Pablus Gallinazo, el cantante que siempre quiso ser escritor
La vida y obra del músico fue retratada en el documental “Pablus Gallinazo”, dirigido y escrito por Alberto Gómez Peña. El largometraje hizo parte de la selección oficial del Festival Internacional de Cine de Cartagena 2022.
Danelys Vega Cardozo
Nos llegó a Colombia en los años sesenta. Una herencia que adquirimos de tierras lejanas. Esta vez la voz no era europea sino norteamericana. El racismo y la brutalidad como excusa motivaron a Abel Meeropol a escribir un poema que más tarde se convirtió en una canción. En un himno para protestar en contra de los linchamientos a los que eran sometidos los negros en Estados Unidos. Escenas que eran casi que cotidianas desde 1877 y que no finalizaron en el siglo XX. Porque la “inspiración” le surgió a Meeropol gracias a una foto. Esa que daba cuenta de los acontecimientos del 7 de agosto de 1930 en Indiana, Estados Unidos. El día en que dos negros fueron linchados y colgados de un árbol. La vida y la muerte se fundieron en aquella planta. A raíz de aquello, Billie Holiday cantó en 1939 Strange Fruit: el surgimiento de la canción de protesta. De esa que dicen que Bob Dylan popularizó gracias a temas como Blowing in the wind, aunque él opine lo contrario. Y entonces la canción fue a parar a Latinoamérica. Algunos como Víctor Jara, Julieta Parra, Mercedes Sosa, Facundo Cabral, Silvio Rodríguez y Carlos Puebla empezaron a cantarla. Colombia también tuvo sus propios referentes de la mano de artistas como Ana y Jaime, y Pablus Gallinazo.
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Nos llegó a Colombia en los años sesenta. Una herencia que adquirimos de tierras lejanas. Esta vez la voz no era europea sino norteamericana. El racismo y la brutalidad como excusa motivaron a Abel Meeropol a escribir un poema que más tarde se convirtió en una canción. En un himno para protestar en contra de los linchamientos a los que eran sometidos los negros en Estados Unidos. Escenas que eran casi que cotidianas desde 1877 y que no finalizaron en el siglo XX. Porque la “inspiración” le surgió a Meeropol gracias a una foto. Esa que daba cuenta de los acontecimientos del 7 de agosto de 1930 en Indiana, Estados Unidos. El día en que dos negros fueron linchados y colgados de un árbol. La vida y la muerte se fundieron en aquella planta. A raíz de aquello, Billie Holiday cantó en 1939 Strange Fruit: el surgimiento de la canción de protesta. De esa que dicen que Bob Dylan popularizó gracias a temas como Blowing in the wind, aunque él opine lo contrario. Y entonces la canción fue a parar a Latinoamérica. Algunos como Víctor Jara, Julieta Parra, Mercedes Sosa, Facundo Cabral, Silvio Rodríguez y Carlos Puebla empezaron a cantarla. Colombia también tuvo sus propios referentes de la mano de artistas como Ana y Jaime, y Pablus Gallinazo.
Pero Pablus Gallinazo no siempre existió, ese fue tan solo un invento de Gonzalo Navas. Porque el cantautor no quiso dejar espacio para las dudas y las confusiones que nunca faltan. Un amigo suyo ya llevaba su nombre, un tal Gonzalo Arango, el fundador del nadaísmo. Aquel movimiento que surgió en 1958 y que partió de la duda. Del inconformismo por la realidad social colombiana. Ese que creyó que el arte, la cultura y la literatura eran armas poderosas para combatir el orden establecido. Aquel que le apostó a la transformación a través del pensamiento. Ese que definió que su verdadero deber era con el progreso humano. Y entonces Navas, quien también perteneció a esta misma corriente, pensó que era mejor cambiarse el nombre. Escogió Pablus para ceñirse a la moda de aquella época, esa en la que todos querían ser Pablos. Ni siquiera el Navas sobrevivió porque fue reemplazado por el Gallinazo; el único animal que no estaba siendo empleado en la heráldica.
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Pero al Gallinazo también se le dio por ser El comandante: el seudónimo con el que empezó a ser conocido como músico. Sin embargo, antes de incursionar en este arte, ya las letras se le habían atravesado en el “corazón”. Las letras que escribía en forma de poemas. De esos que terminaron convertidos en canciones. “Tengo los pies cansados. La boca está reseca. Son las seis y en la iglesia oigo el cura mandar: “Que tengamos paciencia, que templanza, clemencia, que Dios proveerá”. Por eso salgo siempre a caminar en busca de una flor para mascar, pensando que a la vuelta de la tarde el trabajo que sueño ya es verdad”, canta Navas en Una flor para mascar. Y con sus canciones, el cantautor terminó recibiendo reconocimiento nacional e internacional, pese a que su sueño era otro: ser escritor. Un sueño que no abandonó porque ha escrito tres novelas: La bella Marangola, El libro de los amados y Crónicas de sangre del general Antagónico Bermúdez.
El Pablus Gallinazo que siempre quiso ser escritor, ese fue precisamente con el que se encontró Alberto Gómez Peña: el hombre que se encargó de convertir en documental la vida y obra del cantautor. “Ese es el Pablus que yo me encuentro: un Pablus que ya no quiere conocer mucho de ese reconocimiento musical y quiere que la gente lo conozca por lo que él siempre quiso ser: un escritor, entonces hay cierto conflicto ahí que yo creo que se va solucionando porque él tiene que hacer las paces con lo que espera y con lo que el público reconoce”, dice Gómez.
Y partiendo justo de ese reconocimiento, el cineasta prefirió centrarse en el largometraje en el aspecto musical y no tanto en el literario, en particular porque en la primera vez que se realiza una aproximación audiovisual a grandes rasgos de Pablus Gallinazo. “Es muy difícil hacer un documental de Pablus y no poner una canción de él, me parecería no sé rarísimo, de pronto si ya hay tres películas de él o una serie, y ya la gente sabe, pues sí, se exploran otras, pero yo creo que como primer documental me correspondía tocar esos temas: lo musical”.
La cinta despertó la atención de Gómez por el personaje que había detrás. Ese que no pertenece ni siquiera a su generación, pero al que se acercó gracias a su madre, la mujer que tenía entre su repertorio musical canciones del cantautor. Y, sin embargo, ni siquiera la idea de llevar a Pablus Gallinazo a la pantalla grande fue suya: le surgió a Dago García. A Gómez le llegó la voz de que estaban buscando un realizador santandereano para dirigir y escribir el documental. Entonces, él se lanzó al agua presentando un guion de prueba. Ese que pasó y lo convirtió finalmente en el director y guionista de Pablus Gallinazo.
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En el largometraje terminó participando la esposa de Gonzalo Navas; Tita Pulido, y hasta su hijo Eneas. Por ahí en el documental también aparecen otros artistas como Edson Velandia y Andrea Echeverry, quien al parecer guarda un gran cariño por Pablus Gallinazo. “Porque una voz como la de Pablus, pues es una voz, ¿no?, casi que un hablar con tono, pero está cargada de significado y de profundidad y de reflejar también esa parte del mundo que no nos gusta ver”, dice en la cinta la vocalista de Aterciopelados. La artista que se animó a rodar en medio de una pandemia, pues el proyecto se comenzó a andar en esos tiempos en que las restricciones por el Covid apenas estaban empezando a levantarse. En esos días en que la gente salió a marchar. La época del estallido social. “Fue inevitable no tener ese componente dentro de la película, porque estaban vinculados completamente a las protestas de Pablus de la época y que siguen siendo vigente”, comenta Gómez.
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Y aunque el documental es sobre un artista colombiano, la cinta terminó siendo seleccionada para participar en el Festival de Cine de Nueva York que se llevó a cabo en septiembre del año pasado. Y luego vino la participación nacional. El largometraje logró entrar en la selección oficial del Festival Internacional de Cine de Cartagena 2022 en la sección Tierra adentro. Para Alberto Gómez, un hombre que prefiere no hacerse muchas expectativas con nada, quien sabe si por las negativas que él mismo menciona que ha recibido a lo largo de su vida, aquello fue toda una sorpresa, en particular, porque otra de sus películas Río de Cenizas también fue seleccionada dentro de la programación de este evento. “La vida es extraña y la verdad en ese aspecto es mágica. Por eso, yo creo que más que un recibimiento eufórico es un agradecimiento y como un descanso también, porque se reciben demasiadas negativas…Qué bueno poder sentir que por fin sí”. Por fin sí para el cineasta, pero ¿será que por fin sí para el cantante que siempre quiso ser escritor?