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Primo Rojas: “La perfección es una utopía maravillosa que jamás se conquista”

“La prueba de la existencia de Dios”, un monólogo de Primo Rojas, se está presentando, hasta el 10 de diciembre, de jueves a sábado en Casa E Borrero.

Danelys Vega Cardozo
02 de noviembre de 2022 - 02:00 a. m.
En la actualidad, Primo Rojas está escribiendo un libro relacionado con su familia.
En la actualidad, Primo Rojas está escribiendo un libro relacionado con su familia.
Foto: El Espectador - Gustavo Torrijos Zuluaga
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¿Para qué hacer una obra relacionada con probar la existencia de Dios?

En la historia de la humanidad, Dios siempre ha sido un misterio absoluto (casi que ha sido una referencia, bien sea para apoyar su existencia o negarla). Hay algunos que son agnósticos, entre esos yo, pero pienso que la idea de Dios es absolutamente fascinante, porque es inabarcable e inexplicable. Hasta cierto punto la teología no tiene sentido, porque los fundamentos, por ejemplo del cristianismo, nos hablan de que Dios es tan enorme que es omnipotente, omnisciente, omnipresente, etc. Ahí entra el problema del bien y del mal (nosotros nos apoyamos en los griegos, en los hebreos y en el Nuevo Testamento). Entonces me pregunté cómo explicaría un ñero la existencia de Dios y si la teología es válida.

¿Y cómo cree que esa división entre el bien y el mal nos ha afectado socialmente?

La pregunta más importante que se formula el ser humano es cuál es la diferencia entre el bien y el mal. El bien se supone que es una conducta o acción que es favorable si es bueno para ti, pero sobre todo para los demás o para quienes te rodean (familiares, amigos, condiscípulos, etc.). Es decir, cuando una persona es buena es muy estimulante para todos los demás. Ser bueno siempre ha tenido un prestigio muy interesante. Dicen que el que es bueno “es un pobre güevón”, lo cual es lo más absurdo y equivocado. Ser bueno es muy importante, porque no excluye nada; es decir, no es opcional (no puedo ser bueno contigo, pero mala persona con el vecino). El bien no es a dedo, sino que debe ser con todo el mundo.

Debe haber coherencia…

Es una coherencia total, debe ser con todo el mundo; hasta con el desechable que está en la calle tienes que ser decente, porque no sabes la tragedia que esté pasando la otra persona. Por supuesto uno comete errores. Por ejemplo, si le fui infiel a mi novia, en dónde meto eso: ¿es malo o bueno? (porque fue deliciosa esa infidelidad).

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Usted afirma que la teología es una ciencia excluyente. ¿Por qué?

La teología es muy culta porque tiene formación universitaria: nació con las universidades en Europa, y uno de los teólogos más famosos es Santo Tomás de Aquino. Él establece lo siguiente: la teología es toda una demostración intelectual para probar la existencia de Dios, pero en el fondo hay una contradicción porque decía que la teología es una revelación de Dios en ti. Es decir, que tú sientes la iluminación de Dios, tienes la certeza de que existe. Al ser producto de una iluminación divina, no puedes criticar la teología. Es como una fortaleza cerrada por ese tema de la iluminación, de ahí que sean inútiles todos esos libros que han escrito en contra de Dios, porque las personas creyentes son invulnerables a la razón. La creencia tiene un instrumento que se llama la fe; una certeza, casi que, sin demostraciones materiales, proviene de tu interior, tu corazón, la parte más oscura de tu mente, pero no la racional.

El loro es uno de los personajes que hacen parte de esta obra…

No existe animal más “gaminoso” en la cultura colombiana que el loro (siempre ha sido popular). Él aparecía en las tiendas y había una superstición con respecto a este animal que me pareció muy interesante. El amor en los tiempos del cólera —que puede ser la mejor obra de Gabriel García Márquez— inicia con un loro; el doctor Juvenal Urbino dice: “Aquí en esta casa no vuelven a entrar nada que no hable”, y como el loro hablaba, le tocó aceptarlo (él descubre que este animal es fantástico). Entonces, quería una figura que perteneciera a la tradición picaresca, que es el Siglo de Oro español en literatura, ahí encontramos obras como el Lazarillo de Tormes, La vida del Buscón y Don Quijote de la Mancha. También los loros son muy divertidos. Cuando utilizas un animal no estás mencionando en apariencia a ningún ser humano, pero el loro tiene todas las facultades del ser humano. Entonces, nos liberamos de los prejuicios porque se trata de un animal.

Es decir, se habla del ser humano sin recurrir necesariamente a él…

Claro… Las primeras obras sapienciales fueron las fábulas, en donde encontramos animales, no la vecina o el señor santandereano o costeño, etc. Hay todo un recorrido totalmente absurdo para poder hablar del ser humano.

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¿Cómo la idiosincrasia del colombiano se refleja en esta obra?

Porque se siente… Creo que todos los seres humanos somos complejos, pero los colombianos somos supremamente complejos.

¿Por qué lo dice?

Por nuestra historia, por la violencia tan impresionante que hemos vivido, pero también porque las personas más cultas en Latinoamérica son colombianas. Una amiga ecuatoriana me decía que en su país todos sus ídolos eran colombianos: Carlos Vives, Juanes, Shakira, García Márquez, Botero.

“La prueba de la existencia de Dios” pone en escena el arribismo de los colombianos. ¿Por qué cree que esa es una tendencia presente en nosotros?

Pienso que tiene un origen en España, que es parte de lo que nos fue legado. En El lazarillo de Tormes el “pisco” dice que es noble (clase bien), pero en realidad no tiene un solo peso y sale todos los días con un palillo, después de calcular la hora del almuerzo, a hurgarse los dientes como si acabara de comer, aunque no ha comido nada. Esa influencia fue muy marcada en lugares donde la cultura española se estableció con fuerza, por ejemplo Cartagena, Bogotá, Popayán, etc. En todas partes la gente quiere ser más de lo que realmente es. A mí me preguntaban mis primas que por qué decía que viví en Kennedy. Les decía que por una elemental razón: viví ahí. Se nos metió en la cabeza, y está autorizado, aparentar. Te estás falseando si no te sitúas en el lugar del mundo que te correspondió, porque no tienes un apoyo cierto. Si hay personas que te tratan solo por donde estás situado, son malas personas.

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Realmente no estás construyendo relaciones verdaderas…

Exacto… En el colegio conocí amigos que les mentían a las niñas de una manera absurda: les decían que estudiaban y vivían en tal lado (todo era falso). Siempre va a haber alguien que en algún momento te ponga en evidencia. Cuando uno es honesto anda tranquilo, tú sales a la calle y sabes que si alguien te llama es porque te quiere, te estima, y eso es muy valioso.

Eso que menciona me hace pensar en la autenticidad. ¿Por qué cree que le tememos a ser auténticos?

El ser humano se divide en clases. Entre más esté arriba tu clase, pues tienes más prestigio social. Pero es impresionante lo que te respeta la gente cuando eres muy honesto y auténtico. No me refiero a la honestidad como un escudo y un fastidio, sino de una manera sencilla y natural. De esa manera la gente sabe quién eres, y es cuando surgen proyectos, planes, etc. Increíblemente, todas las personas honestas, sobre todo si son también inteligentes, son peleadas; las buscan, les hacen ofertas. Entonces, al empresario no le importa el origen de esa persona, porque sabe que va a favorecer a la organización.

¿Y para qué le ha servido esta obra?

Cada trabajo te ayuda a perfeccionar tu disciplina. Hay un ideal explicito o tácito: todo trabajo busca de alguna manera ser perfecto (uno siempre trata de hacer lo mejor posible).

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Así nunca se logre…

La perfección es una utopía maravillosa que jamás se conquista, pero sí se está muy cerca.

A medida que uno trabaja, si es una persona consciente, conoce más los elementos que tiene (conoces más tu trabajo). Se supondría que eso sería algo a favor para ti como trabajador y para el público (él es quien se beneficia). Yo siempre pienso en el público (para mí es absolutamente esencial), sobre todo en el que llega al teatro: generalmente son personas que laboran y tienen horarios de oficina y se desempeñan en trabajos absorbentes (como todos). Entonces, a mí nunca me ha gustado hacer obras de teatros que sean complejas; las puedo ver, pero no me gusta hacerlas.

Es decir, le gusta que sea más un espacio de esparcimiento…

Claro, pienso que tiene que ser como una especie de alivio, de diversión, pero que debe tener una altísima calidad, porque mi propósito siempre ha sido terrenalmente ambicioso: tocar el corazón del ser humano, es decir, producir alegría, alegría real. La diferencia entre la alegría y la pura diversión es que la alegría es perdurable.

Danelys Vega Cardozo

Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com

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