Poemas para conmemorar este 20 de julio
Jorge Isaacs, Carlos Castro Saavedra, María Mercedes Carranza y Jorge Gaitán Durán son algunos de los autores que utilizaron los versos para escribir sobre Colombia.
Colombia (Jorge Isaacs)
Colombia, que de América es el faro ...
Juan de Arona
En las noches azules de verano
Su airón de fuego el Puracé levanta,
Huella del Arquitecto soberano,
¡Huella no más de su divina planta!
Raudales y torrentes abrillanta,
Dora los montes y en el verde llano
Ni aun a la prole del turpial galano
El eco ronco de su trueno espanta.
De tu yelmo, Colombia, ante la lumbre
Luciérnaga es el fuego de ese monte,
Lodo la nieve de su altiva cumbre;
El mundo de Colón es tu horizonte
Y mientras haya esclavos bajo el cielo,
Habrá libertadores en tu suelo.
Le invitamos a leer: Carl Rogers, el hombre que revolucionó la psicología (III)
Definiciones de la paz (Carlos Castro Saavedra)
La paz es la madera trabajada sin miedo
En la carpintería y en el aserradero.
Es el negro que nunca se siente amenazado
Por un hermano blanco, o por un día claro.
Es el pan de los unos y de los otros también,
Y el derecho a ganarlo y a comerlo después.
Es la casa espaciosa, mundial, comunitaria,
Para alojar el cuerpo y refugiar el alma.
Es el camino lleno de pasos y de viajes
Hacia los horizontes que desbordan las aves.
Es el hombre que puede cultivar esperanzas
Y alcanzar las estrellas más dulces y más altas.
Es la patria sin límites, la patria universal
Y la gran convivencia con la tierra y el mar.
Es el sueño soñado sin sed y sin zozobras,
Las alegrías largas y las tristezas cortas.
Es Colombia sin tiros ni muertos en la espalda,
Cultivando sus montes y escribiendo una carta.
Es Colombia de barro, Colombia y mucho más:
Todo el mundo colmado de luz y de libertad.
Le recomendamos leer: Sobre el espacio “Diálogos de El Magazín”
La patria (María Mercedes Carranza)
Esta casa de espesas paredes coloniales
y un patio de azaleas muy decimonónico
hace varios siglos que se viene abajo.
Como si nada las personas van y vienen
por las habitaciones en ruina,
hacen el amor, bailan, escriben cartas.
A menudo silban balas o es tal vez el viento
que silba a través del techo desfondado.
En esta casa los vivos duermen con los muertos,
imitan sus costumbres, repiten sus gestos
y cuando cantan, cantan sus fracasos.
Todo es ruina en esta casa,
están en ruina el abrazo y la música,
el destino, cada mañana, la risa son ruina;
las lágrimas, el silencio, los sueños.
Las ventanas muestran paisajes destruidos,
carne y ceniza se confunden en las caras,
en las bocas las palabras se revuelven con miedo.
En esta casa todos estamos enterrados vivos.
Le puede interesar: Víctor Candelo: Poesía para narrar y recordar tradiciones
Patria Violenta (Jorge Gaitán Durán)
Violenta patria mía:
en mí creció tu amor tardío
como una bocanada de perfume salvaje.
Todo estaba impregnado de ti,
el mar, los cien países
que conocí, con tu dolor siguiéndome
como si fuera ya mi propia sombra.
Me bastaba nombrarte y ya tenía
el gusto de tu piel: un sabor a panal
colgado en los fragmentos de los árboles.
Mientras más me alejaba de tu suelo
más me reconocía en tu destino,
mi amor era más grande y tu belleza
rural crecía con el sufrimiento.
¿Ahora quién podrá negarme
tu combate nocturno?
¿Quién podrá quitarme de las manos
el puñado de tierra empapada en sangre
de mis hermanos y esa rama verde
que antes de partir arranqué de tu seno?
Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖
Colombia (Jorge Isaacs)
Colombia, que de América es el faro ...
Juan de Arona
En las noches azules de verano
Su airón de fuego el Puracé levanta,
Huella del Arquitecto soberano,
¡Huella no más de su divina planta!
Raudales y torrentes abrillanta,
Dora los montes y en el verde llano
Ni aun a la prole del turpial galano
El eco ronco de su trueno espanta.
De tu yelmo, Colombia, ante la lumbre
Luciérnaga es el fuego de ese monte,
Lodo la nieve de su altiva cumbre;
El mundo de Colón es tu horizonte
Y mientras haya esclavos bajo el cielo,
Habrá libertadores en tu suelo.
Le invitamos a leer: Carl Rogers, el hombre que revolucionó la psicología (III)
Definiciones de la paz (Carlos Castro Saavedra)
La paz es la madera trabajada sin miedo
En la carpintería y en el aserradero.
Es el negro que nunca se siente amenazado
Por un hermano blanco, o por un día claro.
Es el pan de los unos y de los otros también,
Y el derecho a ganarlo y a comerlo después.
Es la casa espaciosa, mundial, comunitaria,
Para alojar el cuerpo y refugiar el alma.
Es el camino lleno de pasos y de viajes
Hacia los horizontes que desbordan las aves.
Es el hombre que puede cultivar esperanzas
Y alcanzar las estrellas más dulces y más altas.
Es la patria sin límites, la patria universal
Y la gran convivencia con la tierra y el mar.
Es el sueño soñado sin sed y sin zozobras,
Las alegrías largas y las tristezas cortas.
Es Colombia sin tiros ni muertos en la espalda,
Cultivando sus montes y escribiendo una carta.
Es Colombia de barro, Colombia y mucho más:
Todo el mundo colmado de luz y de libertad.
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La patria (María Mercedes Carranza)
Esta casa de espesas paredes coloniales
y un patio de azaleas muy decimonónico
hace varios siglos que se viene abajo.
Como si nada las personas van y vienen
por las habitaciones en ruina,
hacen el amor, bailan, escriben cartas.
A menudo silban balas o es tal vez el viento
que silba a través del techo desfondado.
En esta casa los vivos duermen con los muertos,
imitan sus costumbres, repiten sus gestos
y cuando cantan, cantan sus fracasos.
Todo es ruina en esta casa,
están en ruina el abrazo y la música,
el destino, cada mañana, la risa son ruina;
las lágrimas, el silencio, los sueños.
Las ventanas muestran paisajes destruidos,
carne y ceniza se confunden en las caras,
en las bocas las palabras se revuelven con miedo.
En esta casa todos estamos enterrados vivos.
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Patria Violenta (Jorge Gaitán Durán)
Violenta patria mía:
en mí creció tu amor tardío
como una bocanada de perfume salvaje.
Todo estaba impregnado de ti,
el mar, los cien países
que conocí, con tu dolor siguiéndome
como si fuera ya mi propia sombra.
Me bastaba nombrarte y ya tenía
el gusto de tu piel: un sabor a panal
colgado en los fragmentos de los árboles.
Mientras más me alejaba de tu suelo
más me reconocía en tu destino,
mi amor era más grande y tu belleza
rural crecía con el sufrimiento.
¿Ahora quién podrá negarme
tu combate nocturno?
¿Quién podrá quitarme de las manos
el puñado de tierra empapada en sangre
de mis hermanos y esa rama verde
que antes de partir arranqué de tu seno?
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