Mamatoco y su patrimonio: el bollo tres puntá
A propósito del Festival del Bollo Tres Puntá, celebrado el último domingo de agosto, un acercamiento a las matronas mamatoqueras que preparan este envuelto para que la tradición no sea devorada por el olvido.
Linda Esperanza Aragón
Además de platos emblemáticos como la arepa de huevo, el tamal, el sancocho, el arroz de coco con pescado frito, el cayeye, el arroz de lisa, la butifarra, el mote de queso, entre otros, en el Caribe colombiano existen manjares que también conquistan los paladares, aunque no sean tan reconocidos por todos. Estos platos alimentan la identidad y la cultura de un lugar, como el bollo tres puntá que preparan las matronas en Mamatoco, comunidad de Santa Marta, Magdalena.
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Además de platos emblemáticos como la arepa de huevo, el tamal, el sancocho, el arroz de coco con pescado frito, el cayeye, el arroz de lisa, la butifarra, el mote de queso, entre otros, en el Caribe colombiano existen manjares que también conquistan los paladares, aunque no sean tan reconocidos por todos. Estos platos alimentan la identidad y la cultura de un lugar, como el bollo tres puntá que preparan las matronas en Mamatoco, comunidad de Santa Marta, Magdalena.
El bollo tres puntá, cuyo nombre y forma hacen alusión a los tres picos de la Sierra Nevada de Santa Marta, ha sido fundamental en la alimentación de las familias de Mamatoco, lugar que fue testigo de aquellas matronas que, décadas atrás, lo producían y vendían en el mercado de Santa Marta, en las tiendas y calles de Mamatoco y en sus casas, donde paisanos y habitantes de la ciudad hacían largas filas para comprarlo.
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El maíz, ingrediente principal del bollo tres puntá, fue esencial en la nutrición de las comunidades prehispánicas. La historia de los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta abraza este majestuoso alimento que transmitieron de generación en generación.
Hoy las hijas, sobrinas y nietas de esas matronas luchan unidas para salvaguardar y exponer al mundo este legado gastronómico palpitante en Mamatoco, que en sus inicios fue un asentamiento indígena; luego, corregimiento y hoy es un barrio tradicional de Santa Marta.
La señora Ligia Núñez, una de las matronas mamatoqueras que lo saben preparar a la perfección, no sigue manuales para hacer todos sus envueltos, sino que acudió a los recuerdos de la niñez. En su memoria guardó escenas de la infancia: este alimento no solo se cocina con leña, sino también con amor infinito. “La primera vez que hice el bollo tres puntá me acordé de mi madre y de mi abuela. Me quedó sabroso; ese día no se me olvida”.
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Son recuerdos, saberes y sentires que laten y habitan en su sangre y en su voz; cada vez que la señora Ligia se refiere a este envuelto, se perciben su orgullo y su satisfacción. Es una defensora de la cocina tradicional.
“Desde que hice mis primeros bollitos tres puntá no he parado. Las personas me llaman o me escriben al WhatsApp y me encargan para degustarlos en fiestas y llevarlos a otros lados. Estos bollos han llegado a Aruba, Estados Unidos, Medellín, Barranquilla”.
Las matronas lo preparan en tres versiones: limpio, queso y panela con coco. Más allá de moler el maíz, amasarlo, envolverlo en la hoja de bijao y cocinarlo, ellas están escribiendo una historia colectiva con la que combaten el olvido, porque el bollo tres puntá es símbolo de tejido social, amor por la tradición y deleite.
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Matronas es una palabra que requiere de fuerza para pronunciarla. Es, mejor dicho, una forma de ser. Estas mujeres son autoridad cultural, referentes de identidad local y guardianas del patrimonio más rico: la comida.
Su generosidad es tan grande que comparten el sabor de este alimento heredado por sus madres, tías y abuelas. A través de la Fundación San Jerónimo para el Adulto Mayor promueven espacios colectivos como los talleres en colegios, el Festival del Bollo Tres Puntá (celebrado el último domingo de agosto cada año) y las visitas a las tiendas del barrio para ofrecerlo a los tenderos venderlo y lograr que llegue a más personas.
Una cocina puede dejar de existir si la comunidad no prepara sus platos, no los come, no los comparte y no genera conversaciones acerca de lo que cocina, pero en Mamatoco los fogones no se apagan y este exquisito bollo se sigue comiendo con carne guisada, chicharrón, queso, suero, pescado frito, hogao y huevos revueltos.