Programa Nacional de Estímulos, una deuda pendiente del Ministerio de Cultura
El Programa Nacional de Estímulos se ha convertido en el talón de Aquiles para el Ministerio de las Culturas: ha dejado en evidencia diversas problemáticas en la gestión de recursos y la implementación de estrategias para superar situaciones que, desde hace años, aquejan al sector cultural, como las largas esperas y pocas respuestas frente a los recursos para ejecutar sus proyectos. Miembros del sector hablaron sobre la problemática.
Andrea Jaramillo Caro
Samuel Sosa Velandia
Desde 1997 y a comienzos de cada año, el Ministerio de Cultura ha lanzado su Programa Nacional de Estímulos (PNE). A través de becas y premios esta cartera ha dedicado varios miles de millones de pesos a las propuestas de los colombianos en diferentes áreas de la cultura: danza, teatro, museología, artes visuales, fotografía, música, literatura, entre otras. En 2024 el presupuesto para el portafolio fue de 33.390.282.000 millones de pesos, equivalente al monto más alto del programa en su historia, y se decidió dividir las convocatorias en los campos, en vez de direcciones adscritas al ministerio: Cultura de paz, reconocimiento y reconciliación; Fomento de las artes, procesos y prácticas creativas; Memorias y patrimonios; y Cultura, buen vivir y cuidado de lo común.
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Desde 1997 y a comienzos de cada año, el Ministerio de Cultura ha lanzado su Programa Nacional de Estímulos (PNE). A través de becas y premios esta cartera ha dedicado varios miles de millones de pesos a las propuestas de los colombianos en diferentes áreas de la cultura: danza, teatro, museología, artes visuales, fotografía, música, literatura, entre otras. En 2024 el presupuesto para el portafolio fue de 33.390.282.000 millones de pesos, equivalente al monto más alto del programa en su historia, y se decidió dividir las convocatorias en los campos, en vez de direcciones adscritas al ministerio: Cultura de paz, reconocimiento y reconciliación; Fomento de las artes, procesos y prácticas creativas; Memorias y patrimonios; y Cultura, buen vivir y cuidado de lo común.
Desde su concepción, este portafolio pretendía ser un apoyo a la creación, investigación y formación del desarrollo cultural de las regiones. Aunque los estímulos han apoyado diferentes proyectos en sus 27 años de historia, no todo ha sido un camino de rosas. Los plazos y fechas límite de ejecución y la burocracia del proceso han hecho que los postulantes expresen en redes sociales su descontento con algunas de las situaciones y desafíos que enfrentan durante el proceso de aplicación.
A pesar de las dificultades, esta política pública ha sido denominada por integrantes del sector cultural como una apuesta valiosa por el desarrollo de la cultura en el país. Para Catalina Valencia, gestora cultural y exsecretaria de cultura, recreación y deporte de Bogotá, el PNE “es muy admirable y un referente en América Latina, creo que es una de las políticas públicas más importantes y que han tenido un gran impacto para los artistas, creadores y gestores culturales”, dijo en diálogo con este diario. Sin embargo, señaló diversos problemas en el proceso de diseño, convocatoria, evaluación y selección de las propuestas:
“Lo que pasa con los estímulos es que en la responsabilidad de lo público se deben llevar a cabo unos procesos que permitan la transparencia absoluta y en eso se ha generado una burocracia que ha provocado problemas para que los artistas puedan desarrollar procesos creativos que no se pueden realizar en un mes. Ahí empieza una conversación muy compleja, pues lo público y los procesos burocráticos empiezan a entrar en conflicto con el trabajo creativo”.
Justamente, ese es uno de los dilemas que enfrentan los beneficiarios de los estímulos este año. En diferentes columnas publicadas en portales como Cerosetenta y Esfera Pública se ha hecho un llamado al ministerio por los tiempos de ejecución de los proyectos y otras razones estructurales del programa. Víctor Albarracín y Giussepe Ramírez, quienes participaron en la convocatoria de estímulos, son los autores de algunos de estos textos, en los que detallaron que la convocatoria de 2024, que fue anunciada el 23 de enero y cerró el 5 de marzo, presentó retrasos en el anuncio de los acreedores de los estímulos y, además, uno de los reclamos que presentan es el poco tiempo con el que contarán los ganadores para ejecutar sus proyectos debido a que la fecha límite del 15 de noviembre se mantuvo. Eso significa que, si los recursos son desembolsados el 15 de septiembre, los creadores tendrán dos meses para llevar a cabo de manera satisfactoria sus proyectos.
Si bien este no es el primer gabinete ministerial que enfrenta reclamos y quejas por el proceso de diseño, convocatoria, evaluación y selección de las propuestas, preocupa que los mismos problemas operativos y estratégicos que se evidenciaron hace 27 años persistan. Por eso, para el artista y escritor Víctor Albarracín es un asunto de negligencia histórica en el que parece no haber mayores esfuerzos por derribar esa burocracia que ralentiza el proceso, pero que luego obliga a que cada decisión y acción se ejecute bajo “una carrera contra el tiempo”, como él lo calificó.
“Esto no se puede concebir como un estímulo, sino como una carrera contra el tiempo, contra la administración del ministerio, el área jurídica y los operadores de los contratos. Los ganadores nunca han tenido la posibilidad de desarrollar sus proyectos en tiempos razonables”, argumentó Albarracín. Además, aseguró para El Espectador que este año la situación se hizo más compleja a causa de dos factores, que más allá de tratarse de un asunto estructural, ponen el foco en la gestión del actual ministro, Juan David Correa.
El primer suceso está relacionado con las fallas técnicas que presentaron las páginas web y las redes del ministerio y sus entidades adscritas, que desde el martes 2 de julio y durante casi una semana, arrojaron un error que impedía acceder a su contenido. Aunque el ministerio explicó que esto estuvo asociado a un ataque informático, lo que generó incomodidad entre las personas del sector fue el silencio que imperó por días, mientras ellos esperaban los resultados del PNE.
Hasta el 6 de julio se emitió el primer comunicado en el que la entidad aseguró que a la fecha se habían publicado los resultados de 29 de las 137 convocatorias y que, tras solucionar las fallas tecnológicas, actualizarían los resultados semanalmente. Así se comprometieron a que el 26 de agosto ya se conocerían los nombres de todos los ganadores y se cumplió con el objetivo. Respecto a este punto, Guissepe Ramírez manifestó para este diario que era deber del Ministerio de las Culturas informar de manera detallada lo ocurrido y no subestimar al entramado cultural en cuanto a la información que se les proporcionó sobre el caso.
“La cartera tiene que dar cuentas y ofrecer un informe de lo que pasó este año, porque no fue normal. Yo creo que el ministerio subestimó al campo cultural en la manera en qué comunicó lo ocurrido. Algunas cosas se comunicaron someramente, pero no con el nivel de detalle que merecía”, afirmó. En el comunicado que emitió la entidad (6 de julio) pidieron disculpas por lo ocurrido y aseguraron que avanzaban en el trabajo de evaluación de las propuestas. “A la fecha, ya hemos realizado la revisión de documentos y la verificación de condiciones específicas de todas las propuestas registradas. El 88% del total de estas avanzó a la etapa de evaluación de contenido que lleva a cabo un grupo de jurados externos seleccionados del Banco de Jurados del Ministerio de las Culturas”, escribieron.
En ese mismo documento, celebraron que para este 2024 recibieron 14.239 propuestas, lo que significó un 60% más que en el 2023. Ese logro se lo atribuyeron a que “el Portafolio 2024 tuvo una redacción más simple y condiciones de participación donde se evitaron tecnicismos innecesarios, lo que facilitó la aplicación de los participantes a todas las convocatorias y permitió presentar muchas más propuestas”, se lee en el comunicado. Sin embargo, lo que se había convertido en un resultado para destacar, terminó quizás en un problema de alta demanda y poca oferta, pues en la columna escrita por Ramírez se muestra la respuesta del ministerio, que aseguró verse desbordado por la cantidad de propuestas inscritas.
El pasado 2 de agosto, cuando se cumplió un año de que Juan David Correa se hubiese posesionado en el cargo, habló para este medio. Cuando se le preguntó por sus errores en el cargo, reconoció que falló “en considerar que todas las convocatorias tenían que abrirse al país y quitar muchas cosas que beneficiaban a ciertos sectores urbanos”. Asimismo, se hizo consciente de que hubo una “excesiva idea de que se podía hacer mucho en tan poco tiempo”.
Más allá de los reclamos y desafíos de la convocatoria actual, Albarracín cree que el problema estructural e histórico que identificó podría comenzar a desenredarse por una rendición de cuentas en la que se explique por qué esta problemática se ha sostenido en el tiempo. “No debería ser algo para poner a nadie en la hoguera, sino abrir una línea de diálogo que luego podría nutrirse de otro tipo de dinámicas públicas como encuestas y formularios donde la gente ponga información consistente. Creo que para este debate es importante tener una conciencia de fechas, datos, número, hechos y más. Para los estímulos se necesita una mirada más construida desde unos instrumentos de evaluación más precisos y la construcción de una mesa de trabajo con especialistas en programas de este tipo”, dijo en diálogo con este medio.
Para el artista y escritor, adelantar el calendario y que las convocatorias fueran lanzadas meses antes de la fecha en la que se acostumbra, sería una solución: permitiría a los acreedores de los estímulos contar con el tiempo necesario para realizar sus proyectos. Ramírez, por su parte, consideró que se debe garantizar el talento humano para la revisión de las postulaciones en el tiempo adecuado y que se compartan las fechas de divulgación de resultados, de manera que los postulantes no estén sujetos a la especulación. Así como ocurre en programas de su mismo tipo, como los organizados por Idartes.
Desde el punto de vista de lo público, Valencia reconoció que la burocracia de estos procesos se debe a la necesidad de que cada peso esté contabilizado y cada documento a la orden del día. “Creo que el programa necesita un nivel de innovación pública, para que este sea eficiente para el Estado y los procesos creativos”, aseguró. Para lograr esa modernización, la gestora cultural y artista cree que el diálogo es necesario, pero que de manera eficiente el aparato ministerial pueda estudiarse para identificar sus necesidades y atenderlas rápidamente.
Por ahora, hay más preguntas que respuestas. Aunque el ministro propuso un debate sobre el PNE, los artistas creen que esa no es la solución, pues consideran que es hora de tomar cartas en el asunto y llevar las acciones a decisiones administrativas y reformas en el sistema que constituye este portafolio. “No necesitamos un debate más, considerando que hay hechos plausibles y que entendemos qué es lo que hay que cambiar. Por supuesto, la participación pública es importante, pero esta podría darse a partir de un formulario, encuestas u otro tipo de instrumento que permita recoger información concreta y precisa, más allá del malestar general que nos agobia a todos”, manifestó Albarracín en su columna.
El panorama es incierto y solo queda claro que los retos para la cartera cultural serán mayores, dado que su presupuesto el próximo año va a tener una reducción.
“Creo que un buen líder se mide porque es capaz de trabajar cuando hay mucho, pero también cuando hay poco. No siempre hay mucho, ahora estamos tomando las medidas para el próximo año trabajar con lo que se nos asignó, que es un 25 % menos que lo que tenemos este año y ahí tenemos que hacer el trabajo que haya que hacer: buscar más plata en cooperación, hacer más trabajo de búsqueda con privados. En fin, eso es el trabajo también de un ministro”, dijo Correa para El Espectador.