Plumas transgresoras: la cuestión homérica
Homero, quien se cree que nació y murió durante el siglo VIII a.C, era un “aedo”, como se conocía a los artistas que cantaban epopeyas. “La ilíada” y “La odisea” figuran entre sus trabajos más reconocidos.
Mónica Acebedo
En el siglo VIII a. C. llegó a Grecia la escritura alfabética, herencia del sistema gráfico fenicio. Con este, Homero rompió con la tradición oral; nos dejó dos de los referentes literarios más relevantes en la historia de la literatura: la Ilíada, la Odisea, los Himnos homéricos y otras más, que se convirtieron en usanza y marcaron la cultura griega. En ese sentido, se podría decir que su pluma ha sido una de las más transgresoras de todos los tiempos.
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En el siglo VIII a. C. llegó a Grecia la escritura alfabética, herencia del sistema gráfico fenicio. Con este, Homero rompió con la tradición oral; nos dejó dos de los referentes literarios más relevantes en la historia de la literatura: la Ilíada, la Odisea, los Himnos homéricos y otras más, que se convirtieron en usanza y marcaron la cultura griega. En ese sentido, se podría decir que su pluma ha sido una de las más transgresoras de todos los tiempos.
En el prólogo de la Ilíada de la edición de Gredos, Carlos García Gual se refiere así a Homero y la escritura: “Tal vez fue uno de los primeros griegos que manifestaron con soltura el nuevo invento, tan revolucionario culturalmente, de la escritura alfabética” (Ilíada, Prólogo, Gredos, 2014. P. 12).
En todo caso, es a partir de Homero que surge una práctica literaria, que se sigue desarrollando hasta nuestros días, lo que no quiere decir que no hubo otras prácticas narrativas. Afirma Walter Burkert: “No es infrecuente que la tradición literaria ‘homérica’ esté en desacuerdo con relatos locales que, más tarde, se depositan y transmiten por escrito, pero que debieron existir mucho antes de la gran poesía literaria” (Historia de la literatura; Akal, V1, p. 13).
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El problema es que no sabemos nada de Homero como persona de carne y hueso. Y así como él representó partes de la guerra de Troya —una de las grandes leyendas de la historia—, junto a dos de los héroes icónicos (Aquiles y Odiseo) y que de esos versos rezuman muchos de los mitos fundacionales de la cultura griega, él mismo se ha convertido en mito. Son muchos los estudios literarios e historiográficos que han debatido si Homero existió y si el autor de la Ilíada y la Odisea es la misma persona.
En la Grecia antigua no tenían un texto sagrado que unificara sus creencias religiosas. En cambio, lo que se utilizaba para enseñar a niños y niñas eran las dos epopeyas de Homero, que se debían aprender de memoria para luego recitar en las fiestas y esa tradición se mantuvo durante muchos siglos. Grandes filósofos: Aristóteles, Sócrates y Platón; famosos dramaturgos: Esquilo, Sófocles, Eurípides; artistas, poetas e historiadores se referieron a Homero como fundamento de su cultura. Entonces, ¿por qué se ha dudado de la existencia de un personaje tan representativo en la historia griega y de Occidente?
La llamada cuestión homérica, o la incertidumbre de la existencia del compositor de la Ilíada y la Odisea, surgió en 1715 con el texto Conjecture academique sur l’Iliade del abate D’Abignac, en el cual proponía que Homero era un simple recolector de diversos poemas de diferentes autores. A esta tesis se opuso la de Federico Augusto Wolf (1759-1824) en un prólogo de una dedición de la Ilíada de 1795, llamado Prolegonmena ad Homerum. Según él, lo que hizo Homero fue juntar oralmente los poemas en uno solo, pero no los puso por escrito, porque no conocía el alfabeto. Afirmó que fue mucho después, con el tirano Pisístrato (siglo VI a. C.) cuando se registraron los poemas por escrito.
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Antes nunca se había dudado de su existencia ni de si una única persona real había puesto por escrito las dos grandes epopeyas y el resto de la obra que se le atribuye: Himnos homéricos, Batracomiomaquia, Margites, Tebaida, Epígonos y Cipria. Durante el siglo XIX se hicieron muchos estudios y comparaciones de los textos, hasta que en el siglo XX la cuestión perdió relevancia.
Los griegos antiguos, entre ellos Heródoto (siglo V a. C), creían que Homero había nacido alrededor del siglo VIII o IX a. C. De hecho, se sabe de la existencia de biografías de la época helenística, que resultan poco creíbles, ya que fueron escritas muchos siglos después de la supuesta existencia del poeta y son contradictorias e incluso fantásticas. Entre los textos se ha encontrado la disputa de dónde nació; han sido varias las poblaciones que se han peleado su nacimiento. La teoría más común era que había nacido en la isla de Quíos y que era ciego.
Ahora bien, lo de que era ciego es un lugar común de la antigüedad para referirse a los genios. También de la etimología de su nombre: Hómeros, “el que no ve”. Esto resulta paradójico si se piensa a Homero como el primero que utilizó el alfabeto para componer o compilar unos versos que narraban leyendas de la tradición oral.
En resumen, los estudios literarios han dudado sobre si lo que hizo Homero fue usar el alfabeto y poner por escrito unas leyendas, si fue una persona o varias y si el mismo autor de la Ilíada es el de la Odisea. Al igual que ha ocurrido con dioses, profetas de muchas religiones, artistas y poetas, no se sabe con precisión si el autor referente más importante de la literatura, independientemente del significado estético, cultural e incluso religioso de su obra, realmente existió o es una mera leyenda construida a lo largo de los siglos. Y aunque en los últimos años esa cuestión ha pasado a un segundo plano y, se ve a Homero como el padre de la literatura universal, la incógnita permanece.
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Cierro con una cita de Daniel Ruiz Bueno: “Homero aparece en el umbral de la historia de la literatura griega; pero cometeríamos craso error si, por ser el primer poeta griego, le tuviéramos también por primitivo. Sus poemas son una cima y si nos aparecen aislados, señeros e inaccesibles, ello es mero azar de la tradición que los guardó como tesoros y dejó perecer, sin llanto de erudito, todo lo que les precedió y siguió en materia épica. Con él termina un mundo y se inicia otro” (“La cuestión homérica” en Revista de filología clásica y hebrea, tomo V, p. 237).