Piratean libros de Alejandro Gaviria y se los entregan con curiosas dedicatorias
No es una broma de día de inocentes. El ministro Alejandro Gaviria, autor de “No espero hacer ese viaje”, es uno de los escritores favoritos para la piratería de libros en Colombia. Miren por qué.
Élber Gutiérrez Roa
El ministro de Educación, Alejandro Gaviria, quien hace dos semanas lanzó “No espero hacer ese viaje”, ya tiene copias piratas de su nueva obra. Y para ello no tuvo que hacer ningún ejercicio detectivesco ni nada por el estilo.
“No espero hacer ese viaje” habla sobre el escritor austriaco Stefan Zweig, uno de los más traducidos del mundo en la primera mitad del siglo XX. Tanto Zweig como su esposa Charlotte Elisabeth Altmann, se suicidaron en Petrópolis, Brasil, en febrero de 1942, pues el escritor no soportaba la idea de que el nazismo ganara la segunda Guerra Mundial y se extendiera por el mundo.
Resulta que, en su última conversación, camino a casa de un periodista berlinés, Zweig reflexionó sobre el dilema que tenía de irse a vivir en Bogotá. La idea se la inculcó un amigo colombiano. Ni más ni menos que Germán Arciniegas, el entonces ministro de Educación de Colombia.
Pues esa historia real, narrada ahora por el ministro de educación de Colombia, ya está pirateada en los semáforos, hasta los cuales el mismo Alejandro Gaviria se asoma de vez en cuando con curiosidad para ver qué “novedades” promocionan. Y no es una broma de día de inocentes. Aunque Gaviria no es amigo de la piratería, se ha tenido que quedar callado cada vez que los mismos vendedores callejeros lo reconocen, le dan las gracias por ser tan buen escritor y hasta le envían copias autografiadas de sus obras.
Sí, en ese garciamarquiano mundo de semáforos y ventas ambulantes, aquel en el que, gracias a los trancones nuestros de cada día, es posible hacer mercado, comprar baratijas, presenciar raponazos, dormir la siesta o hacer obras de caridad, también se venden libros. Libros pitaras. De esos que representan casi la quinta parte del total de libros vendidos en Colombia.
Cerca de la mitad de esos libros no originales son textos universitarios y profesionales y la otra mitad se reparte entre los textos escolares y los libros de interés general, como “No espero hacer ese viaje”.
O como cualquiera de los otros cinco libros que Gaviria ha escrito en los últimos siete años y que también están pirateados en las calles. De hecho, no estaría de más que verifique usted la originalidad de su copia de “Siquiera tenemos las palabras”, “Hoy es siempre todavía”, “Otro fin del mundo es posible”, “Alguien tiene que llevar la contraria” y “Uribenomics y otras paradojas”. Casos se han visto. Lo sabe el mismo Alejandro Gaviria quien, de hecho, tiene copias piratas de cada una de sus obras autografiadas por el vendedor o vendedora de turno.
Son muchos los autores que se niegan a firmar copias no auténticas de sus obras. Hay famosas anécdotas que sobre el tema dejaron escritores colombianos como Germán Castro Caycedo o el Nobel Gabriel García Márquez, para no ir más lejos. Gabo no solo no las firmaba, sino que se molestaba muchísimo cuando sus devotos lectores se le aparecían con un ejemplar pirata en la mano.
Pero sería injusto decir que el negocio de la piratería de libros es solo de Colombia. Lectores tan fieles como incautos -por no decir otras palabras- hay en todas partes. De esos que se le aparecen a su escritor de cabecera con el libro mal impreso, a veces sin los números de las páginas, en ocasiones con finales incompletos o hasta con errores de ortografía. Hoy se dan el lujo de decir que los regañó un Nobel.
A Gaviria no es que le guste la piratería, pero un buen día decidió guardar las copias por los curiosos mensajes que le dejan en ellas y que van desde el descaro del vendedor a la súplica por ayuda para formalizar sus negocios o hasta la sincera declaración de aprecio por la calidad de cada obra.
Sus agudas reflexiones sobre temas sociales y políticos e incluso su experiencia de lucha personal contra un cáncer linfático están en cuanta venta ambulante hay por ahí. Sus textos tienen tanta acogida que muy pronto los ve pirateados en los semáforos. Aunque rechaza con contundencia las prácticas ilegales, tiene la colección completa de su obra pirateada y autografiada por los informales vendedores de las calles.
¿De qué trata el libro “No espero hacer ese viaje”?
En palabras del mismo Alejandro Gaviria, el libro “No espero hacer ese viaje” es “una reflexión sobre el pasado, el presente y el futuro”. Publicado bajo el sello Ariel, gira en torno al caso del suicidio del escritor austriaco Stefan Zweig y de su esposa Charlotte Elisabeth Altmann, en Petrópolis, Brasil, como ya se ha dicho. Y narra, como ya se ha dicho también, la cercanía del escritor con el entonces ministro de educación colombiano Germán Arciniegas.
“A partir de esa historia hago una reflexión, si se quiere de naturaleza política, sobre esa época de locura que fueron los años 30 del siglo pasado, cómo terminó en el genocidio, una mácula que va a compañar por siempre la historia de la humanidad. Y la reflexión que hacía Stefan Zweig sobre la necesitad, hoy más urgente que nunca, de unirnos, de tener una unidad espiritual en todos los seres humanos. Unirnos como comunidad global, entre otras para combatir las consecuencias de la crisis climática”, señala Gaviria.
El debate sobre papel de las tecnologías de la comunicación en la erosión del debate público también está presente en la obra en la que el narrador a veces toma voz propia y le permite a Gaviria hacer reflexiones sobre sobre su propia aventura política, como lo contó él mismo a El Espectador.
El ministro de Educación, Alejandro Gaviria, quien hace dos semanas lanzó “No espero hacer ese viaje”, ya tiene copias piratas de su nueva obra. Y para ello no tuvo que hacer ningún ejercicio detectivesco ni nada por el estilo.
“No espero hacer ese viaje” habla sobre el escritor austriaco Stefan Zweig, uno de los más traducidos del mundo en la primera mitad del siglo XX. Tanto Zweig como su esposa Charlotte Elisabeth Altmann, se suicidaron en Petrópolis, Brasil, en febrero de 1942, pues el escritor no soportaba la idea de que el nazismo ganara la segunda Guerra Mundial y se extendiera por el mundo.
Resulta que, en su última conversación, camino a casa de un periodista berlinés, Zweig reflexionó sobre el dilema que tenía de irse a vivir en Bogotá. La idea se la inculcó un amigo colombiano. Ni más ni menos que Germán Arciniegas, el entonces ministro de Educación de Colombia.
Pues esa historia real, narrada ahora por el ministro de educación de Colombia, ya está pirateada en los semáforos, hasta los cuales el mismo Alejandro Gaviria se asoma de vez en cuando con curiosidad para ver qué “novedades” promocionan. Y no es una broma de día de inocentes. Aunque Gaviria no es amigo de la piratería, se ha tenido que quedar callado cada vez que los mismos vendedores callejeros lo reconocen, le dan las gracias por ser tan buen escritor y hasta le envían copias autografiadas de sus obras.
Sí, en ese garciamarquiano mundo de semáforos y ventas ambulantes, aquel en el que, gracias a los trancones nuestros de cada día, es posible hacer mercado, comprar baratijas, presenciar raponazos, dormir la siesta o hacer obras de caridad, también se venden libros. Libros pitaras. De esos que representan casi la quinta parte del total de libros vendidos en Colombia.
Cerca de la mitad de esos libros no originales son textos universitarios y profesionales y la otra mitad se reparte entre los textos escolares y los libros de interés general, como “No espero hacer ese viaje”.
O como cualquiera de los otros cinco libros que Gaviria ha escrito en los últimos siete años y que también están pirateados en las calles. De hecho, no estaría de más que verifique usted la originalidad de su copia de “Siquiera tenemos las palabras”, “Hoy es siempre todavía”, “Otro fin del mundo es posible”, “Alguien tiene que llevar la contraria” y “Uribenomics y otras paradojas”. Casos se han visto. Lo sabe el mismo Alejandro Gaviria quien, de hecho, tiene copias piratas de cada una de sus obras autografiadas por el vendedor o vendedora de turno.
Son muchos los autores que se niegan a firmar copias no auténticas de sus obras. Hay famosas anécdotas que sobre el tema dejaron escritores colombianos como Germán Castro Caycedo o el Nobel Gabriel García Márquez, para no ir más lejos. Gabo no solo no las firmaba, sino que se molestaba muchísimo cuando sus devotos lectores se le aparecían con un ejemplar pirata en la mano.
Pero sería injusto decir que el negocio de la piratería de libros es solo de Colombia. Lectores tan fieles como incautos -por no decir otras palabras- hay en todas partes. De esos que se le aparecen a su escritor de cabecera con el libro mal impreso, a veces sin los números de las páginas, en ocasiones con finales incompletos o hasta con errores de ortografía. Hoy se dan el lujo de decir que los regañó un Nobel.
A Gaviria no es que le guste la piratería, pero un buen día decidió guardar las copias por los curiosos mensajes que le dejan en ellas y que van desde el descaro del vendedor a la súplica por ayuda para formalizar sus negocios o hasta la sincera declaración de aprecio por la calidad de cada obra.
Sus agudas reflexiones sobre temas sociales y políticos e incluso su experiencia de lucha personal contra un cáncer linfático están en cuanta venta ambulante hay por ahí. Sus textos tienen tanta acogida que muy pronto los ve pirateados en los semáforos. Aunque rechaza con contundencia las prácticas ilegales, tiene la colección completa de su obra pirateada y autografiada por los informales vendedores de las calles.
¿De qué trata el libro “No espero hacer ese viaje”?
En palabras del mismo Alejandro Gaviria, el libro “No espero hacer ese viaje” es “una reflexión sobre el pasado, el presente y el futuro”. Publicado bajo el sello Ariel, gira en torno al caso del suicidio del escritor austriaco Stefan Zweig y de su esposa Charlotte Elisabeth Altmann, en Petrópolis, Brasil, como ya se ha dicho. Y narra, como ya se ha dicho también, la cercanía del escritor con el entonces ministro de educación colombiano Germán Arciniegas.
“A partir de esa historia hago una reflexión, si se quiere de naturaleza política, sobre esa época de locura que fueron los años 30 del siglo pasado, cómo terminó en el genocidio, una mácula que va a compañar por siempre la historia de la humanidad. Y la reflexión que hacía Stefan Zweig sobre la necesitad, hoy más urgente que nunca, de unirnos, de tener una unidad espiritual en todos los seres humanos. Unirnos como comunidad global, entre otras para combatir las consecuencias de la crisis climática”, señala Gaviria.
El debate sobre papel de las tecnologías de la comunicación en la erosión del debate público también está presente en la obra en la que el narrador a veces toma voz propia y le permite a Gaviria hacer reflexiones sobre sobre su propia aventura política, como lo contó él mismo a El Espectador.