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“Para los que somos ateos, el poema toma el lugar de la oración”

Esta fue una de las frases que resultó de la charla entre Ramón Cote, Federico Díaz-Granados y Juan Gabriel Vásquez, quien presentó su libro de poesía, una novedad para quienes estaban acostumbrados a su rol como escritor de novelas. Además del libro, hablaron sobre los valores de leer poesía para cualquier narrador, los tipos de versos y las formas en las que la poesía ha moldeado sus maneras de leer, escribir y pensar.

16 de diciembre de 2022 - 05:36 p. m.
Federico Díaz-Granados, Ramón Cote y Juan Gabriel Vásquez conversan sobre poesía en la Biblioteca del Gimnasio Moderno de Bogotá.
Federico Díaz-Granados, Ramón Cote y Juan Gabriel Vásquez conversan sobre poesía en la Biblioteca del Gimnasio Moderno de Bogotá.
Foto: Andrés Rincón Aguas
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“Me pasé de su lado” les dijo Juan Gabriel Vásquez a Ramón Cote y Federico Díaz-Granados, y así comenzó este conversatorio en el que se presentó el primer libro de poesía de Vásquez. Contaron que bromearon diciéndole que esperaban que no fuera un libro de poemas de un novelista. Cote compartió dos anécdotas en las que demostró que su amigo ya era poeta, solo que estaba oculto, y Díaz Granados preguntó sobre el origen de esta faceta. Preguntó desde cuándo escribía versos, adelantando para el público un tema que Vásquez después profundizó: el pudor de los que escriben novelas al lanzarse a los poemas.

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Resultó que Vásquez, “un novelista que evidentemente lee poesía”, como lo dijo Cote, creció escuchando poemas y que, entre sus clases de derecho, se escapaba a la Casa de Poesía Silva, en Bogotá, a escuchar las grabaciones en las que Borges o Mutis recitaban. Para él, esos momentos fueron determinantes: se creó una relación con la poesía mucho más estrecha, una relación auditiva con respecto al ritmo y la música de las palabras.

Y es que para este escritor colombiano, autor de libros como “El ruido de las cosas al caer”, “Volver la vista atrás”, “La forma de las ruinas”, entre otros, la relación de los novelistas con la poesía es notable. Y es una cercanía que, además, a él lo ha aproximado más a los escritores de prosa que tienen una proximidad con los versos. “La poesía, que es tan difícil, invita mucho a la impostura. Uno tiene que tener mucho cuidado y rigor. Hay que medir siempre lo que se está haciendo con los grandes poetas que uno admira, para no cometer el error de publicar algo que no es digno de esa creación tan bonita”.

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“El proyecto original es la razón por la que a mí me resulta tan difícil hablar de este libro: un conjunto de poemas que escribí para Mariana, mi esposa, y que después de diversos accidentes, se amplió para constituir el libro. Son poemas que exploran ese lugar, que a mí me parece fascinante, que es la relación de pareja”, continuó diciendo Vásquez, que quiso, a través de la escritura de estos textos, profundizar en la pregunta sobre qué era las relaciones de pareja y cómo se veía el mundo desde allí.

Cote, Díaz-Granados y Vásquez hablaron de los sonetos, los alejandrinos, endecasílabos, las décimas, los versos libres y blancos, de sus estructuras y posibilidades.

“Uno sí siente esa carencia de oído en muchos poetas de nuestra generación, a pesar del talento y de su sentido de la imagen o del ritmo, no hay un conocimiento, por ejemplo, del verso blanco o del libre”, dijo Díaz-Granados, que sumó un comentario que marcó la pauta para la segunda parte de la charla: los poetas modifican el habla de la gente.

Vásquez complementó con un hecho: cada idioma tiene una respiración natural. “Eso nos permite decir cosas en cada lengua que son distintas”.

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Antes de que el “poeta debutante”, como se autodefinió Vásquez, leyera una de sus creaciones compiladas en esta nueva publicación, los tres autores coincidieron en que la poesía clásica era necesaria para cualquier escritor y, sobre todo, para cualquier aspirante a poeta, “así como el pintor debe aprender las pautas más básicas para convertirse, si eso quiere, en pintor abstracto. No importa, hay que comenzar por el principio, por el origen”.

Díaz-Granados y Cote le propusieron a Vásquez temas con los que pudiese explicar de dónde venía su relación con la poesía y las razones por las que se había decidido a publicar este grupo de textos que, según él, eran tan íntimos que no se había imaginado leyéndolos en medio de un auditorio. A las preguntas, respondió que, para él, la poesía era “tomar una emoción inmensamente privada y dejarla irreconocible”, o que “escribir un poema era descubrir sobre lo que estaba escribiendo”. Que las relaciones se iban construyendo dejando atrás “ciertas cosas” (su libro es, sobre todo, una serie de poemas sobre las relaciones de pareja), y que para los que como él, eran ateos, la poesía tomaba el lugar de la oración.

“Juan Gabriel Vásquez ha demostrado con frecuencia su amistad con la poesía. Por eso quiero precisar que, aunque Juan Gabriel sea un novelista, lo que publica ahora no es un libro de poemas escrito por un novelista, sino un libro escrito por un poeta. Cuaderno de septiembre nació como una necesidad con la intención de que la poesía hiciese sus preguntas sobre lo que decimos cuando decimos soy yo, sobre lo que dicen las cosas y sobre lo que saben de nosotros las palabras”, escribió Luis García Montero en el prólogo de este libro.

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