Preferir no hacerlo o la lógica de la condición humana
“Preferiría no hacerlo”: la frase que,168 años después, sigue cuestionando a miles de lectores que se encuentran con el texto escrito por Herman Melville.
Laura Camila Arévalo Domínguez
“El tiempo en la tierra es demasiado corto para que podamos ocuparnos de algo más que de nosotros mismos”. Esta frase la citó Enrique Vila-Matas en la introducción que escribió para “Bartleby, el escribiente”, en la edición de la editorial Penguin Random House. No sabe quién la dijo y yo quise averiguar su autoría, pero tampoco pude confirmarla. En internet, alguien le dio el crédito al dramaturgo Samuel Beckett. La frase llega a esta introducción como un intento por explicar el extraño comportamiento de un escribiente que fue contratado en la oficina de un abogado, quien a su vez es el narrador de esta historia. Cuando comenzó a llegar más trabajo del regular a su despacho, tuvo que emplear a alguien más, Bartleby, que comenzó mostrándose como el empleado ejemplar, pero un día, sin aviso, prefirió dejar de hacer las labores para las que le pagaban, y el resto de labores. Prefirió no hacer nada.
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“El tiempo en la tierra es demasiado corto para que podamos ocuparnos de algo más que de nosotros mismos”. Esta frase la citó Enrique Vila-Matas en la introducción que escribió para “Bartleby, el escribiente”, en la edición de la editorial Penguin Random House. No sabe quién la dijo y yo quise averiguar su autoría, pero tampoco pude confirmarla. En internet, alguien le dio el crédito al dramaturgo Samuel Beckett. La frase llega a esta introducción como un intento por explicar el extraño comportamiento de un escribiente que fue contratado en la oficina de un abogado, quien a su vez es el narrador de esta historia. Cuando comenzó a llegar más trabajo del regular a su despacho, tuvo que emplear a alguien más, Bartleby, que comenzó mostrándose como el empleado ejemplar, pero un día, sin aviso, prefirió dejar de hacer las labores para las que le pagaban, y el resto de labores. Prefirió no hacer nada.
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Regresando a la frase: ¿será entonces que lo único que prefería hacer Bartleby era contemplar(se)? Y esta es tan solo una pregunta de las miles que se desprenden del comportamiento de este escribiente, quien un día decidió resistirse a la orden de su superior cuando le pidió que leyera un documento: “Preferiría no hacerlo”, le dijo. Y aquí comienza el desconcierto: el jefe, que no esperaba otra cosa que obediencia, quedó paralizado cuando escuchó que, aquel nuevo empleado, “preferiría” no hacer lo que se le ordenó. Y en su parálisis, muy seguramente, lo acompañamos los lectores, que padecemos este afán por vivir dentro de lo predecible, dentro de la lógica. Un padecimiento demasiado humano.
Me ocupo de mí porque no puedo ocuparme del otro: sobre mí hay control, pero sobre el otro, nunca, pensé al leer la frase de Beckett (asumiendo que es de él), y después aterricé en el pensamiento de Montaigne, que dijo: “La principal tarea que cada uno tiene es su propia conducta”. El detonante de este cuento es el atrevimiento, por decirlo así, de Bartleby, que comenzó a “preferir” no hacer cosas. Que un día, después de muchas negativas a las órdenes de su jefe, le dijo que no podía atenderlo porque “estaba ocupado” (¿ocupado en qué si jamás hacía nada?). Que simplemente miraba un muro que estaba en frente de su ventana. Y entonces uno podría pensar que Bartleby no estaba tan desocupado como se veía: estaba construyéndose a sí mismo. Pero esta es una de las conclusiones de Vilas-Matas. Un argumento que a mí me gustó más que quedarme en el bucle en el que es inevitable entrar al leer las respuestas del escribiente: ¿quién se cree? ¿No teme que lo echen? ¿Por qué desobedece las órdenes? ¿Espera que le paguen resistiéndose a trabajar? Y después de terminar el cuento uno entiende que ir más allá y salir del molde, es mucho más difícil de lo que se piensa.
La frase, ante semejante situación, desarma: “Preferiría no hacerlo”. Sobresalen las preguntas por la autoridad: ¿todas las órdenes son legítimas? ¿Cuándo se puede desobedecer a una orden? Si soy jefe y me desobedecen ¿cómo debería reaccionar? Y también sobresalen los interrogantes ante el desconcierto: cómo así que “preferiría no hacerlo”, o sea que, ¿lo hará, pero sin querer hacerlo, pero es honesto que exprese sus preferencias?, ¿por qué prefiere esto y no lo otro? ¿Qué es preferir? Y entonces, la claridad, por un segundo ante semejantes confusiones, se posa ante el lector: el valor de esta obra es el aluvión de preguntas e incomodidad que genera, además de la radicalidad de Bartleby, que nos lanza hacia la reflexión sobre lo que, genuinamente, preferiríamos hacer: muchísimas veces hemos preferido no hacer nada. Los seres humanos, tan ávidos de respuestas, quedamos extraviados en estas líneas que rayan con el absurdo.
Hay dos protagonistas en esta historia: el abogado, y Bartleby, que además pareciera solo en el mundo. No dio información sobre su pasado, no hay registro de sus familiares y solo habla cuando se le pregunta algo. Es un misterio y, por lo tanto, es incómodo. La pura incertidumbre. El abogado, por el contrario, es un libro abierto: cuenta su experiencia, se define con algunas características y hasta cualidades, habla de lo que le gusta o le disgusta, etc. Es como si Bartleby, de alguna forma, interpretara el papel de la vida y su inevitable incertidumbre, y el abogado el de la condición humana y su obsesiva necesidad por la seguridad y el control. Pero este es un simbolismo que yo quise construir para ayudarme, para apoyarme en algo que me explicara lo inexplicable. El valor del cuento es también (asumiendo que muchos, como yo, caigan así de rápido y así de fácil en la trampa de Melville y su narración) que no hay explicación concreta ni certera ni respuestas ni, mucho menos, hay lógica. Como si al cerrar la última página del libro, hubiese una voz que dijera: si es de los que necesita entender, busque su propio salvavidas, use su cabeza y válgase de su fuerza o de su debilidad.
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Como nada es muy lógico, comienzan a sobresalir otros temas sobre las implicaciones de la respuesta de Bartleby y la conducta de su jefe: el poder de la culpa o ¿es compasión? Las formas o disposiciones a la hora de enfrentarse al trabajo: comenzar a vivir después de trabajar y suspender la existencia al comenzar la jornada laboral, ¿tiene sentido pensar así? ¿El trabajo no es para vivir, pero no se vive cuando se trabaja? Las reacciones ante los imprevistos de otros, que son tan distintos, pero que consideramos tan iguales. El contagio y las nociones de justicia. Todos estos temas se presentan sin presentarse a través de las líneas de este cuento publicado por Herman Melville, en 1853.