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Sobre las diez de la mañana los niños de la Institución Educativa Técnica Tomasa Nájera dan por terminada su jornada académica y regresan andando a sus casas por la carretera principal de barro, entre platanales y palmeras.
En una de las edificaciones del complejo educativo con grandes ventanales por los que entra mucha luz, Leticia Gutiérrez imparte clases de orfebrería, asignatura obligatoria en esta escuela.
Allí los estudiantes trabajan la filigrana, compleja técnica orfebre heredada de Italia y España que consiste en rellenar figuras con finos hilos de plata u oro y que se elabora tan solo en cuatro localidades de Colombia, aunque según afirma Leticia, “la de Mompox es la mejor porque es la más finita”.
La profesora muestra con orgullo fotos que hizo a sus alumnos más pequeños mientras daban sus primeros pasos en el amplio y delicado mundo de la orfebrería, en el que comienzan con técnicas más sencillas como la resina y a medida que avanzan en conocimiento van progresando hacia técnicas más complicadas como es la filigrana.
Futuros artesanos
Al salir de la escuela, Edward, de 17 años, pasa por casa rápidamente para almorzar, dejar sus pertenencias e irse a un taller de filigrana a realizar sus prácticas como parte obligatoria de la asignatura.
“Estoy en grado 11, aquí empecé a conocer la filigrana y el arte de Mompox, entré en este taller y me empezaron a guiar en el trabajo. Llevo un año ya”, explicó el joven y agregó que le gustaría dedicarse a ese oficio al terminar el colegio.
A pesar de su juventud, pues aún no ha terminado la escuela y ya está trabajando como orfebre, Edward explicó que “todo depende del gusto que uno le ponga a las cosas”.
La profesora señaló que gracias a la orfebrería muchos jóvenes de Mompox encuentran un futuro laboral alternativo: “Al no tener apoyo de los familiares, muchos niños acaban siendo mototaxistas o vendedores ambulantes, entonces esto les da una opción de vida”.
El amor por este oficio y el orgullo de la joyería momposina son las dos enseñanzas que Leticia destaca de su asignatura, pues explica que tienen que querer la marca filigrana momposina, sentirse importantes por lo que hacen y valorar su trabajo artesanal.
Aprender sin plata
“Nosotros no les podemos pedir a los niños que traigan esos materiales (oro y plata) porque son muy costosos y los que vienen a esta escuela son de familias humildes, así que les enseñamos con otros materiales como discos compactos”, dándoles un nuevo uso en una época en la que la música se consume de otras formas, explicó Leticia.
El Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), que proporciona a la escuela los materiales y las facilidades para poder trabajar las joyas, es el que determina los criterios de aprendizaje y evaluación que luego la escuela establece.
Una vez al año, la escuela hace una feria artesana en colaboración con el SENA para vender las joyas que los alumnos elaboran durante el curso escolar, aunque Leticia confiesa que los más pequeños siempre prefieren quedarse con sus creaciones a venderlas porque las han fabricado ellos “con amor y dedicación” y las sienten suyas.