profesional, me doy cuenta de que esta es ambivalente porque tengo un interés por lo académico, pero, indudablemente también me ha habitado el ánimo de participar de una manera más activa en la gestión pública. Unos años después de estar trabajando en investigación pasé al sector público donde hice una carrera.

GOBIERNO DE CÉSAR GAVIRIA

Fui un técnico muy activo en todo el proceso de apertura de la economía bajo el gobierno de César Gaviria y trabajé muy a fondo en la apertura del sector agrícola. Apertura que posteriormente fue en alguna medida revertida.

Este trabajo en particular fue muy difícil, pues en esos temas hay muchos intereses creados, se dan discusiones en las que argumentos académicos muchas veces pierden validez y se entra en una esfera de los intereses políticos o de grupos de presión que indudablemente, cuando se está en la esfera pública, deben tenerse en consideración.

Esta fue una experiencia muy enriquecedora, pero dura, que me exigió moverme en ese ámbito sin renunciar a los principios básicos de la bondad de las propuestas que se están queriendo hacer y que son para beneficio general de la sociedad. Trabajé en reformas que hoy gravitan en la discusión política porque aún no se han podido adelantar.

DEPARTAMENTO NACIONAL DE PLANEACIÓN

Fui subdirector de Planeación Nacional en el primer gobierno del presidente Álvaro Uribe. Aquí también afronté temas muy álgidos. Se estaba negociando el Tratado de Libre Comercio – TLC con los Estados Unidos, proceso en el que estuve muy involucrado en una primera etapa, precisamente referida a los temas agrícolas.

Fue muy difícil la discusión por la oposición de sectores que han tenido unos ciertos privilegios de protección y que obviamente se oponen a cualquier cambio del statu quo.

Reconozco abiertamente que no soy un político, soy lo que se puede llamar un tecnócrata, es decir, una persona que tiene una formación académica con unos argumentos que puede utilizar para aportar en los procesos de cambio, de reforma, que algunos frentes requieren.

INVESTIGACIÓN APLICADA

Como consultor independiente he trabajado en investigación aplicada a problemas del país. Hice varias consultorías que tienen que ver, después de un diagnóstico riguroso con elaborar planes de acción integral que cubren diversas problemáticas de una región como La Mojana o la Altillanura colombiana.

LA MOJANA

La Mojana es una región que de manera natural se comporta como una especie de esponja que en las épocas de invierno se inunda, humedales hermosísimos y gigantescos que recogen el agua que llega de manera exuberante en las épocas de invierno del río Cauca, del San Jorge y del Magdalena. En las épocas de verano se secan para ser una tierra absolutamente fértil. La habita predominantemente una población con niveles de pobreza extrema.

Como consultor trabajé por dos años en la estructuración de un plan integral que abarcaba un equipo de hidrólogos, ingenieros hidráulicos para todo el tema del manejo de las aguas, pero también con economistas, antropólogos y sociólogos para apoyar a las comunidades en la parte productiva y ayudar a que pudieran tener un mejor nivel de vida y una generación de ingresos sostenible.

ALTILLANURA

Otra consultoría que hice fue para la Altillanura colombiana que abarca una parte de la Orinoquía. Documento CONPES que se estableció por parte del gobierno del presidente Santos para el desarrollo de esta región.

Esta es una zona más grande que la extensión de muchos de los países europeos y que tiene un potencial gigantesco de ser desarrollado con una agricultura y silvicultura sostenibles, pero que requiere acciones importantes por parte del Estado que se han ido dando, aunque a cuentagotas. Podríamos tener un gran boom agroindustrial en la Altillanura si se lograran superar una serie de cuellos de botella.

FEDERACIÓN NACIONAL DE CAFETEROS

En los últimos años, he estado vinculado con los cafeteros desde la Federación Nacional de Cafeteros haciendo estudios y análisis para entender mejor cómo podemos ayudar a lograr un mayor bienestar para estas familias.

Siendo la caficultura una actividad tan importante en muchos departamentos del país, la nuestra es una caficultura que se da a muy pequeña escala, microfundios que no generan ingresos suficientes para brindar una vida por encima de los niveles de pobreza. Algo paradójico, siendo este un producto de exportación que le ha generado tantas divisas al país y tan buena imagen.

COROLARIO

Se siente alguna frustración porque los planes elaborados no se hayan llevado a la práctica de manera inmediata, pero se comprende que este es un Estado con una falta de recursos importantes y que no es tan fácil llevar a la práctica y de manera inmediata todas las acciones propuestas. Sin embargo, también hay satisfacciones porque poco a poco algunas de las propuestas presentadas se van desarrollando.

Las experiencias que he tenido trabajando como consultor o estando en la subdirección de Planeación, no me han hecho testigo de manejos que me lleven a concluir que los planes no salen adelante porque se estén robando los recursos. Creo que hay una parte del Estado que sí funciona, hay profesionales y organizaciones dentro de él que son ejemplares. Obviamente, el entramado total es complejo y es ahí donde se enredan las cosas.

FAMILIA

Estoy casado actualmente con Eula Constanza Vargas, una mujer hermosa en muchos sentidos: linda, inteligente (se casó conmigo), sensible, y muy amorosa. Ha sido muy importante en mi vida y en la de mis hijos. Es muy organizada, mi lectora favorita y con gran sentido del humor. Vamos a cumplir trece años de matrimonio en una familia recompuesta en el sentido de que mis hijos, un par de mellizos que están en la recta final de sus estudios universitarios, son de mi primer matrimonio, y Eula tiene a Valeria de un matrimonio anterior, pero también a Luca su nieto amado.

Yvonne López, mi primera esposa, fue restauradora de obras de arte. Sufrió un cáncer muy agresivo que se la llevó relativamente rápido, cuando los hijos tenían cinco años. Saqué energías guardadas para sacarlos adelante, inicialmente solo.

Después de atravesar un período difícil y de duelo, buscando una escuela de música para ellos, porque quise que tuvieran una formación musical pues de joven había estudiado en el Conservatorio flauta traversa, llegué a la Escuela de formación musical, que es de Costi. Allí estudiaron desde sus siete años hasta terminar el colegio.

En el camino terminamos, Costi y yo, desarrollando una relación amorosa que afortunadamente cuidamos y mantenemos. A Costi solo la había visto años atrás cuando estudiaba economía en los Andes en un retrato hermosísimo pintado por Roda, colgado en el apto de sus padres en una reunión invitado por su hermano Darío. Ese retrato cuelga hoy en día en nuestro apartamento.

Ezequiel es mayor que Maurice por cinco minutos. Ezequiel es un nombre que hace alusión al profeta del Antiguo Testamento que tenía unos sueños muy especiales. Siente una pasión grande por lo que está estudiando, es un arquitecto con una sensibilidad muy especial, introvertido, callado, bondadoso, de gran corazón. Tiene algo de artista, es un tremendo fotógrafo, algo viene de su madre.

Maurice (por mi padre), es un joven muy sociable, inquieto, con una facilidad muy grande para las relaciones sociales y el liderazgo. Está terminando administración de empresas y rápidamente alzará vuelo.

Ambos tienen gran corazón, y son muy buenas personas.

El más reciente miembro de la familia es Zahi, un hermoso perro de raza Border Collie, de pelo corto que adoptamos durante la pandemia, quien nos ha traído a todos mucha alegría y amor.

REFLEXIONES

¿Cuál es su sentido de la existencia?

Estamos en la vida por el azar y estamos de paso. Debemos tratar de ser y hacer lo mejor posible. No soy religioso, soy una persona que tiene cierta espiritualidad que canalizo a través de la música, de la literatura, de la naturaleza y del contacto con los demás.

¿Qué proyectos tiene pendientes?

Es una pregunta que me formulo casi a diario. Creo que seguiré trabajando hasta que me muera, de pronto no de la misma manera, no con la misma intensidad de otras épocas. Quisiera poder contribuir a lograr cambios que sirvan para mejorar nuestro país.

En lo personal quiero seguir haciendo deporte, seguir leyendo, viajando y conocer muchas cosas maravillosas de este mundo, sus gentes y su naturaleza, y seguir haciéndolo en compañía de las personas que quiero y que me quieren.

¿Cómo le gustaría ser recordado?

Como una buena persona.

¿Cuál debería ser su epitafio?

Me cuesta trabajo, no había pensado en eso. Quizás mi vida está contenida en bondad, trabajo y valores éticos.

Por Isabel López Giraldo

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