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                                                                                                                                Poemas para recordar a Pablo Neruda

                                                                                                                                Se cumplen 117 años del natalicio del chileno Pablo Neruda. Presentamos algunos de sus poemas para conmemorarlo.

                                                                                                                                Pablo Neruda

                                                                                                                                Pablo Neruda escribió "Veinte poemas de amor y una canción desesperada", "Canto general", "Cien sonetos de amor", "Libro de las preguntas", entre decenas de libros. Fue cercano a la Generación del 27 en España y a lo largo de su vida ejerció como diplomático.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,

                                                                                                                                te pareces al mundo en tu actitud de entrega.

                                                                                                                                Mi cuerpo de labriego salvaje te socava

                                                                                                                                y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

                                                                                                                                Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros

                                                                                                                                y en mí la noche entraba su invasión poderosa.

                                                                                                                                Para sobrevivirme te forjé como un arma,

                                                                                                                                como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

                                                                                                                                Pero cae la hora de la venganza, y te amo.

                                                                                                                                Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.

                                                                                                                                Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.

                                                                                                                                Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!

                                                                                                                                Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,

                                                                                                                                y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

                                                                                                                                Gabriel García Márquez entrevista a Pablo Neruda

                                                                                                                                Arte poética

                                                                                                                                Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                dotado de corazón singular y sueños funestos,

                                                                                                                                precipitadamente pálido, marchito en la frente

                                                                                                                                y con luto de viudo furioso por cada día de vida,

                                                                                                                                ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente

                                                                                                                                y de todo sonido que acojo temblando,

                                                                                                                                tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría

                                                                                                                                un oído que nace, una angustia indirecta,

                                                                                                                                como si llegaran ladrones o fantasmas,

                                                                                                                                y en una cáscara de extensión fija y profunda,

                                                                                                                                como un camarero humillado, como una campana un poco

                                                                                                                                ronca,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                como un espejo viejo, como un olor de casa sola

                                                                                                                                en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios,

                                                                                                                                y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores

                                                                                                                                -posiblemente de otro modo aún menos melancólico-,

                                                                                                                                pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,

                                                                                                                                las noches de substancia infinita caídas en mi dormitorio,

                                                                                                                                el ruido de un día que arde con sacrificio

                                                                                                                                me piden lo profético que hay en mí, con melancolía

                                                                                                                                y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos

                                                                                                                                hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La muerte

                                                                                                                                Pueblo, aquí decidiste dar tu mano

                                                                                                                                al perseguido obrero de la pampa, y llamaste,

                                                                                                                                llamaste al hombre, a la mujer, al niño,

                                                                                                                                hace un año, a esta Plaz

                                                                                                                                Y aquí cayó tu sangre.

                                                                                                                                En medio de la patria fue vertida,

                                                                                                                                frente al palacio, en medio de la calle,

                                                                                                                                para que la mirara todo el mundo

                                                                                                                                y no pudiera borrarla nadie,

                                                                                                                                y quedaron sus manchas rojas

                                                                                                                                como planetas implacables.

                                                                                                                                Fue cuando mano y mano de chileno

                                                                                                                                alargaron sus dedos a la pampa,

                                                                                                                                y con el corazón entero

                                                                                                                                iría la unidad de sus palabras:

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                fue cuando ibas, pueblo, a cantar

                                                                                                                                una vieja canción con lágrimas,

                                                                                                                                con esperanza y con dolores:

                                                                                                                                vino la mano del verdugo

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                y empapó de sangre la plaza!

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Aunque los pasos toquen mil años este sitio,

                                                                                                                                no borrarán la sangre de los que aquí cayeron.

                                                                                                                                Y no se extinguirá la hora en que caísteis,

                                                                                                                                aunque miles de voces crucen este silencio.

                                                                                                                                La lluvia empapará las piedras de la plaza,

                                                                                                                                pero no apagará vuestros nombres de fuego.

                                                                                                                                Mil noches caerán con sus alas oscuras,

                                                                                                                                sin destruir el día que esperan estos muertos.

                                                                                                                                El día que esperamos a lo largo del mundo

                                                                                                                                tantos hombres, el día final del sufrimiento.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Un día de justicia conquistada en la lucha,

                                                                                                                                y vosotros, hermanos caídos, en silencio,

                                                                                                                                estaréis con nosotros en ese vasto día

                                                                                                                                de la lucha final, en ese día inmenso.

                                                                                                                                Pablo Neruda escribió "Veinte poemas de amor y una canción desesperada", "Canto general", "Cien sonetos de amor", "Libro de las preguntas", entre decenas de libros. Fue cercano a la Generación del 27 en España y a lo largo de su vida ejerció como diplomático.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,

                                                                                                                                te pareces al mundo en tu actitud de entrega.

                                                                                                                                Mi cuerpo de labriego salvaje te socava

                                                                                                                                y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

                                                                                                                                Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros

                                                                                                                                y en mí la noche entraba su invasión poderosa.

                                                                                                                                Para sobrevivirme te forjé como un arma,

                                                                                                                                como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

                                                                                                                                Pero cae la hora de la venganza, y te amo.

                                                                                                                                Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.

                                                                                                                                Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.

                                                                                                                                Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!

                                                                                                                                Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,

                                                                                                                                y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

                                                                                                                                Gabriel García Márquez entrevista a Pablo Neruda

                                                                                                                                Arte poética

                                                                                                                                Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                dotado de corazón singular y sueños funestos,

                                                                                                                                precipitadamente pálido, marchito en la frente

                                                                                                                                y con luto de viudo furioso por cada día de vida,

                                                                                                                                ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente

                                                                                                                                y de todo sonido que acojo temblando,

                                                                                                                                tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría

                                                                                                                                un oído que nace, una angustia indirecta,

                                                                                                                                como si llegaran ladrones o fantasmas,

                                                                                                                                y en una cáscara de extensión fija y profunda,

                                                                                                                                como un camarero humillado, como una campana un poco

                                                                                                                                ronca,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                como un espejo viejo, como un olor de casa sola

                                                                                                                                en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios,

                                                                                                                                y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores

                                                                                                                                -posiblemente de otro modo aún menos melancólico-,

                                                                                                                                pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,

                                                                                                                                las noches de substancia infinita caídas en mi dormitorio,

                                                                                                                                el ruido de un día que arde con sacrificio

                                                                                                                                me piden lo profético que hay en mí, con melancolía

                                                                                                                                y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos

                                                                                                                                hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La muerte

                                                                                                                                Pueblo, aquí decidiste dar tu mano

                                                                                                                                al perseguido obrero de la pampa, y llamaste,

                                                                                                                                llamaste al hombre, a la mujer, al niño,

                                                                                                                                hace un año, a esta Plaz

                                                                                                                                Y aquí cayó tu sangre.

                                                                                                                                En medio de la patria fue vertida,

                                                                                                                                frente al palacio, en medio de la calle,

                                                                                                                                para que la mirara todo el mundo

                                                                                                                                y no pudiera borrarla nadie,

                                                                                                                                y quedaron sus manchas rojas

                                                                                                                                como planetas implacables.

                                                                                                                                Fue cuando mano y mano de chileno

                                                                                                                                alargaron sus dedos a la pampa,

                                                                                                                                y con el corazón entero

                                                                                                                                iría la unidad de sus palabras:

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                fue cuando ibas, pueblo, a cantar

                                                                                                                                una vieja canción con lágrimas,

                                                                                                                                con esperanza y con dolores:

                                                                                                                                vino la mano del verdugo

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                y empapó de sangre la plaza!

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Aunque los pasos toquen mil años este sitio,

                                                                                                                                no borrarán la sangre de los que aquí cayeron.

                                                                                                                                Y no se extinguirá la hora en que caísteis,

                                                                                                                                aunque miles de voces crucen este silencio.

                                                                                                                                La lluvia empapará las piedras de la plaza,

                                                                                                                                pero no apagará vuestros nombres de fuego.

                                                                                                                                Mil noches caerán con sus alas oscuras,

                                                                                                                                sin destruir el día que esperan estos muertos.

                                                                                                                                El día que esperamos a lo largo del mundo

                                                                                                                                tantos hombres, el día final del sufrimiento.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Un día de justicia conquistada en la lucha,

                                                                                                                                y vosotros, hermanos caídos, en silencio,

                                                                                                                                estaréis con nosotros en ese vasto día

                                                                                                                                de la lucha final, en ese día inmenso.

                                                                                                                                Por Pablo Neruda

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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