Poli Mallarino o la mirada que siente
Sobre la huella profesional y humana que dejó Poli Mallarino en sus creaciones y relaciones más íntimas, a propósito de su fallecimiento, el pasado sábado, 13 de enero, en Bogotá.
Hay personas que dejan huella por las melodías que componen; otras, por los poemas que escriben o los espacios que diseñan; otras aún, por los inventos y riquezas que saben crear; unas más, por la sabiduría, el ánimo o el encanto que transmiten. De Poli Mallarino (melómana, lectora, emprendedora) hay que destacar la sensibilidad de la mirada. Poli estaba en el mundo para descubrir y transmitir la belleza que hay en él: en una piedra, una hoja, una tela, un objeto, una textura, un mueble, una combinación de colores o de materiales. Había en ella, entonces, la asombrosa capacidad de hallar belleza en lo inesperado, en lo sencillo, en aquello que tan solo unos ojos privilegiados alcanzan a ver y a sentir. Personas como Poli son capaces de señalar y de reproducir esas formas que trascienden las circunstancias de tiempo y lugar porque pertenecen al dominio de lo intemporal.
Lea: El arte de los oficios.
Poli Mallarino nació en Cali en 1934 y se formó en diseño interior, pero este solo conocimiento, en ella, se le hacía estrecho. Quizá por eso, de la mano de su querida amiga y colega, Beatrice Santo Domingo, emprendieron proyectos como la Galería Deimos, hace cincuenta años, y la Escuela de Artes y Oficios, varios lustros más tarde. En ellas dos se conjugaron siempre, de un modo maravillosamente complementario, el trabajo y la amistad. Mallarino también estuvo vinculada durante muchos años a los proyectos de Artesanías de Colombia, empeñada siempre en valorizar el trabajo manual, el saber hacer tradicional, los materiales locales, con el añadido discreto, pero entusiasta y enfático, de su fabulosa intuición que permitía convertir lo artesanal en algo único que participaba ya de la categoría de arte por su misteriosa incursión en lo auténtico que se une a la belleza.
Quienes tuvieron el privilegio de conocerla de cerca percibieron los chispazos de su sensibilidad estética, capaz de aprender de los maestros artesanos al mismo tiempo que les insinuaba nuevos caminos para sus creaciones. Aprovechando su dominio de los materiales y de la técnica, sus nuevos resultados eran al mismo tiempo el reflejo y la transformación de la realidad. Como bien decía esta semana la revista Architectural Digest de México, Poli Mallarino fue una “pionera del diseño artesanal contemporáneo en Colombia. A través de una profunda investigación y experimentación con las diferentes técnicas y oficios artesanales del país, Poli abrió un camino de extensa trayectoria y dejó un gran legado”. También ella fue capaz, como señaló el arquitecto Luis Restrepo, de “maravillarnos por la presencia de lo esencial (…) que no se halla inscrito en ninguna moda, no tiene tiempo ni geografía, porque siempre está vigente, porque tiene vigencia en donde se lo ponga”.
También puede leer: Margaret Cavendish: ciencia, literatura y libertad.
Con su fallecimiento el sábado pasado, el país ha perdido a una mujer de inmensa y auténtica sensibilidad. Sus amigos, una amiga entrañable y sincera, siempre dispuesta a compartir con generosidad su gusto exquisito y su fino sentido de la oportunidad. En sus tres hijos, Gonzalo, Diego y Miguel Córdoba Mallarino, dejó ella como madre el legado imborrable de su calidad humana; una calidad vivida y transmitida con el ejemplo, tanto a ellos como a sus muy queridos cinco nietos, que siempre buscaron su amorosa compañía. Tanto a ellos, como a sus amigos íntimos y a su familia de artesanos y artistas, El Espectador y quien esto escribe hacen llegar sus sinceras condolencias.
Si le interesan los temas culturales y quiere opinar sobre nuestro contenido y recibir más información, escríbanos al correo de la editora Laura Camila Arévalo Domínguez (larevalo@elespectador.com) o al de Andrés Osorio (aosorio@elespectador.com).
Hay personas que dejan huella por las melodías que componen; otras, por los poemas que escriben o los espacios que diseñan; otras aún, por los inventos y riquezas que saben crear; unas más, por la sabiduría, el ánimo o el encanto que transmiten. De Poli Mallarino (melómana, lectora, emprendedora) hay que destacar la sensibilidad de la mirada. Poli estaba en el mundo para descubrir y transmitir la belleza que hay en él: en una piedra, una hoja, una tela, un objeto, una textura, un mueble, una combinación de colores o de materiales. Había en ella, entonces, la asombrosa capacidad de hallar belleza en lo inesperado, en lo sencillo, en aquello que tan solo unos ojos privilegiados alcanzan a ver y a sentir. Personas como Poli son capaces de señalar y de reproducir esas formas que trascienden las circunstancias de tiempo y lugar porque pertenecen al dominio de lo intemporal.
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Poli Mallarino nació en Cali en 1934 y se formó en diseño interior, pero este solo conocimiento, en ella, se le hacía estrecho. Quizá por eso, de la mano de su querida amiga y colega, Beatrice Santo Domingo, emprendieron proyectos como la Galería Deimos, hace cincuenta años, y la Escuela de Artes y Oficios, varios lustros más tarde. En ellas dos se conjugaron siempre, de un modo maravillosamente complementario, el trabajo y la amistad. Mallarino también estuvo vinculada durante muchos años a los proyectos de Artesanías de Colombia, empeñada siempre en valorizar el trabajo manual, el saber hacer tradicional, los materiales locales, con el añadido discreto, pero entusiasta y enfático, de su fabulosa intuición que permitía convertir lo artesanal en algo único que participaba ya de la categoría de arte por su misteriosa incursión en lo auténtico que se une a la belleza.
Quienes tuvieron el privilegio de conocerla de cerca percibieron los chispazos de su sensibilidad estética, capaz de aprender de los maestros artesanos al mismo tiempo que les insinuaba nuevos caminos para sus creaciones. Aprovechando su dominio de los materiales y de la técnica, sus nuevos resultados eran al mismo tiempo el reflejo y la transformación de la realidad. Como bien decía esta semana la revista Architectural Digest de México, Poli Mallarino fue una “pionera del diseño artesanal contemporáneo en Colombia. A través de una profunda investigación y experimentación con las diferentes técnicas y oficios artesanales del país, Poli abrió un camino de extensa trayectoria y dejó un gran legado”. También ella fue capaz, como señaló el arquitecto Luis Restrepo, de “maravillarnos por la presencia de lo esencial (…) que no se halla inscrito en ninguna moda, no tiene tiempo ni geografía, porque siempre está vigente, porque tiene vigencia en donde se lo ponga”.
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