Qué fea que está Colombia (opinión)
Guillermo Botero era apenas un comerciante, no sé de qué categoría, espero que fuera un comerciante decente, que, por cuenta de los albures de la vida, al igual que Sabas Pretelt salió de la vitrina de las especies comerciales a dirigir los destinos de un pedazo de la ciudadanía colombiana. ¡Eso es feo! Es feo que a un “cuentamonedas” le den majestades de Estado.
Mauricio Navas Talero
Eso es feo. Eso es antiestético. Los griegos lo dijeron cuando eran los pensadores del mundo: “lo ético es lo estético”. El ministro es antiestético. Lo que dice, como lo dice, la pose en la que lo dice, el tono en que lo dice y las razones por las que lo dice. Guillermo Botero, que, por demás, parece hombre de malos modales, afea a Colombia. Las montañas, los valles, los dos océanos y, a riesgo de ser regañado por las feministas, hasta a las mujeres colombianas que también se están viendo “afeadas” por Botero y por las acciones que este individuo ampara.
Botero no solamente es elemental, es además “grosso”, como dicen los argentinos, es banal y es básico. No tiene inteligencia para mentir, lo que lo hace aún más feo, porque mentir bien es un arte, del cual, al igual que su amigote Uribe, él tampoco tiene la menor idea. En eso debo aplaudir a Sabas Pretelt, que, “sea lo que sea”, es elegante y de buen gusto, está preso por su lealtad a Uribe, pero por lo menos no causa asco.
Lo bello, sin duda, es engañoso. Esta manifestación no propone que lo bello sea bueno per se, pero la forma contiene a la sustancia y el “orden” del que habla el emblema del escudo de Colombia es la mínima obligación de un Estado. La majestad de la autoridad es un elemento estético. Un juez no debería ir en chancletas al despacho, así como un sacerdote no debería ir al púlpito en calzoncillos, así como un maestro de escuela no le debe mirar el culo a una alumna. La majestad del cargo y la majestad del Estado son hechos que no se pueden consignar en la ley positiva, que definen sin duda en lo estético, que, por cierto, es lo bello.
Colombia está muy feo. Tenemos de expresidente y de senador a un tipo que amenaza con “romper la cara, marica” y a un ministro de Defensa que se queda embelesado mirando el trasero de una primera dama y que inventa mentiras chambonas para esconder lo “inescondible”. Eso, además de inmoral y criminal, ¡es feo!
Eso es feo. Eso es antiestético. Los griegos lo dijeron cuando eran los pensadores del mundo: “lo ético es lo estético”. El ministro es antiestético. Lo que dice, como lo dice, la pose en la que lo dice, el tono en que lo dice y las razones por las que lo dice. Guillermo Botero, que, por demás, parece hombre de malos modales, afea a Colombia. Las montañas, los valles, los dos océanos y, a riesgo de ser regañado por las feministas, hasta a las mujeres colombianas que también se están viendo “afeadas” por Botero y por las acciones que este individuo ampara.
Botero no solamente es elemental, es además “grosso”, como dicen los argentinos, es banal y es básico. No tiene inteligencia para mentir, lo que lo hace aún más feo, porque mentir bien es un arte, del cual, al igual que su amigote Uribe, él tampoco tiene la menor idea. En eso debo aplaudir a Sabas Pretelt, que, “sea lo que sea”, es elegante y de buen gusto, está preso por su lealtad a Uribe, pero por lo menos no causa asco.
Lo bello, sin duda, es engañoso. Esta manifestación no propone que lo bello sea bueno per se, pero la forma contiene a la sustancia y el “orden” del que habla el emblema del escudo de Colombia es la mínima obligación de un Estado. La majestad de la autoridad es un elemento estético. Un juez no debería ir en chancletas al despacho, así como un sacerdote no debería ir al púlpito en calzoncillos, así como un maestro de escuela no le debe mirar el culo a una alumna. La majestad del cargo y la majestad del Estado son hechos que no se pueden consignar en la ley positiva, que definen sin duda en lo estético, que, por cierto, es lo bello.
Colombia está muy feo. Tenemos de expresidente y de senador a un tipo que amenaza con “romper la cara, marica” y a un ministro de Defensa que se queda embelesado mirando el trasero de una primera dama y que inventa mentiras chambonas para esconder lo “inescondible”. Eso, además de inmoral y criminal, ¡es feo!