Pedro Crump: “Es requisito cultivarse a sí mismo”
En esta nueva entrada de la serie Historias de Vida, creada por Isabel López Giraldo para El Espectador, Pedro Crump habla sobre su formación musical en universidades estadounidenses, así como de su interés por explorar en los sonidos colombianos. Refiriéndose al proyecto musical de grabar cuatro discos relacionados con los cuatro elementos (aire, fuego, tierra y agua), Crump también habla sobre su interés por el poder del sonido en el cuerpo y en el espíritu.
Isabel López Giraldo
El arte ha sido muy importante para mí. Siempre me sentí atraído por la pintura, la escultura, la arquitectura y la música. Desde muy pequeño, en las décadas del sesenta y del setenta, escuché la música que mis hermanos mayores traían de los Estados Unidos, país donde estudiaban. En esa época escuché a Los Beatles, a Carlos Santana, a Jethro Tull y a Sergio Mendez, entre otros más. Así pues, vivía muy actualizado. Desde mis cuatro años aprendí a manejar la radiola y el tocadiscos de mi casa.
Le puede interesar una entrada de la serie Historias de Vida con Felipe Valencia
En mi adolescencia me visualicé estudiando una carrera cercana a la naturaleza, a la ciencias o a las humanidades. A los doce años comencé a tocar la flauta dulce y a los dieciséis el piano acústico. A los dieciocho, en el último año de bachillerato, viajé a Italia (Florencia, Venecia y Roma) y tuve la oportunidad de ver a los maestros del Renacimiento. Este viaje me inspiró mucho por la arquitectura, la escultura y la pintura. Me permitió descubrir mi sensibilidad artística.
Es ahí cuando tomé en serio la pintura, el diseño y la fotografía. Siempre me gustó dibujar, pero no había considerado el arte como una opción. Y aún cuando tocaba el piano, fue más tarde, cuando llegué a la universidad, que la música empezó a ganar importancia en esa búsqueda artística que emprendí después de mi visita a Italia.
Curry College - Boston
Cuando comencé a tocar el piano quise componer, pero inicialmente de oído. Me rehusaba a aprender teoría musical. Una anécdota en el primer año de universidad cambió esa situación. Había pianos en diferentes lugares donde uno podía tocar y con frecuencia yo escogía el que quedaba al lado de las oficinas de la Facultad de Música. Un día entró una profesora integrante del staff de la facultad, una mujer muy atractiva que me invitó a participar de su clase de armonía, no sin antes hacer un reconocimiento a mi interpretación. Hasta ese momento había rechazado la parte formal de la academia. Asistí a esa clase atraído por esta mujer y desde el comienzo me di cuenta que lo que explicaba era clarísimo para mí, pues la armonía de la música es muy evidente en la arquitectura del teclado.
Esto me llenó de confianza y seguí estudiando música, sin abandonar las artes plásticas. En la medida que avanzaba en mis estudios, me fui tomando cada vez más en serio la música, sin perder el interés por lo demás. Aún hoy me encanta la fotografía y hago algo de escultura en mis ratos libres, pero el enfoque principal de mi vida, hoy, es la música, y aún cuando me encantaría equilibrar con otras actividades artísticas, las musas son celosas y exigen mucho tiempo y atención. La universidad es un período afortunado en el que hay tiempo para ir descubriendo y perfilando un camino artístico.
Me gradúe de Bellas Artes y Música. En el Curry College se conjugan artes plásticas, música y danza, todo dentro una misma facultad. Esto fue afortunado, pues recibí una formación amplia. Por ejemplo, tuve la oportunidad de ver en paralelo Historia del Arte e Historia de la Música, así como de crear música para el grupo de danza. Obtuve un minor (énfasis) en Filosofía: Historia breve de la filosofía y religiones comparadas. Este último es un tema que me apasiona porque me permite descubrir coincidencias entre religiones. Cada una de ellas es como la confirmación de una verdad. Además, uno entiende que casi todas las religiones apuntan en la misma dirección.
Berklee College of Music
Después de mi grado en Curry, entré a Berklee College of Music, también en Boston. Ahí encontré músicos de los más talentosos del planeta. Fue un lugar intimidante al principio, pues yo venía de una universidad más pequeña, un universo protegido que, de alguna manera, era una facultad tan reducida que con el simple hecho de ser un estudiante serio y apasionado bastaba para hacerse una posición privilegiada ante los profesores. En Berklee era diferente. Había tanto talento reunido, que uno podía sentirse abrumado. Sin embargo, con el paso del tiempo aprendí que lo más importante es tener la claridad de que lo que cada uno tiene por expresar es único. El reto es con uno mismo, hay que descubrir la propia voz y ser genuino.
Para entonces, mi interés principal era componer, crear nueva música. Sin embargo, la vida me llevó a ser intérprete también. Berklee es una escuela con mucha influencia en jazz y en rock, también ofrece estudios en música cinematográfica, así como en música clásica, entre otras especializaciones. Yo absorbí todas esas influencias y a la vez comencé una búsqueda hacia mis raíces: la música de Colombia.
Sus padres
Mi padre fue poco a poco aceptando mi destino artístico. Él hubiera preferido que fuera un exitoso hombre de negocios, como él, que había creado una empresa distribuidora de vehículos: Chryslery Dodge. Por el lado materno tengo abuelo poeta, pero más que tener una herencia artística, pienso que en cualquier profesión hay algo de talento y mucho de trabajo. Es requisito cultivarse a sí mismo.
Hay quienes nacen con mucho talento y otros a quienes les cuesta más trabajo, como en mi caso que he sido terco y me la he luchado. Es la pasión y el amor al arte lo que me ha movido. Es difícil manejar la frustración, tuve un momento en que dejé la música por varios años.
Regreso a Colombia
A mi regreso a Colombia, conocí a Beatriz y me casé con ella.
Seguí tocando sin abandonar mi idea de ser compositor. Escribí simultáneamente un programa de radio, llamado Las Formas de la Música, para la emisora Musicar – FM Estéreo, una emisora culta de Carvajal S.A.
Trabajo en publicidad
En esa etapa inicial en Colombia quise trabajar en dos niveles: uno, haciendo jingles publicitarios y música para televisión, y otro, mucho más artístico, trabajando en mi creación independiente. Dentro de mi producción publicitaria cuento con jingles para Tiendas Army, Cuadernos de Norma, Ponqué Bimbo etc. Aún cuando el trabajo publicitario lo hice por varios años, no fluyó fácilmente. Los publicistas trabajan bajo mucha presión y en unos tiempos muy apretados, mientras que yo necesito tomarme mi tiempo, estar tranquilo para que la creatividad fluya.
Punto de quiebre
Esta responsabilidad se volvió más importante que mi propia creación y reventé. Empecé a sentir que estaba habitando un mundo que no coincidía conmigo. No me sentía cómodo. Paré de hacer música, no volví a tocar piano y me empleé en la empresa de mi padre.
La vida me fue mostrando que hay lugar para todos, sin importar qué tan originales o raros seamos. En una canción de mi segundo disco Dorado, Perro Verde, alguien muy raro se siente incómodo, pues no logra encajar socialmente. Ese soy yo. Aparte de que el trabajo con la publicidad no me convenía, también sentía que socialmente no encajaba en ninguna parte. Como estudiante en los Estados Unidos, ser músico no era raro, todo lo contrario, era genial serlo. Pero cuando llegué a Colombia, en el año 84, era algo raro, sobre todo en mi medio social. Ser músico no era lo que se esperaba de mí.
Este fue un período de seis años. Fue muy duro porque pese a que me gustaba trabajar en la empresa de familia (con mi padre y mis hermanos), también sentía que había traicionado mi sueño de ser artista.
Viaje a Francia en familia
Seguí soñando con poder expresarme a través del arte algún día. Empecé a pensar en hacer escultura. Y en 1994 surgió la posibilidad de viajar a Francia con Beatriz y mis dos hijas: Nina, de cuatro años, y Diana, de seis.
En París permanecimos por tres años. Me dediqué a hacer escultura y me encargué de mis hijas, pues Beatriz trabajaba largas jornadas. Sentía que en la escultura estaba encontrando una respuesta. Habíamos llegado a París porque Beatriz, que es mitad francesa y mitad colombiana, había sido contratada para dirigir Radio Latina, una emisora perteneciente a una sociedad colombo-francesa en la que participaba Caracol Radio.
La Fania
Por ética, Beatriz nunca me contrató en la radio, aunque yo hubiera querido. En cambio, el subgerente de la emisora me pidió que hiciera CDs compilados para la emisora. Fue en esta oportunidad que hice Fania- Viva la Salsa, una colección de tres CDs con lo mejor de La Fania, esa orquesta y sello disquero que dio forma a la salsa neoyorquina de los años 70. Dicha publicación tuvo muy buena acogida por la crítica francesa.
Yuri Buenaventura
La salsa era vista como algo exótico en París y estaba muy de moda. Corrían los años 85-86. A raíz de ese trabajo conocí a Yuri Buenaventura, quien acababa de grabar Herencia Africana (su primer disco), en el que incluyó una versión de No Me Quittes Pas (de Jacques Brel), pero en versión salsa, una osada apuesta con una canción del repertorio tradicional francófono.
Este tema lanzaría a Yuri en el ámbito musical francés. Antes de ser conocido, él buscaba apoyo en la emisora y me propuso que lo representara, así que me convertí en su manager. Esto constituyó un retorno indirecto a la música. Me visualicé en la música de nuevo, pero desde la producción musical, una mezcla de música y negocio. La parte creativa de la música todavía tardaría en regresar.
El trabajo con Yuri y la cercanía con la radio me permitió estar muy próximo de la escena musical latina de París. Asistí a muchos conciertos, conocí personalmente a Celia Cruz, a Tito Puente, a Cachao, entre otros. Organicé un festival de música latina en el Virgin Megastore de Champs Eliceés. Fueron tiempos memorables.
Bogotá
En 1996 regresamos a Colombia. Nos hubiéramos querido quedar, pero Beatrix no estaba contenta en su trabajo y no hubo otra alternativa. Fue difícil volver a encarrilarnos en la vida cotidiana en Bogotá, pero empecé a estudiar percusión afro-colombiana con Alonso Puello y con Eduardo Martinez, así como retomé el piano y la composición. Para ese entonces, surgió un contrato muy interesante para programar a mi gusto la música de ambiente en 41 supermercados Carulla de Bogota.
Musicar-Carvajal
Este contrato duró dos años. Cuando se terminó, tuve que volver a emplearme. Llegué a Musicar, Empresa de Carvajal, y posteriormente a Crump America, la distribuidora de Chrysler. Simultáneamente, entre 2002 y 2006, produje mi primer disco: El Silencio del Agua. Este fue el comienzo de una serie de cuatro discos consagrados a los cuatro elementos: agua, fuego, tierra, aire.
Producción propia
Mientras que me desempeñaba en otros trabajos, paralelamente trabajaba en mi disco. Lo hacía de manera muy discreta, casi secreta, en silencio. Sentía que podía arruinarse mi proyecto si lo comentaba, tenía que trabajarlo muy íntimamente para sacarlo adelante, no me atreví a compartirlo hasta que estuvo listo.
Así, durante el día me desempeñaba como Gerente de Mercadeo de la distribuidora de la familia, mientras que en la noche o en los fines de semana me concentraba en mi creación. Cuando terminé hice la carátula con la ayuda de Misty Wells, mi cuñada y diseñadora aliada desde entonces. Mandé a fabricar 500 CDs y lancé el disco sin patrocinios de nadie, lo que llaman música independiente. Fue mi producción, mezclada con un ingeniero amigo. La inversión en dinero no superó los $3.5mm.
El disco, de música meditativa e introspectiva, llegó a un nicho muy específico. Ya va en la tercera edición. Con un primer disco producido, visualicé la música desde un ángulo diferente, comencé a pensar más como compositor, fue un renacer musical.
En 2007 vendimos la empresa que había creado mi padre en 1927, Crump América, distribuidora nacional de Chrysler, Jeep y Dodge. En 2005 las condiciones cambiaron, la casa matriz tomó a la fuerza la distribución nacional y quedamos como concesionarios locales, cosa que nos generó incomodidad y la vida nos trajo a alguien que compró la empresa.
En ese momento, ya con ideas para un segundo disco, decidí que me dedicaría de lleno a la música. En 2009 grabé Dorado el color del fuego y lo lancé en el 2010. Este fue otro momento importante, pues gracias a este disco formé el grupo El Círculo Dorado y empecé hacer conciertos.
El concepto musical para este nuevo CD era hacer una música colombiana con fusión de jazz y rock progresivo de los 70s, música que me influenció profundamente. Reemplacé la batería por percusiones tradicionales, como el bloque de tambores (alegre, llamador y tambora), que son la base rítmica de la música tradicional afro-colombiana, o por lo menos la de la Costa Atlántica. Esta sería una producción más ambiciosa. Mi primer disco, El Silencio de Agua, había sido realizado en solo: grabé todas las pistas en sintetizadores (teclados). Para este segundo trabajé con Toño Castillo como productor.
Una vez estuvo claro el contenido musical y el concepto del CD empezamos a grabar. Llamamos a los mejores músicos del medio: Diego Valdez, contrabajista cubano, sobrino de Chucho Valdés; Jean Paul Garcés en la percusión, Alexei Restrepo en la guitarra, Wilson Cifuentes en la gaita, Deby Korn en la voz y yo en el piano. Este disco sonó en La W, en el programa de Julio Sánchez Cristo, por una semana. Cuando él me entrevistó, afirmó: “Es el mejor disco colombiano que he escuchado en muchos años”. Esto le dio gran relieve y notoriedad al disco Dorado, inspirado en el elemento fuego.
El lanzamiento se realizó exitosamente en el auditorio de La Fundación Gilberto Alzate Avendaño el 16 de junio de 2010. El ensamble que me acompañó estaba integrado por Andrea Jaramillo, Daniela Serna y María José Salgado en percusiones. Además, estaban Carlos Pino en contrabajo, Óscar Buriticá en guitarra, Óscar Olaya en teclados, Deby Korn en la voz y yo en el piano. Esta fue la semilla de El Circulo Dorado, el grupo actual.
Lo invitamos a leer más de la serie Historias de Vida. Presentamos: Un homenaje a Roberto Junguito
El tercer disco, Tierra, se grabó en mi estudio de una manera muy diferente a los anteriores. El productor fue Raúl Platz. Para este CD veníamos trabajando en grupo con El Círculo Dorado desde 2010. Y, por una iniciativa de Carlos Pino, contrabajista, lo grabamos en vivo (es decir, todos tocando en simultáneo). Fue una manera orgánica y acústica de grabar, así se grababan los discos antiguamente. Al grabar de esta manera se logra captar esa conexión telepática que sucede entre músicos, que da como resultado momentos musicales mágicos, así como un sonido orgánico y genuino.
La forma de grabar, el contenido de las piezas y la intención hacen la conexión con el elemento tierra. Este CD es la cosecha de un trabajo de cuatro o cinco años de afinar, de sincronizar, de ensamblar, tanto en la escena como en el estudio. Ha sido una gran experiencia y estoy muy satisfecho.
Además del CD, publicaremos un DVD con material en video de la grabación del disco. Además, Luis Crump, mi hermano cinematógrafo, grabó un videoclip de La Danza de la Cosecha, uno de los temas del CD en el que canta Gina Savino, coautora del tema. En este CD participaron Andrea Jaramillo en percusión y voz, Carlos Pino en contrabajo, Luis Guardela en batería, y Daniel Linero y Alex Barragán en saxofón y clarinete. Como invitados especiales estuvieron Gina Savino en voz, Giacomo Riggi en coros y arreglos vocales, Tatiana Samper en coros y yo en el piano. La producción fue de Raúl Platz.
Proyectos
Uno de mis sueños es llevar mi música a otros lugares, además de tocar en Colombia y de viajar por América y Europa. Por supuesto, también está completar la serie Los Elementos. Ya solo faltará el elemento aire, lo que podrá tomar algunos años.
Soy integrante de la agrupación Awa, que es un proyecto de música para la meditación. Este grupo lo conformamos tres músicos: Héctor Buitrago, del grupo Aterciopelados, Catalina Salguero, especialista en sanación a través del sonido, y yo. El poder del sonido, y cómo este afecta al cuerpo y al espíritu, es un tema que me interesa mucho.
Desde 2014, con un grupo de músicos y gestores culturales creamos un festival de música consciente en Bogotá llamado Luz y Armonía. Este tuvo su primera edición en febrero de 2015 en el Parque de la 93.
#MEMORIAS CONVERSADAS #HISTORIASDEVIDA #ISALOPEZGIRALDO
El arte ha sido muy importante para mí. Siempre me sentí atraído por la pintura, la escultura, la arquitectura y la música. Desde muy pequeño, en las décadas del sesenta y del setenta, escuché la música que mis hermanos mayores traían de los Estados Unidos, país donde estudiaban. En esa época escuché a Los Beatles, a Carlos Santana, a Jethro Tull y a Sergio Mendez, entre otros más. Así pues, vivía muy actualizado. Desde mis cuatro años aprendí a manejar la radiola y el tocadiscos de mi casa.
Le puede interesar una entrada de la serie Historias de Vida con Felipe Valencia
En mi adolescencia me visualicé estudiando una carrera cercana a la naturaleza, a la ciencias o a las humanidades. A los doce años comencé a tocar la flauta dulce y a los dieciséis el piano acústico. A los dieciocho, en el último año de bachillerato, viajé a Italia (Florencia, Venecia y Roma) y tuve la oportunidad de ver a los maestros del Renacimiento. Este viaje me inspiró mucho por la arquitectura, la escultura y la pintura. Me permitió descubrir mi sensibilidad artística.
Es ahí cuando tomé en serio la pintura, el diseño y la fotografía. Siempre me gustó dibujar, pero no había considerado el arte como una opción. Y aún cuando tocaba el piano, fue más tarde, cuando llegué a la universidad, que la música empezó a ganar importancia en esa búsqueda artística que emprendí después de mi visita a Italia.
Curry College - Boston
Cuando comencé a tocar el piano quise componer, pero inicialmente de oído. Me rehusaba a aprender teoría musical. Una anécdota en el primer año de universidad cambió esa situación. Había pianos en diferentes lugares donde uno podía tocar y con frecuencia yo escogía el que quedaba al lado de las oficinas de la Facultad de Música. Un día entró una profesora integrante del staff de la facultad, una mujer muy atractiva que me invitó a participar de su clase de armonía, no sin antes hacer un reconocimiento a mi interpretación. Hasta ese momento había rechazado la parte formal de la academia. Asistí a esa clase atraído por esta mujer y desde el comienzo me di cuenta que lo que explicaba era clarísimo para mí, pues la armonía de la música es muy evidente en la arquitectura del teclado.
Esto me llenó de confianza y seguí estudiando música, sin abandonar las artes plásticas. En la medida que avanzaba en mis estudios, me fui tomando cada vez más en serio la música, sin perder el interés por lo demás. Aún hoy me encanta la fotografía y hago algo de escultura en mis ratos libres, pero el enfoque principal de mi vida, hoy, es la música, y aún cuando me encantaría equilibrar con otras actividades artísticas, las musas son celosas y exigen mucho tiempo y atención. La universidad es un período afortunado en el que hay tiempo para ir descubriendo y perfilando un camino artístico.
Me gradúe de Bellas Artes y Música. En el Curry College se conjugan artes plásticas, música y danza, todo dentro una misma facultad. Esto fue afortunado, pues recibí una formación amplia. Por ejemplo, tuve la oportunidad de ver en paralelo Historia del Arte e Historia de la Música, así como de crear música para el grupo de danza. Obtuve un minor (énfasis) en Filosofía: Historia breve de la filosofía y religiones comparadas. Este último es un tema que me apasiona porque me permite descubrir coincidencias entre religiones. Cada una de ellas es como la confirmación de una verdad. Además, uno entiende que casi todas las religiones apuntan en la misma dirección.
Berklee College of Music
Después de mi grado en Curry, entré a Berklee College of Music, también en Boston. Ahí encontré músicos de los más talentosos del planeta. Fue un lugar intimidante al principio, pues yo venía de una universidad más pequeña, un universo protegido que, de alguna manera, era una facultad tan reducida que con el simple hecho de ser un estudiante serio y apasionado bastaba para hacerse una posición privilegiada ante los profesores. En Berklee era diferente. Había tanto talento reunido, que uno podía sentirse abrumado. Sin embargo, con el paso del tiempo aprendí que lo más importante es tener la claridad de que lo que cada uno tiene por expresar es único. El reto es con uno mismo, hay que descubrir la propia voz y ser genuino.
Para entonces, mi interés principal era componer, crear nueva música. Sin embargo, la vida me llevó a ser intérprete también. Berklee es una escuela con mucha influencia en jazz y en rock, también ofrece estudios en música cinematográfica, así como en música clásica, entre otras especializaciones. Yo absorbí todas esas influencias y a la vez comencé una búsqueda hacia mis raíces: la música de Colombia.
Sus padres
Mi padre fue poco a poco aceptando mi destino artístico. Él hubiera preferido que fuera un exitoso hombre de negocios, como él, que había creado una empresa distribuidora de vehículos: Chryslery Dodge. Por el lado materno tengo abuelo poeta, pero más que tener una herencia artística, pienso que en cualquier profesión hay algo de talento y mucho de trabajo. Es requisito cultivarse a sí mismo.
Hay quienes nacen con mucho talento y otros a quienes les cuesta más trabajo, como en mi caso que he sido terco y me la he luchado. Es la pasión y el amor al arte lo que me ha movido. Es difícil manejar la frustración, tuve un momento en que dejé la música por varios años.
Regreso a Colombia
A mi regreso a Colombia, conocí a Beatriz y me casé con ella.
Seguí tocando sin abandonar mi idea de ser compositor. Escribí simultáneamente un programa de radio, llamado Las Formas de la Música, para la emisora Musicar – FM Estéreo, una emisora culta de Carvajal S.A.
Trabajo en publicidad
En esa etapa inicial en Colombia quise trabajar en dos niveles: uno, haciendo jingles publicitarios y música para televisión, y otro, mucho más artístico, trabajando en mi creación independiente. Dentro de mi producción publicitaria cuento con jingles para Tiendas Army, Cuadernos de Norma, Ponqué Bimbo etc. Aún cuando el trabajo publicitario lo hice por varios años, no fluyó fácilmente. Los publicistas trabajan bajo mucha presión y en unos tiempos muy apretados, mientras que yo necesito tomarme mi tiempo, estar tranquilo para que la creatividad fluya.
Punto de quiebre
Esta responsabilidad se volvió más importante que mi propia creación y reventé. Empecé a sentir que estaba habitando un mundo que no coincidía conmigo. No me sentía cómodo. Paré de hacer música, no volví a tocar piano y me empleé en la empresa de mi padre.
La vida me fue mostrando que hay lugar para todos, sin importar qué tan originales o raros seamos. En una canción de mi segundo disco Dorado, Perro Verde, alguien muy raro se siente incómodo, pues no logra encajar socialmente. Ese soy yo. Aparte de que el trabajo con la publicidad no me convenía, también sentía que socialmente no encajaba en ninguna parte. Como estudiante en los Estados Unidos, ser músico no era raro, todo lo contrario, era genial serlo. Pero cuando llegué a Colombia, en el año 84, era algo raro, sobre todo en mi medio social. Ser músico no era lo que se esperaba de mí.
Este fue un período de seis años. Fue muy duro porque pese a que me gustaba trabajar en la empresa de familia (con mi padre y mis hermanos), también sentía que había traicionado mi sueño de ser artista.
Viaje a Francia en familia
Seguí soñando con poder expresarme a través del arte algún día. Empecé a pensar en hacer escultura. Y en 1994 surgió la posibilidad de viajar a Francia con Beatriz y mis dos hijas: Nina, de cuatro años, y Diana, de seis.
En París permanecimos por tres años. Me dediqué a hacer escultura y me encargué de mis hijas, pues Beatriz trabajaba largas jornadas. Sentía que en la escultura estaba encontrando una respuesta. Habíamos llegado a París porque Beatriz, que es mitad francesa y mitad colombiana, había sido contratada para dirigir Radio Latina, una emisora perteneciente a una sociedad colombo-francesa en la que participaba Caracol Radio.
La Fania
Por ética, Beatriz nunca me contrató en la radio, aunque yo hubiera querido. En cambio, el subgerente de la emisora me pidió que hiciera CDs compilados para la emisora. Fue en esta oportunidad que hice Fania- Viva la Salsa, una colección de tres CDs con lo mejor de La Fania, esa orquesta y sello disquero que dio forma a la salsa neoyorquina de los años 70. Dicha publicación tuvo muy buena acogida por la crítica francesa.
Yuri Buenaventura
La salsa era vista como algo exótico en París y estaba muy de moda. Corrían los años 85-86. A raíz de ese trabajo conocí a Yuri Buenaventura, quien acababa de grabar Herencia Africana (su primer disco), en el que incluyó una versión de No Me Quittes Pas (de Jacques Brel), pero en versión salsa, una osada apuesta con una canción del repertorio tradicional francófono.
Este tema lanzaría a Yuri en el ámbito musical francés. Antes de ser conocido, él buscaba apoyo en la emisora y me propuso que lo representara, así que me convertí en su manager. Esto constituyó un retorno indirecto a la música. Me visualicé en la música de nuevo, pero desde la producción musical, una mezcla de música y negocio. La parte creativa de la música todavía tardaría en regresar.
El trabajo con Yuri y la cercanía con la radio me permitió estar muy próximo de la escena musical latina de París. Asistí a muchos conciertos, conocí personalmente a Celia Cruz, a Tito Puente, a Cachao, entre otros. Organicé un festival de música latina en el Virgin Megastore de Champs Eliceés. Fueron tiempos memorables.
Bogotá
En 1996 regresamos a Colombia. Nos hubiéramos querido quedar, pero Beatrix no estaba contenta en su trabajo y no hubo otra alternativa. Fue difícil volver a encarrilarnos en la vida cotidiana en Bogotá, pero empecé a estudiar percusión afro-colombiana con Alonso Puello y con Eduardo Martinez, así como retomé el piano y la composición. Para ese entonces, surgió un contrato muy interesante para programar a mi gusto la música de ambiente en 41 supermercados Carulla de Bogota.
Musicar-Carvajal
Este contrato duró dos años. Cuando se terminó, tuve que volver a emplearme. Llegué a Musicar, Empresa de Carvajal, y posteriormente a Crump America, la distribuidora de Chrysler. Simultáneamente, entre 2002 y 2006, produje mi primer disco: El Silencio del Agua. Este fue el comienzo de una serie de cuatro discos consagrados a los cuatro elementos: agua, fuego, tierra, aire.
Producción propia
Mientras que me desempeñaba en otros trabajos, paralelamente trabajaba en mi disco. Lo hacía de manera muy discreta, casi secreta, en silencio. Sentía que podía arruinarse mi proyecto si lo comentaba, tenía que trabajarlo muy íntimamente para sacarlo adelante, no me atreví a compartirlo hasta que estuvo listo.
Así, durante el día me desempeñaba como Gerente de Mercadeo de la distribuidora de la familia, mientras que en la noche o en los fines de semana me concentraba en mi creación. Cuando terminé hice la carátula con la ayuda de Misty Wells, mi cuñada y diseñadora aliada desde entonces. Mandé a fabricar 500 CDs y lancé el disco sin patrocinios de nadie, lo que llaman música independiente. Fue mi producción, mezclada con un ingeniero amigo. La inversión en dinero no superó los $3.5mm.
El disco, de música meditativa e introspectiva, llegó a un nicho muy específico. Ya va en la tercera edición. Con un primer disco producido, visualicé la música desde un ángulo diferente, comencé a pensar más como compositor, fue un renacer musical.
En 2007 vendimos la empresa que había creado mi padre en 1927, Crump América, distribuidora nacional de Chrysler, Jeep y Dodge. En 2005 las condiciones cambiaron, la casa matriz tomó a la fuerza la distribución nacional y quedamos como concesionarios locales, cosa que nos generó incomodidad y la vida nos trajo a alguien que compró la empresa.
En ese momento, ya con ideas para un segundo disco, decidí que me dedicaría de lleno a la música. En 2009 grabé Dorado el color del fuego y lo lancé en el 2010. Este fue otro momento importante, pues gracias a este disco formé el grupo El Círculo Dorado y empecé hacer conciertos.
El concepto musical para este nuevo CD era hacer una música colombiana con fusión de jazz y rock progresivo de los 70s, música que me influenció profundamente. Reemplacé la batería por percusiones tradicionales, como el bloque de tambores (alegre, llamador y tambora), que son la base rítmica de la música tradicional afro-colombiana, o por lo menos la de la Costa Atlántica. Esta sería una producción más ambiciosa. Mi primer disco, El Silencio de Agua, había sido realizado en solo: grabé todas las pistas en sintetizadores (teclados). Para este segundo trabajé con Toño Castillo como productor.
Una vez estuvo claro el contenido musical y el concepto del CD empezamos a grabar. Llamamos a los mejores músicos del medio: Diego Valdez, contrabajista cubano, sobrino de Chucho Valdés; Jean Paul Garcés en la percusión, Alexei Restrepo en la guitarra, Wilson Cifuentes en la gaita, Deby Korn en la voz y yo en el piano. Este disco sonó en La W, en el programa de Julio Sánchez Cristo, por una semana. Cuando él me entrevistó, afirmó: “Es el mejor disco colombiano que he escuchado en muchos años”. Esto le dio gran relieve y notoriedad al disco Dorado, inspirado en el elemento fuego.
El lanzamiento se realizó exitosamente en el auditorio de La Fundación Gilberto Alzate Avendaño el 16 de junio de 2010. El ensamble que me acompañó estaba integrado por Andrea Jaramillo, Daniela Serna y María José Salgado en percusiones. Además, estaban Carlos Pino en contrabajo, Óscar Buriticá en guitarra, Óscar Olaya en teclados, Deby Korn en la voz y yo en el piano. Esta fue la semilla de El Circulo Dorado, el grupo actual.
Lo invitamos a leer más de la serie Historias de Vida. Presentamos: Un homenaje a Roberto Junguito
El tercer disco, Tierra, se grabó en mi estudio de una manera muy diferente a los anteriores. El productor fue Raúl Platz. Para este CD veníamos trabajando en grupo con El Círculo Dorado desde 2010. Y, por una iniciativa de Carlos Pino, contrabajista, lo grabamos en vivo (es decir, todos tocando en simultáneo). Fue una manera orgánica y acústica de grabar, así se grababan los discos antiguamente. Al grabar de esta manera se logra captar esa conexión telepática que sucede entre músicos, que da como resultado momentos musicales mágicos, así como un sonido orgánico y genuino.
La forma de grabar, el contenido de las piezas y la intención hacen la conexión con el elemento tierra. Este CD es la cosecha de un trabajo de cuatro o cinco años de afinar, de sincronizar, de ensamblar, tanto en la escena como en el estudio. Ha sido una gran experiencia y estoy muy satisfecho.
Además del CD, publicaremos un DVD con material en video de la grabación del disco. Además, Luis Crump, mi hermano cinematógrafo, grabó un videoclip de La Danza de la Cosecha, uno de los temas del CD en el que canta Gina Savino, coautora del tema. En este CD participaron Andrea Jaramillo en percusión y voz, Carlos Pino en contrabajo, Luis Guardela en batería, y Daniel Linero y Alex Barragán en saxofón y clarinete. Como invitados especiales estuvieron Gina Savino en voz, Giacomo Riggi en coros y arreglos vocales, Tatiana Samper en coros y yo en el piano. La producción fue de Raúl Platz.
Proyectos
Uno de mis sueños es llevar mi música a otros lugares, además de tocar en Colombia y de viajar por América y Europa. Por supuesto, también está completar la serie Los Elementos. Ya solo faltará el elemento aire, lo que podrá tomar algunos años.
Soy integrante de la agrupación Awa, que es un proyecto de música para la meditación. Este grupo lo conformamos tres músicos: Héctor Buitrago, del grupo Aterciopelados, Catalina Salguero, especialista en sanación a través del sonido, y yo. El poder del sonido, y cómo este afecta al cuerpo y al espíritu, es un tema que me interesa mucho.
Desde 2014, con un grupo de músicos y gestores culturales creamos un festival de música consciente en Bogotá llamado Luz y Armonía. Este tuvo su primera edición en febrero de 2015 en el Parque de la 93.
#MEMORIAS CONVERSADAS #HISTORIASDEVIDA #ISALOPEZGIRALDO