Proteger las lenguas para preservar lo que somos como humanidad
Desde 2020 se creó la Unidad de Patrimonio de la Universidad de América, compuesta por cuatro ejes: Patrimonio Natural, Casas de Patrimonio, Patrimonio Cultural Material e Inmaterial y la Casa de las Lenguas, que se inauguró recientemente.
Recientemente la Universidad de América inauguró la Casa de las Lenguas y la Oralitura con el fin de proteger la riqueza lingüística de Colombia. ¿Cómo nuestras lenguas dialogan con quienes somos?
La lengua es en donde están plasmados todos los conocimientos e historias que han pasado de generación en generación de manera natural, porque aprendemos a hablar gracias a nuestros padres y al mismo tiempo aprendemos sobre sus conocimientos ancestrales y lo que han heredado. Solo hasta el año pasado se plasmó, en un documento del Ministerio de Cultura, el plan de protección de nuestras lenguas (indígenas, raizales, palenqueras y rom). Muchas de nuestras lenguas nativas no se han escrito o tienen un solo hablante, entonces hay un gran riesgo de que se pierdan y con ello sus conocimientos, historias y cosmogonías. Por eso, procurar por su protección es preservar lo que somos no solo como país, sino como humanidad.
Han trabajado de la mano con el fundador de la Fundación Sol y Serpiente de América, Fredy Chikangana, miembro de la comunidad yanakuna. ¿Cómo surgió esa alianza?
Es una alianza que surgió hace varios años. Fredy es un maestro reconocido por las comunidades indígenas y un líder. No recuerdo cómo nos conocimos, pero con él emprendimos un primer proyecto. En la primera década de 2000, para el Museo de Trajes, le preguntamos cómo se vestían en su comunidad. De hecho, el traje se había perdido en los yanakunas, entonces, junto con él iniciamos un trabajo encaminado hacia su recuperación. Fredy viajaba frecuentemente a su comunidad y empezó a hacer ese trabajo con los ancianos a través de la lengua, de la conversación. Todo eso nos llevó años. El traje y los colores que usaban nos permitieron entrar en contacto con sus historias y conocimientos ancestrales. Hoy en día los jóvenes yanakunas visten elementos que los identifican y que pertenecen a su vida espiritual y cultural.
¿Por qué es importante hacer todo este proceso junto a las comunidades?
Ellos son los que viven todo esto, y lo que hacen es compartirnos sus conocimientos y sabiduría, son la voz viva. Tenemos una antropóloga en el museo, pero quienes deben hablar de una comunidad son sus miembros. La antropóloga tal vez hace una investigación diferente y valiosa, pero la persona que está inmersa en la comunidad es quien hereda, expresa y vive el conocimiento. Ellos tienen una relación distinta con la naturaleza: armoniosa, de cuidado y fraternidad.
Le recomendamos leer: “En lugar de ser negro en Colombia, me hubiera gustado ser hutu o tutsi”
También se han preocupado por la protección del patrimonio natural, cultural material e inmaterial. ¿Por qué no centrarse solo en un eje y más bien extender la visión y protección del patrimonio?
Porque somos parte de la Universidad de América, que tiene un compromiso con el desarrollo sostenible. Hoy se habla, desde los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, no solo de sostenibilidad con relación al planeta natural, sino social; es decir, con las comunidades y su respeto y valoración.
Entonces, se podría decir que no existe un eje más importante que otro…
No, no existe, tenemos es un eje más maduro: el Museo de Trajes, pues se fundó en 1972, pero también somos fuerte en lo natural porque, por ejemplo, nos hemos enfocado en el sector textil y, en Bogotá, el relleno sanitario Doña Juana está llenó de residuos textiles que no se degradan. Solo hasta el año pasado se creó en el Distrito un proyecto que se llama Red Moda, que consiste en crear toda la cadena de los que intervienen en el sector textil, desde los que hilan, tejen y diseñan hasta los consumidores y recicladores. Entonces, con nuestras facultades estamos mirando cómo hay que plantear el proceso de la cadena. Trabajamos con las escuelas de moda y damos cursos sobre la transformación de las prendas.
En el Museo de Trajes, adscrito a la Unidad de Patrimonio, se realizó el año pasado una pasarela de moda de cuatro marcas de excombatientes de las FARC…
Nosotros como comunidad y museo somos un punto de encuentro y diálogo entre comunidades (indígenas, campesinas, rom, excombatientes, todo). El respeto por la diversidad habla de paz, si eres tolerante y respetas la diversidad, estás creando ambientes de paz.
Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖
Recientemente la Universidad de América inauguró la Casa de las Lenguas y la Oralitura con el fin de proteger la riqueza lingüística de Colombia. ¿Cómo nuestras lenguas dialogan con quienes somos?
La lengua es en donde están plasmados todos los conocimientos e historias que han pasado de generación en generación de manera natural, porque aprendemos a hablar gracias a nuestros padres y al mismo tiempo aprendemos sobre sus conocimientos ancestrales y lo que han heredado. Solo hasta el año pasado se plasmó, en un documento del Ministerio de Cultura, el plan de protección de nuestras lenguas (indígenas, raizales, palenqueras y rom). Muchas de nuestras lenguas nativas no se han escrito o tienen un solo hablante, entonces hay un gran riesgo de que se pierdan y con ello sus conocimientos, historias y cosmogonías. Por eso, procurar por su protección es preservar lo que somos no solo como país, sino como humanidad.
Han trabajado de la mano con el fundador de la Fundación Sol y Serpiente de América, Fredy Chikangana, miembro de la comunidad yanakuna. ¿Cómo surgió esa alianza?
Es una alianza que surgió hace varios años. Fredy es un maestro reconocido por las comunidades indígenas y un líder. No recuerdo cómo nos conocimos, pero con él emprendimos un primer proyecto. En la primera década de 2000, para el Museo de Trajes, le preguntamos cómo se vestían en su comunidad. De hecho, el traje se había perdido en los yanakunas, entonces, junto con él iniciamos un trabajo encaminado hacia su recuperación. Fredy viajaba frecuentemente a su comunidad y empezó a hacer ese trabajo con los ancianos a través de la lengua, de la conversación. Todo eso nos llevó años. El traje y los colores que usaban nos permitieron entrar en contacto con sus historias y conocimientos ancestrales. Hoy en día los jóvenes yanakunas visten elementos que los identifican y que pertenecen a su vida espiritual y cultural.
¿Por qué es importante hacer todo este proceso junto a las comunidades?
Ellos son los que viven todo esto, y lo que hacen es compartirnos sus conocimientos y sabiduría, son la voz viva. Tenemos una antropóloga en el museo, pero quienes deben hablar de una comunidad son sus miembros. La antropóloga tal vez hace una investigación diferente y valiosa, pero la persona que está inmersa en la comunidad es quien hereda, expresa y vive el conocimiento. Ellos tienen una relación distinta con la naturaleza: armoniosa, de cuidado y fraternidad.
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También se han preocupado por la protección del patrimonio natural, cultural material e inmaterial. ¿Por qué no centrarse solo en un eje y más bien extender la visión y protección del patrimonio?
Porque somos parte de la Universidad de América, que tiene un compromiso con el desarrollo sostenible. Hoy se habla, desde los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, no solo de sostenibilidad con relación al planeta natural, sino social; es decir, con las comunidades y su respeto y valoración.
Entonces, se podría decir que no existe un eje más importante que otro…
No, no existe, tenemos es un eje más maduro: el Museo de Trajes, pues se fundó en 1972, pero también somos fuerte en lo natural porque, por ejemplo, nos hemos enfocado en el sector textil y, en Bogotá, el relleno sanitario Doña Juana está llenó de residuos textiles que no se degradan. Solo hasta el año pasado se creó en el Distrito un proyecto que se llama Red Moda, que consiste en crear toda la cadena de los que intervienen en el sector textil, desde los que hilan, tejen y diseñan hasta los consumidores y recicladores. Entonces, con nuestras facultades estamos mirando cómo hay que plantear el proceso de la cadena. Trabajamos con las escuelas de moda y damos cursos sobre la transformación de las prendas.
En el Museo de Trajes, adscrito a la Unidad de Patrimonio, se realizó el año pasado una pasarela de moda de cuatro marcas de excombatientes de las FARC…
Nosotros como comunidad y museo somos un punto de encuentro y diálogo entre comunidades (indígenas, campesinas, rom, excombatientes, todo). El respeto por la diversidad habla de paz, si eres tolerante y respetas la diversidad, estás creando ambientes de paz.
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