Poemas seleccionados del Magazín Dominical de 1924
Mencionamos algunos poemas que se publicaron en el suplemento dominical de El Espectador en 1924.
Rayos y centellas
Con pena me he enterado, leyendo “de Illustrated London News”,
del mortífero rayo que he inventado un tal mr Andrews,
porque yo al rayo tal le encuentro rematadamente mal.
No es mi juicio arbitrario, sino puesto en razón,
porque hay rayos y rayes que ¡canario!,
Y hay que juzgar los rayos según son.
Los del astro del día, que en radiantes destellos,
nos dan vida y calor, luz y alegría,
son los que valen más que todos ellos.
Detrás, sin duda alguna, van los rayos poéticos de luna,
tenue inca transparencia, hasta los de la Luna de Valencia.
Los rayos equis deben ir después, debido a su científico interés,
pues se debe ensalzar lo que ilumina las sombras de la oscura medicina,
y en las mismas razones se sujeta el rayo ultravioleta.
Cuando, al atardecer, la luz se pierde,
dicen que es bello ver el rayo verde,
y no hay que hacerle desdeñosa mueca a “el rayo” teatral de Muñoz Seca.
Pero el rayo de Nube tormentosa, eso ya es otra cosa:
tenga lector en cuenta que a mí toda tormenta me revienta.
Yo siempre he sido a su grandeza ajeno, y he preferido siempre,
desde joven, al rápido rodar del ronco trueno la quinta sinfonía de Beethoven.
No hay que mirar los riesgos del soslayo,
y es muy molesto que nos parta un rayo!
Por eso mismo encuentro yo tan mal el mortífero rayo
artificial que se dirige a las lejanas zonas
y de allí destruye miles de personas;
por eso me parece francamente una brutalidad, sencillamente.
Hay quien le hablaba y piensa que en la tierra
con esos rayos se acabó la guerra;
quizás recuerda aquella ley sabia de muerto el perro,
se acabó la rabia.
¿Qué países habrá beligerantes después de reventar sus habitantes?
Yo pienso que este sabio furibundo piensa arrancar
el cielo con el fin del mundo.
Hay quien color le busca y aún vacila si se ha de llamar verde,
rojo o lila; más yo creo que negro es más seguro, porque! Eso pasa de castaño oscuro!
El viaje definitivo
Y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto, con su árbol, con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido:
y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del Campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año:
y en el Rincón aquel de Mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará nostálgico …
Yo me iré; y estaré solo, si hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y Plácido ….
Y se quedarán los pájaros cantando.
Clavel
Memorias del corazón
Cierro los ojos, y hundo toda mi vida cálida en el clavel el rosado,
embriagador y fresco; y, en un vano delirio de anhelos y de esencias,
me parece, mujer, que es que te estoy oliendo.
Por las hojas, rizadas como bucles de carne,
yerran doliente documente, yo no sé qué misterios de sabor que me diste,
de color que te vi, sabor de amor en llama, color de crudo Fuego.
! Sí, toda tu retornas a la estancia callada,
y, desnuda, infinita, te acercas un momento;
yo, cerrando los ojos, salí del alma toda,
Como llegando al ciclo último, huelo, huelo, huelo!….
Después, el olor ya no huele más,
se aspira al revés del olor, hecho ya yermo aquello,
y es como un marchitarse de pétalos brumosos,
cuando, tras el clavel, te vas desvaneciendo …
Rayos y centellas
Con pena me he enterado, leyendo “de Illustrated London News”,
del mortífero rayo que he inventado un tal mr Andrews,
porque yo al rayo tal le encuentro rematadamente mal.
No es mi juicio arbitrario, sino puesto en razón,
porque hay rayos y rayes que ¡canario!,
Y hay que juzgar los rayos según son.
Los del astro del día, que en radiantes destellos,
nos dan vida y calor, luz y alegría,
son los que valen más que todos ellos.
Detrás, sin duda alguna, van los rayos poéticos de luna,
tenue inca transparencia, hasta los de la Luna de Valencia.
Los rayos equis deben ir después, debido a su científico interés,
pues se debe ensalzar lo que ilumina las sombras de la oscura medicina,
y en las mismas razones se sujeta el rayo ultravioleta.
Cuando, al atardecer, la luz se pierde,
dicen que es bello ver el rayo verde,
y no hay que hacerle desdeñosa mueca a “el rayo” teatral de Muñoz Seca.
Pero el rayo de Nube tormentosa, eso ya es otra cosa:
tenga lector en cuenta que a mí toda tormenta me revienta.
Yo siempre he sido a su grandeza ajeno, y he preferido siempre,
desde joven, al rápido rodar del ronco trueno la quinta sinfonía de Beethoven.
No hay que mirar los riesgos del soslayo,
y es muy molesto que nos parta un rayo!
Por eso mismo encuentro yo tan mal el mortífero rayo
artificial que se dirige a las lejanas zonas
y de allí destruye miles de personas;
por eso me parece francamente una brutalidad, sencillamente.
Hay quien le hablaba y piensa que en la tierra
con esos rayos se acabó la guerra;
quizás recuerda aquella ley sabia de muerto el perro,
se acabó la rabia.
¿Qué países habrá beligerantes después de reventar sus habitantes?
Yo pienso que este sabio furibundo piensa arrancar
el cielo con el fin del mundo.
Hay quien color le busca y aún vacila si se ha de llamar verde,
rojo o lila; más yo creo que negro es más seguro, porque! Eso pasa de castaño oscuro!
El viaje definitivo
Y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto, con su árbol, con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido:
y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del Campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año:
y en el Rincón aquel de Mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará nostálgico …
Yo me iré; y estaré solo, si hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y Plácido ….
Y se quedarán los pájaros cantando.
Clavel
Memorias del corazón
Cierro los ojos, y hundo toda mi vida cálida en el clavel el rosado,
embriagador y fresco; y, en un vano delirio de anhelos y de esencias,
me parece, mujer, que es que te estoy oliendo.
Por las hojas, rizadas como bucles de carne,
yerran doliente documente, yo no sé qué misterios de sabor que me diste,
de color que te vi, sabor de amor en llama, color de crudo Fuego.
! Sí, toda tu retornas a la estancia callada,
y, desnuda, infinita, te acercas un momento;
yo, cerrando los ojos, salí del alma toda,
Como llegando al ciclo último, huelo, huelo, huelo!….
Después, el olor ya no huele más,
se aspira al revés del olor, hecho ya yermo aquello,
y es como un marchitarse de pétalos brumosos,
cuando, tras el clavel, te vas desvaneciendo …