Odesa, la ciudad de “hierro”
La ciudad ucraniana ha sido históricamente un símbolo de resistencia. En 1854 no permitió el desembarco de fuerzas navales francesas y británicas. En plena Segunda Guerra mundial resistió durante 73 días ante la intervención de rumanos y alemanes. En medio del conflicto actual, los rusos aún no han podido asentarse en este territorio.
Danelys Vega Cardozo
Su mano derecha se extiende a un lado como si estuviera señalando algo, mientras que la izquierda sostiene lo que parece ser un papel. Tres hombres acompañan a una mujer alrededor de un pedestal. Aquellos que se ven tan diminutos a su lado, como si fueran tan solo parte del decorado. No es más que una estatua de bronce, pero detrás tiene un significado. La fundación de una ciudad ucraniana. De Odesa. Catalina la Grande, su fundadora. Era 1794 cuando la emperatriz expidió un decreto en beneficio de Rusia, porque con la ciudad también surgió un puerto. Ese que tenía una salida hacia el mar Negro. Un sitio estratégico para el comercio, especialmente el de grano. Rápidamente aquel lugar se convirtió en el principal puerto mercantil de Rusia. Pero quién creería que, en más de una ocasión, Odesa sería un campo de batalla con sangre a su alrededor.
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Su mano derecha se extiende a un lado como si estuviera señalando algo, mientras que la izquierda sostiene lo que parece ser un papel. Tres hombres acompañan a una mujer alrededor de un pedestal. Aquellos que se ven tan diminutos a su lado, como si fueran tan solo parte del decorado. No es más que una estatua de bronce, pero detrás tiene un significado. La fundación de una ciudad ucraniana. De Odesa. Catalina la Grande, su fundadora. Era 1794 cuando la emperatriz expidió un decreto en beneficio de Rusia, porque con la ciudad también surgió un puerto. Ese que tenía una salida hacia el mar Negro. Un sitio estratégico para el comercio, especialmente el de grano. Rápidamente aquel lugar se convirtió en el principal puerto mercantil de Rusia. Pero quién creería que, en más de una ocasión, Odesa sería un campo de batalla con sangre a su alrededor.
Cuatro contra dos, dirían algunos que es una desventaja si hablamos de cantidades, que ni para qué “jugar” porque el marcador está definido, aunque el partido ni siquiera un pitazo haya tenido. Y, por esta vez, los números sí hicieron la diferencia. Porque el Imperio Otomano, el Reino de Cerdeña, Francia y Reino Unido se impusieron sobre el Imperio ruso y el Reino de Grecia por allá en marzo de 1856 durante la guerra de Crimea. Guerra que por cierto había iniciado en 1853 y en la que Odesa, en 1854, había quedado en medio. Fuerzas navales de dos países aliados intentaron desembarcar en el puerto de aquella ciudad. Franceses y británicos sus bombas hicieron estallar. Acto que no fue bien recibido ni por la prensa europea ni por el pueblo. Un intento fallido, pero el marcador en cualquier momento puede cambiar. Odesa resistió, pero el equipo completo no. Entonces el imperio que había logrado expandirse y que buscaba anexar todavía más territorios fue el perdedor. Se firmó el tratado de París de 1856 para ponerle fin a la guerra. Los rusos terminaron perdiendo el control sobre Valaquia y Moldavia, y hasta el Mar negro, que pasó a ser un territorio neutral libre de armamentos.
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Casi cincuenta años más tarde el proletariado ruso se levantó contra su propio gobierno, —Nicolás II de Rusia era el emperador en ese momento—, y se gestó una revolución. Mejoras laborales, entre otras cosas, exigían al zar los obreros. Y aunque pacíficamente sus peticiones fueron a llevar al Palacio de Invierno, ubicado en San Petersburgo, con balas y más balas fueron a parar. Un recibimiento cargado de fusil. Y entonces luego de ese evento al que se le conoce como “Domingo Sangriento”, se unió otra parte de la sociedad. Campesinos, grupos étnicos minoritarios, fuerzas armadas e intelectuales, cada uno atraído por sus propios intereses. Las oleadas de protestas no se hicieron esperar por lo que el zar tuvo que tomar medidas. Un documento surgió, como de costumbre cuando un conflicto se quiere frenar. Manifiesto de octubre, así se le llamó. Entonces se suponía que ahora era un hecho todo lo que hasta ese momento era tan solo un sueño, como la libertad de expresión, y de religión, el derecho de asociación, y de reunión, las jornadas laborales de diez horas y los derechos sindicales, por mencionar unos cuantos. Pero aquella noticia no les gustó a algunos, al parecer a los más conservadores, así que unos “revolucionarios” pertenecientes a una misma religión fueron acribillados. Quinientos judíos en Odesa perdieron la vida en un solo día. No sería la última vez.
Y vinieron los tiempos de posguerra; bueno, al menos de la primera gran guerra. La Primera Guerra Mundial. Y los franceses se creyeron muy listos, valientes ellos. Quisieron intervenir en Odesa por allá en diciembre de 1918. Debilitar a los bolcheviques era su intención, y, claro, los intereses económicos también estaban de por medio. Rusos, rumanos y polacos no les iban a dejar el camino tan fácil a los franceses quienes tenían como aliados a los estadounidenses. Pero Francia tenía un plan, creía que podría disuadir a una parte de la población de Odesa, aquella que se oponía a los bolcheviques, pero para su desgracia no fue así. Lo cierto es que la mayoría del pueblo se encontraba a favor de los rusos y sentía un fuerte rechazo por los militares franceses, a quienes consideraban “arrogantes”. Sin embargo, Hemri Berthelot —el general a cargo de la misión francesa— no se rindió tan fácilmente, pidió que le enviaran refuerzos para tener ventaja sobre los bolcheviques. Nada sirvió. Los rusos y los ciudadanos de Odesa se mantuvieron firmes. Entonces vino la retirada. A principios de abril de 1919 miles de soldados franceses y civiles partieron de Odesa. Una vez más Odesa demostraba ser una ciudad de “hierro”.
“Ciudad heroica”, así también la denominaron en 1945 los soviéticos. Porque en la Segunda Guerra Mundial Odesa no se salvó. Los ojos también estuvieron puestos en ella. Los disparos y las explosiones no faltaron. La Unión Soviética y el Reino de Rumania fueron los protagonistas de esta batalla. Deudas pendientes, ese era el motivo de los rumanos para apoyar a los nazis. Para presentarse como un aliado, de esos que hasta toman la iniciativa de “ayudar”. Rumania quería recuperar territorios que antes habían sido arrebatados por lo soviéticos, entonces en 1941 le ofreció a Hitler su apoyo para invadir a la Unión Soviética. Y los rumanos se apoderaron nuevamente de sus antiguas regiones como Besarabia y una parte de Bucovina. Pero un favor se paga con otro favor, bien lo sabía el Führer. Así que a Rumania se le encargó la misión de invadir a Odesa. Así lo hizo, pero las cosas, al principio, no salieron cómo esperaba.
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Aunque los rumanos superaban en número a las fuerzas soviéticas, la ciudad estaba llena de trincheras, campos de minas, y varias fortalezas. Los ataques entre los bandos empezaron. Unos rumanos confiados contra unos soviéticos que no se dejaron atemorizar. Las tropas rumanas intentaron tomar el control total de Odesa a través de ataques a los soviéticos, pero fallaron en diversas ocasiones. Cuatro intentos fallidos. Sin embargo, la historia dio un giro gracias a la decisión de Stalin, quien ordenó la evacuación de Odesa. Aunque fueron 73 días —entre el 8 de agosto al 16 de octubre de 1941— en que la ciudad resistió a los rumanos y a los nazis.
La soledad de Odesa la convirtió en una presa fácil. Sus calles empezaron a llenarse de rojo. Rojo que provenía de la sangre que a veces iba acompañada de fuego. Las masacres y los asesinatos se convirtieron en deporte. Los judíos fueron los principales afectados, más de 100.000 fueron asesinados. Algunos fueron a parar al mar a nadar con los peces. Otros fueron fusilados. Algunos más fueron ahorcados. Y están quienes fueron quemados vivos. Se calcula que fueron en total 280.000 personas asesinadas o deportadas a los campos de concentración en los primeros meses de ocupación. Hasta que llegó el 10 de abril de 1944. Fecha en la que el Ejército Rojo, perteneciente a la Unión Soviética, se encargó de la liberación de esta ciudad. Aquella que en 1991 dejaría de estar bajo su mando debido a la independencia de Ucrania.
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Setenta años después de su liberación, sus calles fueron nuevamente escenario de conflicto, de muertes. Prorrusos y proucranianos se enfrentaron. Las bombas molotov comenzaron a ser arrojadas. Las paredes de un edificio empezaron a arder. Algunos no soportaron las llamas, sucumbieron antes de que alguien pudiera ayudarlos. Otros desesperados se lanzaron por las ventanas. Todos tienen el mismo destino: la muerte. Más de cuarenta personas perecieron en solo un día: el 2 de mayo de 2014, fecha en la que la sede de los sindicatos de Odesa fue incendiada. Los desacuerdos matan. No se distingue entre “culpables” e “inocentes”. Todos pagan por igual. Pero la muerte fue rodeada de vida, de flores. Aquellas que fueron dejadas en el edificio que antes había ardido en llamas. Tres días de luto quedan decretados como consuelo.
Y en 2022 Odesa es víctima de nuevos ataques, esta vez por cuenta de quienes algún día fueron sus aliados. En horas de la mañana del 24 de febrero de 2022 terminó siendo bombardeada por Rusia. La misma “suerte” que corrió Mariupol, Kiev y Karkiev. Pero, a pesar de todo, Odesa resiste como lo ha hecho a lo largo de su historia. La ciudad se encuentra blindada por su hierro. Los rusos, tal vez lo saben, con Odesa la cuestión es a otro precio.