Payasos: el arte de hacer reír
Con ocasión de la apertura de la edición 18 del Festival de Teatro y Circo en Bogotá, recordamos los inicios de un oficio milenario que ha ido evolucionando con el paso del tiempo y que ha contado con múltiples interpretaciones, pero que se mantiene fiel a su idea original: hacer reír.
Sarah Gutiérrez
Sus orígenes se remontan a varios siglos atrás, e incluso milenios. Se cree que en los antiguos imperios como en China, Roma y Egipto, el papel de lo que hoy conocemos como payasos, jugaba una parte fundamental en el ocio y funcionamiento de las altas cortes. También conocidos como bufones y arlequines, estos personajes solían tener algo de influencia en cuanto a las decisiones que tomaban reyes o emperadores.
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Sus orígenes se remontan a varios siglos atrás, e incluso milenios. Se cree que en los antiguos imperios como en China, Roma y Egipto, el papel de lo que hoy conocemos como payasos, jugaba una parte fundamental en el ocio y funcionamiento de las altas cortes. También conocidos como bufones y arlequines, estos personajes solían tener algo de influencia en cuanto a las decisiones que tomaban reyes o emperadores.
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De acuerdo con la leyenda, uno de los bufones más populares de la Antigua China fue Yu Sze, quien hacía parte de la primera corte del emperador Qin Shi Huang, quien gobernó cerca del siglo III a.C y fue artífice de la Gran Muralla China junto a su primer ministro, Li Si. Juntos, sentaron las bases del monumento que fue modificado y que todavía existe en la actualidad, con el objetivo de unificar a toda China y defender su territorio. La implementación de una serie de proyectos, como el desarrollo de una extensa red de carreteras y canales para unir a las provincias y ampliar el intercambio comercial y militar; como también, la estandarización de medidas y la moneda, hicieron de este un proyecto en que el que se estipula, murieron millones de personas.
Esta misma leyenda señala que a pesar de ser una de las estructuras más imponentes del momento, el emperador Qin Shi Huang, deseaba hacerlo aún más majestuoso agregando nuevas estructuras, por lo que su bufón, Yu Sze, intervino para evitar la muerte de más trabajadores. Se dice que a partir del humor y la risa convenció al gobernante de que era una idea alocada.
En Europa, los bufones (no payasos) eran algunos de los privilegiados de la monarquía y la aristocracia. Con su agilidad mental en el uso de las palabras podían llegar a tener cercanía con los reyes y eran aquellos que con humor ácido y satírico podían decir lo que opinaban sobre ciertos asuntos haciendo burlas sobre ellos y no recibir una amonestación, en tanto su público lo entendiera, menciona Beatrice K. Otto en su libro, “Fools Are Everywhere: The Court Jester Around the World”.
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Los bufones de la Edad Media, más allá del ingenio de la palabra, introdujeron en sus espectáculos acrobacias, malabares y música, y si era el caso, personas con alguna condición física como el enanismo utilizaban su cuerpo para la entretención de su público. En 1636, el pintor español Diego Velázquez presentó en una serie de retratos que llevó por nombre “Los bufones de Velázquez”, seis pinturas al óleo de algunos de los residentes del palacio que acompañaban al rey Felipe IV, “Una curiosa tropa de bufones enanos o discapacitados psíquicos, cuya función principal en la Corte era distraer a los monarcas del tedio y la rutina de los asuntos del gobierno”, señala Miguel Calvo Santos, coordinador de contenidos en la web Historia/Arte (HA!).
Estas personas, agrega, recibían un sueldo “más que digno” al ser funcionarios de la Corona; representaban diferentes obras teatrales y animaban las jornadas haciendo chistes, eran queridos por la realeza y también por Velázquez. “Los retrata a todos con una apreciable dignidad, la misma con la que retrató a filósofos, dioses de la mitología, figuras históricas e incluso que la familia real”.
El payaso moderno con sus trajes coloridos y su maquillaje blanco aparece a mediados del siglo XIX con Joseph Grimaldi y el circo de Philip Astley en Londres, Inglaterra. Con este, aparece el espectáculo que se popularizó durante el último siglo y se ha representado de diferentes maneras en el cine, el teatro, la música y la televisión. Con diferentes números que iban más allá de la torpeza con la que se empezaron a mostrar los payasos, se incluyeron los acróbatas, malabaristas y en gran mayoría, los performances con animales en cautiverio.
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Con el paso del tiempo, la figura del payaso o bufón fue evolucionando, y se empezó a mostrar un lado más humano de estos personajes, en el que ya no solamente se les mostraba dando gozo y alegría, sino que se ponía sobre la mesa la vida que hay detrás de la risa. En 1938, el pintor francés Georges Rouault mostró su obra “Pierrot”, que, de acuerdo con el Museo de Bellas Artes de Argentina, representa “la contemplación, lejos del brillo de la actuación, cargan con el peso de su propia melancolía y pobreza”. También la ópera de 1892, “Pagliacci”, de Ruggero Leoncavallo, relata en dos actos la tragedia de un payaso al descubrir que su esposa le había sido infiel. Ha sido una de las óperas más populares y ha tenido sus adaptaciones a diferentes formatos e incluso, ha sido homenajeada en series como Los Simpsons, donde es interpretado por el personaje de Bob Patiño.
En “Opiniones de un payaso”, de Heinrich Böll, el alemán trata con profundidad el tema en un contexto de posguerra y muestra a través de su personaje una crítica a la sociedad religiosa de Alemania y una crisis tras sobrevivir a hechos que cambiaron la historia de la humanidad. El temprano declive de Hans Schnier, a los 28 años, se resume en la famosa cita: “Soy simplemente un payaso, y colecciono momentos”.