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“El talento no sirve si no hay disciplina”: Patricia Sierra

La Fundación Pies Descalzos, que fue creada en 1997, se ha enfocado en apoyar la educación en Colombia desde hace 17 años. Su directora habló sobre su trayectoria en esta organización y los retos que afronta Colombia en el ámbito educativo.


Andrea Jaramillo Caro
18 de octubre de 2024 - 12:00 p. m.
Patricia Sierra se convirtió en la directora ejecutiva de la fundación en 2012.
Patricia Sierra se convirtió en la directora ejecutiva de la fundación en 2012.
Foto: Cortesía FPD

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¿Cómo fue su trayectoria para llegar a la Fundación Pies Descalzos?

Venía del mundo de la educación en América Latina, en poblaciones muy vulnerables. Cuando llegué a Pies Descalzos, Shakira quería tener un programa de alimentación. Junto a María Emma Mejía la convencimos de que se hiciera a través de las escuelas, porque esa era la manera de cambiar la perspectiva de los niños, de cambiar sus vidas y sentar unas bases para que ellos avanzaran. Cuando empecé, hace 21 años, éramos un equipo muy pequeño, acompañando procesos en Chocó, Soacha y Barranquilla. Esas fueron nuestras primeras ciudades, porque obedecían al tema del desplazamiento en el país. En principio, empezamos a resolver todos los temas de cómo había que construir espacios donde los niños pudieran estudiar, porque no había espacios educativos que dieran cuenta de una mejor educación. Shakira se montó en este bus de entender que la educación no era solo la manera de dar ese salto, sino también de acceder a los demás derechos.

¿Qué ha sido lo que más la ha impactado durante sus años de trabajo en la fundación?

Ver cómo cambia la vida de cada niño. Tenemos historias como la de Juan Carlos, un chico que no hubiera llegado nunca a la escuela, pero que ahora está en Brasil estudiando medicina, era su sueño. Cada historia, que ha sido maravillosa, me importa, pero también ha habido tristes. Todas estas cosas te tocan en la vida. Conocer la Colombia profunda, esa donde no todos llegan, ha sido impactante.

¿Cómo descubrió que estos temas la apasionaban?

El sentido de vida lo encontré cuando estuve trabajando con poblaciones muy vulnerables con el Christian Children Fund, y a partir de eso no quise seguir siendo ingeniera, sino ir hacia la psicología. Entendí que mi labor estaba alrededor de la educación, y así me especialicé en psicología social y comunitaria, que habla justamente de cómo todos tenemos que ayudar para llegar al mismo lado. En mi familia somos 15 hermanos y tuvimos una niñez con las cosas mínimas, pero con todo el amor y el estímulo. La educación nos dio la posibilidad de evolucionar, y creo que todos los niños merecen tener la oportunidad de encontrar su pasión, como descubrí la mía en el servir a otros y construir con ellos un país al alcance de todos.

¿Cuál cree que es el reto más grande al que se enfrenta Colombia en cuanto a educación?

Entre la ruralidad y lo urbano, creo que es la brecha que hay entre lo público y lo privado. Cada maestro tiene la pasión por enseñar, y lo que quiere hacer Pies Descalzos es fomentar la pasión en los maestros, que entiendan que la vida que tocan o dejan de tocar está cambiando a Colombia, está cambiando el mundo para bien o para mal.

¿Podría mencionar una experiencia que la haya marcado a nivel personal y profesional?

Cuento mucho esta historia. Siempre tenía suscripción a un periódico y, en algún momento de una mala racha, no llegó más porque no había cómo pagarlo. Ese día entendí por qué las gentes de las comunidades a veces no pelean por sus derechos o no los hacen valer, porque no los han tenido. Por eso siempre el trabajo de la fundación y de todos los sitios donde he estado es entender y trabajar con las familias, con los papás, con las mamás, con los niños, con los maestros, desde ellos mismos, desde la cocreación conjunta, porque ellos tienen demasiados saberes. También me marcó mucho ser madre joven y entender que tenía que cambiar la vida de ese hijo que iba a nacer. Eso me motivó a trabajar en educación.

¿Cuál es la lección más valiosa que aprendió de sus padres?

Eran dos papás campesinos, pero aprendí todo de ellos. Me enseñaron a ser solidaria, que la verdad va sobre todo, que la razón la tiene todo el mundo y tenemos que trabajar juntos. Mis papás no habían tenido estudios, mi mamá hizo la primaria varias veces porque era lo único que había, pero luego les enseñaba a los de su vereda a leer. Me enseñaron que podía ser la mejor en lo que hiciera y tener disciplina. Hay mucha gente con varios talentos, pero los desaprovechan porque no tienen disciplina. El talento no sirve si no hay disciplina y si no hay respeto por el otro.

¿Cuáles han sido sus momentos favoritos trabajando en la fundación?

Los días de la graduación de los chicos. Mis momentos favoritos son los que ponen en escena unos temas de arte en donde uno se sorprende y reflexiona que con tan poquito lo que ellos pueden hacer e impresionante. No es mucho realmente lo que les apoyamos, pero con ese poquito para ellos el cielo es el límite. Cada día que veo un niño y una niña que triunfan, cada vez que una niña termina su carrera universitaria, siento que junto a ellos estamos todos ganando.

¿Cómo se imagina el futuro de la fundación?

En el inicio era una fundación pequeña, teníamos cinco colegios, llegábamos a 4.000 niños, y todo el mundo nos decía: “eso tan bueno que está pasando en sus colegios, ¿por qué no lo avanzamos a otros lados?”. Por eso, en este momento, estamos llegando a más de 300 colegios, no todos son construidos por la Fundación, estamos llegando anualmente a 24.520 estudiantes, hemos llegado a más de 224.000 niños y el futuro es creciendo, pero sin perder la calidad humana, porque también cuando uno ve que crece, pierde la capacidad. Me preocupa que yo no pueda saber quién es cada una de las personas que trabajan en la fundación.

¿Cuál cree que es el aprendizaje más valioso que le puede dejar el paso por una institución educativa a un niño?

El querer aprender todos los días para que su comunidad cambie. Digo que tenemos los pies descalzos el día que logremos que cada niño entienda que él va a acompañar a cambiar su comunidad.

De su formación como psicóloga, ¿qué cualidades cree que como sociedad debamos desarrollar para hacer el mundo más accesible a los niños?

La empatía, el pensar cómo me pongo en el lugar del otro para entenderlo y poder avanzar, para que no haya esta polarización que tenemos en un país como Colombia, o América Latina, en general. Otra palabra que aprendí esta semana es simpatía: cómo usar de la mejor manera aquello que tengo, como en una orquesta. Ahí el violín es el instrumento más simpático porque tiene que trabajar sobre objetivos comunes, el violín ayuda a que la orquesta se vaya enfocando. La simpatía es cómo todos trabajamos por esos objetivos comunes y, en Pies Descalzos, será toda la cultura de la infancia para que esos niños tengan todas las posibilidades que les ayuden a ser unos adultos sanos.

Andrea Jaramillo Caro

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com

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