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“Entiendo que en el pasado histórico se han hecho cosas mal y cosas bien, pero si empezamos con un revisionismo histórico, que puede tener un cierto sentido, habría que plantearse cuál es el límite, hasta dónde hay que pedir el resarcimiento”, afirmó el autor en una entrevista en Bogotá donde presentó “Roma soy yo”, primera de una saga de seis novelas sobre la vida de Julio César.
Posteguillo, el autor de novela histórica más vendido en lengua española, explica que "cuando son cosas relativamente inmediatas", como la invasión rusa de Ucrania, por ejemplo, tiene sentido que se exijan indemnizaciones al país agresor, "pero cuando resulta que han pasado decenas y decenas de generaciones ¿qué sentido tiene esto?"
En su opinión, "desde algún sector de América Latina se podría pedir, por ejemplo, que España resarciera de cosas que se pudieron haber hecho mal" en la Conquista, pero no se trata de retroceder hasta llegar al inicio de los tiempos.
De ser así, añade, "a lo mejor en España podríamos pedir a Italia que nos resarciera por (los romanos) haber invadido Hispania con las legiones; nosotros estábamos muy bien en Celtiberia y nos atacaron y, no sé... los romanos a los etruscos, y entonces acabaremos con neanderthales".
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"Podemos pensar más en todo lo que nos une y no en todo lo que nos divide. Si hay algo que podríamos aprovechar es precisamente que hayan pasado las cosas, que por las circunstancias de la historia América Latina y España compartimos una cultura y nos iría mucho mejor si España no viviera de espaldas de América Latina y América Latina tampoco viviera de espaldas a España", afirmó.
Defensa de la historia
Por eso, Posteguillo, autor entre otras novelas de dos trilogías campeonas de ventas, una sobre Escipión y Aníbal, y otra sobre Trajano, lamenta que en países de América y en España "se está intentando acabar con la historia" y otras asignaturas como la literatura y la filosofía.
"Tengo la teoría de que, precisamente en nuestras democracias occidentales, hay una tendencia por parte de todos los que nos gobiernan, de izquierda y de derecha, de reducir los contenidos educativos para tener ciudadanos mucho más ignorantes, mucho más dóciles, mucho más manipulables y menos exigentes con los que les gobiernan", manifestó.
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Hablando de gobernantes, en "Roma soy yo", publicada por Ediciones B, del grupo Penguin Random House, Posteguillo aborda una parte relativamente desconocida de la vida de Julio César, "es ese momento en el que él se da a conocer ante el pueblo de Roma siendo abogado, en este caso, fiscal acusador contra un senador corrupto (Cneo Cornelio Dolabela) contra el que nadie se podía enfrentar".
Julio César "era un líder político con enorme carisma" que "siempre defendió las mismas ideas desde joven hasta el final de sus días".
"En un siglo XXI donde estamos acostumbrados a que un político defiende A por la mañana, B por la tarde y lo que haga falta para mantenerse en el poder por la noche, es reconfortante saber que había políticos que eran coherentes en sus ideas y que las defendían, incluso si se quedaban aislados. Creo que tenemos mucho para aprender todavía de Julio César", señala.
Figura controvertida
La novela transcurre en la juventud de César, antes de su conquista de la Galia y de su entrada en Roma en el año 49 a.C., tras cruzar el Rubicón con la histórica sentencia "Alea iacta est" ("La suerte está echada").
"Julio César está en el centro de la civilización romana, que es lo mismo que decir que está en el centro de nuestra propia civilización, porque (...) hablamos un idioma que es una evolución del latín, nuestro Derecho es una evolución del Derecho romano, etcétera, etcétera", explica.
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Pese a que el personaje tuvo poderes dictatoriales, Posteguillo destaca que Julio César siempre intentó "conseguir más justicia y un reparto de derechos" y mientras que actualmente "un dictador en Corea del Norte, en Irán, en China aniquila a sus oponentes políticos (...) César los derrota militarmente y luego los perdona".
“De hecho, los que lo asesinan el 15 de marzo del año 44 a.C., son aquellos a los que él perdona. Si hubiera sido un dictador al uso del siglo XXI, eso no le habría pasado. Entonces, es un personaje magnánimo en la victoria y que no podemos denominar dictador, entendiendo la palabra dictador como la entendemos en el siglo XXI”, concluye.