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Con una marcha fúnebre de fondo y precedido por un soldado en uniforme de gala que llevaba en un cojín las condecoraciones oficiales que recibió, el cuerpo del pintor y escultor entró en el salón y fue depositado al pie de la mesa directiva del Congreso, bajo el mural “Tres cordilleras y dos océanos” de otro maestro colombiano ya fallecido, Alejandro Obregón.
Algunas de sus pinturas, como el “Pedrito a caballo”, adornaron la entrada al Salón Elíptico de la Cámara de Representantes, en donde se recibió al pintor con honores militares y un minuto de silencio. Después fue leída una moción de duelo aprobada por el Congreso, en la cual se recuerda que Botero fue “hijo ilustre de la ciudad de Medellín y considerado un gran exponente del arte (...) cuyo deceso es motivo de luto para la cultura universal”.
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Tras la interpretación del himno nacional a cargo de la Banda del Batallón Guardia Presidencial, se hizo un minuto de silencio en memoria de “un hombre ilustre, ciudadano del mundo y una de las figuras más representativas de todos los tiempos” que deja “un legado inconmensurable a la humanidad”, según la Presidencia del Congreso.
Familiares, amigos y autoridades, así como miembros del cuerpo diplomático, asistieron al acto en memoria del maestro nacido el 19 de abril de 1932 en Medellín, capital del departamento de Antioquia, cuya fama por sus pinturas y esculturas de formas voluminosas llevó el nombre de Colombia por el mundo.
Al acto se esperaba la asistencia del presidente colombiano, Gustavo Petro, pero el mandatario no llegó.
Fernando Botero Quintana, nieto del artista, habló de la muerte como un “síntoma de vida”: “Aprendí de él que la generosidad no se mide con palabras, sino con gestos. El abuelo Fer me enseñó que la plenitud de la vida se consigue cuando se pasan los caminos más espinosos, que no todo el mundo es capaz de hacer”.
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Por su parte, Iván Name, presidente del Senado, habló del antioqueño como un referente de paz y un artista universal.
Lina Botero, la hija del maestro, quien acompañó el cuerpo de su padre al llegar a la capital, opinó que había dejado un “legado colosal, comenzando con su obra y su estilo, personal y único, pasando por sus convicciones artísticas. Para él, la belleza, estaba en el manejo de los volúmenes”. También mencionó que siempre admiró su valor y congruencia. Que desde muy temprana edad su padre supo cuál era su norte, a pesar de que a los 15 años su mamá lo había condenado a “morirse de hambre”. Según las palabras de su hija, Botero se mantuvo fiel a sus convicciones artísticas y se impuso como artista en Nueva York cuando estaba de moda el expresionismo moderno. “Por eso nunca hizo parte de ninguna corriente”, agregó.
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Lina Botero también agradeció por el interés del país para traer el cuerpo de su padre, que regresará “en cenizas a Pietrasanta, donde tenía su estudio en los últimos 40 años, y reposará junto a su esposa, Sophia Vari”.
En el acto, en el que también estuvieron personalidades como Piedad Córdoba, Marta Lucía Ramírez y el viceministro de creatividad y economía naranja, Jorge Zorro. Durante el homenaje, se realizó una oración presidida por el monseñor Sergio Pulido.
Esta tarde, tras los actos oficiales, el Salón Elíptico será abierto al público para que durante tres días pueda despedir al maestro.
El acto es el primero de una serie de homenajes que el maestro Botero recibirá a lo largo de los próximos días en Bogotá y su natal Medellín antes de su viaje definitivo a Europa, donde será sepultado en la localidad italiana de Pietrasanta al lado de su esposa, la artista griega Sophia Vari, fallecida en mayo pasado.