Patricia Ariza recibió la Orden de la democracia Simón Bolívar
La directora del Teatro la Candelaria y exministra de Cultura recibió la Orden de la democracia Simón Bolívar en la Cámara de Representantes. Un texto con los detalles, las presentaciones y palabras que se pronunciaron en honor a la artista.
Laura Camila Arévalo Domínguez
“Recuerdos a nuestra ministra”, le dijeron algunos campesinos a la senadora Aída Avella. Hace unos días, alguien la vio en un noticiero y dijo que cada vez que la veía recordaba a la Unión Patriótica. Que recordaba sus gritos durante y después de salvarse de un atentado. Fue durante aquellos años en los que sus compañeros militantes y ella tuvieron que huir antes de encontrarse con el final que, día a día, enfrentaban los que no lograban salvarse. No la recordaba como víctima, pero las razones para exiliarse, aquel documental llamado El baile rojo y las noticias e historias que escuchó esa persona cuando fue niño, no lo dejaron olvidar que nació en un país difícil. Este jueves 31 de agosto, Avella estuvo en el Salón Elíptico de la Cámara de Representantes del Congreso de la República y su discurso se pronunció en nombre de Patricia Ariza, poeta, directora del Teatro La Candelaria y exministra de Cultura. Otra sobreviviente de aquel genocidio “contra la nación”.
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“Recuerdos a nuestra ministra”, le dijeron algunos campesinos a la senadora Aída Avella. Hace unos días, alguien la vio en un noticiero y dijo que cada vez que la veía recordaba a la Unión Patriótica. Que recordaba sus gritos durante y después de salvarse de un atentado. Fue durante aquellos años en los que sus compañeros militantes y ella tuvieron que huir antes de encontrarse con el final que, día a día, enfrentaban los que no lograban salvarse. No la recordaba como víctima, pero las razones para exiliarse, aquel documental llamado El baile rojo y las noticias e historias que escuchó esa persona cuando fue niño, no lo dejaron olvidar que nació en un país difícil. Este jueves 31 de agosto, Avella estuvo en el Salón Elíptico de la Cámara de Representantes del Congreso de la República y su discurso se pronunció en nombre de Patricia Ariza, poeta, directora del Teatro La Candelaria y exministra de Cultura. Otra sobreviviente de aquel genocidio “contra la nación”.
Gabriel Becerra, representante a la Cámara por el Pacto Histórico, propuso entregarle la Orden de la Democracia Simón Bolívar en grado cruz oficial a Ariza (la Orden de la Democracia Simón Bolívar es un honor y distinción oficial del orden civil concedida por la Cámara de Representantes de Colombia a ciudadanos destacados por su servicio a la patria en cualquier campo). Además de Avella, al evento asistieron las senadoras Gloria Florez, Jahel Quiroga y Clara López. A la cabeza del salón también se sentó Adriana Molano, viceministra de Cultura.
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Después de un aplauso que duró más de dos minutos, el evento comenzó “por la causa de Patricia Ariza, que es la causa de todo el país”. La dramaturga logró reunir no solamente a los funcionarios públicos que se sumaron a la iniciativa de Becerra, sino a su familia, a sus amigos y a una serie de artistas que, como ella, siguen creando a partir de una certeza: la cultura es la única que podría terminar con la guerra que aún padece el país. César López fue uno de ellos. Cantó dos canciones: Hasta que amemos la vida y El tanque que nunca salió. Las dos surgieron a partir de la muerte de otros con el objetivo de que nadie más tenga que morir así. López y Ariza repiten mucho eso: que se acabe la guerra para que nadie más tenga que morir así.
Al cantante y compositor colombiano se le reconoce por su persistencia: acumula años cantando en los lugares donde hubo alguna masacre o algún abuso. Viaja y viaja con una guitarra y la convicción de que tiene poderes curativos. Como si hubiese firmado el juramento hipocrático de los médicos, acude a los sitios en los que cree que puede ayudar a que el dolor no sea tan intenso, o a que sea intenso con su compañía. Creó algo llamado “Batallón de reacción inmediata” para atender tragedias que pudieron evitarse. Se inventó la escopetarra para convertir un arma en una guitarra. Esa vida de músico comprometido con la causa de la paz, se parece a la de Ariza, dramaturga obsesionada con la vida.
“Este acto tiene una importancia muy amplia. Además de lo obvio, representa la descolonización de estos espacios. Las columnas del Congreso estaban acostumbradas a recibir a los señores, hoy reciben a una mujer íntegra y valiente. Te quiero mucho, Patricia”, dijo, y comenzó a cantar.
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Después de su presentación, se proyectó un video con una secuencia de imágenes y una voz en off que dejó algunas frases e ideas esenciales: de su mamá, Ariza sacó la fuerza. De su papá, la seguridad: “no me puso a estudiar porque decía que él me podía enseñar todo lo de la vida”. Tuvo un hermano lector, muy lector, que se interesó en el nadaísmo, lo que también la interesó a ella, que ahora dice que se trató de una rebeldía. “Escribía poemas, sí, pero de manera vergonzante”, dijo. A Ariza le cambió la forma de hacer teatro cuando supo de la creación colectiva, que para ella fue una forma revolucionaria de transformar las jerarquías. Una forma de convertir a los actores en sujetos dentro de las obras. Contó que el Teatro La Candelaria nació con el público y que durante el genocidio de la UP no se murió por las balas, pero que casi la mata la tristeza: “De la depresión me sacaron los ‘ñeros’”. Un día, llegaron a tocar a mi puerta. Yo salí a la defensiva: ‘¿qué quieren?’, les dije, y ellos contestaron ‘Nosotros queremos hacer teatro con usted’. Primero, me sentí profundamente ridícula. Después les pregunté cuándo querían comenzar. ‘Si quiere ya, madre, nosotros tenemos tiempo’, me dijeron”.
En Colombia la vida ha sido más frágil: nacemos con la certeza de la muerte, pero no de qué tipo de muerte, con una probabilidad alta de que sea ruidosa, violenta, dolorosa. Por eso fue que, además de artista, se convirtió en activista, aunque reconoció que la “mezcla” le resulta esquizofrénica: “no es lo mismo y cada función requiere de un esfuerzo inmenso”.
Después del video, Edson Velandia retomó la música y le cantó canciones para recordarle su compromiso con la sencillez, la tierra y con el amor que músicos como él le profesaban. “Le voy a cantar como la ñera que es”, y ella aplaudió.
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Durante su discurso, Avella le agradeció por recordarle que todos los días hay una oportunidad para crear algo y por haberle dado fuerza a todos los militantes de la UP que tuvieron que irse del país. “Las veladas en su residencia, que es casi como un museo, las recordaremos siempre. Reconocemos su compromiso con las víctimas y con el arte. Ella es un ícono de la cultura”, concluyó la senadora, que invitó a los presentes a cantar el himno de la UP. Ella y Ariza se llevaron la mano al corazón. Se pusieron de pie. Abrieron los brazos.
Gabriel Becerra le entregó el reconocimiento y Ariza, la primera ministra de Cultura de un gobierno de izquierda en el país, dijo:
“Agradezco por esta distinción que tiene dos sentidos: el de la democracia y el nombre de nuestro querido Simón Bolívar, que murió dejándonos el sueño de la independencia. Se reconoce una parte extensa de mi vida dedicada a arte, un camino que me ha llevado a tratar de descifrar los enigmas que nos plantea la vida. Confieso que he tratado de cambiar el mundo a punta de poemas y obras de teatro. He actuado, pero también he gritado en las calles. Gracias a mi familia, a mis grupos, a mis amigos. Les dedico este reconocimiento a ellos. Mientras el mundo se inunda, se hiela y se cocina, aquí no escampa la guerra, como si estuviéramos condenados a otros cien años de soledad, y no lo estamos. Ustedes y yo lo sabemos. Esto se puede parar, pero no es un asunto de la política. Es también y, sobre todo, un asunto de la cultura”.