Notas pedagógicas para una sociedad en crisis
El presente escrito es el abrebocas de una serie de reflexiones personales como maestro, sobre la relación entre la educación y la vida, como sustrato de una conciencia para una sociedad equitativa y tolerante.
Guillermo López Acevedo
Nuestra crisis actual no es una crisis ambiental, social, política o económica, es radicalmente una crisis de CONSCIENCIA. Resultado de una visión mecanicista, miope, que ha ignorado y violado flagrantemente los límites de la Naturaleza, así como ha humillado y desechado los estilos de vida –particularmente- de las culturas ancestrales, por las que ha mostrado poco o ningún respeto. En este sentido, nuestra sociedad occidental, prepotente, homogenizante y excluyente, ha implementado un sistema económico, además reemplazante de toda forma de cultura, que bajo el sofisma y la mentira de la globalización, lo único que ha consolidado como realidad, ha sido la generalización de la miseria y la concentración de la riqueza en pocas manos: un Ego-capitalismo que parece ser –al menos por nuestra tierra-, la maldita herencia colonial de la avaricia y la codicia europea por un Dorado que ya no existe. “Riqueza es conservar durante seis mil años un río limpio para uso de todas las generaciones”, señalaba un Mamo de la sierra, quien nos hace considerar seriamente: ¿para qué nos sirve construir emporios industriales y económicos o progresar tecnológicamente, si respiramos un aire contaminado y bebemos un agua envenenada? Nuestro conocimiento, aseguran ellos, carece de las alas del espíritu.
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Nuestra crisis actual no es una crisis ambiental, social, política o económica, es radicalmente una crisis de CONSCIENCIA. Resultado de una visión mecanicista, miope, que ha ignorado y violado flagrantemente los límites de la Naturaleza, así como ha humillado y desechado los estilos de vida –particularmente- de las culturas ancestrales, por las que ha mostrado poco o ningún respeto. En este sentido, nuestra sociedad occidental, prepotente, homogenizante y excluyente, ha implementado un sistema económico, además reemplazante de toda forma de cultura, que bajo el sofisma y la mentira de la globalización, lo único que ha consolidado como realidad, ha sido la generalización de la miseria y la concentración de la riqueza en pocas manos: un Ego-capitalismo que parece ser –al menos por nuestra tierra-, la maldita herencia colonial de la avaricia y la codicia europea por un Dorado que ya no existe. “Riqueza es conservar durante seis mil años un río limpio para uso de todas las generaciones”, señalaba un Mamo de la sierra, quien nos hace considerar seriamente: ¿para qué nos sirve construir emporios industriales y económicos o progresar tecnológicamente, si respiramos un aire contaminado y bebemos un agua envenenada? Nuestro conocimiento, aseguran ellos, carece de las alas del espíritu.
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De cualquier manera, estamos ante una dilemática de urgente resolución: no podemos darnos más largas para buscar soluciones definitivas y eficientes, que nos den la posibilidad de creer en un futuro promisorio para nosotros y las generaciones venideras, debemos considerar razonable y sabiamente cómo vamos a gestionar los recursos que aún subsisten y cómo lograremos combinar el conocimiento adquirido de manera que este se convierta en parte de un tejido Universal de la Humanidad, en un potenciador para un diálogo permanente de todas las culturas, y no en una herramienta de sometimiento y exclusión que solo beneficia a quienes han instituido la economía como filosofía de vida, la razón como instrumento de un burdo pragmatismo o una concepción taxativa de la vida, y una religiosidad como monopolio de las consciencias. Este modelo, así concebido, es un fiasco del cual ya estamos viendo sus resultados.
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Pero ante tamaño descalabro, ¿qué opciones nos ofrece el mundo para contrarrestar los efectos de una situación que cada día parece más insostenible? Quisiera poder señalar con total desfachatez, que se trata simple y llanamente de elemental Voluntad. Sin embargo, esta simplificación no obedece a un reduccionismo ni a un facilismo como el que nos tiene habituado el mundo inasible de las redes sociales o superficial de la farándula, en verdad requiere de una serie de reflexiones que me propongo desarrollar con este abrebocas, con este pretexto: el pensar urgente y vital de diferentes hombres, vivos los unos, muertos los otros, nuestros los unos, extranjeros los otros; pero absolutamente vigentes y necesarios para comprender este sino trágico, este fatalismo nacional y crisis del hombre contemporáneo, que parece trazarnos el destino aciago de nuestra territorialidad e idiosincrasia, o quizás mejor, las ideas que nos den una luz de acción posible, porque en realidad es posible soñar con un mundo mejor.