Paramahansa Yogananda, el hombre que difundió el yoga y la meditación en Occidente
El yogui, quien nació hace 130 años, llevó sus conocimientos de “kriga yoga” y meditación a Estados Unidos en 1920 a través de su organización espiritual Self-Realization Fellowship.
Danelys Vega Cardozo
Cuando Paramahansa Yogananda tenía once años fue sorprendido por una alucinación mientras dormía. La figura de su madre se le reveló en su habitación. Le avisaba que debía tomar un tren hacía Calcuta (India) junto con su padre, si querían verla. En ese momento supo que su mamá se iba a morir, así que se lo comunicó a su padre, pero él no le creyó. Le dijo que no les prestara atención a sus alucinaciones. “Tu madre está con excelente salud. Si recibimos algunas malas noticias, partiremos mañana”. Y eso fue lo que ocurrió. Se embarcaron en un viaje en tren acompañados por un sentimiento de tristeza. En el caso de Yogananda, también el vacío hizo su aparición. El vacío de pensar en que no volvería a ver esos ojos negros “que habían sido su refugio”. “Yo amaba a mi madre como el más querido amigo en la tierra”.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Cuando Paramahansa Yogananda tenía once años fue sorprendido por una alucinación mientras dormía. La figura de su madre se le reveló en su habitación. Le avisaba que debía tomar un tren hacía Calcuta (India) junto con su padre, si querían verla. En ese momento supo que su mamá se iba a morir, así que se lo comunicó a su padre, pero él no le creyó. Le dijo que no les prestara atención a sus alucinaciones. “Tu madre está con excelente salud. Si recibimos algunas malas noticias, partiremos mañana”. Y eso fue lo que ocurrió. Se embarcaron en un viaje en tren acompañados por un sentimiento de tristeza. En el caso de Yogananda, también el vacío hizo su aparición. El vacío de pensar en que no volvería a ver esos ojos negros “que habían sido su refugio”. “Yo amaba a mi madre como el más querido amigo en la tierra”.
Llegaron a Calcuta para encontrase con la muerte. “Sufrí un colapso y quedé como sin vida. Pasaron muchos años antes de que mi corazón se tranquilizara”, recordó Paramahansa Yogananda en su libro Autobiografía de un yogui. El yogui (practicante de yoga) que estaba destinado a ser según un mensaje que le dejó su madre antes de morir. Porque cuando era un bebé, ella lo había llevado hasta la casa de un gurú (maestro espiritual) llamado Lahiri Mahasaya. Allí, su madre esperó pacientemente a que el gurú se fijara en ellos e interrumpiera su meditación. Luego de un rato, su anhelo se hizo realidad. “Madrecita, tu hijo será un yogui. Como un motor espiritual, él conducirá muchas almas al Reino de Dios”, le dijo el maestro. Aquellas palabras se hicieron realidad con el paso de los años, pero, para lograrlo, Yogananda buscó, durante mucho tiempo, un hombre que lo pudiera guiar espiritualmente. Un día lo halló.
Para ese momento, Paramahansa Yogananda ya meditaba y había culminado sus estudios secundarios. Se había ido con un amigo a una ermita Mahamandal en Benarés (India). En ese lugar perdió un talismán de plata que le había dejado su madre. “No te entristezcas tanto por la pérdida de tu amuleto; ya cumplió su propósito”, le dijo un hombre alto al que llamaban maestro, a quien conocía desde mucho tiempo atrás, porque él se le había revelado en varias ocasiones. Los dos sabían, no solo Yogananda, que en algún momento se encontraría porque estaban destinados a ser discípulo y maestro. Entonces, llegó ese día que tanto los alegró y quedaron sumidos en una conversación.
- “Yo te daré mi ermita y cuanto poseo”, le dijo Sri Yukteswar a Paramahansa Yogananda, su nuevo discípulo.
- “Señor, yo he venido para obtener sabiduría y el contacto de Dios: esos son, de sus tesoros, los que yo ambiciono”.
Le invitamos a leer: Tito Rodríguez: “El inolvidable” que vivió cincuenta años
Sri Yukteswar le pidió a Yogananda que regresara a Calcuta con su familia. Le dijo que se volverían a ver dentro de un mes en el poblado de Serampore, donde se encontraba su ermita principal. “La próxima vez que nos encontremos, tendrás que revivir mi interés por ti. Yo no acepto fácilmente un discípulo. Debe haber un absoluto rendimiento de obediencia a mi estricto adiestramiento”.
Tal como habían acordado, Paramahansa Yogananda, luego de cuatro semanas, se dirigió hasta la ermita de su maestro, quien le dijo, una vez más, que debía regresar a Calcuta no solo para estar con su familia, sino para continuar con sus estudios. Aquello tenía un propósito. “Algún día irás a Occidente. Su pueblo prestará más atención a la antigua sabiduría de la India, si un instructor hindú posee un grado universitario”. A pesar de eso, no había ninguna razón para no continuar viéndose, pues incluso Calcuta quedaba cerca de aquel lugar: a 24 kilómetros. Antes de su partida, Yogananda empezó su iniciación en Kriya Yoga, una técnica que conocía gracias a su padre y un tutor, “pero en presencia de mi Maestro yo experimenté un poder transformante. A su contacto, una gran luz se abrió paso en mi ser, como la gloria de incontables soles ardiendo juntos. Una inundación de inefable felicidad desbordó en mi corazón hasta lo más profundo (…)”.
Los días de Yogananda trascurrían entre el Scottish Church College de Calcuta y la ermita en Serampore. Aunque, en realidad, en el primer lugar poco se le veía, pues para él aquella ermita tenía “un atractivo irresistible e insuperable”. Allí, junto con otros estudiantes de Sri Yukteswar, continuó con la práctica del Kriya Yoga, que fue desarrollado por Mahavatar Babaji y relacionado con la meditación, el control mental, la respiración y nuestros centros de energía, también conocidos como chakras. “El Kriya Yoga es un simple método psicofisiológico por medio del cual la sangre humana se descarboniza y vuelve a cargarse de oxígeno. Los átomos de este extraoxígeno son transmutados en corriente de vida para rejuvenecer el cerebro y los centro o chakras en la columna vertebral”.
Le recomendamos leer: Lilly Bleier de Ungar, la superviviente que se entregó a los libros
Los años fueron pasando y fundó una escuela de yoga, pues se dio cuenta que la educación tradicional se preocupaba solo por el intelecto y lo relacionado con el cuerpo, pero “los valores morales y espirituales, sin cuyo aprecio ningún hombre puede encontrar la felicidad, estaban haciendo falta en la circulación común”. Entonces, inició con su proyecto en Dihika (India), que luego pasó a ser desarrollado en Ranchi. Los estudiantes de aquella escuela obtenían conocimientos académicos, pero también enseñanzas en torno al yoga, la meditación y el “yogoda”, “por lo cual la fuerza de vida, centralizada en la médula oblongada, puede ser consciente e instantáneamente, recargada de la fuente ilimitada de energía cósmica”.
Hasta que llegó el día de su viaje a Occidente y se marchó de Ranchi, pero la escuela continuó. Mientras estaba meditando tuvo una visión, aquella que tomó como una señal de que había llegado el momento de su partida. Entonces, regresó a Calcuta. Sorpresivamente, estando allí, le llegó una invitación para participar en un congreso internacional que se realizaría en Boston (Estados Unidos). No contaba con dinero para emprender aquel viaje, así que su papá se lo dio. “Marcha, pues, a las tierras de Occidente y distribuye allí las enseñanzas sin dogmas de Lahiri Mahasaya, sobre Kriya Yoga”, le dijo. Antes de irse de la India, también se vio con su maestro, quien le recomendó que conservara su autenticidad. “Sé tú mismo, tu verdadero ser, un hijo de Dios. Busca e incorpora a tu ser las mejores cualidades de todos tus hermanos, diseminados en todos los lugares de la tierra en las diversas razas”.
En agosto de 1920 emprendió un viaje en barco hacia Estados Unidos. Tardó dos meses para pisar suelo norteamericano. En aquel país no solo asistió al debate en Boston, sino que se dedicó durante varios años a dictar conferencias y hasta tuvo tiempo para fundar una organización espiritual: Self-Realization Fellowship, que se encargaría de expandir a Occidente esa antigua técnica llamada kriya yoga. No solo eso, porque Paramahansa Yogananda estableció en total once metas e ideales para aquella organización. “Conquistar el mal con el bien, el sufrimiento con el gozo, la crueldad con la bondad y la ignorancia con la sabiduría”, dice una de ellas.
Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖