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El todo y la nada, sostenido (por) o (entre) el vacío, es la causa regeneradora de la inspiración humana y divina, dirigida por la armonía hacia un camino inmortal de contemplación.
La armonía hace una única diferencia en medio del asombro y el desconcierto. Todo lo que involucra lo humano estará siempre rodeado de una múltiple complejidad y los elementos rítmicos están contrapuestos por el espacio para marcar el tiempo, renovando así la persuasión por la sensibilidad.
Los distintos lenguajes, recursos artísticos y la innovación, forman hilos conductores de unificación en el pensamiento colectivo y global. Así es como la armonía prescinde y predispone a un sistema de comunicación que conecta y trasciende la propia intención individual, conformando un nuevo vínculo existencial.
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Hegel, en la introducción de sus Lecciones de Estética, dice: “el bien es el acuerdo buscado; lo bello, la armonía realizada” y continua: “El verdadero fin del arte es, por lo tanto, representar la belleza, revelar esta armonía”.
Todo lo existente hace parte del estado original de la armonía y su formación domina la proporción en cada participación, haciendo parte de la totalidad bajo el orden del establecimiento universal.
La belleza eleva la armonía y lo antiestético la repulsa.
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Plotino afirmó en su texto (sobre lo bello) en la Enéada I, lo siguiente: “Todo lo que recibe la denominación de lo corpóreo; y por ser algo divino y como una parte de la belleza, hace también bellas también todas las cosas que toca y que retiene en su poder, en tanto les es posible participar de la belleza”.
De acuerdo con lo anterior, se puede entender que lo auténtico, lo personal, lo propio, lo singular, lo extraño, lo distinto, lo novedoso y lo inédito, designan el sistema componiendo al mundo entre lo antagónico y análogo, contradictorio y acorde, que llega a ser la búsqueda por ella.
La armonía está inmersa en la humanidad, la belleza acontece dentro de lo extraño, la oscuridad se media con el fin de proyectarse a la luz y la muerte se arriesga por la vida.
Cuando la integridad humana predomina en alguna intención divina y se reconoce en los momentos de crisis, es cuando la armonía se representa y se vislumbra.
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Una frase célebre de Einstein dice: “De la discordia encuentra la armonía”.
Por eso es necesario siempre hacer un ¡alto! para continuar. Comprender la vida en su constante devenir, conlleva a reconocer los tonos y las vibraciones de la armonía.