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La psicología del color sostiene que los colores evocan o despiertan ciertas sensaciones en los seres humanos. Las agencias de publicidad bien lo saben a la hora de vender. Las organizaciones hasta lo tienen en cuenta al diseñar su logotipo. Parece ser que nuestras decisiones están atravesadas por colores. La variedad de tonalidades es infinita, los significados detrás de ellas también lo son. Y si de colores hablamos, el arte está lleno de ellos. A veces, las obras son una explosión de colores, en otras ocasiones, dos o tres tonalidades se roban el protagonismo. Y es que, para algunos como Patricia Correa, artista plástica, lo monocromático tiene su propio encanto: decir mucho con poco. Porque, para ella, cuantas menos tonalidades haya en una pieza artística, más se conserva la memoria. “Yo creo que toma más fuerza el sentimiento de la obra”, diría la artista. Por eso, quizá, la mayoría de sus trabajos artísticos son monocromáticos. En ocasiones los grises se apoderan de sus creaciones, o son verdosos, como en su serie de páramos. Pero todo depende de lo que se quiera transmitir a través de la obra. Si de evocar memoria se trata, entonces el blanco y el azul serán los predilectos en sus piezas. Esos colores que terminaron siendo claves en su nueva exposición: “Azulejeando y algo más…”
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En su exhibición, la curaduría tradicional no tiene espacio. Aquí se vale mezclar. Una mezcla con un toque de azul. Tres años de investigación, creación y elecciones artísticas quedaron plasmados en tres series, pero bajo una misma exposición. Los gustos y pasiones de la artista también se juntaron: naturaleza, memoria e historia. Entonces aparece “Metamorfosis de la naturaleza muerta”, una de las series de “Azulejeando y algo más…”, ahí el rojo se mezcla con el azul. El rojo de las ramas viejas de árboles, de esas que fueron intervenidas para sacarlas de su contexto natural y convertirlas en fotografías. “Es un trabajo casi monocromático, con algo de toques azules, que me parece le dan más fuerza al rojo, que el rojo es casi que antinaturaleza verde y contrario al origen de la rama misma, entonces con eso quiero generar como una tensión entre los colores”.
De la naturaleza pasamos a la memoria. La memoria en azul y blanco. De las ramas partimos a los azulejos figurativos. Esos que nacieron como inspiración de un viaje que realizó Patricia Correa a tierras europeas: a Portugal. “Me impresionó mucho cómo la historia del país se ha contado desde el siglo XIV a través de azulejos. Todas las fachadas en las grandes ciudades de Portugal están cubiertas de azulejos, algunos de ellos abstractos”. Cuando la artista retornó a Colombia la idea de hacer algo similar en nuestro país le quedó sonando. Ella se dio cuenta de que a través de los azulejos podría, al mismo tiempo, construir historia y evocar memoria. Entonces, quiso emprender aquella tarea desde su entorno cercano, desde el barrio en donde han estado ubicados sus talleres artísticos: el San Felipe. “Lo que hago, ante todo, es tomar fotografías mías o apropiadas y transferirlas a baldosines, todo en imagen en azul y blanco, repito, y la idea es enchapar algunas paredes grandes del barrio, porque es una especie de arte callejero, para que se conecte con la historia del barrio a través de estos azulejos”.
En esta serie lo que ya no existe cobra vida. El Monumento a Los Héroes, que fue demolido el año pasado, resurge en forma de baldosines, gracias a la artista. “Así se fuera a destruir el monumento, había que acordarse de qué había habido detrás de ese monumento, y que está bien que las cosas se transformen, pero que no se olvide la historia, es lo que nos hace y nos forma”. También hay espacio para esos sitios que son poco frecuentados en el barrio San Felipe, en comparación con los restaurantes, pero que también guardan su propia historia: la parroquia. Dice Correa que lo que hizo fue utilizar imágenes que evocaran al santo de la parroquia. El mismo proceso que realizó con una palmera emblemática de este barrio. Esa que fue plasmada en tonos azul y blanco.
Construir memoria a través de baldosines es un proyecto en el que viene trabajando desde hace un tiempo la artista, y que poco a poco ha ido evolucionando. Otro de sus viajes también le sirvió como fuente de inspiración para construir baldosines. Las pinturas rupestres en el Guaviare, en la Serranía de La Lindosa, caracterizadas por su tono natural rojo, pasaron a ser imágenes en azul y blanco con el fin de evocar memoria, “igual que la naturaleza y que las ramas rojas, es algo que está en peligro de desaparecer si no lo cuidamos, entonces también hay ese concepto detrás de toda la obra: hacer imágenes con cosas que pueden llegar a desaparecer”.
Lo que no ha desaparecido y se mantiene firme en Patricia Correa, a pesar de las dificultades por las que pueda atravesar un artista, es la pasión por el arte. Esa que dice que la acompaña desde siempre: desde toda la vida. Aquella que la llevó hace quince años a encaminarse por el mundo de las artes plásticas. Comenta que no hubo un suceso específico que la guiara por ese camino, sino que más bien todo fue un proceso, un trayecto que fue emprendiendo de a poco y que al final, al parecer, la condujo hasta ahí. La investigación es la base de sus obras plásticas. Los colores azul y blanco, tan presentes en “Azulejeando y algo más…”, dice que le producen tranquilidad y la conectan espiritualmente. En sus creaciones artísticas ha experimentado con técnicas como cianotipos, serigrafía, grabado y transferencia con geles acrílicas.
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Se ha interesado tanto por la evocación de la memoria a través de su trabajo artístico, porque tal vez sabe que es la herramienta con la que cuenta para preservarla por medio de imágenes, objetos, conceptos e ideas, entre otros. “Yo creo que realmente lo que somos, lo que forma nuestra identidad, es una serie de capas de memoria. Lo que somos es lo que hemos construido a través de la memoria de lo que fuimos cuando pequeños, de lo que fuimos hace diez años, de lo que fuimos ayer. Nuestro mundo, nuestra realidad, no son sino capas de memorias”.