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Historia de la literatura: “Por el camino de Swann”

Un recorrido por la novela de Marcel Proust, el primer tomo de la obra “En busca del tiempo perdido”.

Mónica Acebedo
08 de julio de 2022 - 02:00 a. m.
Marcel Proust, escritor francés, recordado por su célebre obra “En busca del tiempo perdido”.
Marcel Proust, escritor francés, recordado por su célebre obra “En busca del tiempo perdido”.
Foto: Archivo particular
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“Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior” (Por el camino de Swann, de Marcel Proust).

El epígrafe con el que inicio esta reflexión es una de las escenas más famosas en la historia de la literatura. Marcel Proust cuenta que sumergió una magdalena en una taza de té y a partir de ese momento se disparó en su cerebro un torrente de recuerdos y sentimientos. En un momento fundamental en el movimiento narratológico conocido como el flujo de conciencia, que también desarrollarán, por ejemplo, Virginia Wolf y James Joyce.

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En efecto, una de las grandes obras de la literatura universal se llama En busca del tiempo perdido, escrita por Marcel Proust (1871-1922), cuya publicación inició en 1913, un momento crucial para la historia europea. Se trata de una monumental novela modernista, compuesta por siete tomos que utilizan el pensamiento interno y la memoria involuntaria del narrador. Es en una especie de cuento filosófico, autoficción y novela sociológica. Afirma Alain Verjat al explicar el alcance de la novela: “La ficción literaria, a lo largo de tres mil páginas, con todo el material turbio nacido del sueño, de los vicios, de las vanidades y de las ilusiones que permite actualizar, sirve sobre todo para que comprendamos que la única forma de romper la soledad de la personalidad social, la máscara que exhibimos, es llegar a comunicar con los demás por medio de una especie de lenguaje común que abusivamente podríamos llamar ‘objetividad’, lo que somos, la esencia de las cosas, no la existencia que les damos”.

Marcel Proust nació el 10 de julio de 1871 en plena belle époque, luego de un período bélico significativo para la sociedad francesa: la guerra con Prusia. El auge de los artistas, los escritores, la arquitectura y las ciencias en general fue germen para su formación, junto con una familia pudiente y bien conectada en los medios intelectuales y culturales. Tuvo una salud complicada a lo largo de su vida, lo que probablemente le significó un carácter especialmente sensible. Murió el 18 de noviembre de 1922.

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En esta historia de la literatura me refiero al primer tomo, que es en sí mismo una novela independiente llamada Por el camino de Swann, que contiene los ejes temáticos y formales de su escritura: la forma como rescata en su memoria anécdotas de su infancia y juventud; la forma como reflexiona sobre la creación literaria, el arte y el artista; el comportamiento de los seres humanos en la sociedad que los rodea, como los celos, el duelo por la muerte o la pérdida de la persona amada, la percepción subjetiva del mundo, los objetos y las personas.

El contexto espacial corresponde a Combray, el pueblo de la infancia del narrador; es decir, del mismo autor. La primera sección trata de un largo recuento de su infancia durante una noche; sus primeros años, las visitas de un amigo de la familia, el señor Swann, un hombre conocido en la sociedad parisina, que se convertirá en el enlace referencial de aquella época. Recuerda, por ejemplo, el temor que sentía a la hora de ir a la cama, la necesidad inminente de un beso de la madre antes de irse a dormir y la inoportuna visita del señor Swann, el culpable de que su madre no le diera el consabido beso de buenas noches. La memoria del narrador identifica a las personas con los objetos que las rodean. También, admira el paisaje que rodea el pueblo, en particular, los espinos florecidos a lo largo del camino hacia la casa del señor Swann. De la misma manera, el autor-narrador reflexiona sobre la labor del escritor y concluye, a partir de sus recuerdos, que su interés por la lectura y la escritura proviene de aquella época de su infancia. Asimismo, rememora su primer amor: Gilbert, hija de Odette y del señor Swann. Cuando ella despierta la sección termina.

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A manera de relato intercalado, el autor cuenta la historia del señor Swann, quince años antes de que él lo conociera, y la forma como aquel se enamoró perdidamente de Odette a pesar de la mala reputación de esta última. Infidelidades, celos, sociedad parisina, envidias y angustias son los elementos que nutren la trama de esa sección de la novela que, además, dialoga con lo ocurrido en las últimas tres décadas del siglo XIX.

Precisamente, este primer tomo de En busca del tiempo perdido dispone de los elementos de la teoría del autor sobre la memoria involuntaria, el espacio y el paso del tiempo, que, posiblemente, estuvieron influidas por el filósofo francés Henri Bergson (1859-1941). De acuerdo con el pensamiento proustiano, la única manera que tiene el ser humano de alcanzar la felicidad plena es a través de los sentimientos que se despiertan por recuerdos de los que no somos plenamente conscientes. Adicionalmente, Charles Swann sirve como el prototipo del sentimiento del amor y las relaciones que, casi necesariamente, implican sufrimiento, mentira, celos, infidelidades...

En resumen, a partir de una trama sencilla pero profunda se desvela una de las mejores y más emblemáticas obras de la historia de la literatura del siglo XX; una caracterización psicológica de los individuos a partir de sensaciones que disparan recuerdos y situaciones que de manera voluntaria no sería viable identificar. Una forma moderna de percibir el paso del tiempo.

Por Mónica Acebedo

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