Priscilla: la soledad femenina
Las texturas de los muebles, las miniaturas en porcelana y el seductor interiorismo, representativo del estilo de vida de Elvis, dan una sensación de que Priscilla está abandonada a su propia suerte en Graceland. La película, dirigida por Sofia Coppola, se estrenó el pasado 4 de enero en salas de cine.
Valeria Akl Gómez
La mirada de Coppola nos dirige hacia la adolescencia de una mujer que vivió bajo la sombra de su contraparte masculina. Esta adaptación viene poco después de la cinta de Baz Luhrmann, quien presentó una glorificación a la figura performativa del rey del Rock n’ Roll. Coppola, por el contrario, se adentra en la perspectiva femenina de Priscilla y lo que significó constituir un matrimonio con esta figura legendaria.
La monotonía, lo mundano y la soledad ejercen el argumento central de la cinta, iniciando con rituales cotidianos como el maquillarse, peinarse y caminar descalza por una alfombra espumosa. La historia de Priscilla comienza en 1959, en Alemania, donde un oficial de la armada estadounidense reclutaba a jóvenes deseosas por conocer al legendario Elvis Presley. Por casualidad, Priscilla se encontraba allí y fue invitada por este hombre a una fiesta, donde conoció a quien se convertiría en su futuro esposo. En un principio la pareja conecta a raíz de esa necesidad de ser amados y comprendidos, ella en su falta de estabilidad y amistades por las constantes mudanzas obligadas por el cargo de su padre, un oficial del ejército americano. Él por su fama abrumadora que lo había despojado en varios niveles de su humanidad.
Su relación estaba atravesada por muchas dinámicas de poder: él siendo un hombre de 24 años, ella siendo una niña de 14, él siendo rico y famoso y ella siendo una niña regular. Su relación inició como un romance fantasioso donde la joven común y corriente es elegida por un varón poderoso y admirado por muchas. Hilo narrativo y tropo que hemos presenciado en innumerables películas y novelas. Al principio, los padres de la joven se sorprendieron al ver el interés tan particular que una figura distinguida como Elvis mostraba hacia su hija. Sin embargo, Elvis logró convencerlos para que permitieran a Priscilla quedarse en Graceland, su mansión en Memphis.
Lea: “Priscilla”: la realidad detrás de un cuento de hadas
Coppola junto con el cinematógrafo Philippe Le Sourd logran retratar los abrumadores espacios de Graceland, haciendo particular énfasis en las texturas de los muebles, las miniaturas en porcelana y el seductor interiorismo, representativo del estilo de vida de Elvis, dando una sensación de que Priscilla está abandonada a su propia suerte en el inmueble.
Rápidamente la idealización del romance se desvanece y comienza un espiral de agonía para Priscilla, donde la ausencia masculina, desde la perspectiva de una niña deseando ser amada, despierta sentimientos de soledad y ansiedad.
Priscilla en esos momentos en Graceland fue extirpada de atender su propia individualidad, pues Elvis esperaba de ella disponibilidad completa. La película muestra que Priscilla más que un par, fue una mascota para Elvis, quien le controlaba desde la manera que se debía maquillar, cómo se debía vestir, hasta de qué color debía pintarse el pelo y peinarse.
Mientras Elvis se ausentaba para proseguir su carrera musical y en Hollywood, Priscilla se convirtió en la mujer que espera pacientemente el retorno de la figura masculina al hogar. En esos momentos de soledad vemos a Priscilla pasar su tiempo jugando con su mascota, pintándose las uñas de los pies, estudiando para graduarse del colegio y asistiendo al salón de belleza. Esta monotonía le sirvió de refugio para aliviar esa falta de control que tenía sobre su propia vida.
Lea también: “La sociedad de la nieve”: un relato conmovedor de supervivencia extrema
Irónicamente, a pesar de estar en una relación con el artista, Priscilla comienza a especular sobre la vida de su pareja y sus amoríos por medio de las revistas, del mismo modo que lo hacían sus fans alrededor de Estados Unidos y del mundo. Sus únicos momentos de conexión transcurren en los aposentos del cantante, donde el sueño, el descanso y la ingesta de fármacos les permiten compartir tiempo juntos antes de que éste regrese a sus andanzas.
En esos entornos domésticos, Elvis exhibía un comportamiento controlador, mostrándose verbalmente abusivo y violento hacia la joven. Esta representación del ícono del rock n’ roll generó numerosas reacciones negativas por parte de los fanáticos, e incluso Lisa Marie Presley escribió varias cartas a Coppola, instándole a no retratar a su padre de esa manera. A pesar de ello, Coppola contaba con el respaldo de Priscilla Presley, quien fungió como productora ejecutiva de la película.
En los rincones vacíos de Graceland, vemos a Priscilla evolucionar de niña a mujer. En su madurez, desafía a su esposo al usar colores que él desaprobaba y al dejar de darle importancia a los arrebatos de su marido. Finalmente, Priscilla logra emanciparse en su retiro a Los Ángeles con su hija Lisa Marie mientras Elvis se encontraba en un vórtice de descontrol en Las Vegas. Allí logra reencontrarse consigo misma y paradójicamente, la soledad fue la que le permitió vivir su vida en sus propios términos.
Stacey Battat, diseñadora de vestuario del filme, intencionalmente vistió a Priscilla con pantalones en la escena final cuando esta le dice a Elvis que deja su matrimonio. Esta elección visual representa el crecimiento y la fortaleza que la ahora mujer había logrado sobreponerse al abandono de su esposo, ilustrando un futuro prometedor para la jóven, quien en ese entonces contaba con 28 años de edad.
La mirada de Coppola nos dirige hacia la adolescencia de una mujer que vivió bajo la sombra de su contraparte masculina. Esta adaptación viene poco después de la cinta de Baz Luhrmann, quien presentó una glorificación a la figura performativa del rey del Rock n’ Roll. Coppola, por el contrario, se adentra en la perspectiva femenina de Priscilla y lo que significó constituir un matrimonio con esta figura legendaria.
La monotonía, lo mundano y la soledad ejercen el argumento central de la cinta, iniciando con rituales cotidianos como el maquillarse, peinarse y caminar descalza por una alfombra espumosa. La historia de Priscilla comienza en 1959, en Alemania, donde un oficial de la armada estadounidense reclutaba a jóvenes deseosas por conocer al legendario Elvis Presley. Por casualidad, Priscilla se encontraba allí y fue invitada por este hombre a una fiesta, donde conoció a quien se convertiría en su futuro esposo. En un principio la pareja conecta a raíz de esa necesidad de ser amados y comprendidos, ella en su falta de estabilidad y amistades por las constantes mudanzas obligadas por el cargo de su padre, un oficial del ejército americano. Él por su fama abrumadora que lo había despojado en varios niveles de su humanidad.
Su relación estaba atravesada por muchas dinámicas de poder: él siendo un hombre de 24 años, ella siendo una niña de 14, él siendo rico y famoso y ella siendo una niña regular. Su relación inició como un romance fantasioso donde la joven común y corriente es elegida por un varón poderoso y admirado por muchas. Hilo narrativo y tropo que hemos presenciado en innumerables películas y novelas. Al principio, los padres de la joven se sorprendieron al ver el interés tan particular que una figura distinguida como Elvis mostraba hacia su hija. Sin embargo, Elvis logró convencerlos para que permitieran a Priscilla quedarse en Graceland, su mansión en Memphis.
Lea: “Priscilla”: la realidad detrás de un cuento de hadas
Coppola junto con el cinematógrafo Philippe Le Sourd logran retratar los abrumadores espacios de Graceland, haciendo particular énfasis en las texturas de los muebles, las miniaturas en porcelana y el seductor interiorismo, representativo del estilo de vida de Elvis, dando una sensación de que Priscilla está abandonada a su propia suerte en el inmueble.
Rápidamente la idealización del romance se desvanece y comienza un espiral de agonía para Priscilla, donde la ausencia masculina, desde la perspectiva de una niña deseando ser amada, despierta sentimientos de soledad y ansiedad.
Priscilla en esos momentos en Graceland fue extirpada de atender su propia individualidad, pues Elvis esperaba de ella disponibilidad completa. La película muestra que Priscilla más que un par, fue una mascota para Elvis, quien le controlaba desde la manera que se debía maquillar, cómo se debía vestir, hasta de qué color debía pintarse el pelo y peinarse.
Mientras Elvis se ausentaba para proseguir su carrera musical y en Hollywood, Priscilla se convirtió en la mujer que espera pacientemente el retorno de la figura masculina al hogar. En esos momentos de soledad vemos a Priscilla pasar su tiempo jugando con su mascota, pintándose las uñas de los pies, estudiando para graduarse del colegio y asistiendo al salón de belleza. Esta monotonía le sirvió de refugio para aliviar esa falta de control que tenía sobre su propia vida.
Lea también: “La sociedad de la nieve”: un relato conmovedor de supervivencia extrema
Irónicamente, a pesar de estar en una relación con el artista, Priscilla comienza a especular sobre la vida de su pareja y sus amoríos por medio de las revistas, del mismo modo que lo hacían sus fans alrededor de Estados Unidos y del mundo. Sus únicos momentos de conexión transcurren en los aposentos del cantante, donde el sueño, el descanso y la ingesta de fármacos les permiten compartir tiempo juntos antes de que éste regrese a sus andanzas.
En esos entornos domésticos, Elvis exhibía un comportamiento controlador, mostrándose verbalmente abusivo y violento hacia la joven. Esta representación del ícono del rock n’ roll generó numerosas reacciones negativas por parte de los fanáticos, e incluso Lisa Marie Presley escribió varias cartas a Coppola, instándole a no retratar a su padre de esa manera. A pesar de ello, Coppola contaba con el respaldo de Priscilla Presley, quien fungió como productora ejecutiva de la película.
En los rincones vacíos de Graceland, vemos a Priscilla evolucionar de niña a mujer. En su madurez, desafía a su esposo al usar colores que él desaprobaba y al dejar de darle importancia a los arrebatos de su marido. Finalmente, Priscilla logra emanciparse en su retiro a Los Ángeles con su hija Lisa Marie mientras Elvis se encontraba en un vórtice de descontrol en Las Vegas. Allí logra reencontrarse consigo misma y paradójicamente, la soledad fue la que le permitió vivir su vida en sus propios términos.
Stacey Battat, diseñadora de vestuario del filme, intencionalmente vistió a Priscilla con pantalones en la escena final cuando esta le dice a Elvis que deja su matrimonio. Esta elección visual representa el crecimiento y la fortaleza que la ahora mujer había logrado sobreponerse al abandono de su esposo, ilustrando un futuro prometedor para la jóven, quien en ese entonces contaba con 28 años de edad.