Origen y evolución del latín (II): vivirá (sólo) mientras no muera el Vaticano
La obra de Tácito más antigua conocida es el Dialogus de oratoribus (Diálogo de los oradores), escrita hacia el 81, valiosa descripción de la educación romana. En De vita Iulii Agricolae (Vida de Agrícola, c. 98), relata la vida de su suegro, el político y general romano Julio Agrícola, muestra del estilo hagiográfico romano. La tercera de sus obras cortas es Germania (c. 98), plan sobre la etnografía de ese territorio. Su gran poder como historiador radica en su perspicacia psicológica, brillantez de sus retratos de personajes, estilo que combina concisión y pintoresquismo.
Luis Carlos Muñoz Sarmiento*
Realizó, además, descripciones críticas profundas de emperadores romanos. Las Historiae (Historias), primero de sus dos trabajos claves (entre 104 y 109), es la historia del Imperio Romano desde el comienzo del fin del gobierno de Galba hasta el asesinato de Tito Flavio. De la obra original, tal vez 14 libros, solo se conservan los cuatro primeros y parte del quinto. Su otro trabajo característico, Annales (c. 115-17), en un principio Ab excessu Diui Augusti (Desde la muerte del divino Augusto), busca historiar los emperadores de la dinastía Julia/Claudia, de Tiberio a Nerón (14-68). En principio comprendió entre 16 y 18 libros, pero solo se conservan nueve y fragmentos de los restantes. Como en sus demás obras, describe la historia de los sucesos con una finalidad moralista e instructiva y en un particular estilo literario pleno de agudeza dramática y concisión.
De la época correspondiente a Tarquino el Soberbio, derrocado por los romanos hacia el año 500 a.n.e., con lo cual se desembarazaron no solo de la monarquía sino de la tutela etrusca, y quizás por el influjo de los abundantes textos griegos, deben datar los primeros escritos en alfabeto latino, de los cuales, a propósito, nada se conserva. Su literatura es más antigua y ha llegado a hablarse incluso de un legendario ciclo romano-etrusco. Pero los textos literarios de esta época solían transmitirse por tradición oral, de suerte que las primeras escrituras fonéticas en latín quizás sean, precisamente, las de los anales, documentos en que se registraban sucesos de la vida pública y civil. O también podrían ser los Comentarii pontificum o Comentarios del pontífice, textos latinos en que los Papas, a quienes se encargaba llevar la cuenta de los años, separaban los días fasti (felices) de los nefasti (ruines).
Entre los periodos de la literatura clásica latina está, por fin, la edad de bronce o periodo tardío (siglos II a VI, c. 636) y en el que se incluye a Safo y la Patrística, literatura de los padres de la Iglesia. Tiempos en que las tribus bárbaras introducen en la lengua numerosos préstamos, léxicos y sintácticos, forma del latín a la que se ha llamado lingua latina opuesta a la lingua romana, modo en que se estudia el mismo idioma desde vertientes distintas.
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El poder del lenguaje, el lenguaje del poder
En el lapso que las tribus bárbaras introducen en la lengua préstamos léxicos y sintácticos (siglo V), surge la etimología u origen de las palabras. El término procede del latín, a su vez tomado del griego (etymos, verdadero, y logos, tratado) y se usó como expresión filosófica. Los estoicos (11) creyeron que las palabras tenían una existencia independiente, como algo contrapuesto a los objetos y a las ideas abstractas, en lugar de pensar que se trataba de unas convenciones inventadas por los seres humanos. Mucho antes de que existiera tal escuela, Platón había empleado un método análogo al de la etimología moderna en su diálogo Crátilo, para buscar el significado de las palabras (12). Sin embargo, el primer tratado que puede tildarse de etimológico fue el Rig-Veda (Veda en sánscrito, que significa conocimiento), el conjunto de escritos sagrados más antiguo e importante del hinduismo, compuesto para explicar las palabras difíciles y que puede fecharse hacia el siglo V a.n.e (13).
Legitimados por la costumbre o por escritores ilustres en tiempos en que el purismo afortunadamente no existía (el diccionario, cementerio del lenguaje vivo, Cortázar) numerosos compuestos latinos, dice Espinosa, forzando un tanto las cosas, puede afirmarse que entraron al español casi como vocablos simples (1992: 273-74). Como son los casos de magnánimo (magn-animus), es decir, alma grande y el ya citado agrícola. Pero, pronto el castellano comenzó a elaborar los suyos. De años remotos han llegado amalgamas, como agridulce, claroscuro, duermevela, vaivén y correveidile… Estas dos últimas, contradicen a Nebrija para quien en español no eran posibles compuestos de más de dos voces. Así, la etimología debe prestar atención a la historia de las palabras igual que a la forma en que las registraron sus hablantes. La misma palabra puede tomar formas distintas y, al revés, voces diferentes cobrar una forma única en una lengua dada. Prueba de ello, la amplia lista de homónimos que posee cualquier idioma. Un ejemplo, resultado de dos orígenes diferentes: del latín istem procede el demostrativo este, y del anglosajón êast el punto cardinal Este.
El latín oral clásico se documenta en las comedias de Plauto y Terencio, así como en las cartas y discursos de Cicerón, las Sátiras y Epístolas de Horacio y el Satiricón de Petronio, y podría caracterizarse por libertad sintáctica, presencia de interjecciones, uso frecuente de helenismos. Esta forma culta de la lengua oral, conocida como sermo quotidianus o coloquio habitual, no debe confundirse con el coloquio popular, o sermo plebeius, nivel en el que hablaba la gente no instruida y que se caracteriza por un cierto desprecio de las reglas sintácticas, lo que se traduce en la búsqueda de simplicidad en el orden de las palabras en la oración, y, en un gusto por los neologismos. A estos dos niveles de la lengua oral, viva, se les denomina en forma peyorativa latín vulgar, del que proceden las lenguas románicas en la época en que ya se había desarrollado la lingua romana, forma tardía del latín. Esto explica que muchas palabras románicas no procedan de un término culto sino del relativo al coloquio popular. Así, la palabra latina equus que significaba caballo cayó en desuso y fue sustituida por caballus (del despectivo rocín), de la que proceden la española caballo y la francesa cheval. Términos medievales que le hablan a la modernidad del uso impuesto por la ideología dominante a una masa indiscriminada de súbditos o dominados. Recuérdese que quien nomina/nombra manda. De ahí el poder del lenguaje, el (precario) lenguaje del poder.
Durante la edad media, en Europa occidental las cartas se escribían en latín. Se denomina latín medieval o bajo latín a la lengua usada en este periodo. Era una lengua viva incluso para gente no instruida y que no la hablaba, porque era la empleada por la Iglesia tanto en el culto diario como en los escritos. No obstante, sufrió muchos cambios: la sintaxis se simplificó, se adoptaron neologismos de diversos orígenes y muchas palabras cambiaron de significado: los nombres de las cosas, según la conveniencia, se siguieron cambiando. No obstante, pese a los cambios, el latín varió menos que el francés o el castellano.
El comienzo del fin
En los siglos XV y XVI aparece lo que ha dado en llamarse latín moderno, asociado también a la actividad religiosa. San Jerónimo pasó a la historia por su traducción de la Biblia al latín, bajo el nombre de Vulgata, que tras reconocer como auténtica en el Concilio de Trento, la Iglesia Católica usó durante muchos siglos. La figura de San Agustín (354-430) fue trascendental en el pensamiento europeo medieval y renacentista. En sus obras principales, La ciudad de Dios y las Confesiones, emplea el estilo retórico ciceroniano de manera personal para expresar su convicción cristiana. Los autores del Renacimiento, por su parte, dan lugar a una literatura nueva que imita también el estilo de los autores clásicos. Por esta época se escribían en latín casi todos los libros científicos, filosóficos y literarios importantes: las obras del pensador holandés Erasmo (Elogio de la estupidez, 1511: y no Elogio de la locura) y de los filósofos ingleses Thomas More (Utopía, 1516) y Francis Bacon (Novum Organum, 1620). Del españolizado Tomás Moro, a propósito, cabe recordar su lección a todo el mundo, incluidos, obvio, los políticos: “Si el honor fuera rentable, todo el mundo sería honorable”. La novela más conocida es Argenis (1621), del poeta y satírico escocés John Barclay. Asimismo, en latín se producía la comunicación diplomática entre las naciones europeas.
En 1492 aparece un personaje que introdujo en España nuevos métodos para el aprendizaje y cultivo del latín: Elio Antonio de Nebrija (1441-1522), humanista y gramático español, bautizado Antonio Martínez de Cala e Hinojosa. Nacido en Lebrija, Sevilla, y muerto en Alcalá de Henares, decidió cambiar su nombre y se hizo llamar Elio (del latín Aelius) y Nebrija, variante del topónimo de su ciudad natal. El mismo año en que Colón, comerciante vestido de humanista por el Imperio español, llegó a América creyendo que llegaba a las Indias Occidentales, publica una gramática castellana para facilitar el aprendizaje del latín, basada en un método contrastivo de idiomas que renovaba viejas prácticas: memorizar anticuados textos latinos. Las razones del hecho son políticas: la lengua debe identificar a un pueblo y unir a su gente, por eso debe llevarse en expansión a cuantos pueblos acudan las fuerzas militares. La lengua es un arte para la paz, pensaba Nebrija, olvidando que lo normal es la guerra (14). En la propia España (15), que se disponía a conquistar tierras por doquier, tampoco había una hablada por todos y no se podía descuidar el trato con el resto de europeos. Surgían así las condiciones para una comunidad europea como la actual, con el latín como lengua de cultura forjada en torno a la monarquía hispánica. No dio al castellano otro valor que el de puente para aprender el latín o el de factor útil para el comercio. El tiro le salió por la culata: en 1946, su idea se pervirtió en la propaganda del régimen franquista (1936-75) y al latín lo sustituyó el español: el que nomina, manda, así no sea tan ‘franco’ quien lo haga.
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A finales del siglo XVII el latín pierde su condición de lengua internacional. No obstante, durante los siglos XVIII y XIX se conserva como lengua para los estudios clásicos e incluso durante el XX se redactaron algunos tratados en latín. En pleno siglo XXI la Iglesia Católica lo emplea como idioma oficial en sus documentos y el Vaticano en sus actos públicos. Con todo, hay que decir que los códigos internacionales que antaño eran redactados en latín hogaño son en la lengua oficial del capitalismo, mal llamado neoliberalismo: el inglés. Todo escudado por el patrón oro/dólar, aunque ya haya países liberados del yugo económico imperialista gringo/sionista y apunten con su propia moneda: China, Irán, Federación Rusa.
Las limitaciones de un lenguaje
En la enseñanza del latín se han aceptado varias formas de pronunciación que suelen acomodarse a la de cada una de las lenguas europeas derivadas de él: la más generalizada, la que usa la Iglesia Católica, muy parecida a la del italiano. Lo que hoy se imparte es una reconstrucción del latín de la época de Cicerón. Hasta hace pocos años en España se pronunciaban los nombres propios de forma análoga a como se hace en otros países y así Cicero (Cicerón), se ha pronunciado chíchero en italiano, zizéro y kíkero en español, tsítsero en alemán y sísero en inglés. Espinosa sostiene que los profesores de latín no se han puesto de acuerdo sobre la dicción correcta de ciertas combinaciones. Así, de la “c” antes de las vocales “e”, “i” aseguran debe articularse como la “ch” española: Pero lo más cierto es que siguiese pronunciándose como “k”, de suerte que Cicero (Cicerón) debió decirse Kíkero (16). No Chíchero. Tampoco parece ser cierto que los diptongos “oe” y “ae” se emitiesen como “e”, de manera que la voz agricolae se decía, y dice, tal cual se escribe y no como se pretenda decir.
En la antigüedad, el latín poseía menos flexibilidad y riqueza que el griego, la otra madre de las lenguas en Occidente; su léxico era más limitado y menos apto para la expresión de ideas abstractas. Los romanos adoptaron numerosos préstamos griegos pues conocían las trabas de su idioma, una lengua de sintaxis rígida y de dicción ampulosa, que al filo del tiempo ha posibilitado transmitir el pensamiento riguroso. Ha seguido dos rutas: permanece hasta hoy como lengua literaria; además, está viva en las lenguas románicas que representan la evolución coetánea del latín vulgar: hay quienes consideran al italiano el latín actual. Lenguas románicas es el conjunto de lenguas modernas que proceden del latín y hablan, hoy, 500 millones de personas: portugués, español, gallego, catalán, francés (principales); y provenzal, rumano y flamenco (secundarias). Separación que se hace sin ánimo de discriminación alguna, solo por número de hablantes, por su riego verbal a lo largo de los siglos y aunque, v. gr., el rumano tenga 26 millones de hablantes y no se sepa cuántos menos el gallego (17).
Todas las lenguas citadas, representan una evolución del latín vulgar hablado en la época tardía del Imperio Romano y su separación del tronco común empieza a darse entre los siglos V y IX. Otras lenguas que no derivan del latín (inglés o alemán) han incorporado a su léxico préstamos que proceden de aquella lengua, ya de forma directa, ya indirecta a través del francés, italiano u otra lengua románica. Como sostiene Espinosa (1992: 108) la “g” latina no tuvo nunca sonido de “j” ni de “y”: reges se decía regues, mientras sanguis, sangüis; retomado por el alemán, lengua en la que, v. gr., regens se lee reguens. La “t” jamás fue fonéticamente “c”, así que sapientia no se leía sapiencia: cambio que se produjo tal vez en tiempos del bajo latín. La “u”, o sea, la “v” con fonema “u”, sonaba después de la “g” e incluso de la “t”: véase Stvdia colombiana (18). El alfabeto latino posee 25 letras que suelen mantener las lenguas que lo emplean, aunque no coincidan con el número de fonemas que tienen que representar. En español hay sonidos inexistentes en lengua latina; para reproducirlos se usan combinaciones como “ll”, “ch”, o la tilde sobre la “n” (ñ), denominados dígrafos = dos letras con un solo sonido.
La (discreta) importancia de la burguesía idiomática
El latín es importante no solo por su literatura, sino también porque al estudiar su desarrollo se adquiere información general sobre historia de la lengua y en concreto sobre origen y evolución de las lenguas europeas y americanas actuales. Para su progreso, también son claves las traducciones: el poeta mexicano Rubén Bonifaz Nuño vertió al español (2004) uno de los textos latinos capitales, la Eneida, de Virgilio. Ahora, las traducciones son claves… Siempre y cuando al traducir el traductor no traicione: no intente convertir a su reducto el poder del lenguaje que tradujo. Al fin y al cabo, quien traduce (en Colombia, ciertos traductores de la cultura oficial, que no se mencionan para no dañar sus futuros contratos, no conocen muy bien las lenguas que traducen: quizás por eso se volvieron traductores), quien interpreta un texto ajeno, quien importa las palabras de otras culturas y ya intervenidas las vierte en otro contexto, de algún modo sepulta la experiencia original colectiva respecto a la forma de nombrar las cosas: sí, quien nomina manda, aunque mande mal, como los políticos.
Y el latín ya no manda. Pese a ello y por contraste, dado su intrínseco y discreto valor, poco interesa que el latín no figure entre los diez pesos pesados de las lenguas: inglés, francés, español, ruso, chino, alemán, japonés, sueco, italiano, hindi, aunque portugués, bengalí y árabe son también considerables, dice Juan R. Lodares (19). Tampoco, que, en ese orden, no caprichoso, ni siquiera pueda ser considerado al sopesar seis factores básicos: número de hablantes; índice de desarrollo humano; extensión geográfica de la lengua; valor comercial calculado en dólares; interés como segunda lengua; estatuto oficial en entes internacionales. Menos importa que ningún factor considerado sea absoluto pues si bien el chino mandarín es la lengua más extendida por hablantes (1.300 millones), su extensión geográfica es menor que la del inglés y su valor comercial la sexta parte del que representa el alemán. Rubros en los que difícilmente podría competir el latín, máxime cuando es cada vez menor el interés por aprenderlo; se ignora el desarrollo humano de sus hablantes; por cada treinta traducciones de sueco se hace una de latín… Factor este que permite inferir su real peso internacional.
Así a Herrera en el epígrafe se le haya ido la mano, la evolución del latín dependerá no tanto de la supervivencia de la Iglesia Católica (20) como de la continuidad del Vaticano: el país más pequeño del mundo, el más poderoso en dinero: es, entre otras cosas, el mayor accionista de la industria de armas en el planeta. (21) Así, no depende de su actual condición lingüística: está supeditada/o a la economía. No será lengua muerta mientras viva el Vaticano y el Papa monopolice (como en FC) los tres poderes. Para que él deje de contar, el poder de la fe ciega tiene que disminuir mientras aumenta el conocimiento: el genoma despachó al creacionismo. El dinero tendría que dejar de ser el mayor referente para el capitalismo y para el Vaticano. Peor dicho, el mayor referente que se ha tenido siempre y que, diría Marx, “es el alcahuete entre la necesidad y el objeto, entre la vida y los medios de vida del hombre” (22). Shakespeare dice: “Con él se torna blanco el negro, y el feo hermoso; / Virtuoso el malvado; el anciano mancebo; / Valeroso el cobarde y noble el ruin” (23). E inocente el culpable y al revés. Como en Fosa Común: los que generan masacres las llaman “homicidios colectivos”. Claro, porque estos prescriben, mientras la masacre, no, por ser un crimen de lesa humanidad.
Así, mientras subsista tal statu quo, mientras el Vaticano siga ‘contribuyendo’ con su indiferencia a la desigualdad en el mundo (24), ignorando que el pobre con ayuda llega más rico a la riqueza (pues ya tiene el sentido de la pobreza, del que carece el rico), el latín, ¿puede respirar…? ¡Ah!: si a esto se agrega que el Vaticano es una de las zonas urbanas más contaminadas del planeta (25), entonces cabe preguntar con énfasis en una doble connotación, ambiental y lingüística: el latín, ¿puede respirar tranquilo? ¿Qué dirá el virus/negocio apartheidista? Solo que, con tanto escándalo de tipo mafioso, político, sexual, el Vaticano desde hace rato no está RIP, Requiescat in Pace, no descansa en paz, sino Requiem Belli, ese raro oxímoron, porque nadie descansa en la guerra. Y si no que lo diga cualquier ciudadano de Fosa Común: de Samaniego, Nariño, o de cualquier otro lugar de la comarca na(z)ional.
A Germán Espinosa in memoriam, mi guía por el laberinto del latín…
Cómo no, a mis hijos, Santiago & Valentina, cuidadores de mi español y, más allá, de mi vida.
Y a quienes hoy se sorprenden, entre tanta masacre, con que alguien decida acabar la cuarentena.
NOTAS:
(11) Escuela griega que seguía la doctrina del filósofo Zenón en Atenas y cuyo supremo bien era la ataraxia, es decir, la impasibilidad del ánimo, la serenidad del alma, la indiferencia total.
(12) Crátilo, diálogo escrito por Platón hacia el 385 a.n.e. Su contenido, que puede incluirse en la filosofía de la lógica, se centra en la “exactitud de los nombres” o etimología. Su título proviene de uno de los tres interlocutores que aparecen en el escrito, discípulo de Heráclito. Los otros dos: Sócrates y uno de sus alumnos, Hermógenes.
(13) Veda: conjunto de escritos antiguos que consta de cuatro colecciones de himnos, partes poéticas separadas y fórmulas ceremoniales. Himnos: Rig-Veda, Sama-Veda, Yajur-Veda y Atharva-Veda, también samhitas (o colección).
(14) Siempre hay guerra. Pero uno se acostumbra enseguida a la paz. Y termina por creer que es normal. No, lo normal es la guerra. CAMUS, Albert. El primer hombre, Tusquets Editores, 1995: 158.
(15) España: derivado del latín Hispania, a su vez del griego Spania y este del fenicio Span = tierra de conejos.
(16) ESPINOSA, Germán. Óp. cit.: 108.
(17) El gallego es una lengua que habla la mayoría de los habitantes del noroeste de España, en las provincias de A Coruña (sic), Lugo, Ourense y Pontevedra, así como en las zonas limítrofes y aisladas de León, Asturias y Zamora.
(18) Revista de la Universidad de Salamanca en Bogotá.
(19) LODARES, Juan Ramón. Gente de Cervantes, Taurus, 2001: 164.
(20) Que mientras pasa el tiempo muestra mayores síntomas de decadencia lo mismo que debe resistirse a la cada vez más galopante laicización mundial: la renuncia voluntaria a la instrucción religiosa.
(21) https://raelmexico.org/el-vaticano-y-la-industria-de-armamentos-en-el-mundo/
(22) MARX, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Editorial Grijalbo, 1968: 155-56.
(23) Íbid.: 156 (Texto tomado de la obra dramática Timón de Atenas).
(24) En oct/1994, un viejo zorro, El viejo topo, le envió una Carta al Papa en la que después de confesarle por qué perdió la fe, al descubrir en la Biblia a un Dios sanguinario e implacable, de preguntarse si el pontífice es un intermediario divino o el jefe de una inmensa burocracia y de un aparato de poder económico, ideológico y, cómo no, religioso, y, sobre todo, después de soñar un día que él, el viejo topo, era el zorro Papa (refiriéndose al difunto Juan Pablo II), y recibía en el Vaticano a una delegación japonesa que, yendo al grano, quería comprar la Pietá… por 1.500 millones de dólares, el Papa, contra la opinión de un cardenal siciliano, decidió venderla. Tomó precauciones durante unos días, con la comida y esas cosas: después de todo, más de un Papa ha muerto por sorpresa, entre ellos su antecesor. Así que mandó hacer una copia exacta de la obra y a su lado hizo instalar una placa: Lo que usted está viendo es una copia. El original está enterrado en el corazón de cien mil niños ruandeses, en cien mil pozos en la India, en cien mil escuelas en todo el mundo, en hospitales, herramientas, maquinaria agrícola, material de todo tipo. Y aquí me detengo, porque ya todos ustedes habrán notado que no se trata de un cuento inventado para despotricar del Vaticano, ni de su desidia. (El viejo topo No 78, oct. /94: 5).
(25) Junto a México D. F., São Paulo, Tokio, New Delhi y Bogotá. El efecto destructor de la polución y vibraciones causadas por el tráfico vehicular de Roma se ha hecho sentir en los edificios históricos del Vaticano: así, el aumento de los niveles de dióxido de carbono, se considera la causa de una serie de problemas de salud que sufre la población.
FUENTES COMPLEMENTARIAS:
En el artículo de Eduardo Febbro, “Corrupción, lavado de dinero y las internas más feroces”, Página/12, el lector podrá inferir la contaminación, corrupción y decadencia, alcanzadas por el Vaticano.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-213961-2013-02-16.html
Y lo mismo en este otro artículo de Pablo Ordaz para el diario El País, de España.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/06/01/actualidad/1338586399_197021.html
Sobre la sátira y a propósito de la masacre de Charlie Hebdo:
*(Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Corresponsal de revista Matérika, Costa Rica. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao Eds., 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Invitado por UFES, Vitória, Brasil, al III Congreso Int. Literatura y Revolución – El estatuto (contra)colonial de la Humanidad (29-30/oct/2019). Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión. E-mail: lucasmusar@yahoo.com
Realizó, además, descripciones críticas profundas de emperadores romanos. Las Historiae (Historias), primero de sus dos trabajos claves (entre 104 y 109), es la historia del Imperio Romano desde el comienzo del fin del gobierno de Galba hasta el asesinato de Tito Flavio. De la obra original, tal vez 14 libros, solo se conservan los cuatro primeros y parte del quinto. Su otro trabajo característico, Annales (c. 115-17), en un principio Ab excessu Diui Augusti (Desde la muerte del divino Augusto), busca historiar los emperadores de la dinastía Julia/Claudia, de Tiberio a Nerón (14-68). En principio comprendió entre 16 y 18 libros, pero solo se conservan nueve y fragmentos de los restantes. Como en sus demás obras, describe la historia de los sucesos con una finalidad moralista e instructiva y en un particular estilo literario pleno de agudeza dramática y concisión.
De la época correspondiente a Tarquino el Soberbio, derrocado por los romanos hacia el año 500 a.n.e., con lo cual se desembarazaron no solo de la monarquía sino de la tutela etrusca, y quizás por el influjo de los abundantes textos griegos, deben datar los primeros escritos en alfabeto latino, de los cuales, a propósito, nada se conserva. Su literatura es más antigua y ha llegado a hablarse incluso de un legendario ciclo romano-etrusco. Pero los textos literarios de esta época solían transmitirse por tradición oral, de suerte que las primeras escrituras fonéticas en latín quizás sean, precisamente, las de los anales, documentos en que se registraban sucesos de la vida pública y civil. O también podrían ser los Comentarii pontificum o Comentarios del pontífice, textos latinos en que los Papas, a quienes se encargaba llevar la cuenta de los años, separaban los días fasti (felices) de los nefasti (ruines).
Entre los periodos de la literatura clásica latina está, por fin, la edad de bronce o periodo tardío (siglos II a VI, c. 636) y en el que se incluye a Safo y la Patrística, literatura de los padres de la Iglesia. Tiempos en que las tribus bárbaras introducen en la lengua numerosos préstamos, léxicos y sintácticos, forma del latín a la que se ha llamado lingua latina opuesta a la lingua romana, modo en que se estudia el mismo idioma desde vertientes distintas.
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El poder del lenguaje, el lenguaje del poder
En el lapso que las tribus bárbaras introducen en la lengua préstamos léxicos y sintácticos (siglo V), surge la etimología u origen de las palabras. El término procede del latín, a su vez tomado del griego (etymos, verdadero, y logos, tratado) y se usó como expresión filosófica. Los estoicos (11) creyeron que las palabras tenían una existencia independiente, como algo contrapuesto a los objetos y a las ideas abstractas, en lugar de pensar que se trataba de unas convenciones inventadas por los seres humanos. Mucho antes de que existiera tal escuela, Platón había empleado un método análogo al de la etimología moderna en su diálogo Crátilo, para buscar el significado de las palabras (12). Sin embargo, el primer tratado que puede tildarse de etimológico fue el Rig-Veda (Veda en sánscrito, que significa conocimiento), el conjunto de escritos sagrados más antiguo e importante del hinduismo, compuesto para explicar las palabras difíciles y que puede fecharse hacia el siglo V a.n.e (13).
Legitimados por la costumbre o por escritores ilustres en tiempos en que el purismo afortunadamente no existía (el diccionario, cementerio del lenguaje vivo, Cortázar) numerosos compuestos latinos, dice Espinosa, forzando un tanto las cosas, puede afirmarse que entraron al español casi como vocablos simples (1992: 273-74). Como son los casos de magnánimo (magn-animus), es decir, alma grande y el ya citado agrícola. Pero, pronto el castellano comenzó a elaborar los suyos. De años remotos han llegado amalgamas, como agridulce, claroscuro, duermevela, vaivén y correveidile… Estas dos últimas, contradicen a Nebrija para quien en español no eran posibles compuestos de más de dos voces. Así, la etimología debe prestar atención a la historia de las palabras igual que a la forma en que las registraron sus hablantes. La misma palabra puede tomar formas distintas y, al revés, voces diferentes cobrar una forma única en una lengua dada. Prueba de ello, la amplia lista de homónimos que posee cualquier idioma. Un ejemplo, resultado de dos orígenes diferentes: del latín istem procede el demostrativo este, y del anglosajón êast el punto cardinal Este.
El latín oral clásico se documenta en las comedias de Plauto y Terencio, así como en las cartas y discursos de Cicerón, las Sátiras y Epístolas de Horacio y el Satiricón de Petronio, y podría caracterizarse por libertad sintáctica, presencia de interjecciones, uso frecuente de helenismos. Esta forma culta de la lengua oral, conocida como sermo quotidianus o coloquio habitual, no debe confundirse con el coloquio popular, o sermo plebeius, nivel en el que hablaba la gente no instruida y que se caracteriza por un cierto desprecio de las reglas sintácticas, lo que se traduce en la búsqueda de simplicidad en el orden de las palabras en la oración, y, en un gusto por los neologismos. A estos dos niveles de la lengua oral, viva, se les denomina en forma peyorativa latín vulgar, del que proceden las lenguas románicas en la época en que ya se había desarrollado la lingua romana, forma tardía del latín. Esto explica que muchas palabras románicas no procedan de un término culto sino del relativo al coloquio popular. Así, la palabra latina equus que significaba caballo cayó en desuso y fue sustituida por caballus (del despectivo rocín), de la que proceden la española caballo y la francesa cheval. Términos medievales que le hablan a la modernidad del uso impuesto por la ideología dominante a una masa indiscriminada de súbditos o dominados. Recuérdese que quien nomina/nombra manda. De ahí el poder del lenguaje, el (precario) lenguaje del poder.
Durante la edad media, en Europa occidental las cartas se escribían en latín. Se denomina latín medieval o bajo latín a la lengua usada en este periodo. Era una lengua viva incluso para gente no instruida y que no la hablaba, porque era la empleada por la Iglesia tanto en el culto diario como en los escritos. No obstante, sufrió muchos cambios: la sintaxis se simplificó, se adoptaron neologismos de diversos orígenes y muchas palabras cambiaron de significado: los nombres de las cosas, según la conveniencia, se siguieron cambiando. No obstante, pese a los cambios, el latín varió menos que el francés o el castellano.
El comienzo del fin
En los siglos XV y XVI aparece lo que ha dado en llamarse latín moderno, asociado también a la actividad religiosa. San Jerónimo pasó a la historia por su traducción de la Biblia al latín, bajo el nombre de Vulgata, que tras reconocer como auténtica en el Concilio de Trento, la Iglesia Católica usó durante muchos siglos. La figura de San Agustín (354-430) fue trascendental en el pensamiento europeo medieval y renacentista. En sus obras principales, La ciudad de Dios y las Confesiones, emplea el estilo retórico ciceroniano de manera personal para expresar su convicción cristiana. Los autores del Renacimiento, por su parte, dan lugar a una literatura nueva que imita también el estilo de los autores clásicos. Por esta época se escribían en latín casi todos los libros científicos, filosóficos y literarios importantes: las obras del pensador holandés Erasmo (Elogio de la estupidez, 1511: y no Elogio de la locura) y de los filósofos ingleses Thomas More (Utopía, 1516) y Francis Bacon (Novum Organum, 1620). Del españolizado Tomás Moro, a propósito, cabe recordar su lección a todo el mundo, incluidos, obvio, los políticos: “Si el honor fuera rentable, todo el mundo sería honorable”. La novela más conocida es Argenis (1621), del poeta y satírico escocés John Barclay. Asimismo, en latín se producía la comunicación diplomática entre las naciones europeas.
En 1492 aparece un personaje que introdujo en España nuevos métodos para el aprendizaje y cultivo del latín: Elio Antonio de Nebrija (1441-1522), humanista y gramático español, bautizado Antonio Martínez de Cala e Hinojosa. Nacido en Lebrija, Sevilla, y muerto en Alcalá de Henares, decidió cambiar su nombre y se hizo llamar Elio (del latín Aelius) y Nebrija, variante del topónimo de su ciudad natal. El mismo año en que Colón, comerciante vestido de humanista por el Imperio español, llegó a América creyendo que llegaba a las Indias Occidentales, publica una gramática castellana para facilitar el aprendizaje del latín, basada en un método contrastivo de idiomas que renovaba viejas prácticas: memorizar anticuados textos latinos. Las razones del hecho son políticas: la lengua debe identificar a un pueblo y unir a su gente, por eso debe llevarse en expansión a cuantos pueblos acudan las fuerzas militares. La lengua es un arte para la paz, pensaba Nebrija, olvidando que lo normal es la guerra (14). En la propia España (15), que se disponía a conquistar tierras por doquier, tampoco había una hablada por todos y no se podía descuidar el trato con el resto de europeos. Surgían así las condiciones para una comunidad europea como la actual, con el latín como lengua de cultura forjada en torno a la monarquía hispánica. No dio al castellano otro valor que el de puente para aprender el latín o el de factor útil para el comercio. El tiro le salió por la culata: en 1946, su idea se pervirtió en la propaganda del régimen franquista (1936-75) y al latín lo sustituyó el español: el que nomina, manda, así no sea tan ‘franco’ quien lo haga.
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A finales del siglo XVII el latín pierde su condición de lengua internacional. No obstante, durante los siglos XVIII y XIX se conserva como lengua para los estudios clásicos e incluso durante el XX se redactaron algunos tratados en latín. En pleno siglo XXI la Iglesia Católica lo emplea como idioma oficial en sus documentos y el Vaticano en sus actos públicos. Con todo, hay que decir que los códigos internacionales que antaño eran redactados en latín hogaño son en la lengua oficial del capitalismo, mal llamado neoliberalismo: el inglés. Todo escudado por el patrón oro/dólar, aunque ya haya países liberados del yugo económico imperialista gringo/sionista y apunten con su propia moneda: China, Irán, Federación Rusa.
Las limitaciones de un lenguaje
En la enseñanza del latín se han aceptado varias formas de pronunciación que suelen acomodarse a la de cada una de las lenguas europeas derivadas de él: la más generalizada, la que usa la Iglesia Católica, muy parecida a la del italiano. Lo que hoy se imparte es una reconstrucción del latín de la época de Cicerón. Hasta hace pocos años en España se pronunciaban los nombres propios de forma análoga a como se hace en otros países y así Cicero (Cicerón), se ha pronunciado chíchero en italiano, zizéro y kíkero en español, tsítsero en alemán y sísero en inglés. Espinosa sostiene que los profesores de latín no se han puesto de acuerdo sobre la dicción correcta de ciertas combinaciones. Así, de la “c” antes de las vocales “e”, “i” aseguran debe articularse como la “ch” española: Pero lo más cierto es que siguiese pronunciándose como “k”, de suerte que Cicero (Cicerón) debió decirse Kíkero (16). No Chíchero. Tampoco parece ser cierto que los diptongos “oe” y “ae” se emitiesen como “e”, de manera que la voz agricolae se decía, y dice, tal cual se escribe y no como se pretenda decir.
En la antigüedad, el latín poseía menos flexibilidad y riqueza que el griego, la otra madre de las lenguas en Occidente; su léxico era más limitado y menos apto para la expresión de ideas abstractas. Los romanos adoptaron numerosos préstamos griegos pues conocían las trabas de su idioma, una lengua de sintaxis rígida y de dicción ampulosa, que al filo del tiempo ha posibilitado transmitir el pensamiento riguroso. Ha seguido dos rutas: permanece hasta hoy como lengua literaria; además, está viva en las lenguas románicas que representan la evolución coetánea del latín vulgar: hay quienes consideran al italiano el latín actual. Lenguas románicas es el conjunto de lenguas modernas que proceden del latín y hablan, hoy, 500 millones de personas: portugués, español, gallego, catalán, francés (principales); y provenzal, rumano y flamenco (secundarias). Separación que se hace sin ánimo de discriminación alguna, solo por número de hablantes, por su riego verbal a lo largo de los siglos y aunque, v. gr., el rumano tenga 26 millones de hablantes y no se sepa cuántos menos el gallego (17).
Todas las lenguas citadas, representan una evolución del latín vulgar hablado en la época tardía del Imperio Romano y su separación del tronco común empieza a darse entre los siglos V y IX. Otras lenguas que no derivan del latín (inglés o alemán) han incorporado a su léxico préstamos que proceden de aquella lengua, ya de forma directa, ya indirecta a través del francés, italiano u otra lengua románica. Como sostiene Espinosa (1992: 108) la “g” latina no tuvo nunca sonido de “j” ni de “y”: reges se decía regues, mientras sanguis, sangüis; retomado por el alemán, lengua en la que, v. gr., regens se lee reguens. La “t” jamás fue fonéticamente “c”, así que sapientia no se leía sapiencia: cambio que se produjo tal vez en tiempos del bajo latín. La “u”, o sea, la “v” con fonema “u”, sonaba después de la “g” e incluso de la “t”: véase Stvdia colombiana (18). El alfabeto latino posee 25 letras que suelen mantener las lenguas que lo emplean, aunque no coincidan con el número de fonemas que tienen que representar. En español hay sonidos inexistentes en lengua latina; para reproducirlos se usan combinaciones como “ll”, “ch”, o la tilde sobre la “n” (ñ), denominados dígrafos = dos letras con un solo sonido.
La (discreta) importancia de la burguesía idiomática
El latín es importante no solo por su literatura, sino también porque al estudiar su desarrollo se adquiere información general sobre historia de la lengua y en concreto sobre origen y evolución de las lenguas europeas y americanas actuales. Para su progreso, también son claves las traducciones: el poeta mexicano Rubén Bonifaz Nuño vertió al español (2004) uno de los textos latinos capitales, la Eneida, de Virgilio. Ahora, las traducciones son claves… Siempre y cuando al traducir el traductor no traicione: no intente convertir a su reducto el poder del lenguaje que tradujo. Al fin y al cabo, quien traduce (en Colombia, ciertos traductores de la cultura oficial, que no se mencionan para no dañar sus futuros contratos, no conocen muy bien las lenguas que traducen: quizás por eso se volvieron traductores), quien interpreta un texto ajeno, quien importa las palabras de otras culturas y ya intervenidas las vierte en otro contexto, de algún modo sepulta la experiencia original colectiva respecto a la forma de nombrar las cosas: sí, quien nomina manda, aunque mande mal, como los políticos.
Y el latín ya no manda. Pese a ello y por contraste, dado su intrínseco y discreto valor, poco interesa que el latín no figure entre los diez pesos pesados de las lenguas: inglés, francés, español, ruso, chino, alemán, japonés, sueco, italiano, hindi, aunque portugués, bengalí y árabe son también considerables, dice Juan R. Lodares (19). Tampoco, que, en ese orden, no caprichoso, ni siquiera pueda ser considerado al sopesar seis factores básicos: número de hablantes; índice de desarrollo humano; extensión geográfica de la lengua; valor comercial calculado en dólares; interés como segunda lengua; estatuto oficial en entes internacionales. Menos importa que ningún factor considerado sea absoluto pues si bien el chino mandarín es la lengua más extendida por hablantes (1.300 millones), su extensión geográfica es menor que la del inglés y su valor comercial la sexta parte del que representa el alemán. Rubros en los que difícilmente podría competir el latín, máxime cuando es cada vez menor el interés por aprenderlo; se ignora el desarrollo humano de sus hablantes; por cada treinta traducciones de sueco se hace una de latín… Factor este que permite inferir su real peso internacional.
Así a Herrera en el epígrafe se le haya ido la mano, la evolución del latín dependerá no tanto de la supervivencia de la Iglesia Católica (20) como de la continuidad del Vaticano: el país más pequeño del mundo, el más poderoso en dinero: es, entre otras cosas, el mayor accionista de la industria de armas en el planeta. (21) Así, no depende de su actual condición lingüística: está supeditada/o a la economía. No será lengua muerta mientras viva el Vaticano y el Papa monopolice (como en FC) los tres poderes. Para que él deje de contar, el poder de la fe ciega tiene que disminuir mientras aumenta el conocimiento: el genoma despachó al creacionismo. El dinero tendría que dejar de ser el mayor referente para el capitalismo y para el Vaticano. Peor dicho, el mayor referente que se ha tenido siempre y que, diría Marx, “es el alcahuete entre la necesidad y el objeto, entre la vida y los medios de vida del hombre” (22). Shakespeare dice: “Con él se torna blanco el negro, y el feo hermoso; / Virtuoso el malvado; el anciano mancebo; / Valeroso el cobarde y noble el ruin” (23). E inocente el culpable y al revés. Como en Fosa Común: los que generan masacres las llaman “homicidios colectivos”. Claro, porque estos prescriben, mientras la masacre, no, por ser un crimen de lesa humanidad.
Así, mientras subsista tal statu quo, mientras el Vaticano siga ‘contribuyendo’ con su indiferencia a la desigualdad en el mundo (24), ignorando que el pobre con ayuda llega más rico a la riqueza (pues ya tiene el sentido de la pobreza, del que carece el rico), el latín, ¿puede respirar…? ¡Ah!: si a esto se agrega que el Vaticano es una de las zonas urbanas más contaminadas del planeta (25), entonces cabe preguntar con énfasis en una doble connotación, ambiental y lingüística: el latín, ¿puede respirar tranquilo? ¿Qué dirá el virus/negocio apartheidista? Solo que, con tanto escándalo de tipo mafioso, político, sexual, el Vaticano desde hace rato no está RIP, Requiescat in Pace, no descansa en paz, sino Requiem Belli, ese raro oxímoron, porque nadie descansa en la guerra. Y si no que lo diga cualquier ciudadano de Fosa Común: de Samaniego, Nariño, o de cualquier otro lugar de la comarca na(z)ional.
A Germán Espinosa in memoriam, mi guía por el laberinto del latín…
Cómo no, a mis hijos, Santiago & Valentina, cuidadores de mi español y, más allá, de mi vida.
Y a quienes hoy se sorprenden, entre tanta masacre, con que alguien decida acabar la cuarentena.
NOTAS:
(11) Escuela griega que seguía la doctrina del filósofo Zenón en Atenas y cuyo supremo bien era la ataraxia, es decir, la impasibilidad del ánimo, la serenidad del alma, la indiferencia total.
(12) Crátilo, diálogo escrito por Platón hacia el 385 a.n.e. Su contenido, que puede incluirse en la filosofía de la lógica, se centra en la “exactitud de los nombres” o etimología. Su título proviene de uno de los tres interlocutores que aparecen en el escrito, discípulo de Heráclito. Los otros dos: Sócrates y uno de sus alumnos, Hermógenes.
(13) Veda: conjunto de escritos antiguos que consta de cuatro colecciones de himnos, partes poéticas separadas y fórmulas ceremoniales. Himnos: Rig-Veda, Sama-Veda, Yajur-Veda y Atharva-Veda, también samhitas (o colección).
(14) Siempre hay guerra. Pero uno se acostumbra enseguida a la paz. Y termina por creer que es normal. No, lo normal es la guerra. CAMUS, Albert. El primer hombre, Tusquets Editores, 1995: 158.
(15) España: derivado del latín Hispania, a su vez del griego Spania y este del fenicio Span = tierra de conejos.
(16) ESPINOSA, Germán. Óp. cit.: 108.
(17) El gallego es una lengua que habla la mayoría de los habitantes del noroeste de España, en las provincias de A Coruña (sic), Lugo, Ourense y Pontevedra, así como en las zonas limítrofes y aisladas de León, Asturias y Zamora.
(18) Revista de la Universidad de Salamanca en Bogotá.
(19) LODARES, Juan Ramón. Gente de Cervantes, Taurus, 2001: 164.
(20) Que mientras pasa el tiempo muestra mayores síntomas de decadencia lo mismo que debe resistirse a la cada vez más galopante laicización mundial: la renuncia voluntaria a la instrucción religiosa.
(21) https://raelmexico.org/el-vaticano-y-la-industria-de-armamentos-en-el-mundo/
(22) MARX, Carlos. Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Editorial Grijalbo, 1968: 155-56.
(23) Íbid.: 156 (Texto tomado de la obra dramática Timón de Atenas).
(24) En oct/1994, un viejo zorro, El viejo topo, le envió una Carta al Papa en la que después de confesarle por qué perdió la fe, al descubrir en la Biblia a un Dios sanguinario e implacable, de preguntarse si el pontífice es un intermediario divino o el jefe de una inmensa burocracia y de un aparato de poder económico, ideológico y, cómo no, religioso, y, sobre todo, después de soñar un día que él, el viejo topo, era el zorro Papa (refiriéndose al difunto Juan Pablo II), y recibía en el Vaticano a una delegación japonesa que, yendo al grano, quería comprar la Pietá… por 1.500 millones de dólares, el Papa, contra la opinión de un cardenal siciliano, decidió venderla. Tomó precauciones durante unos días, con la comida y esas cosas: después de todo, más de un Papa ha muerto por sorpresa, entre ellos su antecesor. Así que mandó hacer una copia exacta de la obra y a su lado hizo instalar una placa: Lo que usted está viendo es una copia. El original está enterrado en el corazón de cien mil niños ruandeses, en cien mil pozos en la India, en cien mil escuelas en todo el mundo, en hospitales, herramientas, maquinaria agrícola, material de todo tipo. Y aquí me detengo, porque ya todos ustedes habrán notado que no se trata de un cuento inventado para despotricar del Vaticano, ni de su desidia. (El viejo topo No 78, oct. /94: 5).
(25) Junto a México D. F., São Paulo, Tokio, New Delhi y Bogotá. El efecto destructor de la polución y vibraciones causadas por el tráfico vehicular de Roma se ha hecho sentir en los edificios históricos del Vaticano: así, el aumento de los niveles de dióxido de carbono, se considera la causa de una serie de problemas de salud que sufre la población.
FUENTES COMPLEMENTARIAS:
En el artículo de Eduardo Febbro, “Corrupción, lavado de dinero y las internas más feroces”, Página/12, el lector podrá inferir la contaminación, corrupción y decadencia, alcanzadas por el Vaticano.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-213961-2013-02-16.html
Y lo mismo en este otro artículo de Pablo Ordaz para el diario El País, de España.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/06/01/actualidad/1338586399_197021.html
Sobre la sátira y a propósito de la masacre de Charlie Hebdo:
*(Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Corresponsal de revista Matérika, Costa Rica. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao Eds., 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Invitado por UFES, Vitória, Brasil, al III Congreso Int. Literatura y Revolución – El estatuto (contra)colonial de la Humanidad (29-30/oct/2019). Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión. E-mail: lucasmusar@yahoo.com