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Bonnett recogió este martes, 19 de noviembre, en Madrid, el máximo galardón de la poesía en lengua española, que se concedió a su antología “La oscura disonancia”, y le entregó la reina Sofía de España, madre de Felipe VI.
Son más de 200 poemas, algunos inéditos e incluso manuscritos, con mucha denuncia social en un primer momento, para dar paso a otra etapa marcada por la enfermedad y suicidio de su hijo Daniel, en 2011, con tan solo 28 años.
Y es, precisamente, el óleo “Lápiz, 2001″ de su hijo el que ilustra la portada de una antología de poemas que son capaces de “mirar y compadecer” como le enseñaron sus padres: “Vivo en un país violento con mucha desdicha, y no se puede existir sin una mediana de sensibilidad, sin sentir el dolor ajeno”.
La antología, presentada este martes por Patrimonio Nacional (organismo público responsable de los bienes de titularidad del Estado que proceden del legado de la Corona española), y la Universidad de Salamanca, que edita el texto, deja ver su evolución como poeta, una creación en progreso donde, dijo la escritora, se ven sus “cicatrices”.
Bonnett reconoció que seleccionar una antología fue una tarea “muy difícil” porque se tuvo que poner en conexión con sus propios poemas, “como si no los conociera para hacer, de verdad, una selección representativa” de lo mejor que ha hecho, y eso implica “una mirada crítica”.
Y recibir este premio es una “satisfacción enorme”, ya que supone el aval de los lectores y de gente respetable y competente: “Es un momento especialmente importante en mi vida”, confesó. Sin embargo, reconoció sentir ambivalencia y preguntarse, en el fondo, si acaso el premio no le correspondería a otros poetas, “enormes voces que se merecían este reconocimiento”.
En la presentación de la antología, en el Palacio Real de Madrid, Bonnett explicó que va entrando en una edad en la que va haciendo balance de vida, y la mejor representación está en su último libro, “La mujer incierta”, de la editorial Alfaguara, donde muestra lo mucho que le costó creer en su talento.
En la presentación, Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca valoraron la capacidad de Bonnett para acercarse “a la parte oscura” y a la denuncia social con “extraordinaria sensibilidad” y una poética “valiente”.
Bonnett leyó ante el auditorio un manuscrito dedicado a su hijo que le produjo especial emoción: “Te he visto vacilar al borde, antes de dar el salto. Y me he quedado quieta, en mi silla blanca, esperando que emerjas de las aguas”.