Pobres criaturas (con cerebros y con mentes)
La película del cineasta griego Yorgos Lanthimos, nominada a Mejor Película del Año en los Óscar, es el relato de una mujer construida paso a paso; pero, sobre todo, es el retrato de una mente que se descubre a sí misma.
Javier Morales Cifuentes @alternoso
La búsqueda de identidad no es otra cosa que la búsqueda de una libertad desconocida. El ser libre que buscamos se encuentra dentro de nosotros, dormido, habitando nuestra mente y nuestro cuerpo, esperando el momento de surgir y revelarse ante el mundo, pero, sobre todo, ante nuestros ojos.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
La búsqueda de identidad no es otra cosa que la búsqueda de una libertad desconocida. El ser libre que buscamos se encuentra dentro de nosotros, dormido, habitando nuestra mente y nuestro cuerpo, esperando el momento de surgir y revelarse ante el mundo, pero, sobre todo, ante nuestros ojos.
Bella Baxter (Emma Stone) no sabe nada sobre su identidad ni sobre el mundo. Y es a través de su lento descubrimiento de ese mundo que es capaz de cavar en sus cicatrices, escarbar en su pasado, y conocer su identidad.
Pero, en el caso de Bella, hay truco. Su identidad es duplicada, ella no es solo Bella, su mente no es del cuerpo que habita y el cuerpo que habita no es el de su mente. Bella es Victoria, el cuerpo de Victoria es Bella y la mente de Bella es aquello de lo que Victoria quiso huir: el monstruo que es la vida.
Lea: “Poor things”: el bien o el mal en los límites sociales
Por enigmático que parezca, decir más es arruinar la película de Yorgos Lanthimos o Giórgios Lánthimos, si nos ponemos peninsulares. Poor Things (Pobres Criaturas, 2023), además de proponer los profundos cuestionamientos existenciales ya presentes en otras películas de Lanthimos (véase Dogtooth, 2009, o The Lobster, 2015), nos embarca en un trayecto para atestiguar cómo una mente se descubre a sí misma.
El milagro de la vida es ciertamente un misterio, pero la ciencia ha hecho todo por descubrir cosas nuevas de ese misterio, de esa pulsión eléctrica y química que nos mueve, que conecta un cerebro a nuestros músculos, a nuestros nervios y nos permite experimentar el mundo con su belleza y sus mezquindades.
Bella es un experimento de ese desarrollo. En ella vemos la progresión de los sentidos, la articulación del lenguaje (otro tema recurrente para Yorgos), la presencia de la muerte y el placer sexual. En Bella, todas y cada una de estas etapas de descubrimiento son fascinantes y la conducen a tomar nota de lo que esas experiencias le aportan a su vida, y de a dónde tiene que ir o qué debe hacer para obtener más.
Detrás de este experimento está el doctor Goodwin Baxter (Willem Dafoe), God, Dios, un cirujano vanguardista, mutilado y deforme, objeto de experimentación de su propio padre cuando era un niño. A God lo sigue su pupilo Max McCandles (Ramy Youssef) quien, entre la fascinación, el asombro y la incredulidad, es tal vez el único capaz de ver a Bella más allá de ese experimento que es y del cuerpo de mujer que habita.
Es ese cuerpo de mujer el que pronto le muestra a Bella los dogmas sociales, las costumbres y los pactos morales y éticos que conlleva. Decir lo que se espera que diga una mujer, comportarse como se espera que se comporte una mujer, tratar a los hombres como se espera que una mujer los trate: sin tomar sus propias decisiones, sin capacidad de elegir.
El poder de elección es el verdadero y único poder que realmente inquieta a Bella. El resto son posturas sociales, prejuicios, hipocresías creadas por los hombres para conservar su ilusión de poder. Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo) es quien mejor representa ese falso poder masculino. Bella, no es capaz de comprender a este hombre que se desmorona cada vez que ella le da una muestra de lo libre que es en su propia inocencia. Duncan, por su parte, no tiene otra alternativa que sucumbir a la locura y a la superstición para dar sentido a esa criatura indescifrable que es Bella.
Y Bella por supuesto que decide y se enfrenta a la verdad sobre su origen, sobre su identidad y, con ello, toma las riendas de su futuro.
Le puede interesar: Emma Stone: “Bella Baxter es inspiradora, no tiene vergüenza ni prejuicios”
Ese es posiblemente el elemento más revelador en esta trama ilustrada por Lanthimos, cuya historia está basada en la novela homónima del escritor británico Alasdair Gray, publicada en 1992: cómo un ser de tal inocencia y tal fascinación por las cosas más simples del mundo es capaz de hacer temblar el poder que pretende sujetarla, dominarla, explicarla.
El concepto de una cosa tal es tan inusual y tan controversial, aún en nuestra propia realidad actual, que justamente el mundo de Poor Things es un lugar imposible, un mundo con la apariencia y las formas del siglo XIX, pero con elementos científicos y tecnológicos salidos de una era del futuro. Y es esta mezcla de atemporalidad y ciencia ficción la que hace de la película de Lanthimos una experiencia estética impactante en la que los cielos son óleos móviles que parecen incendiarse; el mar son los cuadros de Turner; los barcos, edificios y tranvías parecen salidos de la imaginación de Verne y las ciudades parecen estancadas en un tiempo imposible visto a través de los ojos de la mescalina.
Ver el surgimiento de la naturaleza indómita de Bella Baxter, la creación paso a paso de una mujer libre, es la invitación que nos hace Lanthimos. Porque eso somos, pobres criaturas: animales condenados a las capacidades de un cerebro y un cuerpo; las posibilidades más allá de eso podrían ser inimaginables.
Pero, Bella Baxter nos lleva a imaginar que la libertad, la identidad y el verdadero Moderno Prometeo tienen cuerpo y mente de mujer.