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Origen y evolución del latín (I Parte): El latín, ¿puede respirar tranquilo?

Presentamos un ensayo sobre el origen y la evolución del latín, recordando a Cicerón, Tito Livio y Séneca, entre otros escritores, poetas, oradores e historiadores más.

Luis Carlos Muñoz Sarmiento*
28 de agosto de 2020 - 04:10 p. m.
La retórica de Cicerón lo convirtió en el político más elocuente de Roma. Sus discursos más conocidos los profirió contra el conspirador Catilina en sus "Catilinarias". Destacó también con obras en prosa de estilo más relajado, tratados sobre retórica y filosofía basados en la amistad y los tiempos pasados. También se conserva su epistolario.
La retórica de Cicerón lo convirtió en el político más elocuente de Roma. Sus discursos más conocidos los profirió contra el conspirador Catilina en sus "Catilinarias". Destacó también con obras en prosa de estilo más relajado, tratados sobre retórica y filosofía basados en la amistad y los tiempos pasados. También se conserva su epistolario.
Foto: Gunnar Bach Pedersen
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En nuestros días se pronuncian a diario más palabras latinas que armenias, danesas, finlandesas y de otras lenguas modernas. El latín tiene cierta forma de vida superior a otros idiomas, pues lo usan en frases célebres y en terminologías científicas, personas cultas de los cinco continentes… Todos los humanistas del orbe lo sentimos como nuestro propio idioma.

Tarciso Herrera Tapién

En su libro La aventura del lenguaje (1), el escritor Germán Espinosa (Cartagena, 1938- Bogotá, 2007) afirma que, pese a las investigaciones modernas, nada claro resulta aún la historia del paso del alfabeto de Grecia a la Península itálica. No obstante, y aunque su origen sea incierto, debe advertirse, el latín fue el idioma de la Roma antigua y de los territorios del Lacio, comarca de la Italia central a la orilla izquierda del río Tíber. Formaba la rama itálica de la gran familia de lenguas indoeuropeas que, gracias a la expansión del pueblo romano, llegó a toda Europa (convirtiéndose en lengua predominante en la parte Occidental) y a parte del Asia y cuyos otros principales representantes son sánscrito, iranio, griego, eslavo, báltico, germánico y celta. Hoy, su evolución, tan incierta como su origen, depende de factores extra lingüísticos y no se sabe cuán tranquilo puede respirar el latín, máxime ahora con el virus.

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Por otro lado, es el antecedente inmediato de las actuales lenguas románicas. Hecho que implica abordar su origen, progreso y evolución desde una doble perspectiva: lingüística e histórica. En el conjunto de las lenguas indoeuropeas, no itálicas, el latín se encontraba relacionado con el sánscrito y el griego y con las subfamilias céltica y germánica. Una vez introducido en Italia fue el dialecto de la región de Roma (2). Las lenguas itálicas están constituidas por el grupo latino al que pertenecieron los dialectos falisco, latino y algunos más, y por otro lado el osco y el umbro menos documentados. Las primeras inscripciones en latín son del siglo VI a.n.e., mientras los primeros textos escritos son ligeramente anteriores al siglo III a.n.e. Sufrió la influencia de los dialectos célticos del norte de Italia, de la lengua etrusca, que no era indoeuropea y se hablaba en la región central de la Península, y del griego que se hablaba en el sur antes del siglo VIII a.n.e. Luego, dominaría por vía de la Iglesia.

Una lengua con poder

Para Espinosa, una cosa parece segura: los primeros itálicos en poseer una estructura fonética fueron los etruscos. A quienes se les considera los más antiguos pobladores de Italia y quienes, es probable, llegaran de Lidia (Asia Menor) en el siglo XI a.n.e. Por Etruria se entiende la actual región de Toscana, hacia el norte de la del Lacio, donde aquellos comerciantes y marinos desarrollaron una cultura muy avanzada y organizaron una destacada confederación de ciudades: Caere, Perugia, Tarquinia (hoy, ciudad del Lacio), Volterra, Vulsinio. A los etruscos se les atribuye la fundación de Roma (753 a.n.e.) y una marcada influencia sobre la posterior cultura latina: sin embargo, poco se sabe de sus costumbres, pues su escritura, precisamente, no ha podido ser descifrada. Pero el examen actual del arte etrusco permite inferir una notable influencia griega y, cómo no, la presencia en su territorio de inmigrantes helénicos cuyas obras se confunden con las de los etruscos. Esto lleva a suponer que fueron tal vez los griegos, y no los fenicios (junto a los egipcios, los padres del alfabeto), quienes transmitieron a los etruscos la posibilidad de la escritura fonética, hipótesis que parece corroborarse cuando se sabe que en el alfabeto de estos últimos existen signos desconocidos por los fenicios. Así, los más modernos conceptos lo hacen derivar del dórico. De este, quizás por vía del etrusco, procede el alfabeto latino desarrollado por los romanos.

En general, la historia de la hegemonía de las lenguas está asociada al Poder y, en particular, al militar, igual que a la propaganda del régimen: el latín debe su fortuna ante todo a las armas de Roma, ciudad que empezó siendo un pequeño pueblo de agricultores (siglo VIII a.n.e.), se convirtió pronto en capital del Lacio y a continuación extendió su autoridad sobre toda la península itálica. Las guerras en Cartago le dieron el dominio sobre el Mediterráneo Occidental, España, Norte de África y costas meridionales de Francia. Lo mismo pasó con los países del lado oriental del Mediterráneo que pronto cayeron bajo su órbita, convirtiéndose en provincias romanas. Como dice Rodrigo Parra S. refiriéndose, al parecer, a las “benditas declinaciones” del latín, cuando en realidad hace una declaración política respecto al poder sobre el lenguaje: “¿Por qué se les ocurriría a los romanos complicarse tanto para hablar? Seguramente para que los gentiles no entendieran lo que decían.” (3).

Para no quedarse en el pasado, cabe recordar aquí que, con motivo de las acusaciones hechas a sacerdotes católicos por reiterados casos de pederastia (frente a cuya expresión el Vaticano prefiere “traición a la gracia del Orden sagrado”, menos odiosa para los clérigos afectados), Juan Pablo II, poco antes de su muerte declaró que, simplemente, algunos estaban cediendo “a las peores manifestaciones del mysterium iniquitatis [misterio de la maldad] que actúa en el mundo”. Como dice el politólogo español Juan Carlos Monedero: “El latín, desde que fue asumido como idioma de liturgia por Trento, ha sido insuperable para crear distancia” (4). Término que, con respecto a la pederastia y, más allá, a la pedofilia, queda de por sí abolido.

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Cabe regresar a la voz agricultura, de agrícola por vía de las latinas ager, agri, que significa campo, y colere, cultivar, lo que equivale a cultivar el campo. Expresión relacionada, además, con cultura, de la que se tiene una acepción sofisticada cuando se trata de algo muy simple: cultivo, palabra que lleva al hombre a que tenga conciencia de la tierra, conciencia geológica antes que cósmica, pues esta sin aquella no es más que mera abstracción. Y recuérdese aquí a algunas etnias para las cuales la expresión mayor es Pachamama, Madre Tierra. La madre de toda cultura (5), término también relacionado con memoria, sinónimo de recuerdo, del verbo en latín recordar (a su vez de amarcord, en dialecto romano, aunque para Fellini no sea más que una palabra seductora, la marca de un aperitivo, que dio origen al filme), de re, volver, y cordi, corazón, volver al corazón. Recordar, que tanto tiene que ver con cavar, cualidad básica del hombre desde que existen los tesoros y los arados.

Uno de las peores herencias que el siglo XX dejó al XXI consistió, precisamente, en separar cultura y naturaleza (error que, en justicia, también cometió el marxismo), al nombrar a esta última como algo externo que invitaba a su dominación, a su sometimiento, dada su condición “cruel y despiadada”. A lo que cabría agregar que mujer, del latín mulier, que según el diccionario Larousse es sinónimo de hembra, antónimo de macho (una y otro, términos para designar a los animales), también considerada naturaleza y sinónimo de tierra (de ahí Madre…Tierra), sigue aún hoy condenada a carecer de libertad propia, pese a los logros alcanzados: conquistas que, entre otras cosas, no han sido concesiones hechas por los hombres, sino el resultado de tenaces luchas dadas por las mismas mujeres en el campo personal, familiar, social, artístico, científico, político y administrativo.

Idioma con literatura propia

En sus comienzos el latín se empleó en la enseñanza superior y en las relaciones diplomáticas hasta el siglo XVIII y sigue siendo la lengua universal de la Iglesia Católica. En tiempos prehistóricos fue traído a la península por unos pueblos que procedían del norte. Bajo la influencia del griego, se convirtió en idioma de cultura con literatura propia. Hecho que dio origen al latín clásico literario, dentro del cual diversos estudios consideran cuatro periodos: el periodo antiguo (240-70 a.n.e.) en el que cuentan autores de poesía, comedia y drama; la edad de oro (70-14 a.n.e.), periodo en el que se incluyen prosistas y poetas de gran riqueza argumental y estilística; la edad de plata (14-130 d.n.e.) que se caracteriza por posibilitar la expresión retórica y ornamental, así como la concisión y el epigrama; y, la edad de bronce (siglos II a VI), que incluye la literatura papal: todo lo relacionado con encíclicas y demás.

Dentro del periodo antiguo, está Quinto Ennio (239-c.169 a.n.e.), poeta y dramaturgo romano, considerado el fundador de la literatura latina y primer escritor romano importante. Nació en Rudiae (hoy Rugge), en la región de Calabria, y al parecer participó en la Segunda Guerra Púnica. En Cerdeña conoció a Catón el Viejo, quien lo llevó a Roma en el año 201. Allí se ganó la vida dando clases de griego y traduciendo obras griegas. Su labor lo hizo merecedor de la amistad del general romano Escipión el Africano, a quien alaba en el texto titulado Scipio. Es, además, famoso por sus Annales, poema que cuenta la historia de Roma y sus conquistas en versos hexámetros adaptados con éxito del griego al latín: su esfuerzo pionero fue modelo para la épica romana, muy imitado por poetas posteriores que refinaron su estilo; pese a ser considerado gran maestro de la sátira, género supuestamente inventado por él, fue Cayo Lucilio quien introdujo palabras mordaces que ridiculizaban sin piedad a toda clase de locuras humanas, tanto en terreno privado como público. No obstante, la influencia de Ennio se aprecia en la literatura de Lucrecio, Virgilio, Ovidio y Cicerón.

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También está Plauto (c. 254-184 a.n.e.), dramaturgo cómico romano, que alcanzó una enorme popularidad entre sus contemporáneos y ejerció una notable influencia en la literatura dramática pos renacentista europea. A él se le atribuyen más de cien comedias, de las cuales solo se conservan veinte completas y una muy fragmentaria, Vidularia; con su enorme sentido del humor y su dominio del latín vulgar, produjo farsas menos pulidas, pero más divertidas que las obras de la nueva comedia griega: la de Menandro, Filemón, Dífilo.

Por último, Terencio, dramaturgo romano, precursor de la comedia de costumbres moderna, nacido alrededor del 190 a.n.e. en Cartago y llevado a Roma como esclavo del senador Publio Terencio Lucano, quien le educó y posteriormente le concedió la libertad. Ya liberto, adoptó el nombre de Publio Terencio, en reconocimiento a aquél. Su primera obra fue Andria, escrita en el 166 a.n.e. Tras cosechar un éxito inmediato, se convirtió en el favorito de los círculos literarios romanos. Según la leyenda fue íntimo amigo de Escipión Emiliano (6), en cuya casa se daban cita hombres de estado y de letras preocupados por engrandecer la lengua latina. Las seis comedias de Terencio, escritas en siete años, se basan en obras griegas: Andria, El que se atormenta a sí mismo, El eunuco y Los hermanos, en comedias de Menandro; Formio y La suegra en obras de Apolodoro de Caristo. En el 160, Terencio viajó a Grecia en busca de nuevas obras de Menandro y murió al año siguiente durante el viaje de regreso a Roma.

Sus obras eran sátiras ligeras e ingeniosas sobre la vida de las personas ricas y cultas. A diferencia de las comedias de su predecesor, Plauto, en las sátiras de Terencio hay pocas canciones y danzas, carecen de la farsa de las obras de aquél, y su humor sustituye chistes y juegos de palabras, la caracterización exagerada y las situaciones hilarantes por un sutil dominio de trama y personajes. También recurre al engaño con menos frecuencia y pone un mayor énfasis en la falsa identidad de los personajes. Durante la edad media sus comedias fueron adaptadas por la monja Hrosvitha (c. 935-c. 1002, poetisa y cronista alemana) y su influencia se advierte en el teatro de Lope de Rueda, la comedia renacentista y Molière.

Dentro de la edad de oro hay que hablar, básicamente, de los prosistas Cicerón, Julio César y Tito Livio. La edad de oro de la poesía romana, sobre la que se volverá, se correspondió con la de la prosa. El autor más destacado dentro de esta, Cicerón (106-43), fue un político cuya retórica le convirtió en el más elocuente de Roma y en modelo para la oratoria europea posterior. Nació en Arpinum (hoy Arpino, Italia) y estudió derecho, oratoria, letras y filosofía en Roma. Tras una breve carrera militar y tres años de experiencia como abogado, viajó a Grecia y Asia, donde continuó sus estudios. Regresó a Roma en el 77, inició su carrera política y tres años después fue elegido senador. Sus discursos más conocidos los profirió contra el conspirador Catilina en sus Catilinarias; muchos otros son igual de oportunos y certeros, por el uso de ritmos y locuciones del latín, conjugados para lograr persuasión y firmeza. Destacó también con obras en prosa de estilo más relajado, tratados sobre retórica y filosofía basados en la amistad y los tiempos pasados. También se conserva su epistolario.

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Igualmente famoso, como escritor de prosa, fue su contemporáneo y verdugo, Julio César. Sus comentarios claros y enérgicos sobre La guerra civil y Comentarios sobre la guerra de las Galias (De bello civili y De bello gallico) también se convirtieron en importantes modelos en su género. El principal historiador romano fue Tito Livio, quien escribió la larga historia de Roma Ab urbe condita, también llamada Décadas, obra que sigue siendo fuente básica de este periodo y de la que solo se conservan los diez primeros libros (desde la fundación legendaria de Roma hasta el 293 a.n.e.) y los comprendidos entre el XXI y el XLV (dedicados a la II Guerra Púnica y hasta el 167). Julio César y otros senadores romanos sostuvieron que Cicerón, respecto a Catilina, había obrado con excesiva dureza, sin otorgar las debidas garantías a los conspiradores. Resultado: se vio obligado a exiliarse, en el 58, y tras un año en Macedonia fue perdonado, para ponerse un peldaño encima de él, por Pompeyo el Grande.

En cuanto a la edad de oro de la poesía romana habría que empezar por Cayo Valerio Catulo (c. 87-c. 54 a.n.e.), poeta romano, considerado el mejor escritor latino de poesía lírica. Se cree que nació en Verona y se estableció en Roma hacia el 62 a.n.e., donde fue el miembro más destacado de los poetas jóvenes que imitaban la métrica de los poetas griegos de Alejandría (Egipto). Entre sus obras más famosas: Poemas a Lesbia, que expresan pasión, devoción, desprecio y odio hacia una dama misteriosa, identificada apenas así, Lesbia. Los eruditos conjeturan que Lesbia era Clodia, mujer sin escrúpulos que habría sido infiel al joven poeta, célebre por su hermosura, su posición (patricia) y su vida disoluta, como sostiene O. Paz en La llama doble (7). Aunque el punto central sea ella, muchos de los poemas expresan las dudas, la autocrítica y la autocompasión del propio Catulo. Al margen de los hechos exactos, la crítica coincide en que los poemas citados se cuentan entre las expresiones más intensas y efectivas de la literatura romana. Suelen ser textos breves, de tema variado, escritos en forma lírica. En ellos intercala versos epigramáticos que atacan a sus rivales y enemigos.

Lucrecio (c. 99-55 a.n.e.) es el nombre familiar de Tito Lucrecio Caro, poeta romano que, en su gran poema didáctico en seis volúmenes, De Rerum Natura (De la naturaleza de las cosas), presenta las teorías de los filósofos griegos Demócrito y Epicuro, fuente principal para conocer hoy el pensamiento de este. Lucrecio se proponía liberar a la humanidad del miedo a la muerte y a los dioses, causas principales de su desdicha. Su representación del universo como conjunto fortuito de átomos que se movía en el vacío, su insistencia en que el alma no es una entidad distinta e inmaterial, sino una aleatoria combinación de partículas que no sobrevive al cuerpo, y su defensa de que los fenómenos terrestres responden solo a causas naturales, intentan demostrar que el mundo no se rige por el poder divino y, por ello, el miedo a lo sobrenatural carece de fundamento. No niega la existencia de los dioses, pero cree que no operan en los asuntos o en el destino de los mortales. Pasaje famoso de su obra De Rerum Natura: descripción de la evolución de la vida primitiva y nacimiento de la civilización.

En Publio Virgilio Marón, hijo de un humilde campesino y poeta romano, autor de la Eneida, obra maestra de la literatura latina, hay que detenerse: su influencia en escritores europeos de épocas posteriores es enorme. Nació el 15 de octubre del año 70 a.n.e., en Andes (la Piétola actual), pueblo próximo a Mantua. Estudió en profundidad las literaturas griega y romana, además de retórica y filosofía, en Cremona, Mediolanum (hoy Milán), Roma y Nápoles. Gracias a uno de sus protectores, el político Mecenas (¿de ahí mecenas?), se vio libre de tribulaciones económicas y pudo entregarse plenamente al estudio y a la literatura. Entre sus amigos más íntimos están su protector Octavio (luego convertido en el emperador Augusto) y eximios poetas como Lucio V. Rufo y Horacio: creador del “Carpe diem quam mínimum crédula potero”, libremente “Aprovecha el día confiando lo menos posible en el mañana”. (8)

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Entre sus obras menores está el Appendix Vergiliana, colección de poemas menores que incluye breves poemas épicos, (Ciris, Culex), elegías (Lydia, Copa o La tabernera), uno didáctico (Etna), y una serie de poemas breves bajo el título Catalepton o Miniaturas. Todos escritos en el mismo estilo erudito e innovador que caracteriza a los helenistas de Alejandría, y muchos revelan la influencia de Catulo y su escuela. En el año 37 a.n.e. Virgilio completó su primera gran obra, las diez Églogas o Bucólicas, poemas pastoriles inspirados en los Idilios de Teócrito, si bien los de aquél son menos realistas y más estilizados. Al introducir en los poemas personajes y hechos reales que aluden a otros seres y sucesos bajo un velo alegórico, dio a las Églogas un carácter más original y nacional. La IV celebra el nacimiento de un niño que traería una nueva Edad de Oro, de paz y prosperidad. A finales del Imperio Romano y durante la edad media, esta égloga se consideró una profecía de la llegada de Cristo.

Vienen luego las Geórgicas, tratado sobre la vida campesina, escrito entre los años 36 y 29 a.n.e. El poema alcanza la máxima perfección artística conocida en la poesía latina y su publicación confirmó a Virgilio como el mayor poeta de su tiempo. Aunque en realidad es un tratado de agricultura, enfocado desde un punto de vista técnico, las Geórgicas son también una viva defensa de la necesidad de restablecer la vida agrícola tradicional en Italia. El poema aspiraba a un carácter universal, como muestran los temas de la guerra, la paz, la muerte y la resurrección que cierran cada uno de los cuatro volúmenes.

Virgilio dedicó los últimos diez años de su vida a la Eneida (obra grata a los agricultores), epopeya mitológica en 12 libros que relata las peripecias del héroe Eneas durante siete años, desde la caída de Troya hasta su victoria militar en Italia. En ella se propone describir su Roma ideal y, en cierto modo, prefigurar los eventos de la historia romana. Para él, el pueblo romano desciende directamente de Ascanio, fundador de Alba Longa, sede, mucho tiempo, de la Liga Latina. Se cree que los romanos la destruyeron en el 665 a.n.e., durante el recio gobierno de Tulio Hostilio (¿de ahí hostilidad?), tercer rey de la Monarquía de Roma, y que ya no fue reconstruida. Estaba ubicada en una cresta rocosa de la orilla occidental del lago Albano y allí, donde actualmente se encuentra Castel Gandolfo, lugar veraniego del Papa, se han descubierto tumbas (datadas c. 1100 a.n.e.) pertenecientes a una antigua necrópolis.

Su estilo y tratamiento están inspirados en la Ilíada y la Odisea de Homero. También, en el poema épico Argonáutica, del griego Apolonio de Rodas, así como en los Annales de Ennio, primero en introducir el hexámetro dactílico (9) en la poesía épica latina. La musicalidad y la sutil precisión métrica, hacen que su verso se considere modelo de perfección literaria. La Eneida está considerada la primera gran epopeya literaria, pues la Ilíada posee una gran riqueza artística, pero contiene recursos ya usados en la poesía oral anterior y a diferencia de ella, no es herencia del sentir nacional, sino intento deliberado de glorificar a Roma, por dictado de Augusto, cantando el supuesto origen troyano de su gente y, en particular, los logros e ideales de Roma bajo su nuevo emperador. Los elementos históricos y augustos son muy notorios en la parte central del poema (Libros V a VIII). Se considera universal, por su estructura ambiciosa, belleza estilística y preocupación por las penas del individuo.

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En el año 19 a.n.e. Virgilio emprendió un viaje por Grecia y Asia, con la intención de revisar su obra maestra ya terminada, y dedicar el resto de su vida al estudio de la filosofía. En Atenas, se reunió con Augusto y regresó con él a Italia. Virgilio enfermó antes de embarcar y murió poco después de su llegada a Brindis (hoy Brindisi). En su lecho de muerte, ordenó a Augusto destruir la Eneida; sin embargo, el poema fue revisado y publicado por Vario Rufo y Plotio Tuca. En la Eneida, una obra muy apreciada en su época, se encontró durante la edad media un sentido filosófico y su autor fue considerado casi vidente y mago. Dante realiza un homenaje a Virgilio en la primera parte de su Comedia (Divina, solo por obra de la Iglesia) convirtiéndole en guía del poeta a través del Infierno y del Purgatorio, hasta llegar a las puertas del Paraíso. Mas fue la devoción de Petrarca por el estilo de Virgilio, lo que convirtió a este humanista en una referencia constante para el humanismo durante el Renacimiento.

Quinto Horacio Flaco (65 a.C.-8 a.n.e.), por su parte, es un poeta lírico y satírico romano, autor de obras maestras de la edad de oro. Nació en diciembre del año 65 a.n.e., hijo de un liberto, en Venusia (hoy Venosa Apulia, Italia). Estudió filosofía griega en Roma y Atenas y poesía en la Academia. Fue nombrado tribuno militar por Marco Junio Bruto, uno de los asesinos de Julio César. Luchó al lado del ejército republicano que cayó derrotado por Marco Antonio y Octavio (después Augusto, como ya se dijo) en Filipos. Gracias a una amnistía general volvió a Roma y rechazó el cargo de secretario personal de Augusto para dedicarse a la poesía. Cuando el laureado Virgilio conoció sus poemas (38 a.n.e.), le presentó al estadista ya citado, patrocinador de las artes y amigo de Octavio, Cayo Mecenas, quien le introdujo en los círculos literarios y políticos de Roma, y en 33 a.n.e. le entregó una propiedad en las colinas de Sabina donde se retiró a descansar, aunque también a escribir y a pensar.

Horacio escribió sátiras, epodos, odas y epístolas. Sus Sátiras abordan cuestiones éticas como poder destructor de la ambición, estupidez de los extremismos y codicia por la riqueza o posición social. El Libro I (35 a.n.e.) y el Libro II (30) de las Sátiras, ambos en hexámetros, imitaban al satírico Lucilio. Las diez sátiras del Libro I y ocho del Libro II están atemperadas por la tolerancia. Aunque los Epodos aparecieron también el 30 a.n.e., se escribieron con anterioridad, reclaman el fin de la guerra civil, que terminó con la victoria de Octavio sobre Antonio en Actium, y critican mordazmente los abusos sociales. Los 17 poemas cortos en dísticos yámbicos (10) de los Epodos constituyen adaptaciones del estilo lírico griego creado por Arquíloco. La poesía clave de Horacio se encuentra en las Odas, Libros I, II y III (23 a.n.e.), adaptadas (y algunas, imitaciones directas) de los poetas Anacreonte, Alceo y Safo (10). En ellas pone de manifiesto su herencia de la lírica griega y predica paz, patriotismo, amor, amistad, vino, placeres del campo y sencillez. Obras no totalmente políticas que de hecho incorporan bastante mitología griega y romana. Se nota la influencia de Píndaro y son famosas por su ritmo, ironía y refinamiento: muy imitadas por poetas renacentistas europeos.

Hacia el año 20 a.n.e. publicó el Libro I de sus Epístolas, 20 cartas cortas personales en versos hexámetros en las que lanza su mirada sobre la sociedad, la literatura y la filosofía con su lógica del punto medio, a favor de doctrinas como el epicureismo, siempre defendiendo la moderación, incluso en lo referente a la virtud. Entonces su reputación era tal que, a la muerte de su amigo Virgilio, le sucedió como poeta laureado. Dos años después volvió a escribir poesía lírica cuando Augusto le encargó el himno Carmen saeculare para los juegos seculares de Roma, con lo cual se pone de presente que la política siempre ha tentado a los poetas y a los artistas en general. Pero los verdaderos artistas siempre se resisten pues saben que, como dijo Tólstoi: Lo político excluye lo artístico, porque lo primero tiene que ser partidista para poder conseguir algo. Las fechas de sus últimas obras, las Epístolas, Libro II; las Odas, Libro IV; y la Epístola a los Pisos, conocida como Ars poetica, son inciertas. Esta, su obra más larga, alaba a los maestros griegos, explica la dificultad y seriedad del arte de la poesía y da consejos técnicos a los iniciados. Murió en Roma, el 27 de noviembre del año 8 a.n.e.

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Por último, con Ovidio (43 a.n.e.-c. 17 d.n.e.), poeta romano cuyo talento narrativo, ingenio, inteligencia y alegría le han asegurado popularidad desde su época hasta ahora, la edad de oro y, en general, la lengua latina alcanza el más alto nivel de expresión artística, en prosa y en verso, a la vez que permite observar una enorme riqueza y flexibilidad. Nació en Sulmona, cerca de Roma. Educado para seguir una carrera política, destacó notablemente en la retórica, pero su genio era esencialmente poético y dedicó la mayor parte de su tiempo y energía a escribir poesía. Tras heredar la propiedad de su padre, se trasladó a Atenas para completar su educación. Posteriormente viajó por Asia y visitó Sicilia. A sus 30 años, se había casado tres veces y divorciado dos. Se le atribuyen numerosas amantes. Detalles de sus idilios se relatan en Amores, serie de poemas que habla de las diversas fases por las que pasaron sus relaciones con Corina: probable síntesis de varias figuras femeninas. Su vida privada fue la de un hombre de letras libre de preocupaciones, adinerado y libertino. En Roma, donde residió hasta cumplir los 50 años, se relacionó con la sociedad más distinguida de la ciudad, incluido el emperador Augusto, quien, sin embargo, en el año 8 d.n.e. lo desterró a Tomis (hoy Constanza, Rumania). Según Ovidio, uno de los motivos fue la publicación del poema Ars amatoria (Arte de amar), demasiado exaltado para el gusto del emperador, que se proponía emprender diversas reformas morales: lo que parece solo un pretexto, puesto que el poema llevaba ya diez años circulando. Otra de las razones, nunca revelada por él, pudo haber sido su conocimiento del escándalo que involucraba a Julia, la hija del emperador. Pese a todo, no perdió su ciudadanía ni abandonó la esperanza de ser repatriado, como manifiesta en los muchos poemas que escribió a sus amigos desde el exilio; pero, las expectativas de uno y otros resultaron vanas. Murió en Tomis, tras ser nombrado ciudadano de honor del pueblo.

Dentro de la edad de plata cabe considerar los aportes de Séneca y Cornelio Tácito. Tras estudiar retórica y filosofía en Roma, Lucio Anneo Séneca (c. 4 a.n.e.-65), filósofo, dramaturgo, político y eminente escritor nacido en Córdoba e hijo de Séneca el Viejo, Séneca el Joven, como hoy se le conoce, quedó profundamente influido por las enseñanzas de los estoicos, cuya doctrina desarrollaría en adelante. En el año 49 se convirtió en pretor y fue nombrado tutor de Nerón, este hijo adoptivo del emperador Claudio a cuya muerte devino emperador. La honestidad y la moderación que caracterizaron el primer lustro de su mandato fueron en gran parte resultado de la sana influencia de Séneca y Sexto Afranio, jefe de la guardia pretoriana. Hacia el 62, Séneca perdió todo control sobre el emperador. Su gran fortuna acumulada para entonces despertó los celos de este último, quien intentó sin éxito envenenarlo. Retirado de la vida pública, se dedicó a escribir y a estudiar filosofía. En el 65 se vio involucrado en una conspiración para asesinar a Nerón, liderada por el plebeyo Calpurnio Pisón, suicidado, curioso cuando de emperadores/amos se trata, por orden suya.

El estilo artificial, aforístico y epigramático de Séneca representa, en forma brillante, la edad de plata. Sus discursos, así como diversas obras científicas, se han perdido. Entre los numerosos escritos que se conservan destacan las Cuestiones Naturales, siete libros que analizan los fenómenos de la naturaleza; la Epístola a Lucilio, 124 cartas dirigidas a un amigo; y varios tratados estoicos sobre temas como la ira, la serenidad mental y el retiro filosófico. Sus diálogos y tratados morales, más humanos y persuasivos que dogmáticos, contienen una gran humildad. También escribió nueve tragedias en verso, todas ellas adaptaciones libres de antiguas leyendas griegas: las cuatro primeras probablemente basadas en Eurípides, uno los tres grandes poetas trágicos junto a Esquilo y Sófocles.

Séneca es uno de los filósofos estoicos más destacados de Roma. Aunque su principal preocupación era la ética, su credo era más espiritual que el de los primeros estoicos. Sus tragedias en verso ejercieron notable influencia en la evolución posterior del teatro clásico en Italia. Dramaturgos de épocas sucesivas también se sintieron atraídos por su estilo retórico y florido, coherencia formal, capacidad analítica/introspectiva, fatalismo estoico de sus criaturas y fuerza de los temas que trataba: asesinato, horror, venganza y otros miedos/fobias.

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Las características de su obra se pueden rastrear también en los escritos del historiador probablemente nacido en Roma Publio C. Tácito (c. 55-c. 120), de quien todo lo que se sabe es a través de auto referencias en sus obras o de las cartas recibidas de Plinio el Joven. Parece que ocupó el cargo de cuestor (magistrado con funciones fiscales) en el 79, el de pretor (magistrado que ejercía jurisdicción en Roma o en provincia) en el 88, y el de cónsul sufecto (magistrado que durante un año tenía la suprema autoridad) en el 97. Se cree fue procónsul (gobernador) de Asia en los años 112 y 113. Dedicó sus últimos años a redactar obras históricas, de las que se conservan menos de la mitad, lo que permite inferir el valor de la Historia a lo largo del tiempo. Hoy, irrefutable a causa del extendido negacionismo, de la mano de políticos sin escrúpulos y militantes del fascismo/oscurantismo aquí, allá y acullá.

Notas:

(1) ESPINOSA, Germán. La aventura de lenguaje. Editorial Planeta, Bogotá, 1992: 104.

(2) Según Virgilio, el pueblo romano desciende directamente de Ascanio, fundador de Alba Longa (la ciudad que más tarde se convertiría en Roma), fundada hacia 1152 a.n.e. por su primer soberano, Ascanio o Julo, hijo del troyano Eneas, héroe de la Eneida.

(3) PARRA SANDOVAL, Rodrigo. El álbum secreto del Sagrado Corazón, Plaza & Janés, Bogotá, 1991: 72.

(4) MONEDERO, Juan Carlos. Los nombres cambiados de las cosas en El gobierno de las palabras: de la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza, Corporación Viva la Ciudadanía, Bogotá, 2005: 36-37.

(5) K. Staessens considera a la cultura el nivel más profundo de creencias básicas que son compartidas por miembros de una misma organización, que operan inconscientemente y que la definen como la visión básica y evidente de su propia organización y de su ambiente: los miembros de una organización crean su propia cultura y por ello puede asumirse como una realidad socialmente construida (En: BERNAL, H. Interlenguajes No 1, ene-jun 2004: 30). De forma más modesta pero no menos eficaz define cultura Rojas H.: “La cultura es el refinamiento de los sentidos”. O Ribeyro: “La cultura no es un almacén de libros leídos, sino una forma de razonar”. O Cortázar: “La actitud integralmente humana, sin mutilaciones, que resulta de un largo estudio y de una amplia visión de la realidad”.

(6) Publio Cornelio Escipión Emiliano (c. 185-129 a.n.e.), apodado el Segundo Africano, general romano, nieto adoptivo de Escipión el Africano. Patrocinador de los escritores contemporáneos romanos, en especial del historiador de origen griego Polibio y del autor de teatro Terencio.

(7) PAZ, Octavio. La llama doble. Seix Barral, 1993: 56.

(8) Carpe diem, a propósito, es el leitmotiv del extraordinario filme Dead Poets Society (1990) o La sociedad de los poetas muertos, del australiano Peter Weir.

(9) Verso de seis pies compuesto de dáctilos, es decir, de tres sílabas, una larga y dos breves.

(10) El poeta Anacreonte (mediados del siglo VI a.n.e., es decir, una generación posterior a Safo), refiriéndose a un grupo de mujeres jóvenes a las que Safo enseñó su arte, afirmaba que ésta sentía un amor sexual por aquéllas; de ahí proceden los términos lesbianismo y safismo, que aluden a la homosexualidad femenina.

* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Corresponsal de revista Matérika, Costa Rica. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao Eds., 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Invitado por UFES, Vitória, Brasil, al III Congreso Int. Literatura y Revolución – El estatuto (contra)colonial de la Humanidad (29-30/oct/2019). Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión. E-mail: lucasmusar@yahoo.com

Por Luis Carlos Muñoz Sarmiento*

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