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¿Qué representa el cacao para usted?
Para mi familia y nuestra organización, el cacao es una alternativa que ha estado ligada a nuestros ancestros y nuestra cultura. A través del cultivo encontramos la paz. ¿A qué le llamo paz? A sacar los granos, fermentarlos, secarlos y venderlos. Eso te genera un dinero que va a suplir tus necesidades, pero para llegar hasta allá debes tener un espacio de esparcimiento y encuentro con tu familia y con tus amigos, y eso significa poder estar en la legalidad y en paz.
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¿Cómo es su trabajo con el cacao?
Es un método científico. Comienzo con la observación: mirar lo que tengo y en qué condiciones está, porque el cacao necesita cuidado, y si veo que las cosas no están bien, inmediatamente genero una respuesta correctiva a lo que está ocurriendo. No debemos descuidar la mejora continua. Por eso hacemos todo a través del método: observar, hacer una hipótesis y crear una acción.
¿Cómo ha sido construir su familia en el mismo territorio en el que cultiva cacao?
Este ha sido el escenario propicio para formar mi familia, pues han sido estos cultivos los que me han permitido transmitir a las nuevas generaciones ese arraigo a la tierra. En ese sentido, el cacao ha sido un pretexto para enseñarles a amar el campo, a amarse a ellos mismos y a sus raíces. Pero también para que se interesen por aprender las diferentes labores. Que aprendamos haciendo, que aprendamos disfrutando y que aprendamos amándonos.
¿Y qué ha aprendido cultivando cacao?
Cuando hay un cultivo y su mazorca es atacada por monilia y fitóftora (hongos) hay una práctica llamada el aclareo, que es quitar sombra excesiva para que el sol entre y pueda generar condiciones apropiadas. Cuando esas florecitas salen se forman frutos que luego son atacados, eso mismo sucede con las familias. Podemos ser atacados por diversas fuerzas del mal que nos llevan a no tener valores y principios; por eso, así como con el cacao, hay que cuidar a nuestros hijos, porque cuando hay autocuidado, protección y guía, no hay violencia o todo eso que altera la armonía.
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Hablemos de la acción pacificadora del cacao…
El cacao se comporta muy bien en esa acción pacificadora, porque es una respuesta rápida. Uno siembra cacao y a los dos años tiene producción. Pero antes de ese tiempo se puede tener cultivo de plátano, de yuca o maíz, y gracias al apoyo de programas de cooperación nacional se han creado unidades productivas. Al ser un producto con alta aceptabilidad y demanda en el mundo, se ha convertido en una opción para Tumaco. La paz se completa cuando llega la rentabilidad que uno busca para generar riqueza, y eso significa que podemos mejorar nuestras condiciones de vida, que nos pagan por ese grano de cacao que quieren, sin intermediarios.
¿Cree que su labor es reconocida en Colombia?
Aquí hay una gran apuesta y una invitación para todos, y es que debemos hacer más publicidad y reconocimiento al cacao y su consumo. Consumir cacao es apostarle a la vitalidad, pues nos ayuda a mejorar nuestra salud y nuestras emociones. Si el uso del cacao aumenta cada día más, podremos tener una demanda nacional que ayude para que los precios sean justos y, ante todo, podamos aportar y apoyar las iniciativas o emprendimientos desde el territorio. Dejar de lado al intermediario e ir donde nace el cacao.
Me contaba que le gustaría crear una escuela en la que los niños de Tumaco aprendieran a articular un discurso, ¿por qué el interés?
Es importante ser muy asertivo en la comunicación. A veces, cuando hay tantas necesidades en un territorio, se espera que alguien, en nombre de otros, comente qué necesita, y para eso hay toda una experticia. Más que un pliego de peticiones o un mapa de sueños, es poder ser coherente y realista. Que en dos o cinco minutos se dé un mensaje claro y que pueda enganchar al que lo está escuchando.
¿Qué anhela que suceda con su finca, con el cacao y con Tumaco?
La finca la veo cada día más fortalecida por el relevo generacional. Mis hijos y todos los que la visitan la han hecho un referente, en donde se viene a aprender y a conocer cómo una familia ha podido abrirse espacio y vivir en paz y armonía. Y sí, el grano de cacao y los árboles están bien, pero las personas, el capital humano, es lo más importante. Por lo tanto, espero que el cacao sea la excusa para armonizar la vida en el interior de la familia y del territorio.
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