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La casa de terror que no asusta

Patricia Venturoli, quien desde hace veinte años decidió convertir su hogar en un museo de piezas de cine, tiene una colección de más de cincuenta Chuckys.

Danelys Vega Cardozo
31 de octubre de 2022 - 12:00 p. m.
 Patricia Venturoli es publicista y dibujante.
Patricia Venturoli es publicista y dibujante.
Foto: Mauricio Alvarado / El... - Mauricio Alvarado

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Su padre era coleccionista de proyectores de cine y antigüedades. ¿Cómo fue crecer en ese escenario?

Durante mi infancia fui una niña supremamente consentida (soy la menor de mis dos hermanos). Mi papá era coleccionista de antigüedades, entonces yo dormía con más de quince relojes, incluso en mi casa conservo uno de sus relojes. Él coleccionaba proyectores, relojes, esferos, etc, pero todo eran antigüedades. Era muy feliz porque quienes iban a mi casa decían: “Tan bonita tu casa con todas esas cosas”. Lo curioso es que a mí no me gustan las antigüedades. Como mi papá coleccionaba proyectores, él iba a los pueblos y proyectaba películas. En la casa cural hablaba con el sacerdote y le decía: “Mira, voy a traer tal película” (Mi papá incluso proyectó a color Lo que el viento se llevó). Él hacía todo eso como hobby; las ganancias se las dejaba a las iglesias. Él decía que era muy triste que las personas en los pueblos no pudieran venir hasta Bogotá a ver cine. A raíz de todo eso nació mi amor por el cine (no soy de las personas que ven novelas, sino de las que se acuestan a ver dos o tres películas). Tengo una colección de más de 15.000 películas, que tengo guardadas en cajas grandes que están debajo de mi cama.

¿Por qué se interesó en el cine de terror?

El terror me trae recuerdos de mi infancia, cuando mi papá se sentaba a mi lado y me contaba cuentos de terror. Antes de dormir, se inventaba historias y me las contaba. Después de eso, me mandaba a la cocina a que trajera algo (precisamente para que no fuera miedosa) y me pagaba; me daba plata. Entonces, me críe en un ambiente en donde nunca tenía miedo. Me veía con mi papá películas de Boris Karloff y Cuentos de la cripta. De ahí nació todo ese amor por el coleccionismo, de querer tener piezas únicas y de películas antiguas que se estrenaron hace 20 o 30 años o más como El exorcista, que se estrenó en 1973 (¡Qué bueno uno poder tener esa pieza y recordar a la mejor película de terror hasta el día de hoy!; eso es lo que me hace feliz).

Pero, ¿qué le llamó la atención de este género cinematográfico?

El primer género de cine que me gusta es el de terror; el segundo es el de suspenso y el tercero es el cine negro, que tiene que ver con gánsteres. Me gusta mucho este último porque soy de origen italiano. Por eso, la primera figura de colección que tuve en mi casa fue el carro de El padrino, también fue mi primer diorama, en donde coloqué todos los gánsteres. El cine de terror a ti te causa adrenalina, la adrenalina de uno sentir miedo (quizá eso es lo que me apasiona). No veo películas de comedia porque no me gustan (la única que me ha gustado es La máscara). Hace poco me vi El tren bala, pero porque mi actor favorito es Brad Pitt. Cuando voy a comprar figuras de cine y, por ejemplo, estoy buscando una de John Travolta y veo un Chucky o una figura de terror que no tengo, ten por seguro que me llevó la de terror y dejo a John Travolta.

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¿Por qué, a pesar de que no le gustan las antigüedades, decidió conservar ese reloj de su padre?

Antes —cuando ustedes ni siquiera habían nacido—, la transmisión de los programas televisivos era hasta las 9:00 p.m. y en blanco y negro. Sin embargo, los viernes y sábados la transmisión duraba hasta la medianoche. Entonces, a las 11:00 p.m. salía Boris Karloff y decía: “Van a ser las 12:00”. En ese momento, sonaba el reloj y difundían media hora de todos los cuentos que hacía Boris Karloff. Entonces, cuando oigo el reloj —a pesar de que era de mi padre y me lo dejó— me llega el recuerdo de esas películas. Por eso te digo que mi colección tiene sello propio: no colecciono lo que no me gusta, sino todo lo que me hace feliz y me trae bonitos recuerdos.

Las piezas son parte de su identidad…

Claro… Tú te das cuenta por las piezas que tengo en mi casa, por ejemplo, que a mí me gusta el rock. Puedes deducir que mi cantante favorito es Elvis Presley, porque es de las piezas de artistas que más tengo. Lo que no veas es porque realmente no me gusta. Yo digo que uno debe tener sello propio para coleccionar. Mi hermano, como también creció con el coleccionismo, se volvió coleccionista, pero de cubos de Rubik (tiene casi 200). Él fue quien heredó los proyectores de mi papá. Mis hijos se volvieron coleccionistas a raíz de que me vieron coleccionar. No fui de las mamás que les regalaba jeans o zapatos de cumpleaños, sino las figuras de las series que veía que les gustaban. Mi hijo mayor, por ejemplo, era muy amante de Dragon Ball, entonces le regalaba esas figuras para que las conservara y el día de mañana dijera: “Estos fueron mis primeros juguetes”.

¿Qué quería inculcarles a sus hijos regalándole esas figuras? ¿Buscaba tal vez preservar un legado familia?

No, no quería preservar un legado. Simplemente, como de niña fui tan feliz conservando mis cosas, quería que ellos aprendieran a cuidar las suyas por si algún día querían conservarlas; eso era lo que buscaba enseñarles. Que ellos se hayan vuelto coleccionistas es otro cuento y, de hecho, coleccionamos cosas diferentes. Mi hijo mayor colecciona solo figuras de anime, pero yo no tengo conocimiento sobre ellas. A mi hijo no le gustan las películas de terror, entonces me pregunta: “Mami, ¿qué personaje es ese?”. Nosotros funcionamos así: aprendemos el uno del otro. Una de mis hijas colecciona figuras de Star Wars, mientras que la otra colecciona anime. Mi esposo coleccionaba legos cuando lo conocí, entonces dijo: “Si mi esposa se tomó el apartamento, yo me tomo el estudio” (empezó a sacar sus legos y a armarlos en ese espacio). Aquí es muy sabroso porque todos hablamos el mismo idioma.

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Cuenta con una colección de más de 50 Chuckys. Su amor por él surgió desde la primera vez que vio la película “Chucky: el muñeco diabólico”. ¿Qué le llamó la atención de este personaje?

Chucky es un personaje que encierra todos mis gustos. Desde niña me gustan los muñecos. Cuando era pequeña, viendo que mi papá era coleccionista, le dije que quería coleccionar las muñecas de todo el mundo, de cada país (ese era mi sueño de infancia). Chucky es un muñeco de terror que tiene el pelo naranja (como mi color favorito). Entonces, por eso digo que reúne mis gustos. Para mí fue emocionante oír a Chucky hablar sin necesidad de pilas (me impactó que la mamá cogiera al muñeco sin tenerlas). En los años 70 dieron una película con una muñeca perversa (muy parecida a Chucky), quien le hablaba solo a una niña. En la cinta, la muñeca corrió y logró matar al padrastro de la niña, quien iba a maltratar a la pequeña. Entonces, recordé esa película cuando vi a Chucky. A mí me pareció formidable verlo correr, así que dije: “Este personaje lo debo tener”. Me empecé a ver todas sus películas y a coleccionarlo. De hecho, comencé a coleccionar porque quería tenerlo a él.

Mencionaba al inicio que “El exorcista” es la mejor película de terror, ¿por qué?

El exorcista fue la primera película de terror que salió a ese nivel, porque nosotros estábamos acostumbrados a ver un cine muy elemental. No teníamos la perspectiva de un demonio, menos en esa época, en donde teníamos muy marcado todo lo relacionado con la iglesia. De hecho, El Exorcista fue una película que el Vaticano prohibió y no la iba a dejar proyectar. Por eso, el principio de la cinta sale recortado en el mundo entero. Para esa época, a nosotros en Colombia nos llegaba el cine un años después. El Exorcista, primero, nos enseñó cómo era hacer un cine diferente, que asustara a la gente. Después de ver esta película, hubo adultos que dejaron de dormir. En ese entonces no existía mucho eso de los efectos especiales, así que lo que hicieron fue maquillar a la protagonista y convertirla en un demonio. Hasta el día de hoy, todas las películas que tienen que ver con exorcismo sacan algo de esa cinta.

En su caso, ¿cómo fue esa experiencia de ver “El exorcista”?

En esa época era menor de edad (tenía aproximadamente catorce años), y exigían la cédula para ver la película. Se consideraba mayor de edad a quien tenía 21 y no 18. La película la proyectaron en el Teatro Aladino (Bogotá), donde actualmente está la Panamericana de la calle 60. Entonces, fui a ver El exorcista, pero me devolvieron porque pedían la cédula. Para la segunda vez que fui, me maquillé, pero también me devolvieron. La tercera fue la vencida: el señor me miró y dijo: “Esta niña se tiene que ver esa película como sea”. Logré verla y no la entendí (era muy inocente). A los quince días fui con un grupo de amigos y, como era el mismo portero, me dejaron entrar. Esa vez sí la entendí y eso ocasionó que me gustará aún más el terror. Te confieso que duré más de ocho días sin poder dormir; me aterrorizó no tanto el maquillaje de la niña, sino la movida de la cama. Entonces, recordaba El exorcista cada vez que brincaba la cama.

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Y demoró dieciséis años para poder tener el Chucky de tamaño real…

Sí, porque los otros los logré tener después de cinco años de estar coleccionando. Chucky es un personaje que me identifica y que hoy en día te confieso que lo quiero más, porque gracias a él he ido adquiriendo reconocimiento (soy conocida como “la mamá de los Chuckys”). Entonces, tengo que ser agradecida con el muñeco.

¿Cómo fue para usted que precisamente dos días antes de su cumpleaños le llegara el Chucky que estuvo esperando por 16 años?

Coincidencias de la vida… simplemente era para mí. Eso se lo debo a un amigo, quien fue el que me hizo el favor de comprarlo, porque había una lista para encargar al muñeco. Mi Chucky es original. El día que se compró derramé lágrimas de emoción porque me sentía como Andy: recibiendo mi paquete grande de cumpleaños. Yo esperaba el muñeco para noviembre, pero me llegó en junio.

Hablemos un poco de una de sus afirmaciones: “En el fondo todos somos coleccionistas”.

Todo el mundo es coleccionista y no se da cuenta, lo que pasa es que la gente se niega. Conozco señoras que tienen 15 pares de zapatos, al tener esa cantidad ya son coleccionistas. Conozco un señor que tiene más de 100 corbatas, entonces yo le digo: “Tú eres coleccionista”, pero él dice: “No, yo no colecciono” (así se coloque una corbata diferente todos lo días, él es coleccionista de corbatas). Hay personas que tienen más de 30 esferos, ellos también son coleccionistas. Y si tú miras, todos somos coleccionistas. Algunos coleccionan loza, campanas, platos, bailarinas, periódicos, revistas, etc., pero no lo reconocen. El coleccionismo no se trata de la cantidad que tengas; una colección puede ser bonita y muy pequeña. Se tiene la idea de que el coleccionista es acumulador, pero no son lo mismo. Puede que exista una línea delgada entre ambos, y que puede romperse, pero eso es lo que uno tiene que evitar como coleccionista: no volverse acumulador. Yo no compro por comprar. Hay coleccionista que les gusta completar las colecciones, pero eso no va conmigo.

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Lleva 20 años coleccionando. ¿En algún momento ha recibido críticas por lo que hace?

Afortunadamente, hasta el día de hoy he recibido más admiración que críticas. Lo que trato de reflejar siempre es el cariño con que hago todo esto. Yo abro mi alma y muestro que lo que hago es muy bonito. Este es el legado que les estoy dejando a mis hijos; no quiere decir que el día en que no esté, ellos deban cargar con mi colección; si ellos quieren venderla, pues que lo hagan. No les voy a dejar una carga para toda la vida. Simplemente el día de mañana ellos verán que hacen con todo eso, pero es la herencia que les estoy dejando.

¿Por qué le gusta recrear los personajes y hacer dioramas?

Porque es bonito que identifiquen la película. Por ejemplo, muchas veces las personas ven a Carrie, pero cuando la ven con el balde y las flores, recuerdan alguna escena de la cinta. Lo bonito de coleccionar es que la gente lo disfrute, porque no es solo para mí, sino que todo el que venga a mi casa lo pueda disfrutar. Para que mis ojos no vean lo mismo, voy cambiando las figuras de sitio.

¿Para qué quiere seguir coleccionando?

En este punto en que estoy, ya no compro muchas figuras; primero, por espacio; segundo, porque no quiero volverme una acumuladora, y tercero, porque ya tengo lo que me gusta. Yo conservo y quiero lo que tengo.

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Danelys Vega Cardozo

Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com

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