Pierre Jean González y su lucha porque la diversidad no esté “tras bambalinas”
El actor, director y productor, quien actualmente interpreta a Alexander Hamilton en el musical homónimo, estuvo en Colombia como parte del Ciclo Rosa, una iniciativa que busca ampliar las miradas y reflexiones sobre la población LGTBIQ+ por medio del cine. Habló de su infancia, su carrera y su sueño: crear más espacios en la industria para personas como él.
Daniela Villamarín Solorza
¿Cómo es interpretar a Alexander Hamilton?
Todavía hay momentos donde me asombra estar en el escenario. Crecí en el Bronx, Nueva York, y allí la idea de ser intérprete o actor parecía algo imposible para mí. Nunca voy a olvidar la primera vez que vi a Alexander Hamilton en el musical y pensé: “Esa persona nunca voy a ser yo”. No fue sino hasta que estudié y fui a un conservatorio que descubrí que esto era algo que en realidad podía hacer. Me tomó nueve audiciones y dos años conseguir el papel y llevo haciéndolo desde que volvimos de la pandemia.
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¿Cómo fue el proceso de convertirse en el protagonista de su propia historia, luego de crecer en un contexto donde esos roles no eran para personas como usted?
Crecí viendo telenovelas con mi mamá y ni siquiera los personajes latinos que veía en la televisión se parecían a nosotros. Por eso la idea de convertirme en actor nunca llegó a mí a través de personas como yo. Por eso, apenas me dieron el papel, decidí que iba a encontrar la forma de crear más espacios y oportunidades como estas, porque en Broadway, en Hollywood, en la industria en general, la mayoría de los grandes roles no son para personas que se ven como nosotros, que hablan como nosotros, que tienen acento y que no encajan en los moldes de lo que se supone que debería estar en televisión.
¿Fue difícil ser usted mismo dentro de la industria?
Mucho. Creo que como no nos hemos visto representados en ella, automáticamente crees que si eres auténtico no vas a encajar. Luego te das cuenta de que es necesario crear desde adentro y estar conectado con lo que realmente eres, también con el idioma. Al crecer en Nueva York, desafortunadamente, mis padres y abuelos trataron de asegurarse de que yo encajara en el estilo americano, de que no tuviera acento, de que fuera mejor de lo que ellos creían que eran. Y no los culpo, para ese entonces, en los años noventa, tener un acento y hablar español significaba que iban a discriminarte. Por eso, muchos latinos cambiaron sus apellidos, solo para tener la posibilidad de recibir un llamado después de presentarse a una audición. Las cosas están cambiando y cada vez más encontramos que es posible conectar con la gente si somos nosotros mismos. Por eso, les diría a los artistas que si no encuentran los espacios que les gustaría ocupar en la industria, arriésguense a crearlos.
¿Alguna vez intentaron limitarlo o convencerlo de que no podía cumplir su sueño?
Creo que sí intentaron limitarme, pero de forma pasiva-agresiva. Nunca me dijeron “No, no puedes hacer eso”, sino que me decían “¿De verdad quieres hacer eso?” No te dicen que no lo hagas, pero constantemente te están engañando para que te cuestiones a ti mismo y lo abandones. En el caso de nuestros padres, creo que ponen sobre nosotros sus propios traumas. Entonces, si tus padres vieron cómo trataron a las personas negras, a los latinos, a los Queer, claro que van a decirte, creyendo que así van a protegerte, que quizás no deberías perseguir ese sueño, o no deberías hablar tan alto, o sonar tan gay, o parecer latino.
¿Cómo ve la situación actual de la representación de la población LGTBIQ+ en la industria?
Creo que está cambiando cada día. Estamos en un mejor lugar que hace cuatro años. ¿Es perfecto? No. ¿Será perfecto alguna vez, al menos para nuestra generación? Probablemente no. Pero nuestro trabajo es hacer todo lo que podamos, ahora que podemos, para que la juventud y los niños sí puedan verse representados. Realmente espero que con el trabajo que estoy haciendo pueda inspirar a alguien para que lleve el cambio mucho más lejos.
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Alexander Hamilton fue un revolucionario, ¿considera que usted también es uno?
Me gustaría pensar que sí, sobre todo porque nunca he visto a alguien que haga parte de la población LGTBIQ+ interpretando un rol como este y, sobre todo, siendo tan abierto al respecto. También porque constantemente estoy señalando las injusticias del sistema en el que vivimos y peleando por las personas que se ven como yo. Por eso me gusta pensar que soy un revolucionario y que inspiro a las personas con lo que hago.
¿Podría contarme un poco más sobre DominiRican?
Mi prometido, Cedric Leiba Jr., y yo, tuvimos la idea de ver a personas de color en ambos lados de la cámara. Hemos hecho mucha televisión y películas en Nueva York y era realmente sorprendente ver que, incluso las personas que estaban detrás de las cámaras, tampoco se veían como nosotros. Ese es el sueño, que cuando nuestras historias sean narradas haya escritores, productores, directores y fotógrafos que hagan parte de nuestra comunidad. Ese es nuestro objetivo, resaltar la comunidad afrolatina LGBTIQ+ y contar nuestras propias historias.
¿Ha sido víctima de discriminación por su orientación sexual?
Sí. Yo crecí en el Bronx, Nueva York y en los años noventa, incluso en los dos mil, ser gay era un signo de debilidad, significaba ir en contra de la iglesia y de todo aquello en lo que creíamos como sociedad. Se han burlado de mí toda mi vida porque sonaba “un poco gay”. Durante mucho tiempo intenté encajar en la forma de vivir que me imponía el machismo, hasta que salí del closet en la universidad. Allí fui acosado, agredido, discriminado, golpeado, gritado, me llamaron maricón, puto, todo lo que te imagines. He pasado por mucho, pero no lo cambiaría, lo haría todo otra vez. Lo único de lo que me arrepiento es de no haberlo hecho antes, de no haber sido más valiente para decir desde un principio “sí, soy gay y estoy orgulloso de eso”.
¿Cuándo está sobre el escenario, siente que es otra persona?
Creo que siempre fui esta persona, solo que traté de esconderla durante años. Cuando estoy sobre el escenario me siento realmente yo y me siento muy orgulloso de donde estoy. Sé que no estaría aquí si no hubiera sido por la comunidad Queer y afrolatina que tuvo que soportar el peso de la historia por mí, todo ese dolor que les ha causado la sociedad. Cada vez que me subo al escenario siento que soy un niño otra vez y que con cada canción estoy sanando a ese niño que se sentaba a ver televisión y soñaba con estar ahí.
¿Tiene algún recuerdo de su infancia que esté relacionado con su arte?
Tengo un recuerdo con mi abuela, a quien extraño cada minuto que pasa. Cuando estaba viva solía contarme una historia de cuando era muy pequeño, tanto que ni siquiera lo recuerdo. Me decía que me gustaba jugar con una caja que corté en forma de televisor. Me metía dentro de la caja y pretendía ser los actores, ambos, el hombre y la mujer de mi propia obra. Cada vez que me contaba esa historia tenía sentido de dónde viene todo y el porqué estoy aquí. Siempre he querido interpretar y contar historias y creo que eso viene del dolor de ser Queer, porque nunca pude ser yo mismo, pero el teatro sí me lo permitió, me dejó sentirme cómodo y seguro en mi propia piel.
(Le invitamos a leer: Leonardo Henrichsen, el camarógrafo que grabó hace 50 años su asesinato en Chile)
¿En algún momento del camino quiso rendirse?
Claro. No fue nada fácil. Antes de este gran sí me habían dicho que no durante casi diez años. Hace unos años hice una audición para un programa de televisión y sentía que estaba cerca. Un día me llamaron a decirme que había pasado otra prueba y debía volver a audicionar, pero en mi trabajo no me dieron permiso y por eso no fui a trabajar. Al final no me escogieron para el papel y me despidieron del trabajo, en ese momento trabajaba como bartender en un restaurante, fue lo que hice la mayor parte de mi vida. Recuerdo que me senté y pensé “¿qué carajos estoy haciendo?”.
Luego llamé a mi mamá y le dije: “mamá, no tengo dinero, ¿podrías enviarme cuarenta dólares para comer algo?”, y empecé a llorar y a decirle: “mamá, no creo que pueda seguir haciendo esto”. Ella fue la que me recordó que esto era lo quería cuando me dijo: “Papi, pero este es tu sueño, tú lo amas, no te rindas, por favor no te rindas”. Ese día lloré todo lo que pude y al otro día me sacudí y dije “bueno, necesito un trabajo”. Dos años después tuve una audición para Hamilton y dos años después esa audición estoy aquí, siendo Alexander Hamilton.
¿Cómo es interpretar a Alexander Hamilton?
Todavía hay momentos donde me asombra estar en el escenario. Crecí en el Bronx, Nueva York, y allí la idea de ser intérprete o actor parecía algo imposible para mí. Nunca voy a olvidar la primera vez que vi a Alexander Hamilton en el musical y pensé: “Esa persona nunca voy a ser yo”. No fue sino hasta que estudié y fui a un conservatorio que descubrí que esto era algo que en realidad podía hacer. Me tomó nueve audiciones y dos años conseguir el papel y llevo haciéndolo desde que volvimos de la pandemia.
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¿Cómo fue el proceso de convertirse en el protagonista de su propia historia, luego de crecer en un contexto donde esos roles no eran para personas como usted?
Crecí viendo telenovelas con mi mamá y ni siquiera los personajes latinos que veía en la televisión se parecían a nosotros. Por eso la idea de convertirme en actor nunca llegó a mí a través de personas como yo. Por eso, apenas me dieron el papel, decidí que iba a encontrar la forma de crear más espacios y oportunidades como estas, porque en Broadway, en Hollywood, en la industria en general, la mayoría de los grandes roles no son para personas que se ven como nosotros, que hablan como nosotros, que tienen acento y que no encajan en los moldes de lo que se supone que debería estar en televisión.
¿Fue difícil ser usted mismo dentro de la industria?
Mucho. Creo que como no nos hemos visto representados en ella, automáticamente crees que si eres auténtico no vas a encajar. Luego te das cuenta de que es necesario crear desde adentro y estar conectado con lo que realmente eres, también con el idioma. Al crecer en Nueva York, desafortunadamente, mis padres y abuelos trataron de asegurarse de que yo encajara en el estilo americano, de que no tuviera acento, de que fuera mejor de lo que ellos creían que eran. Y no los culpo, para ese entonces, en los años noventa, tener un acento y hablar español significaba que iban a discriminarte. Por eso, muchos latinos cambiaron sus apellidos, solo para tener la posibilidad de recibir un llamado después de presentarse a una audición. Las cosas están cambiando y cada vez más encontramos que es posible conectar con la gente si somos nosotros mismos. Por eso, les diría a los artistas que si no encuentran los espacios que les gustaría ocupar en la industria, arriésguense a crearlos.
¿Alguna vez intentaron limitarlo o convencerlo de que no podía cumplir su sueño?
Creo que sí intentaron limitarme, pero de forma pasiva-agresiva. Nunca me dijeron “No, no puedes hacer eso”, sino que me decían “¿De verdad quieres hacer eso?” No te dicen que no lo hagas, pero constantemente te están engañando para que te cuestiones a ti mismo y lo abandones. En el caso de nuestros padres, creo que ponen sobre nosotros sus propios traumas. Entonces, si tus padres vieron cómo trataron a las personas negras, a los latinos, a los Queer, claro que van a decirte, creyendo que así van a protegerte, que quizás no deberías perseguir ese sueño, o no deberías hablar tan alto, o sonar tan gay, o parecer latino.
¿Cómo ve la situación actual de la representación de la población LGTBIQ+ en la industria?
Creo que está cambiando cada día. Estamos en un mejor lugar que hace cuatro años. ¿Es perfecto? No. ¿Será perfecto alguna vez, al menos para nuestra generación? Probablemente no. Pero nuestro trabajo es hacer todo lo que podamos, ahora que podemos, para que la juventud y los niños sí puedan verse representados. Realmente espero que con el trabajo que estoy haciendo pueda inspirar a alguien para que lleve el cambio mucho más lejos.
(Le sugerimos: El Ministerio de Cultura lanzó hoy Sonidos para la Construcción de Paz)
Alexander Hamilton fue un revolucionario, ¿considera que usted también es uno?
Me gustaría pensar que sí, sobre todo porque nunca he visto a alguien que haga parte de la población LGTBIQ+ interpretando un rol como este y, sobre todo, siendo tan abierto al respecto. También porque constantemente estoy señalando las injusticias del sistema en el que vivimos y peleando por las personas que se ven como yo. Por eso me gusta pensar que soy un revolucionario y que inspiro a las personas con lo que hago.
¿Podría contarme un poco más sobre DominiRican?
Mi prometido, Cedric Leiba Jr., y yo, tuvimos la idea de ver a personas de color en ambos lados de la cámara. Hemos hecho mucha televisión y películas en Nueva York y era realmente sorprendente ver que, incluso las personas que estaban detrás de las cámaras, tampoco se veían como nosotros. Ese es el sueño, que cuando nuestras historias sean narradas haya escritores, productores, directores y fotógrafos que hagan parte de nuestra comunidad. Ese es nuestro objetivo, resaltar la comunidad afrolatina LGBTIQ+ y contar nuestras propias historias.
¿Ha sido víctima de discriminación por su orientación sexual?
Sí. Yo crecí en el Bronx, Nueva York y en los años noventa, incluso en los dos mil, ser gay era un signo de debilidad, significaba ir en contra de la iglesia y de todo aquello en lo que creíamos como sociedad. Se han burlado de mí toda mi vida porque sonaba “un poco gay”. Durante mucho tiempo intenté encajar en la forma de vivir que me imponía el machismo, hasta que salí del closet en la universidad. Allí fui acosado, agredido, discriminado, golpeado, gritado, me llamaron maricón, puto, todo lo que te imagines. He pasado por mucho, pero no lo cambiaría, lo haría todo otra vez. Lo único de lo que me arrepiento es de no haberlo hecho antes, de no haber sido más valiente para decir desde un principio “sí, soy gay y estoy orgulloso de eso”.
¿Cuándo está sobre el escenario, siente que es otra persona?
Creo que siempre fui esta persona, solo que traté de esconderla durante años. Cuando estoy sobre el escenario me siento realmente yo y me siento muy orgulloso de donde estoy. Sé que no estaría aquí si no hubiera sido por la comunidad Queer y afrolatina que tuvo que soportar el peso de la historia por mí, todo ese dolor que les ha causado la sociedad. Cada vez que me subo al escenario siento que soy un niño otra vez y que con cada canción estoy sanando a ese niño que se sentaba a ver televisión y soñaba con estar ahí.
¿Tiene algún recuerdo de su infancia que esté relacionado con su arte?
Tengo un recuerdo con mi abuela, a quien extraño cada minuto que pasa. Cuando estaba viva solía contarme una historia de cuando era muy pequeño, tanto que ni siquiera lo recuerdo. Me decía que me gustaba jugar con una caja que corté en forma de televisor. Me metía dentro de la caja y pretendía ser los actores, ambos, el hombre y la mujer de mi propia obra. Cada vez que me contaba esa historia tenía sentido de dónde viene todo y el porqué estoy aquí. Siempre he querido interpretar y contar historias y creo que eso viene del dolor de ser Queer, porque nunca pude ser yo mismo, pero el teatro sí me lo permitió, me dejó sentirme cómodo y seguro en mi propia piel.
(Le invitamos a leer: Leonardo Henrichsen, el camarógrafo que grabó hace 50 años su asesinato en Chile)
¿En algún momento del camino quiso rendirse?
Claro. No fue nada fácil. Antes de este gran sí me habían dicho que no durante casi diez años. Hace unos años hice una audición para un programa de televisión y sentía que estaba cerca. Un día me llamaron a decirme que había pasado otra prueba y debía volver a audicionar, pero en mi trabajo no me dieron permiso y por eso no fui a trabajar. Al final no me escogieron para el papel y me despidieron del trabajo, en ese momento trabajaba como bartender en un restaurante, fue lo que hice la mayor parte de mi vida. Recuerdo que me senté y pensé “¿qué carajos estoy haciendo?”.
Luego llamé a mi mamá y le dije: “mamá, no tengo dinero, ¿podrías enviarme cuarenta dólares para comer algo?”, y empecé a llorar y a decirle: “mamá, no creo que pueda seguir haciendo esto”. Ella fue la que me recordó que esto era lo quería cuando me dijo: “Papi, pero este es tu sueño, tú lo amas, no te rindas, por favor no te rindas”. Ese día lloré todo lo que pude y al otro día me sacudí y dije “bueno, necesito un trabajo”. Dos años después tuve una audición para Hamilton y dos años después esa audición estoy aquí, siendo Alexander Hamilton.