¿Por qué resulta tan difícil leer “Ulises”, de James Joyce?
Hoy se cumplen 100 años de la publicación de la novela que partió en dos la historia de la literatura. Un escritor y profesor que la ha estudiado y enseñado explica su trascendencia.
Azriel Bibliowicz * / Especial para El Espectador
Ulises, de James Joyce, es la gran novela experimental del siglo XX. A partir de su publicación el 2 de febrero 1922 esta novela transformó la literatura mundial y hoy muchas obras, también consideradas canónicas, mantienen su huella. Sin embargo, esta obra ha pasado a la historia como una obra críptica, difícil e inaccesible para el lector lego. En esta conversación, intentaré explorar algunas de las razones por las que resulta, en algunos momentos, tan resbaladiza y oscura. (Recomendamos un ensayo de Nelson Fredy Padilla sobre la experiencia de leer el Ulises de Joyce).
Sin duda, esta novela demanda otro tipo de lectura, ya que rompe con la linealidad y la visión de un solo narrador, con la que estamos acostumbrados. La multiplicidad de perspectivas, que a su vez valora puntos de vista contradictorios, rompe con la mirada tradicional del narrador que caracterizó la novela del siglo XIX. Además, Ulises nos confronta con una inesperada manera de comprender la novela. En otras palabras, busca no sólo generar un nuevo tipo de literatura, sino que a su vez intenta fomentar una lectura diferente y otro tipo de lector.
No obstante, quiero insistir que no es un texto inaccesible. Y si bien demanda esfuerzo, quién se aventura a sumirse en sus páginas descubre una mina literaria inesperada e insólita, llena de tesoros y joyas.
Ahora bien, es una obra enciclopédica y por consiguiente puede resultar apabullante, pero a su vez, es el logro por un gran poeta. La erudición de Joyce resulta incuestionable y a ratos desconcertante, empero le abrió las puertas a una literatura diferente, que marcó el siglo XX y aun el XXI. Estoy convencido que si se logra sobrepasar algunos de sus obstáculos, como la exploración técnica y narrativa que se plasma en sus páginas, terminará por asombrar y seducir al lector. El Ulises le torció el cuello al cisne de la literatura decimonónica y abrió para siempre las puerta las modernismo literario.
El poeta inglés T.S. Eliot afirmaba: “Considero este libro la expresión más importante que se ha encontrado en la época; es un libro con el que todos estamos en deuda y del que ninguno de nosotros puede escapar.” Ezra Pound, sostuvo: “quién no conozca esta obra no debería ser autorizado a enseñar literatura.”
Tal vez yo no iría tan lejos, pero me atrevo a asegurar que el Ulises transformó la novela y su influencia sobre la literatura latinoamericana y universal ha sido indiscutible. Obras experimentales como, Cuatro años a Bordo de Mi Mismo, de Eduardo Zalamea Borda o Tres Tristes Tigres de Guillermo Cabrera Infante o José Trigo de Fernando del Paso y Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, cuyos personajes que ya habían formado parte de sus otras novelas y se vuelven a encontrar en esta magna obra, en ese sentido conserva el rastro de James Joyce. La literatura del siglo XX le deben mucho al Ulises.
Ulises nos ha llevado a reflexionar sobre el pensamiento mismo, cómo se concatena, las asociaciones libres y la manera en que se enlazan de un tema a otro, la forma en que se entretejen, abriendo posibilidades insospechadas, con hilos sueltos y combinaciones curiosas.
Ahora bien, Joyce era consciente de las dificultades de su texto. En alguna ocasión afirmó: “He sembrado tantos enigmas y acertijos en esta obra que mantendrá a los académicos ocupados por siglos discutiendo que quise decir. Es la única manera de garantizar la inmortalidad.”
Joyce denominó, esta técnica, “la palabra interior”. También la conocemos como el “monólogo interior” o “la corriente de consciencia,” cómo la llamó Henry James. Y si bien ya, Stendhal, Lev Tolstoi y Henry James la habían abordado tímidamente fue Edouard Dujardin quién la exploró en Les Lauriers sont Coupe de 1.887. El propio Joyce siempre reconoció la influencia de Dujardin. Pero, sin duda, fue él quien en Ulises la llevó a su máxima expresión, especialmente en el capítulo final dedicado a Molly Bloom. En ese capítulo experimentamos la oceánica corriente de consciencia de Molly, compuesta por ocho extensas oraciones que cubren 55 páginas.
Yo diría que acostumbrarse a esta técnica y a la lectura fragmentada, saltarina de asociaciones libres, de múltiples perspectivas, puede resultar a ratos difícil y frustrante para cualquier lector, obligándolo a regresar al comienzo de la página para volverla a leer. También es cierto que Joyce demanda del lector una característica Odiseica: la paciencia.
Se necesita paciencia cuando se aborda esta novela que requiere en ocasiones que la releamos más de una vez para su comprensión. Tal vez no sea una novela para leer en la playa, sino para ser estudiada, pero a pesar de sus requerimientos, vale la pena y recomendaría no sentirse frustrado ya que a todos los lectores de Joyce nos ha tocado releerla más de una vez para comprender sus bromas, juegos de palabras, acertijos y sorprendente humor que enriquecen y engalanan esta novela.
Si bien, me atrevería a decir que el primer obstáculo que encuentra el lector es la corriente de conciencia, esta dificultad a su vez termina por ser uno de los grandes logros de la obra. Joyce penetra en la lógica de nuestras propias reflexiones, la manera como funciona la mente humana cargadas de pensamientos secretos, a ratos indecorosos, pecaminosos, indiscretos, sucios, maliciosos y licenciosos que terminan, gústenos o no, formando parte la naturaleza humana.
Ulises es una novela sobre la cotidianeidad, con personajes comunes y corrientes. Joyce decía que a la novela le correspondía la cotidianeidad, lo ordinario y que dejáramos los acontecimientos extraordinarios al periodismo. Por ello, esta novela es ante, todo una exploración sobre lo que significa ser humano, con todas sus cualidades y defectos. Tal vez por ello, ha sido considerada una obra ultra-realista.
Y como obra ultra-realista pasa por todo lo que le puede acontecer a una persona a lo largo de un solo día. Sus personajes van a comer, tomar, defecar, se hurgan la nariz, se bañan, se masturban, compran libros, melocotones, asiste a una misa, al entierro de un conocido, trabajan, se deleitan mirando estatuas, va a la biblioteca nacional, se incomodan, se enfurecen, son empáticos, alimentan a los animales, le ayuda al prójimo, escribe cartas, cantan, va a los bares, discuten sobre las carreras de caballos, visita a una joven que va a da a luz, recorren burdeles, alucinan, se cansa, vuelve a casa, toma chocolate y regresa a su cama. En fin, todo lo que le puede suceder tanto a un hombre como a una mujer, a lo largo de un día, transcurre en Ulises.
Pero, también es cierto que su ultra-realismo fue fuertemente criticado. Esta novela fue considerada por muchos críticos escatológica, sucia y por ello no debe sorprendernos que hubiese sido acusada de pornográfica en la década de los veinte del siglo pasado. Y sí, es una novela en donde Leopoldo Bloom defeca por la mañana antes de salir de su casa y se limpia el rabo con un cuento “premiado”, probablemente una de las críticas más severas que ha recibido cuento alguno.
Bloom también se masturba, Stephen se saca los mocos y trasboca borracho, Gerty MacDowell siente una excitación orgásmica como si fueran fuegos artificiales que suben y estallan (imagen que luego el cine repetirá mil y un veces). Molly nos cuenta como le impresiona por el tamaño del pene la cantidad de semen que tienen Boylan, su amante, así como por su propia menstruación que baja como una cascada un torrente imparable. En pocas palabras, no hay nada humano o que le pertenezca al cuerpo con sus fluidos que no formen parte de esta obra.
En el momento de su publicación, en la década de los 20, podía sonar escandaloso. Muchas novelas han exagerado con lo escatológico y hoy no creo que resulte escabroso, y por cierto tengo la impresión que nos estamos cansando de ello. Se ha repetido tanto en la literatura como en el cine, aun cuando pocos tengan claro quién lo inició y vivan convencidos que descubren el agua tibia y que escandalizan por primera vez al lector.
Otra característica ultra-realista y que a su vez marca la novela, es su temporalidad. Si bien, los seres humanos tenemos consciencia del pasado y del futuro, no obstante vivimos en un presente continuo. Esta viene a ser otra a las dificultades del texto: su concepción temporal. La obra se mantiene a los largo de sus páginas en un tiempo presente. En ningún momento Joyce va a retroceder en su narración, ni hacer una escena retrospectiva. No va mirar atrás, ni nos va a dar un referente histórico como contexto.
La novela se mantiene en un presente continuo y por lo tanto, debemos avanzar en ella, en su lectura, para encontrar las respuestas a las preguntas que van surgiendo a lo largo de su desarrollo. Todas la situaciones se llevan a cabo en ese presente y sólo cuando encontramos la circunstancia o el diálogo que hace referencia directa a la pieza que nos faltaba en el rompecabezas, logramos entender dicho antecedente que explica y nos permite comprender lo que tuvo lugar anteriormente.
Ulises es una obra llena de personajes que deambulan por las calles de Dublín, pero solo 3 son sus protagonistas: Stephan Dedalus, un joven de 21 años, intelectual, profesor en un colegio privado, quién tendrá que superar diversos obstáculos que el día le impone, para cumplir con su sueño de ser escritor. Leopoldo Bloom de 38 años, un personajes empático, con una profesión novedosa para la época, vendedor de publicidad y Molly Bloom, su esposa, de 33 años, una cantante de opera.
Todo la novela transcurre a lo largo de un solo día, en la ciudad de Dublín. La acción tiene lugar en un día de primavera y para ser precisos, el 16 de junio de 1904. Fecha que se volvió festiva en Dublín y en la que se conmemora y celebra todos los años, y que se ha bautizado como “Bloomsday”. En este día los dublineses desayunan riñones de cerdo a la parrilla, para recordar lo que comió Leopoldo Bloom esa mañana. Sin duda, Joyce, convirtió a Dublín en una ciudad literaria y la puso en el mapa de la gran literatura mundial. Algunos críticos han afirmado que si se llegase a destruir ciudad, la Dublín de 1904 se podría reconstruir gracias a esta obra.
En Ulises el lector recorre la ciudad con Stephan y Leopold, en ese largo del día, que comienza a las 8.00 am y termina a las 2 de la madrugada siguiente, o más bien las 3.00 a.m. si tenemos en cuenta el famoso monólogo de Molly Bloom.
* Fragmento de un ensayo de su autoría. Azriel Bibliowicz es fundador de la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia y autor de novelas como ‘Migas de pan’ (Alfaguara) y ‘El rumor del Astracán’.
Ulises, de James Joyce, es la gran novela experimental del siglo XX. A partir de su publicación el 2 de febrero 1922 esta novela transformó la literatura mundial y hoy muchas obras, también consideradas canónicas, mantienen su huella. Sin embargo, esta obra ha pasado a la historia como una obra críptica, difícil e inaccesible para el lector lego. En esta conversación, intentaré explorar algunas de las razones por las que resulta, en algunos momentos, tan resbaladiza y oscura. (Recomendamos un ensayo de Nelson Fredy Padilla sobre la experiencia de leer el Ulises de Joyce).
Sin duda, esta novela demanda otro tipo de lectura, ya que rompe con la linealidad y la visión de un solo narrador, con la que estamos acostumbrados. La multiplicidad de perspectivas, que a su vez valora puntos de vista contradictorios, rompe con la mirada tradicional del narrador que caracterizó la novela del siglo XIX. Además, Ulises nos confronta con una inesperada manera de comprender la novela. En otras palabras, busca no sólo generar un nuevo tipo de literatura, sino que a su vez intenta fomentar una lectura diferente y otro tipo de lector.
No obstante, quiero insistir que no es un texto inaccesible. Y si bien demanda esfuerzo, quién se aventura a sumirse en sus páginas descubre una mina literaria inesperada e insólita, llena de tesoros y joyas.
Ahora bien, es una obra enciclopédica y por consiguiente puede resultar apabullante, pero a su vez, es el logro por un gran poeta. La erudición de Joyce resulta incuestionable y a ratos desconcertante, empero le abrió las puertas a una literatura diferente, que marcó el siglo XX y aun el XXI. Estoy convencido que si se logra sobrepasar algunos de sus obstáculos, como la exploración técnica y narrativa que se plasma en sus páginas, terminará por asombrar y seducir al lector. El Ulises le torció el cuello al cisne de la literatura decimonónica y abrió para siempre las puerta las modernismo literario.
El poeta inglés T.S. Eliot afirmaba: “Considero este libro la expresión más importante que se ha encontrado en la época; es un libro con el que todos estamos en deuda y del que ninguno de nosotros puede escapar.” Ezra Pound, sostuvo: “quién no conozca esta obra no debería ser autorizado a enseñar literatura.”
Tal vez yo no iría tan lejos, pero me atrevo a asegurar que el Ulises transformó la novela y su influencia sobre la literatura latinoamericana y universal ha sido indiscutible. Obras experimentales como, Cuatro años a Bordo de Mi Mismo, de Eduardo Zalamea Borda o Tres Tristes Tigres de Guillermo Cabrera Infante o José Trigo de Fernando del Paso y Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, cuyos personajes que ya habían formado parte de sus otras novelas y se vuelven a encontrar en esta magna obra, en ese sentido conserva el rastro de James Joyce. La literatura del siglo XX le deben mucho al Ulises.
Ulises nos ha llevado a reflexionar sobre el pensamiento mismo, cómo se concatena, las asociaciones libres y la manera en que se enlazan de un tema a otro, la forma en que se entretejen, abriendo posibilidades insospechadas, con hilos sueltos y combinaciones curiosas.
Ahora bien, Joyce era consciente de las dificultades de su texto. En alguna ocasión afirmó: “He sembrado tantos enigmas y acertijos en esta obra que mantendrá a los académicos ocupados por siglos discutiendo que quise decir. Es la única manera de garantizar la inmortalidad.”
Joyce denominó, esta técnica, “la palabra interior”. También la conocemos como el “monólogo interior” o “la corriente de consciencia,” cómo la llamó Henry James. Y si bien ya, Stendhal, Lev Tolstoi y Henry James la habían abordado tímidamente fue Edouard Dujardin quién la exploró en Les Lauriers sont Coupe de 1.887. El propio Joyce siempre reconoció la influencia de Dujardin. Pero, sin duda, fue él quien en Ulises la llevó a su máxima expresión, especialmente en el capítulo final dedicado a Molly Bloom. En ese capítulo experimentamos la oceánica corriente de consciencia de Molly, compuesta por ocho extensas oraciones que cubren 55 páginas.
Yo diría que acostumbrarse a esta técnica y a la lectura fragmentada, saltarina de asociaciones libres, de múltiples perspectivas, puede resultar a ratos difícil y frustrante para cualquier lector, obligándolo a regresar al comienzo de la página para volverla a leer. También es cierto que Joyce demanda del lector una característica Odiseica: la paciencia.
Se necesita paciencia cuando se aborda esta novela que requiere en ocasiones que la releamos más de una vez para su comprensión. Tal vez no sea una novela para leer en la playa, sino para ser estudiada, pero a pesar de sus requerimientos, vale la pena y recomendaría no sentirse frustrado ya que a todos los lectores de Joyce nos ha tocado releerla más de una vez para comprender sus bromas, juegos de palabras, acertijos y sorprendente humor que enriquecen y engalanan esta novela.
Si bien, me atrevería a decir que el primer obstáculo que encuentra el lector es la corriente de conciencia, esta dificultad a su vez termina por ser uno de los grandes logros de la obra. Joyce penetra en la lógica de nuestras propias reflexiones, la manera como funciona la mente humana cargadas de pensamientos secretos, a ratos indecorosos, pecaminosos, indiscretos, sucios, maliciosos y licenciosos que terminan, gústenos o no, formando parte la naturaleza humana.
Ulises es una novela sobre la cotidianeidad, con personajes comunes y corrientes. Joyce decía que a la novela le correspondía la cotidianeidad, lo ordinario y que dejáramos los acontecimientos extraordinarios al periodismo. Por ello, esta novela es ante, todo una exploración sobre lo que significa ser humano, con todas sus cualidades y defectos. Tal vez por ello, ha sido considerada una obra ultra-realista.
Y como obra ultra-realista pasa por todo lo que le puede acontecer a una persona a lo largo de un solo día. Sus personajes van a comer, tomar, defecar, se hurgan la nariz, se bañan, se masturban, compran libros, melocotones, asiste a una misa, al entierro de un conocido, trabajan, se deleitan mirando estatuas, va a la biblioteca nacional, se incomodan, se enfurecen, son empáticos, alimentan a los animales, le ayuda al prójimo, escribe cartas, cantan, va a los bares, discuten sobre las carreras de caballos, visita a una joven que va a da a luz, recorren burdeles, alucinan, se cansa, vuelve a casa, toma chocolate y regresa a su cama. En fin, todo lo que le puede suceder tanto a un hombre como a una mujer, a lo largo de un día, transcurre en Ulises.
Pero, también es cierto que su ultra-realismo fue fuertemente criticado. Esta novela fue considerada por muchos críticos escatológica, sucia y por ello no debe sorprendernos que hubiese sido acusada de pornográfica en la década de los veinte del siglo pasado. Y sí, es una novela en donde Leopoldo Bloom defeca por la mañana antes de salir de su casa y se limpia el rabo con un cuento “premiado”, probablemente una de las críticas más severas que ha recibido cuento alguno.
Bloom también se masturba, Stephen se saca los mocos y trasboca borracho, Gerty MacDowell siente una excitación orgásmica como si fueran fuegos artificiales que suben y estallan (imagen que luego el cine repetirá mil y un veces). Molly nos cuenta como le impresiona por el tamaño del pene la cantidad de semen que tienen Boylan, su amante, así como por su propia menstruación que baja como una cascada un torrente imparable. En pocas palabras, no hay nada humano o que le pertenezca al cuerpo con sus fluidos que no formen parte de esta obra.
En el momento de su publicación, en la década de los 20, podía sonar escandaloso. Muchas novelas han exagerado con lo escatológico y hoy no creo que resulte escabroso, y por cierto tengo la impresión que nos estamos cansando de ello. Se ha repetido tanto en la literatura como en el cine, aun cuando pocos tengan claro quién lo inició y vivan convencidos que descubren el agua tibia y que escandalizan por primera vez al lector.
Otra característica ultra-realista y que a su vez marca la novela, es su temporalidad. Si bien, los seres humanos tenemos consciencia del pasado y del futuro, no obstante vivimos en un presente continuo. Esta viene a ser otra a las dificultades del texto: su concepción temporal. La obra se mantiene a los largo de sus páginas en un tiempo presente. En ningún momento Joyce va a retroceder en su narración, ni hacer una escena retrospectiva. No va mirar atrás, ni nos va a dar un referente histórico como contexto.
La novela se mantiene en un presente continuo y por lo tanto, debemos avanzar en ella, en su lectura, para encontrar las respuestas a las preguntas que van surgiendo a lo largo de su desarrollo. Todas la situaciones se llevan a cabo en ese presente y sólo cuando encontramos la circunstancia o el diálogo que hace referencia directa a la pieza que nos faltaba en el rompecabezas, logramos entender dicho antecedente que explica y nos permite comprender lo que tuvo lugar anteriormente.
Ulises es una obra llena de personajes que deambulan por las calles de Dublín, pero solo 3 son sus protagonistas: Stephan Dedalus, un joven de 21 años, intelectual, profesor en un colegio privado, quién tendrá que superar diversos obstáculos que el día le impone, para cumplir con su sueño de ser escritor. Leopoldo Bloom de 38 años, un personajes empático, con una profesión novedosa para la época, vendedor de publicidad y Molly Bloom, su esposa, de 33 años, una cantante de opera.
Todo la novela transcurre a lo largo de un solo día, en la ciudad de Dublín. La acción tiene lugar en un día de primavera y para ser precisos, el 16 de junio de 1904. Fecha que se volvió festiva en Dublín y en la que se conmemora y celebra todos los años, y que se ha bautizado como “Bloomsday”. En este día los dublineses desayunan riñones de cerdo a la parrilla, para recordar lo que comió Leopoldo Bloom esa mañana. Sin duda, Joyce, convirtió a Dublín en una ciudad literaria y la puso en el mapa de la gran literatura mundial. Algunos críticos han afirmado que si se llegase a destruir ciudad, la Dublín de 1904 se podría reconstruir gracias a esta obra.
En Ulises el lector recorre la ciudad con Stephan y Leopold, en ese largo del día, que comienza a las 8.00 am y termina a las 2 de la madrugada siguiente, o más bien las 3.00 a.m. si tenemos en cuenta el famoso monólogo de Molly Bloom.
* Fragmento de un ensayo de su autoría. Azriel Bibliowicz es fundador de la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia y autor de novelas como ‘Migas de pan’ (Alfaguara) y ‘El rumor del Astracán’.