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Usted promueve, por así decirlo, un estilo de vida saludable basado en el ejercicio y una alimentación más consciente, pero fue hasta hace un par de años que decidió cambiar sus hábitos alimenticios. ¿Qué la llevó por este camino?
A mí siempre me gustó hacer ejercicio, en particular por la influencia que tuve desde mi hogar. Lo que uno a veces espera cuando hace ejercicio no estaba sucediendo. Me pasaba que me levantaba e iba a entrenar, pero cuando llegaba la tarde me moría de sueño (…) Mi cuerpo no lucía muy atlético, no era una gran preocupación, pero tú y yo sabemos que todas las mujeres, de esta cultura en particular, hemos tenido que dar en algún punto esa lucha de aceptación de nuestro cuerpo. Pensaba que yo era así; que así era mi genética, hasta que en algún momento alguien me impactó con una historia y me dijo: “mira, hay maneras de comer que te ayudarían a potenciar el resultado: más energía e incluso mayor rendimiento deportivo y una mejor composición corporal”. Un cuerpo que tiene una masa muscular bien alimentada se transporta mejor haciendo sus actividades y practicando su deporte. Entonces, me pareció interesante la propuesta y me metí de cabeza a buscar esos resultados, más que todo con curiosidad.
¿En algún punto pensó en desistir?
Sí, porque todo cambio es incómodo y me parece que tenemos muy subvalorados esos dolores de crecimiento: la incomodidad la tenemos como estigmatizada y realmente es una aliada. Entonces, pasa que el primer impulso es “qué jartera cambiar”. Me dieron muchas ideas interesantes, pero ¿sabes en dónde fue el éxito? En que no se trataba de luchar contra mí misma, sino en ubicar bien qué significa eso que estás sintiendo, y para mí eso es un mensaje súper importante para las mujeres y los hombres. Muchas veces yo digo “tengo hambre”, pero si ejerzo mi libertad de ese momento y miro qué es lo que pasa, me doy cuenta de que lo que tengo es sed. Ha sido revelador que un vaso de agua a veces me deja perfecta y en otras ocasiones no (…) Nos han enseñado mucho a desconfiar de eso que nuestro interior nos dice, pero lo que tenemos que hacer es aprenderlo a interpretar.
¿Qué transformaciones notó cuándo empezó a cambiar sus hábitos alimenticios?
Me sentí con más energía durante todo el día. Ya no necesitaba descansar desde temprano, algo que me sucedía desde que estaba joven. Me pasó algo maravilloso: mi salud digestiva mejoró (…) Un día vino a mi casa una amiga y me dijo: “Pilar, te vi en una foto y eres otra. ¿Qué está pasando?” Le expliqué lo que estaba haciendo. Entonces, me dijo: “Es que tú no eras así”. Yo no me había dado cuenta, porque los cambios son como la cenicienta: paulatinos. Empezamos a buscar fotos de hace algún tiempo y ahí dije: “Dios mío, qué diferente estoy”, eso fue como la cereza en el pastel.
¿Qué sintió para que reaccionara de esa forma?
Como si de pronto hubiera estado dando mi libertad muy barata… Uno sí puede cambiar algunas cosas y optimizar. No soy partidaria —aunque respeto mucho— de hacerse cosas invasivas en el cuerpo. ¿Por qué voy a someter a mi cuerpo a algo tan difícil? Podemos decir que es para sentirnos bien, pero ¿será por eso o más bien se trata de validación? Respeto las cirugías porque cada mujer está en un momento de su propia búsqueda (…) Fue muy chévere ver como yo misma podía lucir diferente y sentirme mejor, sacando el partido de quién soy yo.
Sí, que no dependa el sentirte mejor de factores externos, sino de tu propia voluntad…
Sí y de aprender ciertas cosas. También es muy importante tener una comunidad que te apoye. Te voy a contar que en estos días hice un video en la cuenta de Instagram relacionado sobre que valoremos el cuerpo por lo que hace por nosotros y no por como luce y mencionaba también que tenemos muchas reglas externas: que la “barriga” sea plana, la cola “parada”, que las caderas y las piernas sean tal cosa, y el comentario que recibí de un hombre, amigo mío, fue “juepucha, ya no tiene cola”. Entonces, pensé que era bueno que llegara ese comentario en estos momentos, pero ¿cómo lo tomaría una adolescente? ¿Por qué se siente nuestra cultura en el derecho si quiera de pensar y juzgar por algo como eso? No es culpa de mi amigo, él es fruto de unos comportamientos que estamos normalizando, pero nosotras como mujeres sí tenemos mucho qué hacer ahí.
Cambiando un poco de tema... Dentro de una vida saludable la alimentación es tan importante como el ejercicio. Sin embargo, algunas personas tienen esa percepción de que comer bien es sinónimo de restricción. ¿Cómo cambiar ese pensamiento?
Muy valioso ese punto… En nutrición, puedo decir después de estos 18 años, no hay nada concluyente y único, sino que todo está en elaboración. Mi postura, hacia donde me ha llevado mi vida, es que no conviene tener alimentos prohibidos, no conviene tener etiquetas como “comer limpio”, porque significa que hay comida sucia. Siento que todos tenemos una brújula interna, pero se nos empañó el cristal, entonces no vemos hacia dónde es, pero uno tiene que conscientemente desempañarlo para decir: “Es por acá”. Sí hay unas pautas que te ayudan y por eso una comunidad es tan importante (…). Cuando tú ves toda la comercialización de alimentos, de planes o cosas, la brújula queda dando mil vueltas, tienes que parar un momento, sosegarte, volver al centro y mirar qué pasa.
Sí, se trata de encontrar un equilibrio. En el mundo del fitness se utiliza mucho ese concepto de “comida trampa”. Entonces, una o dos veces a la semana la persona se permite comer algo no tan “sano”, pero a la vez pienso que se ejerce una presión muy grande al cerebro y puede causar más culpa en quien no cumple la regla autoimpuesta…
Correcto. Surge la culpa, cuando lo que debería haber es amor. Además, ¿trampa de qué? Es que no puede ser de normas, tienen que ser patrones saludables de alimentación. Entonces, ahí cabe un ponqué de cumpleaños, pero, ¿eso quiere decir que voy a basar mi nutrición en esos tipos de alimentos? Si es así te vas a sentir cansado, hostigado, etc., (…) A la final lo que debemos buscar todos son patrones de comportamientos saludables, no reglas rígidas a las que toca hacerles trampa.
Usted corre y es maratonista. ¿Para qué competir?
Estoy en esa pregunta… Si ves mi evolución es interesante. Mi última maratón fue de una plenitud gigante, porque ni por un minuto me trancé a negociar el objetivo de sentirme bien. Y cuando alguien me preguntaba: “¿Qué tiempo hiciste?” Les decía: “Me subí 30 minutos sobre mi mejor tiempo y no puedo estar más feliz”. ¿Por qué competí en algún momento? Creo que todos tenemos tantas luchas internas, tantas historias por resolver (…) A mí me gusta explorar, saber hasta dónde puedo llegar; si tengo límites reales o imaginarios, eso alimenta las ganas de competir de manera positiva, pero el año pasado para esta época se hizo muy evidente que lo de competir estaba llegando a un absurdo: ya no era esa curiosidad alentadora que me llevaba a qué tan lejos puedo llegar, qué tan rápido puedo hacerlo, sino otra cosa a la que todavía no le tengo nombre, y dije: “Renuncio, esto no está a favor mío”. A raíz de eso cambié mi forma de entrenar y me volví mucho más compasiva conmigo, y la verdad llegó el goce total. (…) Y así como tú empezaste la pregunta termino la respuesta: ¿para qué competir?
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¿Qué hizo posible esa transformación? Pasar de una Pilar Contreras centrada en el rendimiento y en el tiempo, a una que disfruta y se goza más la carrera…
De pronto sanar heridas. Fíjate que cuando la gente es hostil consigo misma o con otros es porque está herida. Seguramente había cosas de validación mías que no estaban resueltas, puede ser. Son hipótesis, porque no sé todavía, pero sé que estoy encontrando algo que quiero seguir explorando. Ya no me ubico sometiéndome a cosas que ahora veo no tienen sentido.
¿Y cómo se siente poder ser?
Es como ejercer un derecho que antes no te permitías ejercer.
Comparte con su esposo esa pasión por correr, incluso él también ha participado en carreras. ¿Cómo ha beneficiado eso la relación?
Eso es muy chévere, porque creo que nos pone con proyectos en común y en vulnerabilidades al mismo tiempo. Cuando uno es vulnerable, se tejen buenos lazos (…) Con Roberto, mi esposo, nos ponemos a pensar y a armar lo que representa una carrera juntos e intentamos integrar a nuestras hijas. Nosotros hicimos el compromiso de tener un amor largo y necesitamos llenarlo de ese alimento, porque es verdad que la monotonía entra (…). Lo que pasa es que lo que nos encanta muy rápidamente lo normalizamos y se vuelve paisaje, y eso es una tendencia que con esfuerzo tenemos que cambiar (…) Te cuento que muchos amigos del running nos preguntan: “Dios mío, ¿cómo hacen?, menos mal mi marido no viene a esto”. Entonces digo: “Pues bueno, cada uno tiene su relación, pero, ¿cómo es posible que te parezca indeseable que venga?”.
Retomando un poco lo que mencionaba… Pienso que cuando uno siente que tiene algo seguro, que siempre va a estar ahí con uno, como que lo comenzamos a descuidar…
Es eso… Muy contrario a la lógica, no es una conducta racional, pero es nuestra tendencia.
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¿Cómo inculcarles a los niños ese amor por el deporte sin que lo vean como una obligación?
Sí, eso es bien importante. Yo he pensado mucho en mi labor como mamá, porque sí quería que saliera bien, que nos lleváramos bien en el largo plazo. Para mí el deporte fue inculcado porque mi papá era súper deportista, pero también fue por obligación en algún momento, cuando fue así no aguanté y me salí. Afortunadamente, ya estaba en mí el recuerdo muy vivo de lo rico que era mantenerme activa. Entonces, con mis niñas ha sido un viaje raro, porque todavía no sé si estoy acertando, ya que las he tratado de llevar libres y exponerlas a las experiencias y cuando algo les gusta, apoyarlas (…) Creo que, respondiendo a tu pregunta, son ambas cosas: el ejemplo, darles oportunidades y en la medida que se pueda apoyarlos en lo que les hace saltar el corazón.
Hace algún tiempo una persona me decía que más que disciplina lo que se necesita es pasión. Para mí debe ser una combinación de ambos elementos, pero en su caso, ¿cómo ha sido?
Sí, tiene que ser una combinación de ambas, porque igual que el amor, la pasión puede que esté ahí, pero a veces se siente adormecido. Y si actuamos por pasión o motivación, es intermitente y se vuelve desagradable, porque si solamente entrenaras cuando estás apasionado o motivado, pues no vas a entrenar todos los días, entonces te vas a volver “malo”, y eso sí que es desmotivador.
Mencionaba que su deporte base es la natación. ¿Cómo fue ese traspaso de la natación al “running”?
Cuando me salí de la natación, porque sentía que estaba asfixiada, ya que para mí era como una obligación, justo ahí entré a la universidad y pasó una cosa: me rodeé de personas que también eran deportistas, algunos acababan de llegar de prestar el servicio militar en esa época y estaban como muy activos. Uno de mis mejores amigos venía de correr en el servicio militar, entonces me enseñó a correr, además mi papá había sido corredor. También, empecé a montar bicicleta, hice carreras de aventura, y después con el tiempo, como la edad adulta tiene tantos desafíos y pide tanto de uno, hizo que fuera más fácil simplemente hacer un deporte en donde solo necesito saltar a los tenis y ya estoy lista para empezar.
¿Y que le llamó la atención de correr?
Dicen, los que saben mucho, que la meditación tiene que ser en quietud, pero siento una quietud total cuando corro, puede ser que no sea propiamente como la meditación, pero uno sí puede correr con la mente de la meditación. Hay una especie de presencia en la que uno libera la conciencia y es muy mágico.
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¿Todavía se mantiene esa sensación que menciona?
Sí, tremendamente… es un placer gigante. Aunque hay días que no; “hay malas corridas”, pero se sabe que como todo (es estadística): algunas buenas y algunas malas.