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                                                                                                                                Contenido Patrocinado
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                                                                                                                                Octavio de la Rosa (Cuentos de sábado en la tarde)

                                                                                                                                A Octavio de la Rosa nadie le hacía caso más que para decirle que su nombre parecía sacado de un cuento de Gabo o simplemente burlarse del romanticismo con el que sonaba aquel nombre, ese nombre que a él en particular ya no le sonaba a nada, ya ni siquiera lo sentía suyo, ni siquiera lo reconocía en su llamado, ese nombre ya hasta se le olvidaba.

                                                                                                                                La Mamba

                                                                                                                                "Todo termina en la vida, el amor, la tristeza, la culpa, el miedo, la alegría, incluso, la vida misma en algún momento se termina y con ello todo lo que no se había terminado aún se evapora, se va, se acaba".
                                                                                                                                Foto: Matheus Bertelli/ Pexels
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ha vivido desde siempre – o bueno, desde que empezó a tomar – en los bajos de la casa de su madre. Allí se guardaba a sí mismo, se guardaba con su botella de guaro. No se escondía, después de todo nadie lo buscaba. Solo le gustaba la idea de sentir que se guardaba a sí mismo dentro de un viejo cajón junto con su botella, como quien guarda algo que quiere mucho en el nochero junto a la cama, para tenerlo siempre a la mano.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Le invitamos a leer: David Lynch, oda al nacimiento de un genio

                                                                                                                                Todo su cuerpo, desde la punta del pelo hasta las uñas de los pies estaba compuesto de alcohol, le había reemplazado la sangre, le estaba pudriendo el hígado, los riñones y quién sabe cuántas cosas más, le había distorsionado la mirada y apestado el aliento, la piel, tumbado un par de dientes, lo había dejado como una botella de aguardiente vacía, desechada.

                                                                                                                                Más allá de compartir un poco de tiempo con su madre cuando se acordaba que la tenía y la quería - porque en medio de sus visiones y ensoñaciones a veces no distinguía la ficción de la realidad y creía que vivía en otro sitio que no era el suyo, alimentando mágicamente un cuerpo distinto, con un mundo mejor armado y una mente que no estuviera rota – detestaba pasar tiempo con toda la familia, hermanos, primos, tíos, sobrinos y cualquier otro que tuviera algún vínculo con aquella gente, su gente, de la que lo habían desvinculado y él se había querido desvincular también.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Le recomendamos leer: Joaquina (Cuentos de sábado en la tarde)

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Sin embargo, Tiberio le soltó la mano, dejó de llamarla y de contestarle, tampoco volvió a escribir, tampoco se despidió, solo se desvaneció en el tiempo y el espacio, quedó la nada. Con los días a Violeta Carmín le contaron que Tiberio andaba feliz de parranda en parranda con raimundo y todo el mundo, que le había dejado las cosas que tenía de ella en la recepción del edificio en el que vivía y que le decía a la gente que se “había quedado con lo bonito” de la relación, aparentemente lo bonito había sido una plata que no le terminó de pagar a Violeta o por lo menos eso pensaba ella poniéndole algo de gracia a aquellas palabras.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Le puede interesar: La periodista que se elevó y no volvió a caer (Cuentos de sábado en la tarde)

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Aquel día, aunque Violeta Carmín no esperaba hablar mucho, su tío nadaba y nadaba entre un mar de palabras sin sentido y con sentido. A veces ella le seguía la cuerda cuando podía, en otras se la soltaba y después la volvía a tomar, atar, desanudar, soltar nuevamente y así. Entre el oleaje de la conversación, Violeta Carmín quiso soltar un ancla y preguntarle a su tío, sin esperar respuestas razonables, cómo se curaba un corazón roto.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Le invitamos a leer: La mosca (Cuentos de sábado en la tarde)

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                                                                                                                                "Todo termina en la vida, el amor, la tristeza, la culpa, el miedo, la alegría, incluso, la vida misma en algún momento se termina y con ello todo lo que no se había terminado aún se evapora, se va, se acaba".
                                                                                                                                Foto: Matheus Bertelli/ Pexels
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ha vivido desde siempre – o bueno, desde que empezó a tomar – en los bajos de la casa de su madre. Allí se guardaba a sí mismo, se guardaba con su botella de guaro. No se escondía, después de todo nadie lo buscaba. Solo le gustaba la idea de sentir que se guardaba a sí mismo dentro de un viejo cajón junto con su botella, como quien guarda algo que quiere mucho en el nochero junto a la cama, para tenerlo siempre a la mano.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Le invitamos a leer: David Lynch, oda al nacimiento de un genio

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                                                                                                                                Más allá de compartir un poco de tiempo con su madre cuando se acordaba que la tenía y la quería - porque en medio de sus visiones y ensoñaciones a veces no distinguía la ficción de la realidad y creía que vivía en otro sitio que no era el suyo, alimentando mágicamente un cuerpo distinto, con un mundo mejor armado y una mente que no estuviera rota – detestaba pasar tiempo con toda la familia, hermanos, primos, tíos, sobrinos y cualquier otro que tuviera algún vínculo con aquella gente, su gente, de la que lo habían desvinculado y él se había querido desvincular también.

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Sin embargo, Tiberio le soltó la mano, dejó de llamarla y de contestarle, tampoco volvió a escribir, tampoco se despidió, solo se desvaneció en el tiempo y el espacio, quedó la nada. Con los días a Violeta Carmín le contaron que Tiberio andaba feliz de parranda en parranda con raimundo y todo el mundo, que le había dejado las cosas que tenía de ella en la recepción del edificio en el que vivía y que le decía a la gente que se “había quedado con lo bonito” de la relación, aparentemente lo bonito había sido una plata que no le terminó de pagar a Violeta o por lo menos eso pensaba ella poniéndole algo de gracia a aquellas palabras.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Desde entonces Violeta Carmín no confiaba en nadie y no hallaba consuelo. A Tiberio le había entregado su esencia completa, con lo feo y lo bonito, porque la esencia de un ser humano, consideraba ella, es un paquete multicolor y entre tantos colores también hay unos más oscuros y otros todavía más. Ella le había aceptado con todo, pero él no podía aceptarla a ella y eso estaba bien, pensaba, sin embargo, bien podría haberle hecho la cortesía de mostrarse sincero y al menos comunicarle del fin de la relación.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Pero aparentemente aquel final abierto tuvo que darlo ella misma por concluido definitivamente en vista de las circunstancias. Por eso, aquel 24 de diciembre fue triste para Violeta Carmín y un tanto confuso también. Entre la alegría de tanta gente por las fiestas, ella solo podía sentirse perdida. No quería que nadie le preguntara nada, tampoco que la vieran con lástima y mucho menos con burla. Tampoco quería escuchar los intentos de los demás por tratar de hacerla sentir mejor resaltando todos los defectos y errores de Tiberio o prometiéndole la llegada de un amor sincero y verdaderamente valioso “cuando menos lo espere”.

                                                                                                                                Le puede interesar: La periodista que se elevó y no volvió a caer (Cuentos de sábado en la tarde)

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Tocó a su puerta gritándole que era Violeta Carmín, ella sabía que su tío la recibiría porque siempre le manifestó una gran estima al considerarla distinta, casi que de otra especie muy diferente de la de su familia o de aquel concepto que él tenía de su familia. Al verla, Octavio de la Rosa la saludó con entusiasmo trastabillando tanto con las palabras como con los pies, aunque todavía no estaba completamente refundido dentro de su cabeza.

                                                                                                                                Aquel día, aunque Violeta Carmín no esperaba hablar mucho, su tío nadaba y nadaba entre un mar de palabras sin sentido y con sentido. A veces ella le seguía la cuerda cuando podía, en otras se la soltaba y después la volvía a tomar, atar, desanudar, soltar nuevamente y así. Entre el oleaje de la conversación, Violeta Carmín quiso soltar un ancla y preguntarle a su tío, sin esperar respuestas razonables, cómo se curaba un corazón roto.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                -¿Qué cómo se cura un corazón roto? Si se tiene un corazón roto es porque se está mentalizando en tenerlo así- y Octavio de la Rosa se terminó el cuncho de guaro que tenía en su botella. – Diga, ¿usted se conoce totalmente, completamente y absolutamente a usted misma? – Violeta Carmín contestó un ‘No’ con la cabeza. Octavio de la Rosa buscó entre su reblujo otra botella de guaro y encontró una que ya estaba destapada y había olvidado - ¿Entonces cómo espera conocer a alguien más? Siempre hay muchas caras en una sola. Todo termina en la vida, el amor, la tristeza, la culpa, el miedo, la alegría, incluso, la vida misma en algún momento se termina y con ello todo lo que no se había terminado aún se evapora, se va, se acaba. No llore por quien se va, si fue bueno agradezca las semillas que quedaron para que sigan floreciendo, si fue malo, agradezca que se fue la roya y ahora sí se podrá crecer –

                                                                                                                                Le invitamos a leer: La mosca (Cuentos de sábado en la tarde)

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                                                                                                                                Por La Mamba

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