Julio Cortázar en la tumba de Oscar Wilde en 1951. Cementerio de Père Lachaise, París.
Foto: ARCHIVO EL ESPECTADOR
El primer llanto de Julio Cortázar, por el estruendo de las bombas, no se escuchó. En plena Primera Guerra Mundial, las tropas del último Deutscher Kaiser, Guillermo II de Alemania, invadieron Bélgica en agosto de 1914. En Ixelles, Bruselas, ese 26 de agosto dio a luz María Herminia Descotte. Así llegó a este mundo uno de los intelectuales más importantes y cuya obra es inmarcesible.