Julio Cortázar: “Largo, flaco, feo y aburrido”
Este 12 de febrero de 2024 se cumplen 40 años del viaje del gran cronopio a la biblioteca de los imprescindibles. Aquí algunas palabras para recordar sus luchas y enseñanzas.
Farouk Caballero
El primer llanto de Julio Cortázar, por el estruendo de las bombas, no se escuchó. En plena Primera Guerra Mundial, las tropas del último Deutscher Kaiser, Guillermo II de Alemania, invadieron Bélgica en agosto de 1914. En Ixelles, Bruselas, ese 26 de agosto dio a luz María Herminia Descotte. Así llegó a este mundo uno de los intelectuales más importantes y cuya obra es inmarcesible.
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El primer llanto de Julio Cortázar, por el estruendo de las bombas, no se escuchó. En plena Primera Guerra Mundial, las tropas del último Deutscher Kaiser, Guillermo II de Alemania, invadieron Bélgica en agosto de 1914. En Ixelles, Bruselas, ese 26 de agosto dio a luz María Herminia Descotte. Así llegó a este mundo uno de los intelectuales más importantes y cuya obra es inmarcesible.
María Herminia y Julio José Cortázar se graduaron de padres en medio de la guerra y a 12.000 kilómetros de su natal Argentina. Este acontecimiento, como no es casual en los grandes seres humanos de la historia, marcó al recién nacido, quien siempre empuñaría la palabra en favor de la paz y, además, consolidaría un coctel genético de culturas, idiomas y nacionalidades que señaló lo que debe ser el escritor del tercer mundo. Cortázar no concebía que el artista de Latinoamérica estuviese solo conectado con su nación, pues él mismo tenía en su ser genes vascos, franceses, alemanes y argentinos, por lo que su obra tuvo influencias que tomaron El Gaucho Martín Fierro como uno de los infinitos puntos de partida, no como el único. Para él, el nacionalismo fue desde su nacimiento un discurso engañabobos.
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Su padre, a la usanza clásica, los abandonó. Julio padeció una niñez en la que el machismo de la Argentina de los años veinte oprimió a su madre. Ella dominaba el inglés, el francés, el alemán y el español, lo que todavía hoy es un enorme conocimiento, pero la sociedad le ponía barreras que apenas le dejaban un puñado de opciones para obtener trabajos precarios.
De escritor precoz a profesor
Desde sus nueve años, el nunca pequeño Julio, devoró libros. Edgar Allan Poe lo marcó más que nada hasta ese entonces. Sin llegar a la década escribió su primera novela y algunos sonetos. Fueron textos del “pibe Poe” que ya vivía en Banfield. Lo misterioso estaba en la narrativa y el amor por sus compañeritas de colegio en los versos. Julio siguió leyendo y escribiendo, incluso un médico le recetó eliminar los libros de su dieta formativa, porque su carácter social se jodía con cada lectura de días enteros. Cuántas más páginas leía, más solo quería estar. Menos mal su mamá no le dio tanta bola al médico. Las madres son sabias.
Julio, orgulloso de sus escritos iniciales, se los enseñó a su vieja. Ella leyó y lo quiso compartir con su familia. Ahí llegó la primera crítica, pues al leerlo, un tío materno, lo acusó de plagio. Afirmó que el escritor precoz solo copiaba. Cortázar supo, desde ese momento, que había que hacer mucho para mejorar la crítica literaria ignorante de América Latina.
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En el plano educativo, Julio se graduó como normalista, fue profe de primaria y luego cursó tres años más para ser profe de letras en secundaria. Sus conocimientos sobre plumas francesas llegaron a los oídos de los directivos de la naciente Universidad Nacional de Cuyo y allí dictó, justamente, literatura francesa. De sus trabajos de profe Cortázar siempre subrayó que estuvieron marcados por la satisfacción de la enseñanza y los salarios de hambre. Eso sí, jamás dejó de escribir, pero no publicaba. De esto se enorgullecería décadas después, al precisar que la tinta y el papel no deben malgastarse en obras que apenas están en formación. (¿No dejo de preguntarme lo que diría Cortázar si supiese que Iván Duque y Karen Abudinen escriben y publican libros?).
Perón, los gringos y Cuba
El 24 de febrero de 1946, Juan Domingo Perón fue elegido presidente de la Argentina. Cortázar, quien ya medía ciento noventa y tres centímetros, decidió, entonces, el camino del exilio. Se radicó en Europa. Allí su carrera tomó otra dimensión y su voz crítica con los movimientos políticos ganó una vigencia incontrovertible. Todavía hoy es leída, estudiada y comentada para entender los problemas pasados y contemporáneos que nos aquejan.
Frente a los argentinos que aplaudieron la dictadura de Juan Carlos Onganía, Cortázar escribió: “Qué asco de gente, de país, de ceguera”. La misma postura tomó contra Galtieri, Videla y compañía. Cortázar sabía que los gringos usaban al resto de América como patio trasero e impedían las autonomías nacionales torturando libertades. Fue contundente contra los yankis. Frente a esta característica de Cortázar, el escritor mexicano Carlos Fuentes subrayó: “Se negaba a ofrecerle la menor consolación pública a los gobiernos norteamericanos, en los que veía a los enemigos, no tanto del marxismo como de la independencia latinoamericana”.
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Cortázar, como manda la tradición del intelectual comprometido, rechazó trabajos de profesor invitado en USA. A finales de los sesenta, los tiempos no admitían la tibieza de nuestra época. Cortázar lo supo siempre y redactó: “Rechazaré la invitación de Columbia, cortés pero decididamente, porque aunque sé de sobra las excelentes condiciones que habría allí para decir lo que se piensa […] lo que vale hoy en Latinoamérica es la decisión física de no ir, puesto que en nuestros países pocos pueden saber si trabajamos con libertad o no en los USA, y en cambio sí saben de las ventajas de todo orden que los yanquis conceden a sus huéspedes culturales, y deducen como es lógico que de una manera u otra cedemos a las presiones y los halagos”.
Los gringos, sus dólares y sus políticas de dominación fueron una preocupación constante en el pensamiento de Cortázar. Justo por la pobreza en nuestros países del maíz, la migración crece y millones de latinos van hoy a Australia, USA, Canadá, Europa entera, China y muchas geografías más para tener mejores condiciones de vida. Y eso está bien, lo que está muy mal es que juzguen sin entender los contextos propios de cada nación, sus idiosincrasias, economías, monedas y más. El retorno de estos compatriotas es muy dañino cuando no entienden que están siendo sometidos, o para decirlo en la jerga del día: por un tiempo en el extranjero se creen gringos, europeos o ciudadanos de primer orden y masacran verbalmente a los suyos. Cortázar lo decía con mayor elegancia: “hasta hace muy pocos años me parecía muy bien que los argentinos se fueran a los Estados Unidos a perfeccionarse, e incluso que no volvieran; pero ahora descubro que muchas veces es casi peor que vuelvan, porque muchos de ellos vuelven para traicionar, consciente o inconscientemente, totalmente sometidos a ese plan de conquista cultural del que se vuelven instrumentos”.
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Eso del lado derecho, del lado izquierdo estaban Cuba y Fidel. Cortázar fue un amigo de la Revolución cubana, pero su cercanía no le impidió amonestar las fallas cuando sentía que debía hacerlo: “a pesar de todo eso nuestra solidaridad con lo esencial de la Revolución sigue siendo lo mejor que podemos darle a Latinoamérica después de y con nuestros libros […] a pesar de sus errores evidentes, sus torpezas e incluso sus groserías, el hecho de que la Revolución cubana sigue siendo algo que en esencia difiere de lo que pasa en nuestros múltiples gorilatos me obliga a estar con ellos, sin callar mi punto de vista, negándome al ucase de Fidel, cortándome solo como dicen los tangueros”.
Cortázar entre dictaduras y Revolución cubana nunca optó por los dictadores. En esos tiempos, el creador de Rayuela también definió dos aspectos que bien pueden traerse a este 2024. El primero es sobre la “mala información” que ellos recibían sobre Cuba a través de medios más cercanos, ideológica y económicamente, a Estados Unidos. Cortázar alertaba a sus amigos y lectores que no podían hacerse una opinión informada desde lejos y consumiendo una prensa más que sesgada. Con el perdón que me merece, creo que lo mismo podría decirse hoy de Venezuela y Maduro cuando, para opinar, solo se consume desinformación.
De igual manera pasa con el genocidio en Palestina, pues de acuerdo al compromiso del intelectual que Cortázar representaba, hay una necesidad de señalar los crímenes de lesa humanidad en el tiempo que se cometen. De alumbrar con la palabra las zonas oscuras que intentan ocultar desde los grandes medios de desinformación. Por lo tanto, creo que sus palabras a Mario Vargas Llosa sobre la Chile de Allende, bien pueden ser un llamado para que muchos hoy se manifiesten sobre el horror que padece Palestina: “Sé que hablaste de Chile en la TV española. Casi al mismo tiempo yo lo hacía para la TV mexicana. Si todo esto sirviera de algo… Pero sí, servirá; no hacerlo sería infame, y hay tantos que no hacen nada”.
Si es cabulero y amante del boxeo, es argentino
Uno de los libros más vendidos en 2023 fue Las cartas del Boom. En ese texto se recogen, editan y comentan las palabras íntimas de Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Allí, una de las separaciones amorosas de Cortázar es comentada desde su puño y letra a Carlos Fuentes. En pocas líneas se ve el respeto absoluto por cada letra escrita y también cómo la cábala no es solo futbolera, también es gramatical e histórica: “Te doy asimismo mi nueva dirección, pues le he dejado a Aurora el pabellón del Général Beuret y he alquilado un departamento en el 9, rue de L’Éperon, Paris VI. Siempre creí en la cábala, en cualquier forma de magia verbal, y la prueba de su verdad la dan mis domicilios: un argentino empieza por vivir junto a un general, y luego le toca la calle de la Espuela, lo que es a la vez muy gaucho y muy militar; agrégale que, si a Éperon le quitas la E, te queda Perón. Joder, cuate”.
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El humor extrafino de Cortázar es innegable. Mismo que está en una entrevista que Mario Vargas Llosa publicó en Expreso, en Lima, en 1965. El único Nobel de Literatura peruano le preguntó sobre los consejos que le daría a un joven sudamericano que quisiera ser escritor. Cortázar, sin reírse, contestó: “A semejanza de los maestros zen, trataría de romperle una silla en la cabeza. Es posible que el joven sudamericano comprendiera lo que hay detrás del silletazo; si a pesar de todo mi respuesta no resultase lo bastante clara, le diría que el solo hecho de buscar consejos ajenos en materia literaria prueba su falta de verdadera vocación. Pero tal vez el silletazo resultara mortal y tendríamos un epígono menos, lo que siempre es una ventaja”.
Otra de las pasiones que disfrutó el autor de Bestiario fue el boxeo. Famosa es su analogía de crítica literaria para explicar la estructura de dos géneros esenciales: “La novela siempre gana por puntos, mientras que el cuento debe ganar por nocaut”. Y justo en Las cartas del Boom se publican dos momentos en los que la alusión es clara y de campeonatos mundiales. La primera es fechada en junio de 1973 y dirigida a García Márquez. El 17 de marzo de 73, Antonio Cervantes “Kid Pambelé” noqueó al argentino Nicolino Locche y defendió su título mundial wélter junior de la Asociación Mundial de Boxeo. Cortázar, analogía de por medio, así lo ilustró: “Estamos bien, yo muy cansado de mi periplo latinoamericano, exaltante y útil par a mí, pero a la vez muy parecido a quince rounds contra Kid Pambelé. Por cierto que este jodido, que creo compatriota tuyo aunque vive en Venezuela, derrotó a mi gran campeón Nicolino Locche, cosa que me produjo una depresión duradera”.
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Pasaron cuatro años y el boxeo, como la vida, le dio revancha. Esta vez el perdedor fue colombiano: Rodrigo “Rocky” Valdez. El argentino Carlos Monzón defendió su título de campeón mundial de peso mediano y derrotó al Rocky de Cartagena. Cortázar no desaprovechó y dejó estos renglones para festejar a los dos Carlos (Fuentes y Monzón) y fregar a Gabo: “Lo que te puedo decir es que en esa semana hubo una conjunción astral que la convirtió en la semana de los Carlos, pues mientras tú ganabas el premio [Rómulo Gallegos], Carlos Monzón hacía lo mismo con Rodrigo Valdez para mi doble y perdurable alegría. Por cierto que me divirtió mucho pensar que Gabo debía estar en esos momentos en pleno dilema corneliano, pues mientras se alegraba tanto por el primero de los Carlos, el segundo debió atravesársele en pleno patriotismo colombiano. Pero qué quieres, no se puede tener todo”.
Repasar las letras de este maestro universal es apenas un diminuto homenaje a su legado. Por eso, me hago a un lado y traigo a García Márquez para que cierre este texto. Apenas habían pasado diez días de la muerte de Cortázar y Gabo publicó una nota homenaje en El País de Madrid. Con sus líneas, creo, se resume la intención total de esta semblanza: “Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto, grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción. Fue, tal vez sin proponérselo, el argentino que se hizo querer de todo el mundo”.
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