“Plus Ultra”, Francis Bacon y el poder humano sobre la naturaleza
En esta entrega de “El teatro de la Historia”, Mauricio Nieto nos muestra cómo los textos literarios y filosóficos de Francis Bacon, al igual que la pintura con los que los presenta, nos ayudan a entender las ideas que forjaron el mundo moderno.
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Francis Bacon eligió como frontispicio para su obra filosófica Instauratio Magna (1620) la imagen de un barco que regresa de un viaje fuera de los confines del Mediterráneo y cruza las columnas de Hércules sobre el estrecho de Gibraltar, una ilustración que evoca la superación de los límites del mundo conocido de la Europa medieval. Los barcos de vela, muy frecuentes en la pintura del Renacimiento, son emblemas del poder de las artes humanas sobre las fuerzas de la naturaleza, del control humano de su propio destino. (ver Las máquinas del imperio en esta serie)
En la parte inferior de la imagen se destaca la frase Multi pertransibunt & augebitur cientia, la cual traduce “Muchos viajarán y el conocimiento aumentará”, una profecía bíblica del libro de Daniel, 12:4. La elección de esta cita bíblica parece apropiada para introducir su gran obra filosófica acerca de los fundamentos empíricos de una nueva y poderosa ciencia que, en palabras del pensador inglés, hará posible “extender el poder humano sobre el universo” en un nuevo mundo en el que “el hombre es un Dios para el hombre.” Vale la pena comentar esta profecía en el contexto del Apocalipsis bíblico, pues Daniel asocia el fin de los tiempos con los triunfos de un rey cuyo poder desafió incluso la autoridad de Dios. Un rey que, con carros, jinetes y numerosas naves, invade tierras ajenas y extiende su poder y posesiones sobre todos los países de la Tierra, en una acción que podría asociarse con las pretensiones de los monarcas católicos del siglo XVI.
La profecía de Daniel también ha sido traducida así: “Muchos andarán errantes, acá y allá y la iniquidad aumentará”. Estas referencias bíblicas al fin de los tiempos no parecen ser una mera coincidencia en relación con las aspiraciones políticas de grandes emperadores como Carlos I o Felipe II y, sin duda, de la corona inglesa algo más tarde.
La obra filosófica de Bacon, en particular su Novum Organum (1620), es uno de los textos considerados fundacionales del pensamiento moderno, pero su talento literario lo encuentro mucho más entretenido y fascinante en La Nueva Atlántida, un texto que podríamos llamar de “ciencia ficción” y que resulta un maravilloso ejemplo de la fértil relación entre la literatura, la filosofía y la política. En esta novela utópica, Bacon nos cuenta la historia de unos exploradores europeos que, perdidos en el Pacífico, encuentran por accidente una isla en la que vive una civilización ideal. El título alude a la leyenda de la Nueva Atlántida, a la cual Platón hace referencia en sus diálogos, pero esta vez en el marco del Renacimiento europeo, época en la que las artes humanas parecen no tener límites. El texto describe no solo un gobierno justo en manos de hombres sabios y virtuosos, sino toda suerte de invenciones maravillosas: artefactos que imitan el vuelo de los pájaros, submarinos que permiten explorar el fondo del mar, poderosos lentes para observar los cielos y algunos lugares remotos, también usados para fijarse en cuerpos diminutos para reconocer la causa de las enfermedades en una gota de sangre. La manipulación genética de plantas y animales, y los cirujanos que sustituyen órganos o miembros lesionados, son, entre muchos otros, logros de la ciencia y las artes que parecen atender todas las necesidades humanas.
La Nueva Atlántida es un ingenioso ejercicio de ficción, pero también un documento histórico que nos ofrece una rica pintura de su propio tiempo. Francis Bacon fue testigo cercano del nacimiento de los grandes imperios modernos, siendo España el gran rival militar y religioso de los ingleses. Esta imagen, emblema del inicio de la modernidad, resulta todavía más sugerente cuando advertimos que la alegoría de las columnas de Hércules, límites de lo conocido, hacen parte del escudo de Carlos I y se conservan en el actual escudo de España. Sobre dicho emblema sobresalen las columnas rodeadas con una cinta en la que se leen las palabras “PLUS ULTRA”, una clara referencia a sus posesiones ultramarinas, al poder sin límites y al triunfo español sobre lo desconocido. La misma imagen de una nave pasando las columnas de Hércules fue utilizada como portada del Regimiento de Navegación de Andrés García Céspedes, publicado en Madrid en 1606, más de una década antes de la publicación de Francis Bacon. Tanto para García Céspedes como para Bacon, las poderosas naves de vela simbolizan el inicio de una nueva era en la que la Europa cristiana proclama dominio sobre el mundo.
Inglaterra fue el gran enemigo y, finalmente, vencedor de España en el mar, pero también es cierto que los ingleses, al igual que buena parte de Europa, siguieron los pasos de los ibéricos en el mar. Stephen Borough, explorador del Ártico y quien conoció y se impresionó con la organización técnica en la Casa de Contratación de Sevilla, intentó convencer a la Reina Isabel de establecer en Inglaterra una organización similar para controlar y promover la exploración en ultramar. En su momento, Borough no tuvo mucho éxito en formalizar en Inglaterra una tradición náutica como la que vio en Sevilla, pero sí logró persuadir a un grupo de mercaderes londinenses para que tradujeran al inglés, y publicaran en 1561, el Arte de Navegar, de Martín Cortes, un tratado ampliamente consultado por los británicos. Aún más significativo es el hecho de que, algunas décadas más tarde, se fundara la Real Sociedad de Londres (1660) siguiendo casi al pie de la letra la filosofía de Francis Bacon de promover una ciencia al servicio de las necesidades imperiales. (ver La historia de los hechos científicos y la campana de vacío de Robert Boyle en esta serie).
Pretender buscar en la Sevilla del siglo XVI un antecedente directo de la Real Sociedad de Londres y de la ciencia moderna podría irritar a más de un historiador de la ciencia, pero dejando de lado los marcados nacionalismos que aún mantienen atrapada buena parte de la historia moderna, el punto fundamental es que la idea de fomentar una ciencia al servicio del imperio es el propósito explícito de la Casa de Contratación de Sevilla, la Casa de Salomón imaginada por Bacon en La Nueva Atlántida y la Real Sociedad de Londres.
La idea de relacionar el avance del conocimiento con los viajes y la exploración de lo desconocido coincide con la visión filosófica que Francis Bacon tenía de la ciencia. Bacon ha sido para muchos “el padre del empirismo moderno” y quiso fundar una nueva ciencia cuyo progreso es el resultado de la experiencia, no de la especulación filosófica; una ciencia cuyo fin es la acción y el control humano de la naturaleza, no su contemplación. Igualmente, es una clara manifestación de un momento histórico en el cual los logros técnicos de los europeos del siglo XVI, en particular de los exploradores de nuevas tierras, marcan el punto de partida de un nuevo orden mundial que se extiende fuera del Mediterráneo. Las “Columnas de Hércules” no solo se refieren a una frontera geográfica en el estrecho de Gibraltar, sino que representan los límites del conocimiento y de las artes. En último término, los límites del poder humano sobre la naturaleza.
Lecturas recomendadas:
Un maravilloso texto para viajar en el tiempo y entender el Renacimiento es el libro La Nueva Atlántida, de Francis Bacon. Un amplio análisis de la imagen en la portada de la obra de Bacon lo ofrece Paolo Vignolo en “Más allá de las columnas de Hércules: un emblema de la modernidad temprana”.