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Sus canciones están ligadas a un compromiso social. ¿Por qué ese interés?
No es algo que tenga que ver con las canciones, sino conmigo. Yo siento una necesidad de entender el mundo que nos rodea y de empatizar con las realidades más difíciles; de intentar mejorar el mundo en la medida de lo posible y en lo que uno puede. Y bueno, si además uno hace canciones, pues esas inquietudes también están en las canciones que uno escribe.
¿A qué inquietudes se refiere?
Creo que este mundo es muy mejorable en cuestiones de derechos, de igualdad, de memoria. Entonces, simplemente uno tiene que estar un poco pendiente de esas cosas.
Usted asegura que uno de sus grandes maestros es Silvio Rodríguez. ¿Por qué?
No lo sé… porque cuando tenía 14 años escuché una canción suya que me cambió la vida, la manera de entender. Yo ya estaba escribiendo mis primeras canciones y me di cuenta de que quería hacer una música igual, con ese mismo tipo de letras y armonías. Tú estás intentando encontrar un camino y de repente escuchas a alguien y dices: “Esto, esto es”. Entonces, a partir de ahí aprendí a tocar sus canciones y su influencia ha sido muy grande.
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¿Cómo ha sido poder compartir con él desde la música?
Hace muchos años, cuando vivía en las islas Canarias, trabajaba con el grupo Taller Canario. Con ellos fuimos a La Habana e hicimos una grabación con Silvio. Luego, ya viviendo en Madrid y desarrollando mi nueva etapa en solitario como Pedro Guerra, he tenido la posibilidad en dos o tres ocasiones de grabar y hacer cosas con Silvio; la vida me regaló esa fortuna de poder compartir no solo con él, sino con muchos artistas a los que he admirado y han sido referencias para mí.
¿Cuáles artistas?
Fito Páez, Pablo Milanés, Serrat, Sabina, Aute… No sé, hay muchos.
¿Qué piensa de la época musical actual?
Ahora, con todos los avances tecnológicos y la ilusión de las redes sociales, la industria ha cambiado por completo; las formas de consumo han cambiado, la manera cómo la gente se acerca a la música se ha transformado. Hay un interés desmedido por la música urbana, todo el mundo quiere hacer ese tipo de música; la respeto mucho y hay cosas que me gustan de ella. De todas formas, hay un montón de gente que sigue haciendo otro tipo de música y hay espacios que se van encontrando para hacerlo. Con más o menos dificultades, la gente va hallando su camino y la música siempre está ahí. Por suerte, hay vida más allá de la música urbana.
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¿Por qué dice por suerte?
Porque no todo puede ni debe ser música urbana, tenemos que crear espacios para otros estilos musicales y ser capaces de compartir diferentes formas de hacer.
¿Para qué mantenerse fiel a su estilo?
Es algo que no me planteo porque tengo mi manera de entender las cosas. Llevo muchos años escribiendo canciones; tengo 57 años y empecé con 16, y sé lo que quiero hacer y lo que no quiero hacer. Entonces, simplemente lo hago porque me nace ser fiel conmigo.
¿Qué es lo que no quiere hacer?
No quiero hacer algo en lo que no creo, lo que quiero es intentar encontrar un público al que le guste mi propuesta.
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Es decir, lo que ha hecho…
Hasta el momento sí.
¿Qué le ha regalado la música?
La música me lo ha dado todo. Todo lo que se puede esperar y mucho más, pues hay cosas que me sorprendieron, que me sucedieron sin esperarlo; lo digo a nivel profesional.
¿Qué cosas inesperadas le ha dado la música?
Por ejemplo, no esperaba que un día fuera a venir a Colombia por primera vez, en 2008, y el teatro Astor Plaza estuviera lleno y la gente cantara mis canciones. Así ha pasado con tantas cosas. Cuando llegué a Madrid, en 1993, y empecé a tocar con mi guitarra en un café, no esperaba que un año después fuera a tener un contrato con una multinacional para grabar mi primer disco. Entonces, muchas cosas fueron sucediendo. Yo simplemente hacía canciones, las cantaba y ponía todo de mi parte para que eso funcionara.
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