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                                                                                                                                “Poeta, mi Poeta”: algunos poemas de Ciro Mendía (Verso a verso)

                                                                                                                                Como parte del especial en homenaje a Guillermo Cano, recordamos su gusto por la poesía, en particular aquella escrita por su gran amigo, su “Poeta, mi Poeta”, el colombiano Ciro Mendía.

                                                                                                                                El busto de Ciro Mendía está exhibido en el parque Santander de Caldas en Antioquia.
                                                                                                                                Foto: Wikicommons
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Por estos mismos ideales de su padre, quien publicaba un pequeño periódico y según Mendía “dándoselas de hombre libre”, la familia debió trasladarse a Yarumal, donde el joven poeta descubrió su pasión por la escritura durante su tiempo de instrucción en la academia militar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Colaboró para varios medios colombianos, la revista Arista, Colombia y el diario El Espectador, donde conoció a Guillermo Cano, con quien entablaría una fuerte amistad. “Yo le llamaba Poeta. Él me llamaba Negro. Creo que lo conocí de siempre y él de siempre me conoció”, escribió Cano en una columna titulada “Recuerdos muy personales”.

                                                                                                                                Para Cano, Mendía era “el Poeta, mi Poeta”, a quien conoció como era usual conocer a las personas, “es decir, cuando uno es apenas cosa nada”, pero que luego le llegaría a tener tal admiración y afecto que declamaba estos sentimientos públicamente.

                                                                                                                                “Cada arruga, desde la más pequeña e identificable, surgía cuando creaba un verso. No por dolor, como en los partos. Sino de tranquilidad. Yo me atrevería a decir que si se contaran hoy los versos y poemas del Poeta, mi Poeta, nos encontraríamos con que la cifra coincide, como lo podría certificar moderna calculadora, con el número de arrugas que su propia creación dejó de herencia para siempre”, apuntó Guillermo Cano.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Cambio de Escena

                                                                                                                                Yo vivía al derecho y buenamente,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                era dueño y señor de mi pobreza,

                                                                                                                                pero nunca faltaron en mi mesa

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                el pan ni la botella de aguardiente.

                                                                                                                                Yo era el amigo de la buena gente,

                                                                                                                                yo no dejaba entrar a la tristeza

                                                                                                                                en mi sangre y reía con largueza

                                                                                                                                y era ingenioso y casi inteligente.

                                                                                                                                Me divertía con sabrosas ganas

                                                                                                                                y al aire echaba canas, tantas canas,

                                                                                                                                que invadió la calvicie mi cabeza.

                                                                                                                                Pero un día la muerte —actriz notable—

                                                                                                                                abrió otra vez mi puerta respetable

                                                                                                                                y la velada convirtió en tragedia.

                                                                                                                                Sacándole el Cuerpo

                                                                                                                                Permita el moribundo me retire

                                                                                                                                que a la muerte le tengo mucho miedo,

                                                                                                                                nunca en sus mañas viejas yo me enredo

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                y ni siquiera admito que me mire.

                                                                                                                                Mas yo quiero saber si cuando estire

                                                                                                                                mi ilustre pata —si es que hacerlo puedo—

                                                                                                                                y cuando quede por completo quedo,

                                                                                                                                mi modo de morirme se me admire.

                                                                                                                                Como homenaje póstumo quisiera

                                                                                                                                que amigos ebrios a mi cabecera

                                                                                                                                celebraran mi último suspiro.

                                                                                                                                No soy rey —ni de copas— te lo advierto,

                                                                                                                                pero qué grato oír después de muerto:

                                                                                                                                ¡Ciro Mendía ha muerto! ¡Viva Ciro!

                                                                                                                                Natural

                                                                                                                                Con diez metros de tubo intestinal,

                                                                                                                                no extrañes que sea malo Pedronel,

                                                                                                                                que decente no sea Luis Miguel

                                                                                                                                y que un mezquino sea don Pascual.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Si es el hombre un magnífico animal,

                                                                                                                                espera lo que sepa darte él,

                                                                                                                                que hacen al día idéntico papel,

                                                                                                                                el rey, el cerdo, el asno, el mariscal.

                                                                                                                                El estómago es amo en lo civil,

                                                                                                                                priman el ignorante y el servil

                                                                                                                                y no ser buena gente es lo normal.

                                                                                                                                Todo será más sucio bajo el sol

                                                                                                                                mientras tengas que hinchar de carne y de col

                                                                                                                                tus diez metros de tubo intestinal.

                                                                                                                                Porque te quiero

                                                                                                                                Hasta me quiero yo porque te quiero,

                                                                                                                                espiga de la miel, flecha amorosa,

                                                                                                                                columna de perfumes que a la rosa

                                                                                                                                le ha erigido un alado jardinero.

                                                                                                                                Contra tus manos se quebró un lucero,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                en tu boca el turrón, ebrio, reposa,

                                                                                                                                de tu pecho una gracia generosa

                                                                                                                                dice que aquel peral es el primero.

                                                                                                                                Bebí en las uvas de tus ojos vino

                                                                                                                                de una muy noble y clásica solera

                                                                                                                                que cosechara un ángel campesino.

                                                                                                                                Por ti del cielo oí todas las voces,

                                                                                                                                tú envolviste mi infierno en primavera

                                                                                                                                y por quererte a ti, me aman los dioses.

                                                                                                                                El busto de Ciro Mendía está exhibido en el parque Santander de Caldas en Antioquia.
                                                                                                                                Foto: Wikicommons
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Por estos mismos ideales de su padre, quien publicaba un pequeño periódico y según Mendía “dándoselas de hombre libre”, la familia debió trasladarse a Yarumal, donde el joven poeta descubrió su pasión por la escritura durante su tiempo de instrucción en la academia militar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Colaboró para varios medios colombianos, la revista Arista, Colombia y el diario El Espectador, donde conoció a Guillermo Cano, con quien entablaría una fuerte amistad. “Yo le llamaba Poeta. Él me llamaba Negro. Creo que lo conocí de siempre y él de siempre me conoció”, escribió Cano en una columna titulada “Recuerdos muy personales”.

                                                                                                                                Para Cano, Mendía era “el Poeta, mi Poeta”, a quien conoció como era usual conocer a las personas, “es decir, cuando uno es apenas cosa nada”, pero que luego le llegaría a tener tal admiración y afecto que declamaba estos sentimientos públicamente.

                                                                                                                                “Cada arruga, desde la más pequeña e identificable, surgía cuando creaba un verso. No por dolor, como en los partos. Sino de tranquilidad. Yo me atrevería a decir que si se contaran hoy los versos y poemas del Poeta, mi Poeta, nos encontraríamos con que la cifra coincide, como lo podría certificar moderna calculadora, con el número de arrugas que su propia creación dejó de herencia para siempre”, apuntó Guillermo Cano.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Cambio de Escena

                                                                                                                                Yo vivía al derecho y buenamente,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                era dueño y señor de mi pobreza,

                                                                                                                                pero nunca faltaron en mi mesa

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                el pan ni la botella de aguardiente.

                                                                                                                                Yo era el amigo de la buena gente,

                                                                                                                                yo no dejaba entrar a la tristeza

                                                                                                                                en mi sangre y reía con largueza

                                                                                                                                y era ingenioso y casi inteligente.

                                                                                                                                Me divertía con sabrosas ganas

                                                                                                                                y al aire echaba canas, tantas canas,

                                                                                                                                que invadió la calvicie mi cabeza.

                                                                                                                                Pero un día la muerte —actriz notable—

                                                                                                                                abrió otra vez mi puerta respetable

                                                                                                                                y la velada convirtió en tragedia.

                                                                                                                                Sacándole el Cuerpo

                                                                                                                                Permita el moribundo me retire

                                                                                                                                que a la muerte le tengo mucho miedo,

                                                                                                                                nunca en sus mañas viejas yo me enredo

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                y ni siquiera admito que me mire.

                                                                                                                                Mas yo quiero saber si cuando estire

                                                                                                                                mi ilustre pata —si es que hacerlo puedo—

                                                                                                                                y cuando quede por completo quedo,

                                                                                                                                mi modo de morirme se me admire.

                                                                                                                                Como homenaje póstumo quisiera

                                                                                                                                que amigos ebrios a mi cabecera

                                                                                                                                celebraran mi último suspiro.

                                                                                                                                No soy rey —ni de copas— te lo advierto,

                                                                                                                                pero qué grato oír después de muerto:

                                                                                                                                ¡Ciro Mendía ha muerto! ¡Viva Ciro!

                                                                                                                                Natural

                                                                                                                                Con diez metros de tubo intestinal,

                                                                                                                                no extrañes que sea malo Pedronel,

                                                                                                                                que decente no sea Luis Miguel

                                                                                                                                y que un mezquino sea don Pascual.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Si es el hombre un magnífico animal,

                                                                                                                                espera lo que sepa darte él,

                                                                                                                                que hacen al día idéntico papel,

                                                                                                                                el rey, el cerdo, el asno, el mariscal.

                                                                                                                                El estómago es amo en lo civil,

                                                                                                                                priman el ignorante y el servil

                                                                                                                                y no ser buena gente es lo normal.

                                                                                                                                Todo será más sucio bajo el sol

                                                                                                                                mientras tengas que hinchar de carne y de col

                                                                                                                                tus diez metros de tubo intestinal.

                                                                                                                                Porque te quiero

                                                                                                                                Hasta me quiero yo porque te quiero,

                                                                                                                                espiga de la miel, flecha amorosa,

                                                                                                                                columna de perfumes que a la rosa

                                                                                                                                le ha erigido un alado jardinero.

                                                                                                                                Contra tus manos se quebró un lucero,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                en tu boca el turrón, ebrio, reposa,

                                                                                                                                de tu pecho una gracia generosa

                                                                                                                                dice que aquel peral es el primero.

                                                                                                                                Bebí en las uvas de tus ojos vino

                                                                                                                                de una muy noble y clásica solera

                                                                                                                                que cosechara un ángel campesino.

                                                                                                                                Por ti del cielo oí todas las voces,

                                                                                                                                tú envolviste mi infierno en primavera

                                                                                                                                y por quererte a ti, me aman los dioses.

                                                                                                                                Temas recomendados:

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