“Yo vi tres luces negras”: la pérdida de un descanso eterno
La película colombiana, que tuvo su estreno en la sección Panorama del Festival de Cine de Berlín (Berlinale), fue también seleccionada en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI). El director Santiago Lozano Álvarez y el protagonista Jesús María Mina hablaron para El Espectador. La cinta llegará a salas de cine del país el próximo 9 de mayo.
Mateo Medina Escobar
Los sonidos del río y de la selva se silencian cuando suenan los alabaos, cánticos tradicionales que la cultura afro les hace a sus muertos. Los cantos hacen parte de los rituales mortuorios para darles un tránsito tranquilo a los fallecidos. “Qué pasa con un hombre, que siguiendo esas tradiciones y creencias alrededor de la ritualidad de la muerte, emprende un viaje para encontrar el lugar donde debe morir en paz, pero justo ese territorio está en conflicto y sabe que si muere de una manera violenta, no podrá descansar, sino que quedará deambulando por la selva como las otras ánimas que (des)habitan ese territorio”, fue la pregunta que se hizo Santiago Lozano Álvarez, director de la película “Yo vi tres luces negras”.
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Los sonidos del río y de la selva se silencian cuando suenan los alabaos, cánticos tradicionales que la cultura afro les hace a sus muertos. Los cantos hacen parte de los rituales mortuorios para darles un tránsito tranquilo a los fallecidos. “Qué pasa con un hombre, que siguiendo esas tradiciones y creencias alrededor de la ritualidad de la muerte, emprende un viaje para encontrar el lugar donde debe morir en paz, pero justo ese territorio está en conflicto y sabe que si muere de una manera violenta, no podrá descansar, sino que quedará deambulando por la selva como las otras ánimas que (des)habitan ese territorio”, fue la pregunta que se hizo Santiago Lozano Álvarez, director de la película “Yo vi tres luces negras”.
Lozano, que es caleño, cineasta y académico interesado por la cultura afro del pacífico, comenzó su camino para realizar la película hace seis años. “Estuve haciendo un trabajo para el Ministerio de Cultura a propósito de la declaración de los alabaos y de los rituales mortuorios del Medio San Juan como Patrimonio Inmaterial Cultural de la Nación”, explica el realizador, que habló para El Espectador junto a Jesús María Mina, protagonista de la cinta. “Hacemos un ejercicio de conocer y hablar con los sabedores de esta región acerca de la tradición de los rituales mortuorios”.
Caminando por la selva y los municipios cercanos al litoral, el director comenzó a escuchar historias que giraban alrededor del ritual de muerte. Lozano empezó a escribir la historia, recogiendo además dos décadas de trabajos que hizo en la región del Pacífico. “También lo coloqué en un contexto que vivía en ese momento la región tras la firma de los Acuerdos de Paz con las FARC, una nueva guerra se había desatado entre muchos grupos armados para controlar el territorio”.
La película tuvo su estreno en la sección Panorama del Festival de Cine de Berlín (Berlinale). Ahora, Lozano y Mina recorren el centro de la capital de Bolívar, donde la cinta llegó para ser parte del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI). “Uno puede confesar que fue un amor a primera vista con el proyecto (…) Yo decía, ‘necesito hacerlo, quiero hacerlo’”, explica Mina sobre su protagónico en el filme, en el cual encarna a José de los Santos, un hombre a cargo de los rituales funerarios de su pueblo.
La pérdida de los saberes ancestrales
El personaje protagonista se encuentra con su hijo fallecido, al que no pudo darle santa sepultura. Este le avisa sobre su muerte y le pide que encuentre el lugar en la selva donde deberá morir para poder descansar en paz. “Así como la película cuenta el viaje de José, también fue un viaje en el trabajo del actor. Esa dramaturgia del actor que uno debe hacer para generar una especie de recorrido empezaba con la pregunta sobre el personaje, en este caso un sabedor que representa todo lo que es esa sabiduría del Pacífico, que también está conectado con lo que es el habitar la selva y darse cuenta de que él está en la selva, pero la selva también está en él. Hay una cohabitación, pero esta se ve tensionada por fuerzas foráneas”, explica el protagonista.
El actor, “urbanizado” a la vida en Cali, tuvo que recuperar la esencia del Pacífico. El equipo y elenco de la película visitó varios de los municipios del litoral, allí se conectaron con la espiritualidad y las energías alrededor de estas prácticas ancestrales, hablando y compartiendo con las comunidades. “El personaje necesitó de una energía de credibilidad, eso fue para mí un desafío muy grande, pero de igual manera un aprendizaje sorpresivo sobre el arte de hacer cine a través de la actuación. Fue un recorrido en el oficio en términos de aprendizaje a través de las personas, los espacios formativos y el diálogo”, agregó el intérprete. En la película, el personaje emprende su viaje hacia la muerte, donde no solo se irá con su vida, sino también con los saberes ancestrales que se han perdido a lo largo de la historia del conflicto armado.
Los cantos a los muertos
La cinta tuvo a la música como otra protagonista. “Las piezas que se cantan en las escenas de los rituales hacen parte de la tradición, del folklore precisamente de los rituales mortuorios del Pacífico colombiano (…) Nidia Góngora, una de las exponentes más importantes, no solo de la música del Pacífico, sino de la cultura y la expresión de esta región, fue invitada para participar en la película. No era para poner una música ornamental, sino para dialogar con la historia a través de esta. Ella compuso varias piezas que fuimos utilizando a lo largo del montaje”, explica el director de la cinta.
Un tema llamado “Los manglares” fue la pieza principal compuesta específicamente para la cinta y que entra en su narrativa. “Cada uno de los momentos que va cantando y lo que se va diciendo hace parte también de la historia. La música del Pacífico, más allá de su riqueza en términos de lo musical y sus características particulares en la sonoridad, cuenta con una lírica que está narrando la realidad de la región. La está gritando. Está resistiendo a partir de la música y eso lo vemos en todos los grupos que existen a lo largo y ancho del litoral”.