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Puntualmente -porque al fin y al cabo uno se está respondiendo sus propias preguntas- pienso en el oficio en el que me desempeño: “Librero”. ¿Para qué existimos y por qué importamos? ¿para qué las librerías si las compras se pueden realizar a un clic? O, dicho de otra forma ¿para qué sirve un librero?
La pregunta puede que en apariencia conlleve una respuesta que no favorece tanto: un librero sirve para vender libros. ¿Si esto ya lo hacen los algoritmos, entonces para qué existimos nosotros? Es cierto que el cometido final es la venta, pero en su esencia, el mérito de un librero radica en el camino preliminar: El cultivo de lectores, el acompañamiento, las recomendaciones, el descubrimiento, los conversatorios, la palabra, la seducción con la curaduría de los libros, el espacio, el café, el aroma, el criterio y las experiencias que se cuentan detrás de lo visible. Puede que sea lo mismo un libro que se compra por Amazon a uno que se compre en una librería independiente y, aun así, el libro también cuenta la historia del lugar donde se obtuvo.
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Hubo tiempos en los que adquirir un buen libro era toda una odisea. Sabemos que con la llegada de la imprenta en el siglo XV se dio una gran revolución cultural y se logró una mayor divulgación del arte y la literatura. En Latinoamérica se tuvo la primera imprenta en el año 1524, ubicada en ciudad de México, y solo hasta el año 1737, gracias a la compañía de Jesús, llegó la primera imprenta en el territorio colombiano, y en 1894 se funda la primera imprenta nacional. De mi infancia, más que las visitas a librerías, recuerdo a Círculo de Lectores, que llegaba hasta la casa para llevar las lecturas que se ofrecían desde los catálogos de novedades. Con las nuevas formas de compras vía web esto ha caducado y con seguridad se logra saciar de una forma más inmediata el deseo de un lector; no se necesita más que un monitor de intermediario. Entonces, uno vuelve a preguntar: ¿Para qué sirve un librero?
He dicho que la pregunta en apariencia conlleva una respuesta que no favorece tanto, aunque lo cierto (y aquí cometeré una gran contradicción) es que un librero no vende libros. O bueno, sí, pero más allá de la venta, un librero es quien seduce. Por la web se accede de forma rápida a las compras de los libros más comerciales, nos salen ventanitas con imágenes de libros sugeridos de acuerdo con nuestras últimas compras y nos dicen que si nos gustó tal libro nos puede gustar aquel otro… Sin embargo, que alguien converse contigo, te hable de lecturas y te presente un gran autor que poco se conoce y por el cual difícilmente se preguntaría, es algo que solo lo puede hacer un librero. Caso parecido sucede con las recomendaciones. También existen plataformas que te recomiendan libros, pero hacer una curaduría para escoger los mejores libros entre los mejores, es algo que solo puede hacer un librero. Esto por solo mentar unas cuantas cosas, sin hacer alusión a todo lo que sucede en las librerías que es imposible que suceda en la web, algo tan simple como tomarse un café y luego contemplar un buen libro de Taschen, conocer lectores mientras buscas libros, encontrarte escritores o preguntar por los recomendados del mes.
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El problema serio (porque no nos puede faltar el problema) es que muchos libreros no se dan su lugar. Terminan siendo vendedores de libros, como si este fuera cualquier otro objeto del mercado, blusas o zapatos. Hacer de la venta del libro un asunto de comercio más es desdibujar la poética que se alberga en estos lugares mágicos cargados de palabras, imágenes y emociones. Es eso precisamente lo que no puede pasar. Admiro profundamente a Yuly de la librería El licenciado cada vez que habla del cultivo de lectores desde la infancia y me encanta la convicción de Claudia Morales de Árbol de libros cada vez que dice: “Los libros si pueden cambiar el mundo”
He ahí el punto importante: Un librero es quien filtra, elige, admite y rechaza. Más allá de la concurrida pregunta que reza, ¿ustedes se leen todos estos libros?, lo que si se puede admitir contrario a esto (con cierto grado de excepciones) es que investigamos el contenido de los libros que se desea ofrecer. Lo demás, lo que tiene que ver con la compra final, o si algún presidente, ministro o senador sacó un libro, es algo que incluso sale por los noticieros.
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En fin, creo (porque los tibios sí llegan al cielo) que solo con los libros y las librerías se puede lograr fomentar a profundidad la cultura. -y, por supuesto, con las bibliotecas, los docentes, promotores y artistas- De resto, para lo superfluo y lo demás, existe la técnica.