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                                                                                                                                Contenido Patrocinado
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                                                                                                                                Algunos poemas para recordar a Pablo Neruda

                                                                                                                                A propósito de los 50 años de fallecimiento del poeta chileno, recopilamos algunos poemas para recordar su obra.

                                                                                                                                Pablo Neruda

                                                                                                                                En julio de 2004, le dedicaron a Neruda innumerables ferias del libro en ciudades de tres continente.
                                                                                                                                Foto: EFE - Archivo Particular
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Le sugerimos leer: Pablo Neruda a 50 años de su muerte: el poeta que vivió todas las vidas

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Amor

                                                                                                                                Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte

                                                                                                                                la leche de los senos como de un manantial,

                                                                                                                                por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte

                                                                                                                                en la risa de oro y la voz de cristal.

                                                                                                                                Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos

                                                                                                                                y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,

                                                                                                                                porque tu ser pasara sin pena al lado mío

                                                                                                                                y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.

                                                                                                                                Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría

                                                                                                                                amarte, amarte como nadie supo jamás!

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Morir y todavía amarte más.

                                                                                                                                Y todavía amarte más y más.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: Celebrado en el extranjero, Neruda es aún una controvertida figura en Chile

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                                                                                                                                Sed de ti me acosa en las noches hambrientas.

                                                                                                                                Trémula mano roja que hasta su vida se alza.

                                                                                                                                Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía.

                                                                                                                                Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas...

                                                                                                                                Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Cómo poder no amarte si he de amarte por eso.

                                                                                                                                Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo.

                                                                                                                                Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos.

                                                                                                                                Sed de ti, guirnalda atroz y dulce.

                                                                                                                                Sed de ti que en las noches me muerde como un perro.

                                                                                                                                Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.

                                                                                                                                La boca tiene sed, para qué están tus besos.

                                                                                                                                El alma está incendiada de estas brasas que te aman.

                                                                                                                                El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo.

                                                                                                                                De sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed.

                                                                                                                                Y en ella se aniquila como el agua en el fuego.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Le sugerimos leer: Reseña de “Fieras”, la nueva novela de Óscar Adán

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                fueron los ríos, ríos arteriales,

                                                                                                                                fueron las cordilleras, en cuya onda raida

                                                                                                                                el cóndor o la nieve parecían inmóviles:

                                                                                                                                fue la humedad y la espesura, el trueno

                                                                                                                                sin nombre todavía, las pampas planetarias.

                                                                                                                                El hombre tierra fue, vasija, párpado

                                                                                                                                del barro trémulo, forma de la arcilla,

                                                                                                                                fue cantaro caribe, piedra chibcha,

                                                                                                                                copa imperial o silice araucana.

                                                                                                                                Tierno y sangriento fue, pero en la empunadura

                                                                                                                                de su arma de cristal humedecido, las iniciales de la tierra estaban escritas.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Nadie pudo

                                                                                                                                recordarlas después: el viento

                                                                                                                                las olvidó, el idioma del agua

                                                                                                                                fue enterrado, las claves se perdieron

                                                                                                                                o se inundaron de silencio o sangre.

                                                                                                                                No se perdió la vida, hermanos pastorales.

                                                                                                                                Pero como una rosa salvaje

                                                                                                                                cayo una gota roja en la espesura

                                                                                                                                y se apagó una lámpara de tierra.

                                                                                                                                Yo estoy aquí para contar la historia.

                                                                                                                                Desde la paz del búfalo

                                                                                                                                hasta las azotadas arenas

                                                                                                                                de la tierra final, en las espumas

                                                                                                                                acumuladas de la luz antártica,

                                                                                                                                y por las madrigueras despenadas

                                                                                                                                de la sombría paz venezolana,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                te busque, padre mío,

                                                                                                                                joven guerrero de tiniebla y cobreo tú, planta nupcial, cabellera indomable,

                                                                                                                                madre caimán, metálica paloma.

                                                                                                                                Yo, incásico del legamo,

                                                                                                                                toqué la piedra y dije:

                                                                                                                                ¿Quién me espera? Y aprete la mano

                                                                                                                                sobre un puñado de cristal vacío.

                                                                                                                                Pero anduve entre flores zapotecas

                                                                                                                                y dulce era la luz como un venado,

                                                                                                                                y era la sombra como un párpado verde.

                                                                                                                                Tierra mía sin nombre, sin América,

                                                                                                                                estambre equinoccial, lanza de púrpura,

                                                                                                                                tu aroma me trepó por las raíces

                                                                                                                                hasta la copa que bebía, hasta la más delgada

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                palabra aún no nacida de mi boca.

                                                                                                                                Le sugerimos leer: El último adiós a Fernando Botero

                                                                                                                                El miedo

                                                                                                                                Todos me piden que dé saltos,

                                                                                                                                que tonifique y que futbole,

                                                                                                                                que corra, que nade y que vuele.

                                                                                                                                Muy bien.

                                                                                                                                Todos me aconsejan reposo,

                                                                                                                                todos me destinan doctores,

                                                                                                                                mirándome de cierta manera.

                                                                                                                                Qué pasa?

                                                                                                                                Todos me aconsejan que viaje,

                                                                                                                                que entre y que salga, que no viaje,

                                                                                                                                que me muera y que no me muera.

                                                                                                                                No importa.

                                                                                                                                Todos ven las dificultades

                                                                                                                                de mis vísceras sorprendidas

                                                                                                                                por radioterribles retratos.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                No estoy de acuerdo.

                                                                                                                                Todos pican mi poesía

                                                                                                                                con invencibles tenedores

                                                                                                                                buscando, sin duda, una mosca,

                                                                                                                                Tengo miedo.

                                                                                                                                Tengo miedo de todo el mundo,

                                                                                                                                del agua fría, de la muerte.

                                                                                                                                Soy como todos los mortales,

                                                                                                                                inaplazable.

                                                                                                                                Por eso en estos cortos días

                                                                                                                                no voy a tomarlos en cuenta,

                                                                                                                                voy a abrirme y voy a encerrarme

                                                                                                                                con mi más pérfido enemigo,

                                                                                                                                Pablo Neruda.

                                                                                                                                La muerte

                                                                                                                                Pueblo, aquí decidiste dar tu mano

                                                                                                                                al perseguido obrero de la pampa, y llamaste,

                                                                                                                                llamaste al hombre, a la mujer, al niño,

                                                                                                                                hace un año, a esta Plaza.

                                                                                                                                Y aquí cayó tu sangre.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En medio de la patria fue vertida,

                                                                                                                                frente al palacio, en medio de la calle,

                                                                                                                                para que la mirara todo el mundo

                                                                                                                                y no pudiera borrarla nadie,

                                                                                                                                y quedaron sus manchas rojas

                                                                                                                                como planetas implacables.

                                                                                                                                Fue cuando mano y mano de chileno

                                                                                                                                alargaron sus dedos a la pampa,

                                                                                                                                y con el corazón entero

                                                                                                                                iría la unidad de sus palabras:

                                                                                                                                fue cuando ibas, pueblo, a cantar

                                                                                                                                una vieja canción con lágrimas,

                                                                                                                                con esperanza y con dolores:

                                                                                                                                vino la mano del verdugo

                                                                                                                                y empapó de sangre la plaza!

                                                                                                                                En julio de 2004, le dedicaron a Neruda innumerables ferias del libro en ciudades de tres continente.
                                                                                                                                Foto: EFE - Archivo Particular
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Le sugerimos leer: Pablo Neruda a 50 años de su muerte: el poeta que vivió todas las vidas

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Aquí algunos poemas para homenajear la obra del poeta chileno:

                                                                                                                                Amor

                                                                                                                                Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte

                                                                                                                                la leche de los senos como de un manantial,

                                                                                                                                por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte

                                                                                                                                en la risa de oro y la voz de cristal.

                                                                                                                                Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos

                                                                                                                                y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,

                                                                                                                                porque tu ser pasara sin pena al lado mío

                                                                                                                                y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.

                                                                                                                                Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría

                                                                                                                                amarte, amarte como nadie supo jamás!

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Morir y todavía amarte más.

                                                                                                                                Y todavía amarte más y más.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: Celebrado en el extranjero, Neruda es aún una controvertida figura en Chile

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                                                                                                                                Sed de ti me acosa en las noches hambrientas.

                                                                                                                                Trémula mano roja que hasta su vida se alza.

                                                                                                                                Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía.

                                                                                                                                Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas...

                                                                                                                                Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Cómo poder no amarte si he de amarte por eso.

                                                                                                                                Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo.

                                                                                                                                Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos.

                                                                                                                                Sed de ti, guirnalda atroz y dulce.

                                                                                                                                Sed de ti que en las noches me muerde como un perro.

                                                                                                                                Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.

                                                                                                                                La boca tiene sed, para qué están tus besos.

                                                                                                                                El alma está incendiada de estas brasas que te aman.

                                                                                                                                El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo.

                                                                                                                                De sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed.

                                                                                                                                Y en ella se aniquila como el agua en el fuego.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Le sugerimos leer: Reseña de “Fieras”, la nueva novela de Óscar Adán

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                fueron los ríos, ríos arteriales,

                                                                                                                                fueron las cordilleras, en cuya onda raida

                                                                                                                                el cóndor o la nieve parecían inmóviles:

                                                                                                                                fue la humedad y la espesura, el trueno

                                                                                                                                sin nombre todavía, las pampas planetarias.

                                                                                                                                El hombre tierra fue, vasija, párpado

                                                                                                                                del barro trémulo, forma de la arcilla,

                                                                                                                                fue cantaro caribe, piedra chibcha,

                                                                                                                                copa imperial o silice araucana.

                                                                                                                                Tierno y sangriento fue, pero en la empunadura

                                                                                                                                de su arma de cristal humedecido, las iniciales de la tierra estaban escritas.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Nadie pudo

                                                                                                                                recordarlas después: el viento

                                                                                                                                las olvidó, el idioma del agua

                                                                                                                                fue enterrado, las claves se perdieron

                                                                                                                                o se inundaron de silencio o sangre.

                                                                                                                                No se perdió la vida, hermanos pastorales.

                                                                                                                                Pero como una rosa salvaje

                                                                                                                                cayo una gota roja en la espesura

                                                                                                                                y se apagó una lámpara de tierra.

                                                                                                                                Yo estoy aquí para contar la historia.

                                                                                                                                Desde la paz del búfalo

                                                                                                                                hasta las azotadas arenas

                                                                                                                                de la tierra final, en las espumas

                                                                                                                                acumuladas de la luz antártica,

                                                                                                                                y por las madrigueras despenadas

                                                                                                                                de la sombría paz venezolana,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                te busque, padre mío,

                                                                                                                                joven guerrero de tiniebla y cobreo tú, planta nupcial, cabellera indomable,

                                                                                                                                madre caimán, metálica paloma.

                                                                                                                                Yo, incásico del legamo,

                                                                                                                                toqué la piedra y dije:

                                                                                                                                ¿Quién me espera? Y aprete la mano

                                                                                                                                sobre un puñado de cristal vacío.

                                                                                                                                Pero anduve entre flores zapotecas

                                                                                                                                y dulce era la luz como un venado,

                                                                                                                                y era la sombra como un párpado verde.

                                                                                                                                Tierra mía sin nombre, sin América,

                                                                                                                                estambre equinoccial, lanza de púrpura,

                                                                                                                                tu aroma me trepó por las raíces

                                                                                                                                hasta la copa que bebía, hasta la más delgada

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                palabra aún no nacida de mi boca.

                                                                                                                                Le sugerimos leer: El último adiós a Fernando Botero

                                                                                                                                El miedo

                                                                                                                                Todos me piden que dé saltos,

                                                                                                                                que tonifique y que futbole,

                                                                                                                                que corra, que nade y que vuele.

                                                                                                                                Muy bien.

                                                                                                                                Todos me aconsejan reposo,

                                                                                                                                todos me destinan doctores,

                                                                                                                                mirándome de cierta manera.

                                                                                                                                Qué pasa?

                                                                                                                                Todos me aconsejan que viaje,

                                                                                                                                que entre y que salga, que no viaje,

                                                                                                                                que me muera y que no me muera.

                                                                                                                                No importa.

                                                                                                                                Todos ven las dificultades

                                                                                                                                de mis vísceras sorprendidas

                                                                                                                                por radioterribles retratos.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                No estoy de acuerdo.

                                                                                                                                Todos pican mi poesía

                                                                                                                                con invencibles tenedores

                                                                                                                                buscando, sin duda, una mosca,

                                                                                                                                Tengo miedo.

                                                                                                                                Tengo miedo de todo el mundo,

                                                                                                                                del agua fría, de la muerte.

                                                                                                                                Soy como todos los mortales,

                                                                                                                                inaplazable.

                                                                                                                                Por eso en estos cortos días

                                                                                                                                no voy a tomarlos en cuenta,

                                                                                                                                voy a abrirme y voy a encerrarme

                                                                                                                                con mi más pérfido enemigo,

                                                                                                                                Pablo Neruda.

                                                                                                                                La muerte

                                                                                                                                Pueblo, aquí decidiste dar tu mano

                                                                                                                                al perseguido obrero de la pampa, y llamaste,

                                                                                                                                llamaste al hombre, a la mujer, al niño,

                                                                                                                                hace un año, a esta Plaza.

                                                                                                                                Y aquí cayó tu sangre.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En medio de la patria fue vertida,

                                                                                                                                frente al palacio, en medio de la calle,

                                                                                                                                para que la mirara todo el mundo

                                                                                                                                y no pudiera borrarla nadie,

                                                                                                                                y quedaron sus manchas rojas

                                                                                                                                como planetas implacables.

                                                                                                                                Fue cuando mano y mano de chileno

                                                                                                                                alargaron sus dedos a la pampa,

                                                                                                                                y con el corazón entero

                                                                                                                                iría la unidad de sus palabras:

                                                                                                                                fue cuando ibas, pueblo, a cantar

                                                                                                                                una vieja canción con lágrimas,

                                                                                                                                con esperanza y con dolores:

                                                                                                                                vino la mano del verdugo

                                                                                                                                y empapó de sangre la plaza!

                                                                                                                                Por Pablo Neruda

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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