Paola Guevara: “El aburrimiento te ayuda a desarrollar bosques interiores”
Además de hablar de las particularidades de la edición 2022 de la Feria del Libro de Cali (13 al 23 de octubre), su directora habló sobre su recorrido en el periodismo, la escritura y las transformaciones de todo su proceso como editora, autora y ahora directora de una feria regional.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Antes de hablar de la feria, hablemos de su recorrido como escritora y, sobre todo, de escribir. Comencemos por lo más básico, Paola, y es ¿cómo comenzaste?
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Antes de hablar de la feria, hablemos de su recorrido como escritora y, sobre todo, de escribir. Comencemos por lo más básico, Paola, y es ¿cómo comenzaste?
A los cinco años de edad descubrí mi vocación: la escritura. Fue una lectora precoz. Me enamoré de las letras porque tuve una infancia muy aburrida. Vivía en la casa de mis abuelos, no había niños y ellos me sobreprotegían mucho: no me dejaban salir porque podría morir de sarampión, paperas, atropellada por un bus, un carro o cualquier motivo. Yo soñaba con aprender a leer porque sería mi forma de fugarme a vivir vidas más interesantes que la mía. Y fue un descubrimiento muy importante: hay algo que les falta a los niños de hoy y es el aburrimiento, que te obliga a desarrollar bosques interiores, a reconocer tus declives, tus montañas, a sembrar florestas interiores. Fue el gran maestro que me hizo enamorarme de la escritura y la lectura. Recuerdo que mi abuelo fue suscriptor al círculo de lectores, así que la casa estaba llena de estos libros. No tenía quién me direccionara hacia los libros acordes a mi edad, era libre de sumergirme en lo que fuera. Muy pequeña leí “Raíces”, un libro sobre la esclavitud, pero elegía según me interesaran las portadas, los colores, los olores, etc. A mis cinco años supe que me quería dedicar a escribir cuando leí una frase en la primera página de Cien años de soledad: el río tenía piedras como huevos prehistóricos. Esta metáfora estalló en mi mente y dije: esto es lo que vine a hacer al mundo, ver huevos prehistóricos donde los demás ven piedras.
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A la escritura profesional me he dedicado toda mi vida profesional. Llevo 21 años de carrera ininterrumpida en medios de comunicación y fui editora muy pronto. En la Revista Cambio tuve mi primera escuela al lado de Mauricio Vargas, María Elvira Samper, Fernando Quiroz, Fernando Gómez Garzón y Edgar Teyes. Mis primeros maestros eran mis ídolos y yo los veía como mis super héroes (y aún lo son). Sabía que en algún momento iba a decantar en la novela, solo que no sabía de qué manera. A los 30 años recibí una propuesta imposible de rechazar para hacerme cargo de la sección de cultura, la revista, las páginas de tendencias, en fin. Lo que yo llamaba la sombrilla de las cosas bellas de la vida. Un día estaba en el consejo de redacción del diario El País de Cali, a punto de entregar mis temas, y me entró un mensaje de texto de mi mamá biológica que decía: tu padre no es el que te dije, es otro. Le acabo de dar tu teléfono y te va a llamar. Pues resulté siendo vecina de mi verdadero padre (su oficina quedaba detrás de mi casa). Y esa fue mi primera novela, que fue autobiográfica y me puso a temblar de miedo. Era desnudarse por completo. Y esa escritura fue sanadora. Al ponerle palabras a esa zona oscura de mi ser me sané y me di cuenta del poder que tiene la escritura para enmendar los relatos rotos. Hay un autor que me gusta mucho y se llama Matt Haig y tiene un libro llamado Razones para seguir viviendo. Allí dice que toda crisis en la vida, en realidad, es una crisis en el relato, un bache: si puedes reescribir tu historia, puedes superar cualquier bache de la vida. Yo logré superar esos baches escribiendo esa novela de autoficción, que se gesta o que ocurre en un lugar muy particular del cerebro. Ejercitar el músculo en la que la materia prima eres tú mismo, ejercitó para mí una musculatura que permite seleccionar, descartar, hurgar, evadir escenas, tener en cuenta otras y conectar puntos dispersos. A mí me mintieron durante 34 años, así que lo que hice fue ordenar mi árbol familiar.
Cuando uno trabaja en medios de comunicación y tiene la pretensión de escribir, es posible que el foco se difumine un poco. Total, uno publica todas las semanas y la escritura requiere de una rutina. ¿Le pasó?
Yo seguí siendo periodista y editora mientras escribí la novela. Siento que la escritura, según el género, ocurre en distintos lugares del cerebro. Cuando escribes noticias, estas con el polo a tierra, y eso debe ocurrir en la zona frontal del cerebro donde están las conexiones neuronales que conducen a la empatía, al sentir el sufrimiento del otro, el periodista es muy social y tiene una conexión con la realidad. Cuando escribes novela autobiográfica, tienes que entrenar un lugar que yo desconocía. Por eso mi segunda novela es una ficción pura, estaba cansada de ejercitar el yo. Esa novela tiene como protagonista al encargado del horóscopo, quien tiene un gran poder: entregar micro cápsulas de ficción que le hacen creer a la gente que todo es posible. Es un novelista por píldoras, un ficcionador que no revela sus secretos como el mago.
Al salir de la universidad, uno sale con reglas aprendidas y al entrar a medios, esas reglas se modifican, pero ¿alguna de estas reglas o métodos aplicaron para lo que después hizo escribiendo autoficción y ficción?
Cuando uno está en la universidad tiene grandes maestros. Uno de ellos fue Jorge Cardona, el ex editor general de El Espectador, otro fue Chacho Saenz, el editor de toda la vida de la Revista Semana de antes. Ellos me enseñaron a enfrentar la página en blanco, pero es la práctica de una sala de redacción lo que te obliga a escribir de otras maneras, en otros ritmos, etc. Cuando escribí mi primera novela, ya tenía la disciplina de estar nueve horas en frente de un computador tecleando, y eso se lo agradezco al periodismo. Y ese aprendizaje jamás para. Además de que los asuntos de la escritura, se me parecen mucho a los del espíritu, es decir, el crecimiento es integral.
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¿Y de editora? ¿Cómo le fue editando secciones, por ejemplo, de cultura? Qué diría de este trabajo que, como dijo, tuvo que afrontar siendo muy joven...
Mi primer trabajo fue en la Revista Cambio, que en ese momento tenía muchos productos. Yo era casi que la niña de la redacción. Cuando trabajas con grandes, te sueltan responsabilidades grandes. Tuve mucha suerte de llegar a una redacción en la que se esperaba que fuera más allá de mi edad, más allá de mi conocimiento y me lanzara a aprender con altas responsabilidades. Cuando he tenido periodistas jóvenes o practicantes, de ellos espero todo. Así me lo pidieron, así lo di y así lo espero. ¿Cómo se aprende? Teniendo grandes desafíos. Además, creo que ser editor es, también, ser un gran selector, así que no solo estoy pendiente del texto, sino de la parte gráfica, del diseño, de los detalles. Las elecciones gráficas y los títulos y sumarios son tan importante como todo lo demás.
¿Qué estaba haciendo antes de ser la directora de la feria?
Cuando me hicieron la propuesta de ser la directora de esta feria, era la editora de cultura, entretenimiento y tendencias del periódico El País de Cali, columnista de sus páginas de opinión y directora de una de sus revistas. Estaba siendo editora, escritora y profesora de escritura porque, además, en pandemia las personas se acercaron a mí para con el deseo de aprender a escribir a mejor, así que fundé el Brunch de letras, una especie de taller en el que les enseñé a las personas a perderle el miedo a la escritura y a creer en sí mismos. Además, tengo dos hijos. Con el mayor tengo las conversaciones más serias del mundo porque es un pequeño gran pensador y un lector asiduo, y con el menor, que fue diagnosticado con síndrome de asperger, tengo el reto de buscar otras formas de comunicación a través del abrazo, la temperatura correcta del agua en la ducha, el tono de la voz, los sonidos, etc. Por eso mi gran ambición es que esta feria sea la primera neurodiversa, así que también tendremos invitados en déficit de atención, hiperactividad, síndrome de Down, autismo, dislexia, etc.
¿Cómo le ha cambiado su perspectiva con respecto a las letras y el mundo editorial desde que se convirtió en la directora de la feria?
Yo vengo de los medios y llevo muchos años de relaciones con las esditoriales y entrevistando a sus autores, además de muchos años de escribir las historias, así que tengo conocimiento sobre lo que ocurre en el mundo editorial y en el mundo de los medios. Lo que me ha enseñado la feria es otro universo. Hay muchos factores muy difíciles de controlar como el clima, la situación de una ciudad, los permisos del suelo, los presupuestos, la relación con las empresas, etc. Tiene tantas aristas que siento que ejercito, cada vez más, nuevas redes neuronales, todo siempre con el libro como centro, con la palabra como centro.
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Además, ha sido profesora: ¿qué diría sobre las búsquedas de los jóvenes con respecto a la literatura y la escritura? Supongo que, junto con su labor en la feria, tiene alguna opinión al respecto…
Veo jóvenes que cada vez leen y escriben más. Primero, por las plataformas tecnológicas que obligan a ejercitar el ingenio, a tener capacidad de sintésis, de análisis, muchas veces porque desde un tweet debes realizar una síntesis de las ideas, hasta los pódcasts, los libros digitales. Hay muchas personas que están autopublicando a través de plataformas. Ya no existe esa brecha que antes teníamos y esa preocupación de que nos fichara una editorial, firmar un contrato y poder publicar. Hay un gran interés por escribir, que se ha convertido en la nueva gran tecnología. La escuela, por ejemplo, está fallando en la ortografía, por eso otra de mis pretensiones es que la feria se convierta en la gran universidad de la escritura tanto en Cali como en el Valle del Cauca.
Cómo va la preparación para esta edición de la Feria del Libro de Cali. Hablemos de las particularidades de este año…
La feria tiene varios ejes este año: queremos ser neurodiversos, así que tenemos invitados como los que ya te comenté. Por ejemplo, viene como invitado Gusti Rosemffet, que es uno de los mejores ilustradores del mundo. Es argentino y vive en Barcelona, pero además tiene un hijo con síndrome de Down. Eso le causó mucho impacto, pero decidió usar lo que sabía hacer para unir a familias Down. Viene a presentar su libro Mallko y papá, que es un diálogo gráfico entre él y su hijo. Además de que viene a hacer una gran celebración en torno al libro y a la ilustración. Le pedimos prestado el domo a la Biblioteca departamental del Valle y allí Rosemffet ilustrará junto con algunos niños con neurodiversidad. Esta sala quedará como regalo para la universidad. Israel, que será el invitado internacional, ha sido muy generoso. Traerán un grupo muy representativo de su cultura como Nir Baram, y Random House imprimirá ejemplares de “Las buenas personas” para que la gente que venga pueda tener su obra. También le donarán árboles a Cali.
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Dicen que la Feria del libro de Cali ha sido catalogada como una de las más importantes ferias regionales, pero, más allá de eso, ¿cuál es el valor de ir a una feria del libro? ¿Por qué esta experiencia sería importante para un lector y su relación con el mundo editorial?
Una feria del libro es una ocasión para muchas cosas, como asistir a charlas para pensar el hoy. Este año ha sido excepcional y estos espacios son fundamentales. Una feria es, además, un punto de encuentro para entender el lugar en el que vivimos. Una feria es una plataforma para divulgar conocimientos sociales y un sitio para la familia, para las personas que aman el libro. Es un refugio.
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