Para él (Cuentos de cuentos)
Él cambió su vida hace ya muchos años al cumplir su deseo más anhelado. En ese entonces sus vidas apenas comenzaban y una vez cruzadas, nunca más se separaron.
Juliana Pérez
Recuerdos, anécdotas, sonrisas, lágrimas y momentos acumulados transcurrieron, el amor que se tenían se fortaleció al punto de ser incomprendido y subestimado, ¿Cómo podía ella amar a alguien que no estaba en condiciones de corresponderle de la misma forma? Lo cierto es que pocas personas eran capaces de comprender que existen diversas formas de sentir y de demostrar el amor, algunas las conocemos y otras no. A ninguno de los dos les importaban los prejuicios, su afecto ardía con una intensidad digna de admirar y era suficiente con que ambos dieran cuenta de ello.
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Él tenía una forma de mirar que hacía posible que los demás, si acaso eran buenos observadores, descifraran su sentir con extraordinaria facilidad. El brillo en sus ojos era capaz de iluminar hasta el más oscuro de los días, hasta en medio de las circunstancias más adversas. Nunca necesitó pronunciar una sílaba para tocar corazones, nunca tuvo que hacer uso de las palabras para dar a entender que la amaría hasta su último suspiro.
Crecieron juntos en todos los sentidos posibles, cambiaron, se perdieron y luego se encontraron. Tuvieron largas conversaciones en las tardes lluviosas y compartieron la calidez de los rayos del sol sobre sus cuerpos. Experimentaron el tipo de amor más puro e idóneo que existe, se complementaron y se acompañaron, se apoyaron y fueron capaces de enfrentar a todo aquel que se atreviera a juzgarlos, nada deterioró lo que sentían el uno por el otro y nada ni nadie logró separarlos, ni siquiera la perdida que vendría después.
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Si su cuerpo hubiera sido tan fuerte como su alma habría tenido vida eterna, si la bondad y la incondicionalidad determinaran cuánto vivimos sería inmortal. Alguna vez escuchó la frase de que quien nace sabiendo amar cumple un propósito corto y especial, ahora sabe cuanta verdad hay en esas palabras, y sabe que fue la personificación de la misma.
Ella ha buscado desesperadamente la forma de hacerle saber cuan agradecida se siente por haber decidido ser su compañero de vida, por haberle enseñado más de lo que todas las demás personas podrían a lo largo de diez vidas. Seguramente sabe la difícil tarea que supone esto para ella, cuando solamente con él ha desnudado su alma por completo. Desea que sepa que estuvo a su lado hasta que su corazón dejó de latir e incluso mucho tiempo después, y que nunca perdió la esperanza, tal y como le había enseñado.
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Le agradece el haberle permitido conocerlo y ser parte de su vida y le agradece por enseñarle lo que significa amar en tiempos en los que su significado se ha corrompido de una forma tan vil. Y le promete, que lo que le queda de vida lo dedicará a recordarlo y a extrañarlo, bien sabe que el vacío que dejó jamás podrá ser compensado o reemplazado. Si se tardó tanto tiempo en atreverse a decirlo, si me tardé tanto en ser capaz de expresarlo, es porque sigo sin estar lista para decirte adiós, aunque sé que no es definitivo, sé que estás conmigo, y sé que nos volveremos a encontrar.
Esto es para él, que me mostró que la felicidad no es un estado permanente, pero no por eso es menos hermosa de experimentar.
Recuerdos, anécdotas, sonrisas, lágrimas y momentos acumulados transcurrieron, el amor que se tenían se fortaleció al punto de ser incomprendido y subestimado, ¿Cómo podía ella amar a alguien que no estaba en condiciones de corresponderle de la misma forma? Lo cierto es que pocas personas eran capaces de comprender que existen diversas formas de sentir y de demostrar el amor, algunas las conocemos y otras no. A ninguno de los dos les importaban los prejuicios, su afecto ardía con una intensidad digna de admirar y era suficiente con que ambos dieran cuenta de ello.
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Crecieron juntos en todos los sentidos posibles, cambiaron, se perdieron y luego se encontraron. Tuvieron largas conversaciones en las tardes lluviosas y compartieron la calidez de los rayos del sol sobre sus cuerpos. Experimentaron el tipo de amor más puro e idóneo que existe, se complementaron y se acompañaron, se apoyaron y fueron capaces de enfrentar a todo aquel que se atreviera a juzgarlos, nada deterioró lo que sentían el uno por el otro y nada ni nadie logró separarlos, ni siquiera la perdida que vendría después.
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