Procesiones que van por dentro
Reseña de “Cómo vivir en vano”, novela de Ricardo Silva Romero publicada por la editorial Alfaguara.
Jairo Patiño
Una historia sobre encerrarse para mantener lejos la muerte por un virus, aquello que antes de 2020 sonaba a guión de película de tercera y después se convirtió en nuestra realidad apremiante, en nuestro gran desafío como sociedad e individuos. Los libros sobre la pandemia (en todas las facturas y con profundidades diversas) ya tienen su estante propio en las librerías. Las novelas sobre la pandemia son un puerto inevitable. Son necesarias porque el arte intentará mirar una y varias veces todo esto del virus y sobre todo los efectos que, aunque pase el tiempo desde aquel primer encierro, aún no alcanzamos a comprender del todo.
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Una historia sobre encerrarse para mantener lejos la muerte por un virus, aquello que antes de 2020 sonaba a guión de película de tercera y después se convirtió en nuestra realidad apremiante, en nuestro gran desafío como sociedad e individuos. Los libros sobre la pandemia (en todas las facturas y con profundidades diversas) ya tienen su estante propio en las librerías. Las novelas sobre la pandemia son un puerto inevitable. Son necesarias porque el arte intentará mirar una y varias veces todo esto del virus y sobre todo los efectos que, aunque pase el tiempo desde aquel primer encierro, aún no alcanzamos a comprender del todo.
Ricardo Silva Romero acaba de publicar una de esas que se podría clasificar con el cintillo de novela de la pandemia. Se llama Cómo vivir en vano. Pero sobre todo es una novela que se empeña en mirar de nuevo todo lo que ya creemos aprendido (saldremos mejor de todo esto, decíamos victoriosos en las redes sociales). Las tragedias por el virus no son el asunto central sino el decorado en las tramoyas que se mueven atrás. Una atmósfera. Un destino trágico.
Hace muchos libros que Silva Romero decidió ser un retratista de estos tiempos. Sus personajes son víctimas del conflicto que acosa a Colombia, se atormentan con las redes sociales, caen vencidos con los resultados en las urnas y ahora quedaron encerrados en las incertidumbres por la llegada del covid-19. Hace poco, en una entrevista, el autor dijo que, en estos tiempos de tantos trinos y redes, hay una buena salida en las novelas de más de 600 páginas.
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Y esta nueva obra se puede entender así, como una toma de posición. Regresó a algunos de los personajes de otros de sus libros memorables, Cómo perderlo todo, y con el profesor Pizarro, su esposa y sus hijas, recibimos la orden de nuestros gobernantes que nos mandaron a todos a la casa porque un virus nos estaba matando. Las dos novelas no son “obras río”, que se necesitan una a la otra para que las comprendamos, pero sí forman parte de esa atmósfera Silva Romero en la que los personajes luchan en su cotidianidad, en la que además de cargar con los dramas personales, llevan a cuestas el país a punto de estallar, las violencias, los políticos y —ahora en este libro— las enfermedades contagiosas y mortales.
Porque la pandemia y el confinamiento fueron un quiebre cuyas consecuencias no han terminado y quizá miradas como esta ayudan a entender mejor. La fiesta de año nuevo del 31 de diciembre de 2019 termina en una dura pelea familiar entre los Pizarro por la presencia en el apartamento de un antiguo profesor acosador de alumnas, que ahora debe ser cancelado, acorde con las nuevas dinámicas sociales.
Es aquella noche de la celebración de año nuevo —en el inicio de ese año que sería pesadilla para tantos por sus muertos y sus empleos perdidos—, cuando conocemos también a uno de los personajes del libro, la escritora América Triana. La mujer, que está segura de que morirá por el virus, venía trabajando en su libro más importante y la pandemia lo paró todo, incluida la encuadernación de Fe de erratas.
Entonces la autora, que promueve su libro desde la triste virtualidad, da entrevistas y allí ajusta cuentas con tantos asuntos y se convierte un poco en la voz de muchos de los que tenemos la novela entre las manos. “No me gusta nada lo que ahora les ha dado por llamar ‘la cultura de la cancelación’”. O también: “Yo no quiero vencer, sino convencer a mi vecino el mujeriego de que lo que él llama galantería, viveza, en realidad se llama violencia”. O también: “Yo no sé cómo hacen ustedes para vivir en las redes: ¡es vivir atrapado en el personaje!”.
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América Triana es una postura sobre la escritura, sobre ganarse la vida con esa decisión tan incierta que es contar por escrito. Su pasado como escritora de televisión es una bella reivindicación de un oficio y una industria en la que tanta capacidad sucumbió después de las decisiones empresariales de las programadoras y los canales privados.
Porque los libros de Silva Romero no son solo sobre grandes temas sino sobre cómo los individuos lidian con la cotidianidad y se atormentan con su país y sus tragedias diarias. Libros sobre lo que ocurre de puertas para adentro, en la intimidad de los sillones y en las habitaciones de las casas donde cada quien lucha para seguir adelante, aunque sea repitiéndose unos a otros que todo va a estar mejor.
El profesor Pizarro (tan atormentado en Cómo perderlo todo por los puristas de Facebook) ahora es tuitero, tiene una cuenta falsa para decir verdades y se gana a un acosador que lo pone en evidencia. Una manicurista venezolana nos recuerda la dignidad de abrirse paso y ganarse la vida en otro país. Un militar retirado que ahora es escolta y fue mercenario nos deja ver cómo es que pasa eso del amor por internet y cómo se puede ser infiel pero entregado al compromiso de proteger “al personaje”. Un DJ de emisora que grita atormentado en la ventana nos recuerda que vivir es resistir.
Un médico, que huye porque los que se roban la salud en las regiones lo quieren matar, nos hace sentir de nuevo la vergüenza infinita porque en tiempos duros del virus acosamos a los médicos y enfermeras solo por el hecho de que llegaron al edificio o al ascensor vestidos de bata blanca. Llegaban de pelear contra los virus en las UCI y los recibíamos con insultos y pedradas.
Con Nereida Rodríguez, futbolista del Huila, otra vez (como en la novela Río muerto, del mismo autor), regresamos al hastío del país y de las muertes sin sentido en las veredas. Con el caso del abogado Javier Ordóñez, asesinado a golpes por dos policías —el caso real que es recreado en la novela—, entendemos de nuevo a tantos que salieron a las calles, aunque en medio de sus reclamos perdieran los ojos por las balas de goma disparadas por la Policía.
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Y con la familia Pizarro comprobamos, otra vez, que todo eso que se llama actualidad, país y tiempos de crisis se nos vuelve en la cara y en la casa familiar como violentos latigazos. Cómo vivir en vano es entonces una novela sobre los individuos y cómo ellos intentan seguir a pesar del miedo y la incertidumbre.
Encerrarse para mantener lejos a la muerte por un virus que en esta novela es presentado como uno de los verdaderos problemas que sacó a flote la pandemia. “Ya no es pertinente hablar de ‘los de arriba y los de abajo’ sino de ‘los de adentro y los de afuera’: los que podemos encerrarnos y los que no”, dijo la escritora Triana en una entrevista.
Una antología de personajes, una trenza de vidas y sucesos que van destapando la densidad en la que vivimos y que es la de la propia novela.
Cuando una española que había viajado a Colombia para adoptar un hijo —pero que quedó atrapada por la pandemia— va con la futbolista Rodríguez en un carro, entre Moca y Nieva, una de ellas mira otro de los vehículos que va en la vía con una familia adentro. Entonces cae en cuenta de que cada uno de los que va en ese otro carro es una historia. Como la novela que ahora leemos. Cada quien es un complejo entramado. El problema es que haya alguien con la capacidad y la decisión de contarlo. Ricardo Silva Romero está dispuesto a hacerlo. Es capaz de hacerlo.